Los últimos vigilantes

32ª parte

            Antonio la colocó en su cama y miró el reloj con preocupación. Eran las siete de la tarde y su mujer estaba a punto de llegar. Se había ido a la oficina por exigencias del jefe (que no le gustó su ausencia de dos días sin justificación). Él no le daba importancia a que ese tirano la despidiera, no necesitaban ese trabajo y en casa podría pasar más tiempo con los niños ahora que estaba a punto de empezar el verano... Pero ella prefería desconectar, decía que en el trabajo no sentía que dependiera de nadie y de paso desconectaba un poco del ambiente de los niños. El tiempo que él no estuvo pagó a una niñera para que se encargara de ellos.

            ¿Seguía pensando en el futuro? Acababa de pedirle a Ángela que se lo llevara y ella le contó que unos misiles acabarían con la civilización en cuestión de horas. No sabía si ese cansancio repentino era por una enfermedad, un castigo de Dios... O una excusa para no impedirlo o precisamente porque lo había hecho.

            Se quedó sentado a su lado y la vio más atractiva que nunca, tan indefensa. Dormía en posición fetal y el traje de grafeno no llevaba placas en el trasero ni las piernas. Tenía un culito redondeado tan sexy... Su mano quiso deslizarse sobre la resistente tela aunque cuando la rozó comprendió que la deseaba como nunca antes en su vida.

            —Ojalá pudiera recordar ese día que estuvimos juntos —susurró.

            —Levanta las manos donde pueda verlas y aléjate —le ordenó una voz femenina y conocida, justo detrás suyo. Allí no había nadie, pero reconoció a Abby Bright por esa voz segura y firme.

            Al no hacer caso, apareció ante sus ojos la figura de la teniente, apuntándole a la cabeza con un fusil de plasma.

            —No tengo por qué hacerte daño y tus hijos montando un infierno en el patio, solos. Deberías bajar con ellos, están mojando los patios vecinos y contestan a los que les regañan con burlas.

            —¿Qué? Como les coja... —Iba a bajar corriendo antes de que les cayera un abismo de denuncias pero se detuvo—. ¿Qué haces tú aquí? —La regañó, enojado—. ¿Cuáles son tus intenciones?

            —Dispararé contigo delante si no te apartas —le amenazó tan seria como una muerta en su ataúd.

            —No voy a dejarte matarla —se colocó delante del cañón.

            —Lo imaginaba —replicó Abby mientras apretaba el gatillo.

            No ocurrió nada. Volvió a disparar y al tercer intento sonó un ruido vergonzoso en el cañón similar a una ventosidad.

            —¿Es una broma? —Preguntó Antonio, nervioso y aliviado.

            —Sí... —respondió Abby, nerviosa. Por su expresión no parecía comprender nada.

            —¿Es cosa mía o encima huele a cuesco? —Intervino Ángela desde la espalda de Antonio.

            Al volverse, vio que la mujer que estaba en su cama los miraba con una postura cómoda, apoyando la cabeza en su mano y sonriendo.

            —He tenido ganas de matarte desde que he vuelto a este mundo —recitó Ángela—. Eres como una mosca cojonera, rubia. No hay forma de quitárselas de encima y tú... Ni siquiera me dejas descansar un ratito. ¿Qué es lo que he hecho que no te haya gustado? ¿Por qué no puedes quererme? He salvado al mundo de los misiles y de los dragones, pero tú... El EICFD, ha aprovechado mi momentáneo descanso para intentar matarme otra vez.

            —Solo nosotros —John Masters se hizo visible al lado de Abby—. Bueno, ella. En realidad yo venía... ve... ve...—tartamudeó nervioso al ver que les señalaba con el dedo.

            —Me empezabas a caer bien, capitán América —Ángela le miraba con odio—. No creí que esta zalamera te pudiera convencer de traicionarme —siseó—. Ahora pasaréis unos cuantos años lamentando vuestra estupidez.

            Chasqueó los dedos y los dos soldados desaparecieron.

            Al ver la escena Antonio se quedó espantado. ¿Los había desintegrado?

            —¿Qué has hecho?

            —Salvar vuestro culo, pero algunos son más agradecidos que otros —respondió con mirada nostálgica—. Y ya ves, no tienen remedio. No te preocupes, le he perdido el gusto a matar. He creído que necesitaban unas vacaciones, les he notado un poco tensos y les he mandado a un lugar donde aprenderán a valorar las cosas buenas de la vida: Agua, comida, sexo... El consentido, vamos, porque el que no lo van a tener a manos llenas. Tendrán amiguitos con los que jugar, soldados enemigos, mutantes, grises... Yo me descubrí a mí misma allí. Te juro que escarmentarán ¿Ya leíste mi diario sobre el Vórtice?

            —No, no lo hice, con los niños no tengo tiempo casi ni de ir al baño —reconoció avergonzado.

            —Ah, esos diablillos...

            Suspiró sonriendo y mirándole a los ojos con una ternura renovada.

            —No te has movido, habrías dado la vida por mí.

            Antonio se encogió de hombros.

            —No quise intervenir para ver tu reacción. Por alguna extraña razón, sigues siendo la única persona del mundo en la que puedo confiar.

            —Le he fallado a mucha gente —respondió él con aire arrepentido—. No lo soy en absoluto.  Me preocupa que el EICFD no tenga a esos dos, al menos eran viejos conocidos. Los sustitutos pueden ser peores.

            —Si algún día los necesito los sacaré de allí... Si aún siguen con vida —musitó, dándose la vuelta y acomodándose la almohada.

            No tardó ni tres segundos en volver a respirar profundamente.

            «¿Es consciente de todo aun estando dormida?¿Me habrá tentado para que le toque el trasero mientras dormía?» —Se preguntó... Su cuerpo estaba consumido por el cansancio pero ella lo seguía viendo todo y lo más probable era que le estuviera preguntándose cuándo la tocaría de nuevo.

            Puso su mano en la suave pierna de Ángela y notó su calor. Se la imaginó desnuda insinuándose ante él, abriéndose de piernas, sin ropa interior y acariciando su vagina de forma tentadora... Y tragó saliva, convencido de que ya nunca podría negarse a ella.

            Se moría de ganas de que volviera a insinuarse y estaba seguro de que a pesar de que ella también, le haría sufrir antes de que eso ocurriera.

            Ella me lo está pidiendo, seguro que le gustaría que me tumbe a su lado.

            En ese momento sonó un timbre. Alguien llamaba a la puerta.

            —Voy a matar a estos niños —pronunció, furioso, levantándose a toda prisa a tratar de aplacar la ira de los vecinos.

 

 

 

 

 

            En la línea temporal paralela, Ángela y Amy reunieron a los supervivientes en el hangar número 1, el que quedaba entero, donde estaba la única nave que ellas mismas habían llevado. Los recién curados pasaron de la emoción de curarse milagrosamente a la normalidad. Eran dos chicas que tendrían entre veinte y treinta años y tres chicos, uno de ellos jovencito que no pasaría de los veinte. No sabían por qué habían estado encerrados en las mazmorras del EICFD, probablemente fueron capturados poco después de ser contagiados y los encerraron para estudiarlos o... Coleccionarlos. Esas celdas parecían más un museo que un lugar de investigación. Tenían en común que todos eran jóvenes y guapos, lo que aumentaba las sospechas de Amy de que sin duda los coleccionaban. O quizás, simplemente, tenían la esperanza de que si encontraban la cura podrían repoblar la tierra.

            Los chicos empezaban a impacientarse. En especial el joven que no hacía más que preguntar por su familia.

            —¡Calma o tendré que mataros a todos! —Exigió Amy, mostrando su arma—. Ni sabemos quiénes sois ni podemos averiguarlo. Nosotras solamente os hemos curado.

            Ángela la silenció con la mano en el hombro y luego, cuando dio un paso adelante y el resto la vio dispuesta a hablar, también se callaron.

            —Vamos a salir de aquí en la nave —contó su plan—. Pero el mundo exterior no es seguro, hay demasiados monstruos.

            Nadie cortó el silencio reverencial.

            —Voy a dejar al mando a Amy, yo me aseguraré de que haya una región segura donde se pueda regresar y después os llevaremos allí.

            —¿Nos va a dejar solos con ella? —Preguntó un hombre de mediana edad, delgado y de poblada barba negra.

            —No. Déjeme acabar, por favor.

            De nuevo regresó el silencio reverencial.

            —Subiré sola a la superficie y cuando descubra una zona segura, iremos allí.

            —¿Cómo pretende acabar con esos dragones? —preguntó el mismo hombre.

            —¿Cuál es tu nombre? —Le interrumpió.

            —Alfonso. ¿Y el suyo?

            —Soy la capitana Ángela Dark y ella mi subalterna, Amy Kelly. Como dije, voy a salir a limpiar una zona. Espero que no den problemas a mi compañera y hagan lo que les ordene.

            Amy la miró complaciente y con ojos de niña traviesa.

            —No ha respondido a mi pregunta —insistió el barbudo—. No podrá acabar con los dragones usted sola, ¿cómo pretende hacerlo?

            —No se preocupe por mí, soy muy persuasiva. Se lo pediré amablemente. Amy responderá todo lo demás que quieran saber.

            Alfonso miró a la rubia un poco amedrentado, no entendía sus intenciones con esos ojos maliciosos. Como se había vuelto a pintar la frente y los párpados con betún negro parecía una asesina desequilibrada.

            —Puedo ayudarte para lo que quieras.

            Cuando le guiñó un ojo Alfonso no lo entendió y esbozó una media sonrisa nerviosa.

            —Volveré enseguida —continuó Ángela—. Espero... Que os portéis bien. Sobre todo tú... —se dirigió a su subalterna, sonriendo como si fuera un caso perdido.

            Dicho eso desapareció de la vista de todos.

            —Increíble, tu amiga si que tiene la última tecnología —se asombró el jovencito—. Soy Chemo, y quiero luchar como vosotras, no debemos quedar muchos con vida, cuantos más luchemos mejor.

            —Yo soy Yenny y también me apunto —añadió una de las chicas. Tenía pelo castaño y ojos marrones.

            —Contad conmigo, por cierto, me llamo Alfonso —dijo el de la barba negra, rascándose la cabeza al darse cuenta que ya se había presentado antes. Era el mayor de ellos, debía rondar los treinta años, pero sus músculos evidenciaban que era el que más en forma estaba de todos—. Soy... Era de la resistencia antes de que me mordieran los zombis. Tengo experiencia en armas.

            —Me gusta que tengamos tantos valientes... —aceptó Amy rozando el musculado y velludo brazo derecho de Alfonso—, pero no creo que sea necesario luchar más. La tecnología, como tú la llamas Chemito, no es transferible y podéis estar seguros de que Ángela no tardará en volver. La guerra ha terminado, chicos... Viva la era del amor.

            Amy dejó el fusil en la pared y se quitó las escamas del traje de grafeno. Las otras dos chicas estaban sentadas sobre un cajón de grandes dimensiones y los tres muchachos la miraban con sorpresa mientras se dejaba puesto únicamente el traje negro ajustado.

            —¿Es cosa mía o hace un calor infernal aquí dentro? —Se quejó.

            —Se nota que no hay ventilación —apoyó Yenny—. Sin oxígeno terminaremos muriendo asfixiados.

            —Pues yo respiro perfectamente —contradijo Chemo—. Pero hace calor, chicas, si no os importa me quitaré la camiseta.

            Como en una exhibición, el jovencito de pelo largo y negro se quitó la camiseta y los pantalones quedándose únicamente en calzoncillos. Amy le miro con ojos seductores. El muchacho no tenía ni vergüenza ni una pizca de grasa y su cuerpo era digno de una pasarela de modelos.

            —Tampoco es para tanto —protestó Jaime, incómodo por la perfección de Chemo.

            —Hombre, hace un huevo de calor —replicó Alfonso—. Y si la otra tarda en volver nos vamos a asar.

            —No quiero que se os pongan los dientes largos, chicos, pero aquí me empiezo a agobiar —Dijo Yenny mientras que quitaba la blusa y el tosco pantalón, quedando en bragas y sujetador. Eran prendas blancas y de aspecto sedoso.

            —¿Va a tardar mucho tu amiga? —Curioseó Alfonso—. Quiero decir, ¿hablamos de horas, minutos,... Días?

            —Yo que sé —respondió Amy—. Llevamos dos décadas luchando con estos monstruos y éramos un batallón. Ella está sola... —se encogió de hombros—. Lo más probable es que se la coman de un bocado y no regrese nunca, pero nunca se sabe.

            —Lo dices como si no te importara —replicó Jaime—. ¿No erais amigas?

            —Deje de serlo tanto cuando me negó su "tecnología" —musitó con tono dolido—.  Aunque digamos que... Sé perfectamente que no le pasará nada. Solo bromeaba.

            —¿Y si no vuelve? —Pregunto Yenny.

            —Habrá que salir a buscar comida con esa nave —respondió Amy.

            —Mi filosofía es vive el momento —Añadió Chemo—. ¿Alguna quiere un poco de marcha? No me he quedado en pelotas para nada, ¿no? Mirad cómo me muevo, nenas... Las vuelvo locas a todas cuando hago esto —les dijo a Alfonso y Jaime, con una sonrisa chulescas.

            Entonces se puso a mover la cintura de forma sensual mirándolas y lanzándoles besos.

            Cuando sus ojos se cruzaron con los de Amy está le devolvió el beso lejano y comenzó a bailar como él. Alfonso y Jaime la miraron impresionados y aplaudieron a los dos exhibicionistas por su alegría y falta de pudor. La rubia tenía un cuerpo perfecto, se adivinaba debajo del grafeno una textura de piel sin un atisbo de celulitis, musculoso. Su baile era tan excitante que se quedaron sin aliento. Hizo girar su cintura y puso sus manos en su vientre acercando los dedos desde el ombligo hasta el inicio de la vagina, oculta tras aquella tela elástica e indestructible de grafeno.

            Chemo dejó de bailar y la miró con deseo y vergüenza.

            —¿Que pasa muñeco? ¿Nunca te han dicho que si? Soy una chica fácil...

            Amy se acercó a él moviendo su cintura al ritmo de una música imaginaria y comenzó a tocarle las piernas, las rodillas y los muslos. Después, sin mediar aviso, le acarició el trasero y luego se dio la vuelta y bailó rozando el culo con el pene de Chemo, totalmente tieso por debajo del calzoncillo.

            —La verdad es que bromeaba —replicó con nerviosismo—. ¿Y tú vas en serio? Genial... ¿Vamos a celebrarlo en condiciones?

            Amy no esperó ni un segundo en bajarle los calzoncillos. Estaban viejos y sucios después de años siendo un zombi, de modo que se rompieron entre sus manos.

            El acto mostró un pene joven, húmedo y erecto como una piedra. Las chicas festejaron el espectáculo con una risita de aprobación e incredulidad.

            —Cómo echaba de menos esto —susurró Amy.

            Agarró el miembro viril y lo lamió como un helado.

            —Vale —aquel gesto obsceno hizo reaccionar a la chica castaña—, esto es muy raro. Tíos, cortaros un pelo, iros a un despacho.

            —¿Por qué? —Pregunto Jaime—. Somos tres chicos y dos chicas a parte de Amy. ¿No os apetece?

            La aludida le echó una mirada asesina. ¿Acaso ella no era una chica?

            —Esto no es como las antiguas películas porno. No se puede bajar uno los pantalones y las chicas presentes se lían a chupársela sin más —el tono burlón de Yenny hizo desistir a Jaime.

            —Si no te importa que no sea ella —intervino nerviosa Vanessa—, yo sí tengo ganas.

            —Mujer, que me va a molestar, tú me gustas igual.

            Vanessa tenía pelo rizado de color rojizo. Sus ojos negros y sus rasgos sencillos le daban una belleza única y sin alardes. Su cuerpo, al igual que el de Yenny, era perfecto. Sus senos proporcionados se adivinaban bajo su camiseta, y sus piernas bien ejercitadas aparecían por agujeros de sus vaqueros grises mostrando una piel suave y clara. Era un tono más pálido que la de Yenny.

            Se acercó con nerviosismo y rompió el hielo plantándole un beso en los labios a Jaime.

            —Genial —Yenny puso los ojos en blanco—. Me voy antes de que alguien me salpique o me den ganas de vomitar.

            —Con ella ha funcionado —puntualizó Alfonso—. Y tú y yo tenemos medio camino hecho, estamos casi desnudos.

            Alfonso se mostró con los brazos abiertos y su boxer, que apenas podía ocultar su enorme erección hizo su invitación mucho más sucia de lo que sonó.

            —Tenía calor... Déjame en paz.

            Dicho esto, salió del hangar con la ropa entre sus brazos y desapareció de la vista de Alfonso.

            Amy dejó de lamer el pene de Chemo y miró como una leona en celo al barbudo que acababa que quedarse solo.

            —¿Tienes idea del tiempo que hace que no tengo buen sexo? —Preguntó, animando a Alfonso a que se acercara.

            —Imagino que demasiado —replicó Chemo, sonriente.

            —Yo solo digo que si llega la capitana —Jaime dejó de besar a Vanessa para intervenir—, podría enfadarse si ve montada aquí una orgía —indicó.

            —No hay de qué preocuparse, no sería la primera vez —desengaño Amy—. Puede que se una a la fiesta si la pillamos de buenas.

            —¿Y si viene de malas? —Se inquietó Alfonso.

            —Pondrá los ojos en blanco y se marchará. Pero tendría que estar de muy mal humor. Aunque quiero que os toméis esto como un reto, es una prueba de acceso para ser miembros de "La última guardia."

            —Yo metería encantado mi miembro en tu última guardia... —repuso Chemo soltando una carcajada pícara.

            —Adelante, a ver de lo que eres capaz muchachito.

            El chico, tenía a Amy ante él aún vestida con su pantalón de uniforme. Se quedó paralizado porque no encontró ni la cremallera. La rubia sonrió con picardía y señaló su cadera derecha guiñándole un ojo.

            El joven vio al fin la cremallera y no perdió tiempo en abrirla hasta el tobillo. Después el otro lado y así dejo al descubierto la parte inferior y las bragas de Amy. Eran de color rosa oscuro. Al llegar a los pies se encontró el problema de las botas militares. Llegaban hasta sus rodillas y tenían tres hebillas de metal en el lado externo.

            —¿Me ayudáis? —Pidió con su voz sensual.

            Alfonso fue más rápido que Chemo y se aproximó corriendo a soltar las hebillas de la izquierda. El joven le miró con recelo, pero Amy negó con la cabeza sonriendo, dándole a entender que no se pudiera celoso.

            —Yo estoy con ella —se enfrentó el jovencito—. Si quieres puedes mirar y aprender.

            Alfonso le miró con oído y esperó que Amy le defendiera, pero está se reía mientras masajeaba los pelos largos de Chemo.

            —Me gustan los hombres con carácter —se limitó a comentar.

            —Genial, pues no pienso ser un mirón —se enojó el barbudo, recogiendo su ropa del suelo y saliendo por la misma puerta por donde salió Yenny.

            —Aquí —indico la rubia, melosa, tocándose el cuello.

            Sin la parte de abajo solo quedaba la de arriba del traje. Chemo bajó la cremallera recorriendo su pecho por el centro hasta la cadera dejando al descubierto un infinito escote que finalizaba en las pequeñas bragas. El sostén era del mismo color salmón.

Comentarios: 14
  • #14

    Tony (lunes, 23 septiembre 2019 00:10)

    Siento el retraso, he tenido problemas técnicos que me han impedido subir la ansiada 33 parte. Espero que mañana pueda publicarla.

  • #13

    Esteban (domingo, 22 septiembre 2019 01:52)

    Es Zeus

  • #12

    Tony (miércoles, 18 septiembre 2019 15:58)

    La siguiente es aún más gráfica, Yenny. Si cualquiera de los que salen quieren "no" salir, es el momento de decirlo. Aunque no tendré problema en cambiar los nombres si lo preferís, después de publicar.

  • #11

    Yenny (miércoles, 18 septiembre 2019 15:25)

    Cuando hay este tipo de partes están más activos en los comentarios.

  • #10

    Tony (miércoles, 18 septiembre 2019 09:56)

    Qué bien que has vuelto a comentar, Vanessa.
    Disculpad el retraso, ya casi tengo lista la siguiente parte.
    Lo siento Alejandro en esta llegas tarde. Pero la próxima te tengo en cuenta.

  • #9

    Alejandro (lunes, 16 septiembre 2019 02:38)

    Yo también quiero participar. Escojo a Ángela.

  • #8

    Tony (domingo, 15 septiembre 2019)

    Ya tengo casi lista la siguiente parte, espero que la parte XXX no la terminéis vosotros por vuestra cuenta...
    Bueno yo quien soy para decir nada jejeje

  • #7

    `Vanessa (domingo, 15 septiembre 2019 17:50)

    Jajaja, Jaime. Primero vamos a ver qué tal te lías y vemos si te doy mi número telefónico. Tienes buena pinta, chaval, así que vas un paso adelante.
    Esta historia está quedando muy guay.

  • #6

    Alfonso (domingo, 15 septiembre 2019 06:14)

    Que mal que han dejado al pobre Alfonso. Yo creo que Alfonso se encontrará con Ángela para jugar, o al menos compartirá a Amy con Chemo. Yenny se la pierde.

  • #5

    Chemo (sábado, 14 septiembre 2019 01:18)

    Esa Amy es toda una loquilla. Jejeje. Tal como me gustan. Esta parte ha terminado justo al comienzo de la acción; espero que la siguiente parte quede más jugosa.
    Qué mal por Yenny que no quiere socializar con el grupo. Uno nunca sabe cuándo puedes encontrar a tu mejor amigo en este tipo de interacciones. Ojalá se anime para la continuación y sirve que tenemos más interacciones.
    Por cierto, no me molesta compartir a Amy con Alfonso. Al fin que Amy tiene tres agujeros por dónde divertirse, y luego compartimos a Ángela.

  • #4

    Tony (viernes, 13 septiembre 2019 23:23)

    Amy exagera con los años. Ambas tienen treinta y pico. Pero la lucha contra los dragones se les hace muy larga cada día se perdían vidas, por eso a Amy se le antoja décadas.
    En cuanto al vórtice, tenéis una sinopsis en la lección 11 del taller de escritura. Os invito a leerla, da muchas pistas.

  • #3

    Yenny (viernes, 13 septiembre 2019 23:07)

    Por fin llegó la parte que pedían con tantas ansias jeje, me quedó la duda de cuantos años tienes Ángela y Amy ya que dicen que llevan dos décadas luchando.
    Creo que Chemo estará ansioso por pedir la siguiente parte.
    Tony me puedes recordar a que se refiere Ángela con eso del vórtice,? O va a ser en una próxima historia?

  • #2

    Jaime (viernes, 13 septiembre 2019 01:40)

    Se ha quedado en la mejor parte. No queda más que decir que a esperar la continuación. Espero que no haya ningún acto insospechado que interrumpa la acción
    PD: Vanessa, si estás por ahí, pásame tu número telefónico para continuar lo que comenzamos.

  • #1

    Tony (miércoles, 11 septiembre 2019 11:44)

    Espero que os haya gustado. Ahora sí que vais a pedir continuación, ¿eh?
    Está casi completa así que espero ser puntual para el próximo martes. O si me lo pedís todos antes, igual le meto caña y la saco antes.