Antonio Jurado y los impostores

19ª parte

Anteriormente

 

         Antonio paseaba con su familia por un camino de tierra, cerca de su casa, mientras paseaban a los perros. Los niños no dejaban de preguntar si Papá Noel les traería lo que habían pedido, pues era día 24 de diciembre y estaba a punto de llegar, aquella noche.

         —Pues no sé yo —respondió Antonio a Charly—. Este año no te has portado tan bien como deberías. Tendrías que ser más obediente y no hacerme repetirte las cosas. Y menos aún obligarme a gritar o castigarte.

         —Yo he sido muy bueno, ¿verdad papá? —replicó Miguel con la sonrisa de un ángel.

         —Te estás portando bien hoy, pero también me haces gritarte y repetirte las cosas.

         —¿Y si no te hago renegar todo el día? —Insistió Charly.

         —Hijo, tú te portas bien casi siempre pero en casa te tuve que castigar porque por escapar de ti el pobre Rulo casi se cae por la escalera. Duna podía aguantar que estés encima de ella todo el día pero este tiene más miedo, no te conoce tanto.

         —Lo siento, no volveré a asustarlo —aceptó Charly, cabizbajo.

         —Me gustaría poder decir que te creo —replicó Antonio, riéndose.

         Brigitte venía tres metros por detrás con el chiguagua Jack en sus brazos. Charly la miró y se rio al verla.

         —Qué valiente mamá, coge al kraken sin miedo.

         —Es que ella no le hace nunca daño, por eso no la ladra ni muerde —respondió su padre.

         —Este camino me da morriña —cambió de tema Charly—. Siempre veníamos con Duna y Thai. Echo mucho de menos a las dos.

         —Pero si no estuvieran en el cielo no estarían con nosotros ahora Rulo y Jack. Pobrecitos, aun estarían pasando frio en la protectora. Aunque no sé qué es peor.

         Antonio recordó que Thai había muerto hacía un año y Duna aquel mismo verano por un cáncer que le salió en la boca. Ambas estaban sanas hasta que de repente a Thai le dio un derrame cerebral y murió en cuestión de horas y a Duna le salió una masa de carne en la mandíbula inferior y tras quitársela en una operación, volvió a salirle otra en menos de una semana. La tuvieron que sacrificar a pesar de que aún podría seguir viva ese día, pero con la lengua colgando, un nuevo tumor y con sufrimiento. Aun así fue muy doloroso sacrificarla porque, excepto ese bulto, estaba bien.

         —Jack me da miedo —protestó Charly.

         —Venga ya, ¿un chiguagua tuerto de dos kilos te da miedo? Pero si cuando llegó a casa se pasaba el día en el baño asustado de vosotros, en todo caso aprende la lección, si asustas a los perros por diversión, eso es lo que les enseñas. Y ahora él disfruta asustándoos.

         Se cruzaron con unos niños y su padre y les saludaron.

         —Hola Charly —saludó la niña.

         —Hola Luchi —respondió el aludido con algo de vergüenza.

         —Hola —dijo Brigitte al alcanzarlos.

         —Qué bonito, ¿puedo cogerlo? —Pidió la compañera de Charly al ver a Jack tan manso y pequeño en los brazos de su madre.

         —Claro, es muy tranquilo.

         Charly abrió los ojos como platos al ver que Luchana lo cogía y aguantó incluso a que su padre le hizo una foto.     

         —¿Cómo estáis? —Preguntó el padre.

         —¿Qué tal Pedro? —Respondió Antonio—. Aquí estamos paseando a los perros y cogiendo algo de leña para la chimenea y de paso quemando unas calorías para poder comer como cerdos esta noche.

         —Ah, pues ten cuidado con Ramón —espetó el otro, guasón, con su característico acento polaco.

         —¿Quién? —Se extrañó Antonio.

         —Que en lugar de encontrar una rama encuentres un Ramón —y se partieron de risa.

         Pedro era de Polonia y llevaba unos años en España conservando un acento simpático. Le conoció en los múltiples cumpleaños que celebraban los niños con los compañeros del cole. Puede que fuera el único padre que asistía a esos eventos y por tanto se conocían por estar rodeados de madres que les ignoraban.

         —¿Cómo vais a celebrar la Noche Buena? Por lo visto solo dejan juntarse seis personas.

         —Nosotros vamos de dos en dos —explicó Pedro—. La policía no va a las casas, mandamos uno delante en moto y si no ve controles, le seguimos los demás.

         —Ah, bueno pues poneros mascarillas y pasadlo bien.

         —¿En casa? ¿Estás loco? —Se rió—. Tenemos que irnos, hasta luego y feliz Navidad.

         —Eso, y pasadlo bien, y no os contagiéis —respondió.

         —Adiós Luchi —se despidió el pequeño.

         —Feliz Navidad Charly —respondió la niña con voz angelical.

         Se separaron y cuando estaban a bastante distancia el aludido musitó.

         —Qué valiente Luchi, ha cogido a Jack.

         Antonio soltó una carcajada, la inocencia de los siete años era adorable.

         —Miguel, ¿has visto? —Preguntó a su hermano, que se había afanado en buscar palitos secos.

         —Sí, sí, muy valiente —reconoció el peque con toda seriedad.

 

        

         Llenaron la bolsa de ramas y cuando ya tomaban camino de regreso a casa pasó corriendo una chica a su lado. No iba haciendo footing, corría como huyendo de algo.

         Se la quedaron mirando mientras un señor iba tras ella resoplando.

         —¡Por favor! —Iba gritando—. ¡Deténganla! No dejen que se vaya...

         Demasiado tarde para reaccionar, no la habría detenido ni aunque hubiera podido, pensó Antonio.

         Al llegar a su altura el hombre se quedó con ellos, resoplando.

         —Es mi hija, va a fugarse con un rumano. No se atiene a razones, van a vivir en la calle. Son unos delincuentes, por favor, vaya tras ella, no puedo más.

         —Ni hablar —respondió creyendo que podía ser una trampa para secuestrar a su mujer e hijos.

         —Yo voy con usted, es que no puedo cogerla yo solo.

         —No me meta en sus líos familiares —replicó.

         —Váyase a la mierda —exclamó el hombre, retomando la persecución—. Espero que no tenga que pasar por lo mismo que yo...

         Se marchó corriendo y la siguió a toda prisa.

         —No seas tonto, ayúdalo —urgió Brigitte—. Yo me quedo con los niños.

         —¿Y qué voy a hacer yo?

         —Vete, corre, aprovecha que estás más en forma, él nunca la alcanzará.

         Antonio fue corriendo detrás, haciendo gala de su mejorada forma física pues salía a correr a diario por las mañanas desde el secuestro y su cuerpo respondía estupendamente, como si estuviera más joven. Antes lo había intentado y siempre volvía lesionado, ahora parecía que podía correr una maratón.

         Pronto alcanzó al agotado padre y le dijo mientras le pasaba:

         —Voy a ver si la pillo.

        Gra... Gracias, yo le... Sigo.

         Sus piernas eran fuertes pudo aumentar la velocidad y pronto la vio a menos de diez metros de distancia.

         Iba a pedirle que se detuviera pero quizás al oírle correría más deprisa. Ella estaba cansada también y ya estaban cerca del puente de la carretera, donde seguramente pretendía subir al pueblo.

         Antonio la alcanzó y la cogió por el brazo.

         —¡Suélteme! —Protestó la muchacha.

         Él no hizo caso y la aferró con fuerza rodeándola por detrás con sus brazos.

         —¡Espera a que venga tu padre! Quiere hablar contigo y luego haces lo que te dé la gana. No te preocupes que yo te defenderé si pretende hacerte daño.

         —¡Ese no es mi padre! —Gritó—. Es un impostor que se hace pasar por él.

         Dio un fuerte cabezazo hacia atrás y le dio en toda la nariz. La soltó y la dejó escapar.

         Al llegar junto a él, su "padre" se detuvo y resopló.

         —Lo siento, amigo, está bien —se interesó al ver que le sangraba la nariz.

         —Sí, no pude detenerla, lo siento.

         —Gracias igualmente. No se preocupe, se curará enseguida —al decir eso Antonio vio que su nariz sanaba instantáneamente.

         —Ella dijo que usted... Es un impostor —le dijo, nervioso.

         —Yo guardaré su secreto si usted guarda el mío —le dio un codazo de complicidad.

         —¿Qué secreto?

         —Lo sabe de sobra, somos hijos de la misma madre. Por eso confié en usted.

         Le guiñó un ojo y se marchó corriendo como pudo, tras su hija.

         Antonio se quedó blanco. ¿Qué quiso decir? Mejor dicho, ¿Cómo sabía que él... ? ¿Cuántos impostores había? Aunque era consciente de que podían ser muchos, no imaginó que pudieran ser tantos como para que cerca hubiera más.

 

 

         Volvió corriendo junto a su mujer e hijos y les alcanzó a medio camino de casa. Cogió la bolsa de leña y asustó a Brigitte, que pensó que la robaban.

         —Qué ha pasado —preguntó ella.

         —Su hija se escapó, conseguí atraparla pero me golpeó y no pude sujetarla.

         —¿Pero por qué huía?

         —Dijo algo extraño...

         Recordó la promesa del hombre y se mordió la lengua.

         —¿Qué?

         —Que no era su padre... Qué tontería, ¿no? Como no podía saber si decía la verdad, la dejé marchar.

         —Pues, sí, has hecho bien. Madre mía, igual quería secuestrarla.

         —Imagínate, y yo casi le ayudo.

 

 

 

         Cuando llegaron a casa vieron aparcado en la puerta de su garaje un coche patrulla. Antonio se acercó con cautela y vio que dentro estaba Lara.

         —¿Hola? —Preguntó—. ¿Me buscabas?

         —¿Quién es? —Se interesó Brigitte—. Ah, inspectora Emmerich. Gracias por darle trabajo a mi marido, pero la próxima vez procure que no se juegue la vida.

         —No vengo a ofrecerle más —respondió seria—. Necesito hacerle unas preguntas, sube al coche.

         —Supongo que es sobre el secuestro —explicó él—. Vete para dentro con los niños.

         —Vale, no tardes.

         —Me temo que no puedo garantizar eso —replicó Lara.

         —Llegaré a tiempo a la cena —rectificó Antonio—. ¿Por qué no hablamos dando un paseo?

         La inspectora negó con la cabeza. Tenía un peinado diferente, no existía y su pelo ya no era tan largo. Ya no llevaba los piercings de la cara de acero y toscos, con bola de acero, sino unas anillas doradas y finas. El cambio no le favorecía demasiado, la notaba diferente como si quisiera demostrar que era más joven de lo que realmente era.

         —Sube —insistió—. Nos están esperando.

         Brigitte frunció el ceño y Antonio se encogió de hombros.

         —¿Estoy detenido o algo? —Preguntó, preocupado.

         —Si no me das las respuestas que busco, tendré que hacerlo. Sube.

         Antonio obedeció con nerviosismo. Lara no estaba siendo muy amistosa, más bien le trataba como un delincuente común.

         Cuando se puso el cinturón, Brigitte le miraba sin decir nada.

         Arrancó el coche y se marchó. Charly volvió de dentro del patio y al no ver a su padre preguntó:

         —¿Y papá?

         —No sé, hijo. Espero que vuelva pronto.

 

 

 

         Antonio no dijo nada en todo el trayecto. No parecían dirigirse a la comisaría de Lara, ni siquiera parecía ella misma. No sabia si el cambio de lock la perjudicaba o quizás le parecía menos guapa porque no estaba siendo amable con él.

         —¿Qué está pasando aquí? —Se atrevió a preguntar.

         —Antes de que te hagas ideas equivocadas, esto no es algo sexual ni nada por el estilo. Estoy siguiendo órdenes —aseguró ella.

         —Gracias por aclararlo, pero ni se me había pasado por la cabeza.

         —Ya, te conozco muy bien, sé que la idea terminaría germinando y prefiero que eso no suceda. Ultimamente trato con demasiados pervertidos.

         —Preferiría saber qué es lo que pasa —replicó Antonio, cansado de tanto enigma.

         —Me has mentido —le dedicó una mirada puntual—. Y me has puesto contra la espada y la pared.

         —¿En qué?

         —Vaya, menos mal que admites que me has soltado más de una milonga.

         —No he dicho tal cosa —se defendió.

         —Ya veremos cuántas cosas escondes.

         En una entrada cerca de Parla, a unos quinientos metros del acceso Sur del hospital, Lara detuvo el coche junto a una puerta metálica. Antonio recordó que ese era el lugar de encuentro del EICFD se puso sobre alerta.

         Al aparcar los portones se abrieron automáticamente lo justo para entrar y Lara introdujo su coche al campo. Después se cerraron tras ellos. Las hierbas rozaron el fondo del vehículo con demasiada fuerza pero llegaron a la parte trasera de un montículo. Lejos de la vista de la autopista, el lugar donde solían aterrizar los halcones del EICFD. Al acercarse apareció de la nada un hombre bastante mayor, esperándoles.

         —Baja —ordenó Lara—. Tenemos que cambiar de vehículo.

         —Al menos cuéntame qué pasa aquí. Creí que éramos amigos.

         —Si lo fuéramos no me habrías ocultado la verdad cuando te la pregunté —contraatacó Lara, con veneno en la voz.

         Avanzaron hasta el hombre. Era alguien canoso, con una chaqueta americana gris. Su rostro le resultó extrañamente familiar.

         —Bienvenidos, subamos al halcón. Creo que unos amigos están deseando volver a verle, señor Jurado.

         Al entrar en lo que parecía un vacío en medio de un campo, se materializó la cabina de una de las naves del EICFD. Antonio había llegado a creer que nunca más vería una. El efecto del escudo óptico seguía siendo igual de fascinante que la primera vez que lo vio. Dentro esperaban Abby Bright y John Masters. Pero el que más odio guardaba en la mirada era el comandante Montenegro, un hombre que jamás le había tragado ni cuando era un soldado bajo su mandato.

         —Cuando uno cree que ya no podías volver a meter la pata... Vas y lo vuelves a lograr —le saludó con una ponzoñosa sonrisa de odio.

         —No puedo decir que me alegre de veros, chicos —respondió—. ¿Qué es lo que creéis que he hecho? Deduzco por tus palabras, Montenegro, que sois vosotros los hijos de puta que me habéis arruinado.

         —Un hombre sin dinero es como un ratón sin dientes —respondió el viejo que entró junto a Lara en la nave.

         —¿Y usted es? —Trató de sonsacar.

         —Paco, para los amigos, encantado.

         Le ofreció la mano y una servicial sonrisa.

         —Encantado, supongo —respondió estrechándosela.

         —Sin duda encantado puedes estar, no vamos a secuestrarte ni matarte, no seas mal pensado.

         —¿Cómo sabe lo que pasaba por mi cabeza?

         —Es lógico, por tu miedo evidente —respondió Paco—. Tenemos un pequeño problema y el único que sabe la respuesta eres tú.

         —¿En serio? Pues mira que lo dudo.

         —¡No te hagas el idiota, Jurado! —Exclamó Montenegro.

         —Cállate, José —reprendió el viejo con tranquilidad—. Te dije que yo me encargo de hablar con él. No está mintiendo. Algo superior a él bloquea sus recuerdos. Lo que no entiendo es que también logre eludir mi intromisión.

         —¿En se... —Antonio no quiso repetir la misma pregunta—.  ¿Qué estoy olvidando?

         —Algo... Lo retiene.

         Miró de reojo a Montenegro.

         —O le ha ayudado Elías —propuso el comandante.

         —Sí, es cierto, ese maldito inmortal sigue desaparecido.

         —¿Quién tiene qué? No he visto a Elías hace años, vosotros lo visteis la última vez que yo le vi.

         —¿Acaso conoces a alguien más que pueda bloquear recuerdos a alguien? —Preguntó Montenegro a Paco.

         —Mismamente Jesús, o Génesis —respondió, como si fuera obvio.

         —No digas disparates, esos dos no se meten en asuntos mundanos —respondió Montenegro—. Solo les importa la salvación de las almas.

         —Puede que ya no —respondió retador, Paco.

         —Nunca me hice amigo de Elias —intervino Antonio—, pero Génesis me echa un cable cada vez que la necesito. Os conviene tratarme bien —sonrió con más confianza de la que realmente tenía—. ¿Cuál es la pregunta? A lo mejor sí que sé la respuesta.

         —¿Dónde está "La mona Lisa"?

         —Vaya, no tengo ni idea —respondió.

         —Antonio, si quieres volver a la hora de la cena a casa, habla —sugirió Lara.

         —¿Desde cuándo tú sigues trabajando con ellos? —Preguntó—. No creí que te vendieras a esta chusma.

         —No te equivoques, nosotros somos los buenos. Tú eres el que trata de poner el mundo patas arriba.

         —¿Yo? Pero si no sé ni de qué estáis hablando.

         —Muy bien, le llevaremos a ver al doctor Black —cortó tajante Montenegro—. Él tiene métodos para desbloquear la memoria.

         —Os lo advierto... No queréis que se toque mi memoria en absoluto —amenazó sin saber de dónde salía tal seguridad—. Si seguís adelante el EICFD será destruido y con él toda la Organización.

         —¿Tú te crees eso? —Se burló Paco—. ¿Sabes qué llevo puesto?

         —Seguramente un traje de los pleyadianos. Ya lo imaginé cuando leíste mis pensamientos.

         —Nada puede hacerme daño, tengo un escudo contra la influencia de cualquier otro traje o poder externo.

         —Estás encerrado en un huevo. Quizás te creas intocable pero ¿sabes qué puede hacer daño a un polluelo en su huevo? Ellos mismos. Podrían llegar a comerse a sí mismos.

         Los presentes se miraron extrañados.

         —¿Tú eres Antonio Jurado? —Preguntó Paco.

         —Soy un impostor. Creí que lo sabías, viejo.

         —¡Joder! No me digas que el auténtico ha muerto —protestó Lara.

         —Estúpidos ignorantes, la reina está comenzando a mover ficha. Todas las humillaciones a la que la habéis sometido van a revertir y ahora contra vosotros, los humanos, y tendréis pesadillas porque nunca sabréis quiénes son impostores de aquellos que tenéis cerca. ¿Sabéis por qué somos mejores que vosotros?

         Ninguno respondió. Estaban asustados, incluso su voz había cambiado.

         —Porque no tenemos alma, ni sentimiento de culpa. Solo cumplimos órdenes. En el mundo perfecto que planea crear mi señora, nadie antepone sus intereses a los de ella.

         —Quién seas, ¿qué le pasó al auténtico? —Insistió Lara.

         —Su cerebro está aquí dentro. Si te refieres a ese Antonio, el original, lo tienes delante. Yo he rellenado los huecos de su mente, los inutilizados, para la gran misión de la reina Arita. Poco a poco me haré con el control y no quedará ni la sombra de él ¿Y sabes qué?

         Antonio dio un paso hacia Lara y la cogió del cuello. Paco le golpeó en la cara para detenerlo pero el cuerpo del agresor era duro como una piedra.

         —No soy de este mundo, no me afectan vuestros estúpidos trajes. Utilizamos a Antonio para liberar a nuestra reina y por ellos todos vais a ser sus vástagos.

         —Suéltame, me estás ahogando... —Logró balbucear Lara.

         —¡Haz caso o te reviento la cabeza! —Amenazó Abby.

         —Estáis preocupados por esta humana, pero ¿y mi fortuna? —Respondió—. A nadie le importó que me la robaran.

         —No dejes que eso sigua hablando, no quiero ver a este impostor, tú eres mi amigo Antonio —suplicó Lara—. ¡Despierta!

         —Estúpida, ahora está de siesta, ni siquiera recordará haber estado aquí. Pero no te preocupes, la reina quiere que formes parte de su colmena.

         —¿Qué? —Antonio la atrajo hacia sus labios y la besó metiéndole la lengua en su boca.

         —¡No lo hagas Lara! Así transmiten su veneno.

         John se precipitó sobre Antonio y le golpeó en las rodillas, en la cara, el cuello, usó su fusil y nada podía dañarle al golpearlo.

         —Paco haz algo —exigió Montenegro—. No se te dio el traje para que te quedes mirando.

         —Yo no tengo fuerzas... Y mi poder no le afecta —replicó asustado.

         —Yo me encargo, apartaos —intervino Abby.

         Apuntó con su fusil láser a la cabeza de Antonio, lo puso a máxima potencia y disparó. Le dio en la mejilla y no le hizo más que un diminuto punto negro humeante en su cara que en dos segundos desapareció.

         Antonio dejó caer a Lara, que se había quedado inconsciente al no dejarla respirar durante casi un minuto.

         —Reconozco que todo esto es divertido —cogió el cuerpo de Lara del suelo y lo subió sobre sus hombros—. ¿Pensabais que salvaríais al mundo llenándolo de los nuestros? ¿Creíais que tendrías atrapada a la reina para toda la eternidad? Estúpidos ingenuos. ¿Qué pasaría si descabezamos a la Organización? Si de repente todas vuestras fuerzas secretas pierden contacto con sus esquivos líderes? Si os mato a todos ahora...

         —Seas quién seas, sal de ellos dos, sal ahora y no vuelvas a poseerlos —exclamó Paco con toda su rabia.

         —¿Acaso estás sordo? Tu traje de aire no me afecta más que una brisa. No soy de tu mundo, no puedes nada contra mí —replicó Antonio, furioso.

         —Sé que has logrado sembrarme la duda y por eso no estoy afectándote —insistió Paco. La nariz comenzó a sangrarle al decir eso—. Pero sé quién no duda. Yo te invoco Jesús, hijo de Dios, acude a nuestra llamada.

         Al instante una figura masculina, ataviada con una túnica beis que le cubría la cabeza apareció junto a Paco como si no supiera cómo había acabado allí.

         —¿Qué es esto? ¿Cómo me habéis invocado?

         —Vaya, es impresionante —alabó Antonio, sonriente.

         —Libéralos, señor, están poseídos por un alma más negra que el Demonio —ordenó Paco, señalándoles a ellos dos.

         —Tú no escuchas —replicó el aludido—. Soy Antonio Jurado.

         Jesús le observó la escena unos segundos sin decir nada.

         —Mierda, ese es en serio... ¿Jesucristo? —Preguntó Abby, asombrada y riéndose con nerviosismo—. Y yo que creía que lo había visto todo.

         —Esperemos que ponga las cosas en su sitio —replicó John, esperanzado.

         —Escuchadme —intervino el Hijo de Dios—, nunca en toda mi vida me habían hecho aparecer en un lugar contra mi voluntad. No sé qué conflicto tenéis entre vosotros, pero ninguno aquí es digno del perdón de Dios. Si queréis que os perdone puedo intentar ayudaros, lo mío no es castigar. De eso se encarga la muerte y Satanás.

         —Discúlpales, Señor —explicó Antonio—, tienen un traje de los pleyadianos trucado y hacen lo que les place con él... Más concretamente ese de ahí —señaló a Paco.

         Jesús le miró, se pasó la mano por encima de la barba, pensativo y se puso serio. Luego sonrió.

         —Ajá, de modo que fue por eso que todo el mundo está patas arriba... Ya le dije a Elías que no debíamos crear túnicas sagradas para los hombres. Pero insistió en que el mundo estaba al borde del colapso y necesitábamos guerreros de Dios. Aunque las protegimos contra actos egoístas era lógico que una de ellas se usara para romper ese límite. Y claro, a pesar de que las devolvisteis todas, se hicieron copias.

         Cerró los ojos y frunció el ceño.

         —Es terrible... Este error a afectado a todo, incluso a las raices de mi propio nacimiento y ahora hay tres realidades paralelas. Esas túnicas sagradas nunca debieron ser creadas pero sin ellas la Tierra, incluso yo mismo, no existiríamos.

         —Yo ya no tengo la mía —replicó Antonio.

         —Esto se acabó —decidió Jesús—. Hay que devolver las aguas a su cauce.

         Chasqueó los dedos con fastidio. La chaqueta de Paco se quemó como una brizna de paja en una hoguera y se quedó con la camisa chamuscada.

         —No volveré a cometer ese error. Gracias, Antonio, debo irme y solucionar este problema... Si encuentro el modo de conseguirlo —terminó—. ¿Necesitas ayuda?

         —No te preocupes, estoy perfectamente, gracias.

         —Hasta la vista entonces.

         Dicho eso desapareció.

         —No se vaya, el malo aquí es él —señaló tarde Abby—. Qué cabrón, decía la verdad, él conocía a Jesús.

         —Mierda... Mi traje —Paco estaba consternado y no parecía escuchar a nadie—. Apenas le había sacado provecho, es injusto.

         Lara seguía dormida sobre los hombros de Antonio. Entonces este se acercó a Paco y le susurró al oído:

         —Si quieres que no destruya tu imperio, quiero mis propiedades, mis ahorros de vuelta. ¿Lo has entendido? Ahora te dejo a tu novia, a ver si sigues queriendo hacerle cositas. Pero cuidado, que no sea contra su voluntad o tendrás problemas… Te lo aseguro.

         La depositó en el suelo de la nave. Se volvió a dirigirse al resto.

         —De momento me basta con ella. No me hagáis haceros una visita para regalaros mi "don de lenguas". Dejad en paz a mi familia, olvidad el incidente de Japón, nunca encontraréis a Arita y si la enojáis, tendrá que cosechar vuestros cuerpos o vuestras almas.

         —Al menos dinos qué es lo que pretende —preguntó Montenegro, retador.

         —Tengo hambre y voy a llegar tarde a la cena de nochebuena, en mi casa —sonrió con una sonrisa hueca—. Os sugiero que os la llevéis y la mantengáis en observación —se refirió a Lara—. Se levantará con una espantosa migraña y no os conviene que sepa nada de esta reunión que hemos tenido. Por Antonio no os preocupéis, no pienso contarle nada, ni tampoco insistáis en que os cuente algo a vosotros, no sabe gran cosa.

         Salió de la nave y se puso a caminar. No cogió el coche, se fue hacia la autopista caminando por el campo como un autómata. Ninguno de los presentes se atrevió a intentar detenerlo.

         —Devolvedle todo —ordenó Paco—. No quiero tener que volver a enfrentarme a él jamás.

         —No fastidie, mañana ni se acordará de todo esto —protestó Montenegro.

         —Pero esa cosa que le posee sí. Y no quiero que venga a darme uno de esos besos. Mantened vigilados a los dos sin que se den cuenta. Algún día harán algo contra su voluntad y tenemos que estar allí para averiguar qué traman.

         —¿Con lo que nos ha costado quitarle todo su capital quiere que le devolvamos sus propiedades y su dinero? —Preguntó Abby—. ¿Cómo se lo vamos a explicar?

         —Eso no me importa, háganlo —ordenó Paco—. Y por favor, acercadme a mi casa. Ya no puedo... Desplazarme con mi traje.

         —Como mande, señor —aceptó Montenegro.

 

 Continuará

 

 

Comentarios: 8
  • #8

    Vanessa (miércoles, 10 febrero 2021 01:34)

    Me dio repelús el imaginarme el beso de la Mona Lisa. Alguna vez vi una película de una raza extraterrestre que poseía cuerpos humanos mediante contacto sexual y no pude dormir por semanas.
    Por cierto, chicos, feliz día de San Valentín. Al menos este es el primer año en mucho tiempo que no podré celebrar.

  • #7

    Chemo (martes, 09 febrero 2021 01:04)

    Deberé de tener cuidado cuando vaya a ligarme a Lara. No vaya a ser que me dé el beso de la muerte. jeje

  • #6

    Alfonso (domingo, 07 febrero 2021 13:53)

    Ahora que Antonio y Lara, los principales protagonistas, están siendo controlados por Arita, no sé quién podrá defender al mundo de su poder. A no ser que Lara use su poder para despertar antes de recibir el beso y prepararse mejor para lidiar con Antonio Jurado.

  • #5

    Jaime (sábado, 06 febrero 2021 01:35)

    Gracias por las respuestas, Tony.
    No creo que Montenegro tenga una fidelidad férrea hacia Paco o la Organización. Y con sus habilidades, no necesita de dinero ni recursos de la Organización para sobrevivir. Fácilmente podría ocupar el lugar que tenía Alastor -a quien nadie en la Organización se atrevía a cuestionar- especialmente ante un consejero español sin traje pleyadiano.
    Lo mismo aplica para Antonio (el impostor). Él no requiere dinero ni propiedades puesto que tiene el poder de Arita.
    Habrá que ver cuál es el propósito de los impostores para tener una idea más clara de todo esto.

  • #4

    Tony (viernes, 05 febrero 2021 11:22)

    Apuesto que ahora con mis respuestas he provocado muchas más dudas.

  • #3

    Tony (viernes, 05 febrero 2021 11:17)

    Menudo examen Jaime, encima con preguntas difíciles.
    Voy a responder con lo que se puede saber hasta el momento:
    1. ¿Por qué Paco puede mandar como si nada a Montenegro, Abby y John?, Sin el traje, Montenegro podría someter fácilmente a Paco con sus poderes vampíricos sin que nadie más se enterase y convertirse en el nuevo consejero de España.
    Respuesta: PACO ES EL CONSEJERO ESPAÑOL. Es quien paga las facturas del EICFD (que ya vimos en los grises que son la fuerza de defensa española, únicamente. Ya se sabe por otras referencias en los grises que los americanos tienen otro ejército secreto y probablemente los demás paises colaboradores también). De modo que no le obedecian por el traje, sino porque es su jefe.

    2. ¿Por qué Jesús apoyó a Antonio Jurado como si fuera su jefe? Incluso poarecía que Jesús tomaba órdenes del impostor de Antonio.
    Respuesta: Jesús conoce a Antonio, no ve lo que hay dentro de él a pesar de que lo ve todo. ¿Por qué? Arita es algo que aún no he contado pero que podría adelantar... Es tan antigua como la misma Luna. ¿Más antigua que Dios? Diría que eso es imposible, pero nadie puede negar que Dios no creo la Tierra precisamente ayer, el universo tiene 13.800 millones de años, el Sol 4.600 y la Tierra 4.500 aproximadamente. Eso significa que durante 9.000 millones de años ha habido tiempo para muchas cosas.

    3. Se supone que Abby y John son operativos tácticos, no contables. Si alguien se dedicó a investigar a Antonio y pensar en un plan para arruinarlo, debería ser un equipo administrativo manjeado por la Organización.
    Respuesta: Abby y John son operativos especiales que dejaron de luchar en el frente directo tras los grises. Regresaron como instructores pero debido a la evidente carencia de personal ejercieron funciones como agentes en misiones especiales (Tierra de Dragones) y todo tipo de operaciones de encubrimiento. Ellos no hacen cosas administrativas, pero están al mando del equipo administrativo.

    4. ¿Por qué Antonio no acabó con Paco y compañía?
    Respuesta: Arita no busca la muerte de nadie. Y por otro lado, Antonio quiere recuperar sus propiedades y riqueza, si les mata no podría conseguirlo.
    5. ¿Por qué el traje pleyadiano no afecta a Antonio? De hecho es muy probable que ni el propio Jesús no tenga poder sobre los impostores o Arita puesto que los poderes de Jesús provienene del traje pleyadiano. ¿Será que Jesús mismo está siendo controlado por Arita?
    Respuesta: Él sabía que Paco lo llevaba puesto, no es que no funcionara es que lo envenenó haciéndole dudar de su eficacia contra él, motivo por el cual Paco invocó a Jesús, que creía que se pondría de su parte y accedería a ayudarles (pensando que Jesús sí tendría fe para doblegar al impostor). Recordad que el traje funciona por la fe de su portador en él.
    6. ¿Cómo es que Paco pudo invocar a Jesús? Si no mal recuerdo, Ángela no pudo invocar a Génesis o a Jesús cuando ella misma tenía puesto el traje.
    Respuesta: Paco usó toda su fé en invocarlo. Hablo desde los recuerdos (puedo equivocarme), creo que cuando Ángela les llamó ellos aún no habían nacido, ni Génesis ni Jesús. Aunque también me suena que fue un momento complicado donde Ángela dudaba de sus poderes y pudo ser por eso. Si alguien se acuerda mejor... Tengo malísima memoria, tengo que repasar esos libros.
    7. ¿Cúal es el verdadero propósito de Arita?
    Respuesta: No voy a contar ahora y aquí el final. Tendréis que esperar hasta que sea el momento.


  • #2

    Jaime (viernes, 05 febrero 2021 06:20)

    Esta parte me ha dejado varias dudas:
    1. ¿Por qué Paco puede mandar como si nada a Montenegro, Abby y John? Sin el traje, Montenegro podría someter fácilmente a Paco con sus poderes vampíricos sin que nadie más se enterase y convertirse en el nuevo consejero de España.
    2. ¿Por qué Jesús apoyó a Antonio Jurado como si fuera su jefe? Incluso poarecía que Jesús tomaba órdenes del impostor de Antonio.
    3. Se supone que Abby y John son operativos tácticos, no contables. Si alguien se dedicó a investigar a Antonio y pensar en un plan para arruinarlo, debería ser un equipo administrativo manjeado por la Organización.
    4. ¿Por qué Antonio no acabó con Paco y compañía?
    5. ¿Por qué el traje pleyadiano no afecta a Antonio? De hecho es muy probable que ni el propio Jesús no tenga poder sobre los impostores o Arita puesto que los poderes de Jesús provienene del traje pleyadiano. ¿Será que Jesús mismo está siendo controlado por Arita?
    6. ¿Cómo es que Paco pudo invocar a Jesús? Si no mal recuerdo, Ángela no pudo invocar a Génesis o a Jesús cuando ella misma tenía puesto el traje.
    7. ¿Cúal es el verdadero propósito de Arita?
    Hasta aquí de preguntas. Os invito a tratar de contestarlas.

  • #1

    Tony (miércoles, 03 febrero 2021 13:57)

    Esta vez no he sido capaz de cortar en ningun sitio así que tenéis una parte el doble de larga.
    No olvideis comentar.