Los últimos vigilantes

10ª parte

 

         Antonio y Brigitte estaban desayunando tranquilamente en la cocina mientras charlaban sobre los niños, que ya estaban en el colegio. El mayor fue el que más se emocionó con su padre al llegar a clase. Cuando tenían que separarse le dio un abrazo y un beso en la mejilla. En ese momento le dijo en un susurro: "Te quiero papá... ¿Vas a venir a buscarme?" a lo que respondió: "Claro, hijo".

         —Charly siempre te ha extrañado y nombrado —comentaba Brigitte—. Le decía a todos que estabas en el cielo y que pronto volverías. La gente le daba la razón por lástima, ahora se quedarán boquiabiertos cuando te vean por aquí.

         —Mi niño... Sois todo para mí. Al emprender esos viajes en el tiempo lo hice por él, tuve pesadillas con el día de su cumpleaños y vi como me llamaba mientras se ahogaba en la piscina mientras nadie podía ayudarle. Sentía que era necesario hacer algo y mira, al final se cumplió. Por suerte pude viajar hasta aquí y no solo le salvé a él, sino que a mí también.

         —¿Pero qué dices? Si no me equivoco, si no hubieras viajado en el tiempo, no habrías faltado porque no estarías muerto —reflexionó Brigitte, con reproche en la mirada.

         —Sí, bueno, es una forma de verlo —Antonio tomó un sorbo de su café con leche y dejó la taza sobre la mesa, pero al volver a intentar cogerla desapareció junto a todo lo demás.

         Excepto Brigitte, que seguía a su lado. Ambos se cayeron de espaldas, pues las sillas y la mesa de la cocina habían desaparecido de repente. Estaban en medio de un campo, hacía frío y viento y se veían las montañas a lo lejos, aunque eran distintas a lo que recordaban de la sierra madrileña. Estas se convirtieron en picos mucho más escarpados y se perdían de vista por encima de las nubes.

         —¿Qué demonios ha pasado? —Preguntó contrariado.

         —¿Y nuestra casa? —Protestó Brigitte—. No sé donde estamos pero tenemos que volver antes de que salgan los niños, hay que ir al colegio o ¿quién los buscará?

         Escucharon un grito a lo lejos. Parecía un niño en apuros. Estaba unos quinientos metros de ellos tras una colina de polvo y hierbas secas.

         —Es Charly —reconoció ella.

         Fueron corriendo hasta allí y encontraron juntos a los dos niños.

         —¡Papá! —Gritó Miguel al verlos llegar.

         —¡También estáis aquí! —Dijo Brigitte, atónita—. Espero que no tengas nada que ver con esto.

         Se dirigió a Antonio amenazadora, mientras se reunían con sus hijos.

         —Estaba contigo, ¿cómo va a ser culpa mía?

         A Brigitte no le bastó esa prueba para tranquilizarse.

         —Por darle el traje a Ángela. ¡Por qué se lo has tenido que dar! Nos ha quitado todo el poder ¿Ahora qué hacemos aquí? Ni siquiera sabemos a qué parte del planeta nos ha mandado, suponiendo que sea La Tierra.

         —¿Crees que ha sido ella?

         —Nadie más puede hacerlo. Espero que no la defiendas porque...

         —No, si tienes razón, no pudo ser nadie más. Pero se supone que la hice olvidarse de nosotros. No entiendo por qué nos habría hecho esto.

         —¿No es obvio? Nos ha quitado del medio —bufó—. Pero me pregunto dónde nos ha dejado. Espero que encontremos un lugar con teléfono cerca... ¿Tienes dinero?

         —Solo llevo el móvil en el bolsillo. ¡Claro! Usaré el GPS para saber dónde estamos.

         —Dudo que aquí haya cobertura, no veo ni una antena —negó Brigitte.

         Tal y como sospechaba ella, estaba sin servicio. El mapa no arrancaba ya que salía el mensaje "No hay satélites disponibles".

         —Papá, el colegio ha desaparecido —intervino Charly—. ¿Dónde está?

         —No lo sé hijo.

         —No quelo cole —contestó Miguel.

         —A ver niños, estamos haciendo... —Brigitte le miró nerviosa.

         —Una excursión por el campo. Queríamos pasar el día libre y...

         —¿Cómo has hecho desaparecer mi colegio? —Le recriminó Charly a su madre, que debió verla hacer antes cosas asombrosas.

         —En realidad hemos viajado nosotros. Ahora mismo, aunque no te lo creas, te has quedado dormido y todo esto es un sueño, mintió ella lo mejor que pudo.

         —Sí, espero que no una pesadilla —susurró Antonio.

         —Entonces si es un sueño, ¿puedo volar? —Se emocionó el pequeño.

         —Inténtalo. No siempre se puede —respondió su padre.

         Charly corrió varios pasos y saltó unos centímetros antes de volver al suelo. Por suerte no se arriesgó demasiado y cayó de pie.

         —No puedo.

         —Es de esos sueños que no se puede, qué mala suerte. Vamos, tenemos que movernos, no podemos quedarnos aquí todo el día.

         —Hacia donde —protestó su esposa.

         —Al menos funciona la brújula, asegurémonos de que no damos vueltas sin sentido —indicó Antonio, feliz por verla funcionar en su teléfono.

         —Apágalo entonces, puede hacernos falta mucho más adelante y no me gustaría que te quedes sin batería.

         —Y tu teléfono, ¿Dónde está? —Cuestionó Antonio.

         —Lo tenía junto a mi mano cuando nos "dormimos". Debe estar en la mesa de la cocina.

         —¿Dónde está la cocina? —Preguntó Charly.

         —En casa, donde quiera que esté. Vamos chicos, lo pasaremos de miedo explorando dónde demonios estemos.

         Charly se quedó pensando mientras caminaba de la mano de Brigitte. Empezó a tirarle de la ropa con nerviosismo y esperó a que su madre le contestara.

         —Qué pasa cielo.

         —Mamá, ¿vamos a ver demonios que dan miedo?

         Brigitte rió nerviosa.

         —No hijo, era una expresión, un chiste entre papá y yo. Esos monstruos no existen, al menos en nuestro mundo —especificó—. Esas criaturas solo viven en el infierno.

         —¿Estamos en allí ahora? —Preguntó Charly.

         —No creo, mira, ahí está el Sol —señaló Antonio—. En el Infierno todo es oscuridad y la única luz sale de los mares de fuego.

         —No tienes que darle tantos detalles al niño, cariño, no necesita saber que has estado allí.

         —¿Has ido allí papa? ¿Cuando te moriste? —Preguntó entusiasmado el pequeño.

         —No hijo, fue cuando vivía, un par de veces. Una de ellas fui a rescatar a tu madre. Pero es una larga historia que te contaré cuando seas mayor.

         —¿Viste demonios?

         —Oh, sí. Algunos tan grandes como un edificio de diez pisos.

         —¡Basta! —Se enojó Brigitte—. No le cuentes esas cosas al niño. Ahora también sabe que yo estuve y ¿cómo le explicamos que nadie sale de allí, y que es donde van los que mueren y han sido malos?

         —Cuando seas mayor te lo cuento, ¿vale? —Añadió Antonio, sonriendo a su hijo.

         Pero el niño estaba entusiasmado con lo que le contaban y no parecía dispuesto a dejar el tema.

         —Yo quiero ir y ver los demonios.

         —No digas estupideces —respondió Brigitte mirando a su  marido inquisitivamente.

         —Sí, yo tambén quelo velos —añadió Miguel, con una cara de felicidad muy cómica.

         —¿Ves lo que has hecho? —asintió la mujer, adelantándose y dejándole con los niños atrás.

         —Vamos chichos, ni siquiera sabemos donde estamos ni como ir a casa. Menos aún el camino a los infiernos.

         —¿Hay muchos? —Charly le dio la mano y Miguel también.

         —Es una forma de hablar, pero... Sí, yo he visto nueve. Puede que haya más. Y no, ni lo sueñes, no pienso llevarte a verlos.

         —¡Antonio por el amor de Dios! No les cuentes nada más.

         —¡Nueve son muchos! —exclamó Charly—. Quiero ir a  todos. Si vemos un demonio le pegaré una patada así, y así...

         Estiró la pierna y golpeó al aire varias veces.

         —Yo tambén —añadió Miguel, imitándole.

         —Aggg —se desesperó Brigitte.

         —Los ninosaurios son malos —siguió diciendo el pequeño—. ¿Están en el ferno?

         Entonces sintieron temblar el suelo y Brigitte se detuvo a escuchar.

         —Quiero que me lleves —insistía Charly.

         —Pero hijo, te acabo de decir que no pienso llevarte —replicó Antonio.

         —¡Silencio! —Ordenó Brigitte.

         Un nuevo temblor, y tres segundos después otro y luego otro.

         —¿Un terremoto? —Preguntó Antonio.

         —No, esto no es continuo. Además no hace ruido.

         No tardaron en descubrir la causa. Tras la colina de su izquierda apareció un animal gigantesco, primero el cuello y por cada temblor veían aparecer las patas, el cuerpo era similar a un elefante gigante. El pescuezo era tan largo como el resto de su embergadura que además terminaba en una cola igualmente larga. Caminaba hacia ellos y cada paso avanzaba unos cinco metros. Era tan inmenso que no se daría cuenta de que estaban allí y los aplastaría como hormigas.

         —Ninosaurio —exclamó Miguel, tan feliz que soltó la mano de su padre.

         —¡Corred! —ordenó Brigitte, cogiendo a Charly en brazos y tratando de alcanzar a Miguel. Pero se le escapó ya que el pequeño corrió hacia el monstruo de siete metros de altura y no pretendía detenerse.

         —Quelo hacerle coquillas —decía entusiasmado.

         Antonio lo agarró de la mano y tiró de él, pero se negó a seguirle. Lo cogió en brazos y siguió a Brigitte lo más rápido que pudo. En ese tiempo el monstruo se les había echado encima y se apartaron de su camino poco antes de pisar donde estaban, con sus inmensas patas de un metro de diámetro.

         —No puede ser cierto —protestaba Brigitte mientras lo observaban al pasar.

         —Yo creo que es un dinosaurio —respondió Antonio—. Maldita sea mi lengua...

         Su mujer dejó de mirar al braquiosaurio y le dedicó una mirada envenenada.

         —Lo sabía, es culpa tuya.

         —Solo le dije que me habría gustado verlos, hacerles fotos y enseñárselos a mis hijos...

         —¡Por qué no controlas lo que dices! ¿Cómo pudiste fiarte de ella? No me entra en la cabeza.

         —Lo siento, no pensé que pasaría esto. Espera... —sacó el teléfono y le hizo un par de fotos y un video al colosal animal que se alejaba de ellos causando pequeños sismos.

         Brigitte se lo quedó mirando estupefacta.

         —¿También le dijiste que nos trajera de vuelta a casa?

         —Lo cierto es que le mencioné que quería ver cómo se extinguieron hace sesenta y cinco millones de años.

         —¿Qué? —Su mujer estaba estupefacta.

         —¿Nos vamos a extinguir papá? —Preguntó Charly.

         —Como ninosaurios —festejó Miguel.

         —¡Nos iremos al infierno como ellos! —Coreó Charly—. Yo quiero ver demonios y darles patadas así y así... Y como soy tan rápido que corro a dos mil dieciocho kilómetros por hora, nadie podrá alcanzarme —respondió el mayor.

         —¡Un día!, majo, es lo que llevas con nosotros y mira la que has liado... —Brigitte estaba fuera de sus casillas dando vueltas sin saber qué hacer.

         —Mamá, quiero bajar —pidió Charly, que seguía en sus brazos.

         —Baja, es mejor calmarse, pensar con serenidad. ¿Y no le dijiste que no querías extinguirte con ellos? ¿Crees que nos devolverá a nuestro tiempo? Sabes, me cabrea mucho depender de esa mujerzuela. Y ahora que nadie puede ni estornudarle... ¿Qué demonios has hecho Antonio? Por el amor de Dios, tenías que haberla destruido cuando tuviste la ocasión. ¡No darle el maldito traje! No me lo digas, se acostó contigo y aprovechó para robártelo.

         —¡Eso no es cierto! —Protestó él.

         —¿Por qué se lo diste entonces? No me lo explico. Por favor, cuéntame qué pasó por tu cabeza en ese momento.

         —No sé, pensé que era la persona adecuada para destruir al EICFD. Le di el traje pero la hice olvidarse de mí. Le pedí que no se lo llevara a Montenegro... Debería obedecerme, aun funcionaba cuando se lo dije.

         —¿Y cuándo nos devolverá a nuestro tiempo? ¿Le ordenaste que lo hiciera cuando aún tenías poderes?

         —No lo recuerdo.

         —¿Nos traerá de vuelta?

         —No lo sé.

         Brigitte se intentó tranquilizar respirando muy hondo y siguió dando vueltas alrededor de una de las huellas del braquiosaurio.

         —Ese animal, no puede vivir mucho sin agua —dedujo—. Tenemos que seguirle. Él conoce este mundo, sabe dónde encontrarla.

         —Buena idea —aprobó Antonio, cogiendo la mano de Charly.

         —No pienso dejarte, si es lo que Ángela pretende lo lleva claro —despotricó Brigitte—. Sé perfectamente qué es lo que quiere, que discuta contigo y te mande a freír espárragos. Pues no le voy a dar ese gusto... Vámonos.

         —¿A ver más ninosaurios? —Preguntó Miguel, cogiéndola de la mano.

         —Espero que no, hijo. Y menos carnívoros. Por si acaso, Tony vete buscando un palo con el que podamos defendernos.

         Antonio asintió pero aquel secarral no tenía más que hierbas secas. Si tenían la mala suerte de toparse con un depredador serían presa fácil. Aunque bien pensado, un palo no supondría una gran diferencia.

 

Comentarios: 5
  • #5

    Alfonso (jueves, 20 diciembre 2018 01:10)

    Me dio risa el comentario de Jaime. Pensándolo bien, Ángela tendría que tener un enemigo todopoderoso y muy sagaz que pudiera siquiera dañarla. Basta con que Ángela desee que el enemigo se convierta en un muñeco de trapo, o mandarlo a la prehistoria para siempre.
    A esperar la siguiente parte,

  • #4

    Tony (miércoles, 19 diciembre 2018 07:47)

    Todos sabemos que si de repente aparecemos sin internet, agua, electricidad y un supermercado, trabajo etc somos mas inutiles que un gato domestico en medio de la jungla.
    Jaime, Angela pronto se dara cuenta de que hay enemigos que pueden detenerla asi que no tendra mucho tiempo de aburrirse y pensar esas cosas.

  • #3

    Yenny (miércoles, 19 diciembre 2018 04:49)

    Un giro inesperado, nunca se me hubiera ocurrido que los enviarán con los dinosaurios
    Concuerdo con Jaime en que alguien con poderes sobrenaturales tendrá que ayudar a Antonio y familia
    Y mientras escribo esto en mi cama a punto de dormir me doy cuenta que no estoy preparada para ninguna catástrofe, Apocalipsis ni nada. Tony deberías escribir una guía de supervivencia para estar preparados jeje

  • #2

    Jaime (miércoles, 19 diciembre 2018 03:14)

    No me imagino cómo podrá escapar la familia Jurado sin la ayuda de Génesis o algún otro ser sobrenatural. Esta historia me hace pensar lo afortunado que soy al no tener hijos ni esposa. jeje Lo más seguro es que algo mágico ocurrirá que los saque de la prehistoria.
    Por cierto, sabiendo cómo piensa Ángela, ya me imagino las cosas guarras que pedirá con ese traje.

  • #1

    Tony (miércoles, 19 diciembre 2018 01:55)

    Ya podéis comentar.