Antonio Jurado y los impostores

31ª parte

Anteriormente 

         Buscó su ropa interior más nueva y sexi posible. Quería estar... Irresistible. Tenía una combinación de sujetador rojo traslúcido con tanga del mismo color pero ya lo había usado otras veces. Lo último que compró fue un camisón negro casi transparente con un estampado de flores de tela sedosa que combinaba perfectamente con su cabello, sus uñas y su pelo oscuro. Pero... ¿Qué iba a hacer? Esperarles con esa indumentaria sería como gritar al cielo "quiero sexo y estoy desesperada".

         Después de un par de segundos de reflexión negó con la cabeza.

         —¿A quién quiero engañar? Es que es así...  Puedo contagiarles al impostor, no es buena idea compartir fluidos con otra persona, mucho menos con dos... —Se replicó a sí misma—. Llámale y cancela.

         » ¡Ni hablar! —Exclamó mientras se quitaba la blusa, se desabrochaba el sujetador, se sacaba el pantalón el vaquero y las medias y se metía en la ducha—. No pienso renunciar a mi felicidad por un maldito... bicho. ¿Es tan malo que quiera pasar un buen rato?

        

 

 

         Se duchó tratando de no tocarse demasiado las partes íntimas.

—Ojalá fuera como Ángela Dark. Ella nunca se avergonzaba de sus deseos y vicios.

         Sí, sentía deseo ardiente de sexo, quería hacer el primer trio de su vida, pero ella no era así. No tenía esa clase de deseos, se controlaba... No era una chica fácil, quería un novio formal...

         —Cerró el grifo y se puso la delgada tela encima sin ropa interior. Luego buscó sus mejores medias negras que le llegaban hasta la mitad del muslo y después una bata de seda por encima. Se puso sus pantuflas de oveja (que seguramente rompía toda la sensualidad del conjunto) y fue a su habitación a esconderlas debajo de la cama. No tenía calzado apropiado de modo que se puso unos brillantes zapatos de tacón alto. Al mirarse al espejo se dio cuenta de que ese camisón era demasiado trasparente, sacó un tanga negro y se lo puso, al menos los pechos no se veían tanto por el estampado. Luego se miró la cara y dio un grito de pánico.

         —¡Maldito pelo! —Exclamó, exasperada. Al tenerlo corto se le había erizado con la ducha.

         Con el cepillo y el secador se lo alisó a toda prisa hasta volver a conseguir que cayera sobre sus hombros, en lugar de estar encrespado como una escarola.

         La media hora pasó volando. Entre secarse el pelo, limarse las uñas de manos y pies,  ponerse colorete "natural", sombra de ojos no demasiado llamativa y pintarse los labios de color rojo sangre, el tiempo simplemente pasó. Parecía una furcia con esos zapatos. Total para lo que iban a durarle puestos...

         En su subconsciente una alarma estaba sonando. Le había facilitado su dirección real a un potencial criminal. Posiblemente Dani era un asesino a sueldo, pero sus hormonas, su acelerado latido del corazón y la estupidez de una enamorada quinceañera, eran una combinación peligrosa que la obligaban a ignorar dichas alarmas. Lo único que le preocupaba ahora era que aún no llegaban.

         Entonces sonó su teléfono. Lo miró con ansiedad, el que llamaba era Pablo Jurado, su jefe. Eran las diez de la noche, ¿por qué tenía que llamarla justo ahora?

         —Dígame comisario.

         —Los zombis siguen apareciendo por todas partes, hay uno en el colegio de mi hija, el Arcángel Rafael y está sembrando el caos. Por suerte no había nadie, lo hemos arrinconado y he dicho a los vigilantes que no le abran ni dejen que nadie entre hasta que lleguen las autoridades.

         —No entiendo por qué me llama a mí —replicó molesta—. Solo soy una inspectora, ¿acaso quiere que vaya yo?

         —No niegue las evidencias —protestó Pablo, muy enojado—, todo el mundo sabe qué clase de nuevas amistades tiene. Envíe la caballería antes de que la plaga se vuelva incontrolable.

         —Haré una llamada, señor —aceptó, a regañadientes.

         —Gracias, es lo único que le pedía. Ya que no puedo contar con nadie más para este tema... —susurró el viejo.

         —Cuente con ello.

         Y colgó antes de que Pablo quisiera darle otra misión. Justo en ese momento sonó el telefonillo y contestó ansiosa. Ya estaban allí, por desgracia el comisario casi le había quitado las ganas de pasarlo bien. Aunque escuchar la voz de Dani bastó para volver a tenerlas.

         —Como si necesitaran un aviso, el EICFD no necesita que yo les informe de nada —musitó, sonriente, acomodándose el camisón negro, el pelo en cascada sobre los hombros, que ahora no era tan sumiso como cuando lo tenía largo.

         No podía esperarles tan… provocativa, corrió al baño y se puso la bata de seda negra encima.

 

        

        

         John Masters llegó al barrio de la Latina vestido de paisano, con una pistola convencional en la sobaquera y documentación de policía de incógnito por si tenía que echar mano de ella. Se le había informado de un hombre infectado con una "extraña enfermedad". Estaba desbordado, todos los soldados se habían distribuido por Madrid, con un maletín repleto de inyectores de antídoto. Si la infección zombi no estaba muy avanzada, los zombis podían ser curados, con una terrible jaqueca, eso sí.  El problema eran los que llevaban más de dos días con la enfermedad. Sus organos comenzaban a pudrirse y la cura en lugar de sanarlos, les devolvía la consciencia demasiado tarde para sanar y morir. Esos pobres diablos terminaban agonizando con terribles dolores y ningún médico podía curarlos ni siquiera con un trasplante múltiple.

         Ese hombre vivía solo en la segunda planta. Como todos los enfermos, había visto el partido de fútbol y la enfermedad se manifestó horas o incluso días después. Se diría que alguien planeó ese ataque para mantenerles ocupados durante días.

         Por suerte solo uno de los infectados había muerto, el resto de los que habían ido encontrando se recuperarían después de varias semanas de fiebre y reposo.  Se contabilizaron quinientas personas en el estadio, y luego unas treinta informadas. Sabían que podían ser muchas más aunque el virus zombi solo se transmitía por mordiscos y dada la fuerte concienciación de la gente con las mascarillas, estos a veces tampoco eran contagiosos. La mascarilla les impedía clavar los dientes.

         Sacó su teléfono para confirmar la dirección con el informático del cuartel.

         —Estoy en la posición, ¿Alguna novedad? ¿Se sabe si ha salido alguien del edificio?

         —¿John? Disculpa, estamos hasta arriba de trabajo, no he podido comprobarlo, será mejor que te las apañes solo. Por lo visto el jefazo quiere que busquemos a alguien y no está siendo fácil.

         —No fastidies —rezongó el capitán.

         —Lo siento capi.

         Y colgó.

         Suspiró al saber que estaría solo con las diez misiones que tenía, para esa noche.

         —Joder, después de esta hago una pausa para cenar. Necesitamos más soldados, solo somos cinco, nos llevará hoy y mañana controlar estos casos,... Y espero que en ese tiempo no sean más.

         Suspiró y pensó si debía llamar a la teniente. Le habían comentado que tendría otra misión entre manos pero ignoraba si ya estaba en su casa.

         —Si se complica la llamo - susurró.

         Usó una tarjeta de crédito para abrir el portal, subió al ascensor, llevaba gafas de sol de aviador con mascarilla negra, nadie que le viera podría reconocerle, casi como cualquier persona de la calle. Eran buenos tiempos para los ladrones... Por suerte, los robos y asaltos no le incumbían, pero sabía que la policía estaba desbordada. Para evitar el pánico falseaban los datos con el fin de que nadie, ni siquiera los partidos políticos (con la excepción del presidente y todos los contactos del EICFD), pudieran conocer la gravedad del asunto. Lo cierto era que la delincuencia se había multiplicado por cien en toda España y el mismo presidente del gobierno les ordenó falsear la información para salvar su imagen. Esperaban que en cuanto quitaran la obligatoriedad de llevar mascarilla por la calle, los asaltos a mano armada se reducirían drásticamente.

         Cuando llegó al piso indicado volvió a usar una tarjeta de acero para abrir la puerta. Según el informe, el enfermo estaba solo y encerrado en su domicilio. Como no podía llevar armas de gran calibre llevaba debajo de la ropa el traje de grafeno. Aunque se había inyectado la vacuna del virus zombi, no le apetecía que le comieran a bocados.

         Empujó la puerta lentamente, las luces estaban apagadas y la noche acababa de empezar. Necesitaba una luz. Se puso unas gafas especiales que parecían de lectura y activó dos interruptores a ambos lados. Dos focos de luz brotaron de lo que se asemejaban a unos tornillos e iluminaron la estancia. Sacó su pistola reglamentaria (que disparaba la cura del virus en jeringuillas con forma de bala) y se preparó para cualquier sorpresa.

         Odiaba a los zombis, cuando se hartaban de jadear y gritar por tratar de salir de un lugar cerrado se quedaban dormidos en completo silencio. Ni siquiera se les escuchaba respirar y en cuanto alguien hacía un ruido cerca, o veían una luz, se despertaban como diablos enfurecidos y corrían a por él. Podía tomárselo igual que un juego, pero nunca era divertido hasta que concluía la misión. En la vida real los monstruos hacían daño de verdad.

         «Lástima que Romanos no esté conmigo ahora. Él cubría mi espalda como nadie y esto podría ser hasta divertido» —pensó, recordando a su viejo amigo, caído en combate un par de años atrás.

         La casa era un pasillo larguísimo con puertas a cada lado. Lo bueno era que podía ir verificando por salas y dejaba atrás zonas ya comprobadas. Lo malo era que todas las puertas estaban abiertas, las paredes llenas de surcos sanguinolentos, en algunos puntos hasta en el techo. Aquella vivienda parecía la casa del Terror. Ese zombi arañaba las paredes con sus dedos sin uñas y dejaba huellas de sangre allá donde trataba de abrir una salida.

         Por la dispersión de las señales era imposible saber dónde estaría durmiendo.

         Entró en la primera estancia, el salón, vio un sofá contra la pared, la televisión apagada una mesa cuadrada en la otra esquina, con cuatro sillas y un armario lleno de libros, copas de cristal y cajoneras. En el suelo vio una alfombra árabe de gran espesor.

         La siguiente, justo en frente, era la cocina. A parte de tener los platos en el fregadero no vio a nadie allí dentro. Pasó a la de enfrente, que era un baño, con un lavabo blanco lleno de sangre. Se aseguró de que el infectado no se escondiera en la bañera. Luego vio una habitación con una cama de matrimonio totalmente desecha con las colchas por el suelo o arrugadas sobre el colchón. Por asegurarse examinó la cama, quizás alguien se escondía debajo de las telas. También comprobó debajo de la cama. Al asomarse vio el reflejo de dos pupilas diminutas. Se llevó un susto tremendo aunque se calmó al comprobar que era un gato. El pobre estaba tan asustado que no salió aun sabiendo que le había descubierto.

         La siguiente era otro baño más pequeño, ese solo tenía ducha. Las dos últimas eran candidatas perfectas para el gran número final.

         La del frente del baño resultó ser un armario... Así que solo quedaba la última antes de la ventana por la que entraba la escasa luz de la vivienda, procedente de las farolas de la calle.

         La puerta estaba entreabierta, la empujó lentamente, sin pretender hacer ningún ruido. Pero los goznes soltaron un chirrido estridente que le puso la piel de gallina. Algo se movió, aunque no en aquella habitación. El gato soltó un maullido de terror y se giró por instinto. Alguien corría por el pasillo como un depredador. Le apuntó al pecho y disparó. Le dio de lleno pero no impidió que le cayera encima y ambos se golpearan con el duro suelo de terrazo. John puso el brazo para defenderse y cuando el zombi perdió el sentido por la medicina inyectada, aún le estaba tratando de arrancar un trozo de carne de la muñeca. El muy cabrón apretaba fuerte pero su traje de grafeno impidió que le hiciera ninguna herida.

         Cuando al fin recuperó el color natural, desaparecieron las venas negras del rostro y respiraba con normalidad, vio que salvo las manos y los dientes rotos, no tenía heridas de consideración. Podía apañárselas solo en cuanto despertara.

         —Uno menos —jadeó, levantándose.

         Antes de irse le quitó la jeringuilla del pecho, le agarró por las manos y lo arrastró hasta la habitación del gato. Allí lo levantó como pudo (debía pesar noventa kilos) y lo puso en la cama. Cuando salió de su habitación vio que el minino salía de su escondite y subía a la cama junto a su dueño. Se sobó en sus manos heridas y se tumbó a su lado, ronroneando.

         —Bueno chiquitín, no me des las gracias —le saludó con la mano antes de marcharse—. Espero que no le dé un infarto a tu dueño cuando despierte y vea lo que ha hecho con sus uñas.

         En cuanto salió del apartamento se quedó apoyado en la puerta y trató de sofocar sus disparados latidos del corazón. Otra vida salvada, nadie le daría las gracias por ello, y sin embargo le encantaba su trabajo. Siempre quiso ser un súper héroe de pequeño, cada día cumplía su sueño... Aunque a veces era muy estresante.

         Cuando bajaba por las escaleras, pensando que necesitaba comer algo, sonó su teléfono móvil.

         —Masters —respondió.

         —¿Está muy ocupado? —Era Montenegro.

         —Acabo de borrar un nombre de la lista. Esta tarde he limpiado a tres personas, ninguna baja por el momento, señor.

         —Acaba de llamar Don Paco, dice que necesitamos a todos los efectivos posibles aquí en el cuartel. Hay que vigilar a Antonio Jurado.

         —¿Por qué? ¿Ha hecho algo?

         —No, pero por lo visto es de vital importancia que no logre escapar. Persónese en cuanto le sea posible en el cuartel.

         —Con todo respeto, señor, me faltan nueve direcciones.

         —Traiga a dos de sus chicos, el resto que siga con la limpieza y se reparta el trabajo.

         —Señor, no lo entiendo, Antonio Jurado no puede escapar de su prisión si nadie le ayuda.

         —¡Es una orden! —Exclamó Montenegro. Y colgó.

         John bufó contrariado. Nunca le explicaba nada, al fin y al cabo su rango de capitán solo le permitía dar órdenes a los novatos. A menudo ni siquiera tenía mando sobre Abby Bright.

 

Continuará

 

 

 

Comentarios: 8
  • #8

    Tony (martes, 08 junio 2021 00:18)

    Nunca dije que Antonio Jurado fuera mi alter ego. En realidad, veo que no hacia falta.
    Mi vida y la de Antonio Jurado van en paralelo. Estas cosas no se pueden escribir si no las estas viviendo.

  • #7

    Vanessa (martes, 08 junio 2021 00:03)

    No te preocupes, Tony. La verdad es que últimamente la he pasado muy mal. Afortunadamente puedo trabajar desde mi hogar pero casi no tengo contacto con la gente y me he vuelto algo paranoica. Y los que creía amigos me han dejado atrás.
    Pero bueno, no es nada que una chica lista como yo no pueda solucionar. Al menos leer esta historia me ayuda a despejar mi cabeza de la realidad.
    ¿Cómo has estado tú? Con eso de que tu alter ego se va a divorciar ¿Te vas a divorciar tú también? Jiji

  • #6

    Tony (lunes, 07 junio 2021 00:21)

    Que bien que escribes Vanessa, claro que te extraño. Yo preguntaba por Yenny por que decía que estaban pasando el coronavirus y encima lleva tiempo sin decir nada.
    ¿Tu cómo estás?
    Gracias por tu comentario, entre hoy y mañana tendréis la continuación.

  • #5

    Vanessa (domingo, 06 junio 2021 15:54)

    Todos pensáis en Ángela y Yenny y nadie en mí. :(
    La verdad tiene ya un año que no tengo sexo. Me da repelús contagiarme y más aún tras leer esta historia.

    La historia se pone cada vez más interesante. Seguir con este ritmo, Tony.

  • #4

    Chemo (miércoles, 02 junio 2021 02:23)

    No sé por qué yo pienso que será Yenny quien aparecerá en la siguiente parte.
    Aunque no tiene que ver con la historia...
    En fin, mejor no hacerse ilusiones con la siguiente parte que Tony va a eliminar las escenas interesantes. Ya os contaré cómo nos fue a mi primo Dani y a mí en casa de Lara.

  • #3

    Alfonso (domingo, 30 mayo 2021 21:43)

    Yo creo que es Ángela quien reaparecerá. Es la única a quien queremos mucho.
    Dada la advertencia de Tony, no me sorprendería que alguien interrumpa la acción justo antes de que Dani entre en escena.

  • #2

    Jaime (sábado, 29 mayo 2021 21:04)

    John Masters lo cortó en la mejor parte. Lástima que Tony no mostrará la acción con Lara.
    Por cierto, me pregunto quién aparecerá en la siguiente parte. ¿Será Ángela?

  • #1

    Tony (viernes, 28 mayo 2021 12:02)

    Al final he podido adelantarme algo. Espero que no os haya decepcionado el "corte" de John Masters, la próxima parte Lara será completa protagonista aunque ya os aviso, lo pasará "de miedo". Pero no como sospecháis. Ah... Y pronto aparecerá alguien a quien todos queréis mucho. No vayáis a desengancharos ahora.
    Creo que este relato está en su punto álgido, hay tantas cosas por contar que tendréis que tener paciencia para que desarrolle todo. Estoy seguro de que merecerá la pena la espera.
    No olvidéis comentar.