Antonio Jurado y los impostores

39ª parte

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         Antonio escuchó aquel grito como en una pesadilla. Ángela suplicando ayuda… Y siendo atacada por él. Se enfadó tanto que rompió el sello que le inmovilizaba, o podría decirse que desapareció sin más, no podía saberlo. Recuperó el control de sus actos cuando Ángela perdía el sentido y la cosa que le estaba poseyendo reía desde el fondo de su propia garganta a medida que desaparecía en la nada.

         -¿Qué le has hecho? -Bramó luchando por recuperar el control de sus manos, pues de repente le fallaban las fuerzas.

         -Ya tengo lo que quería. Toda tuya -pronunció sin querer-, es la hora de la penitencia…

         Se cayó de espaldas al quedar, de repente, libre. Se quedó sin fuerzas, Ángela se desplomó como muerta, derrumbada en el suelo y él necesitó un gran esfuerzo para levantarse.

         -Arita, si la has matado te juro que me las pagarás -gimió con la voz rota, como si pudiera cumplir su promesa.

         No hubo más respuesta, la que ocupaba su cuerpo ya no estaba interesada en perder el tiempo con ellos dos.

         Se agachó junto a ella, le tomó el pulso y no lo encontró, su piel se enfriaba. La tumbó boca arriba, no respiraba. La tapó la nariz, forzó su mandíbula para que dejara un hueco entre los labios y la besó, exhalando aire a sus pulmones. Los vio hincharse pero no reaccionaba. Presionó su pecho con fuerza, teniendo cuidado de no apretar demasiado.

         Volvió a aplicarle la respiración asistida. Mientras lo hacía la examinó visualmente para ver qué le había hecho. Aparentemente no le hizo nada, no se veían signos de violencia.

         -No tiene pulso… -Se alarmó.

         Cambió de estrategia, se puso a su lado y colocó las manos sobre el costado izquierdo del pecho. Jamás había hecho un masaje cardíaco, temía romperle las costillas. Es su posición tumbada los pechos apenas se notaban sobre los huesos. Aun así le preocupaba que pudiera hacerle daño con sus respiraciones asistidas.

         No podía aceptar su muerte, debía hacer todo lo que estuviera en su mano. Presionó contando entre las presiones uno, dos y tres y repetía. Una vez vio un vídeo de como se hacía y debía dejar unos segundos entre un apretón y otro. Después de tres masajes había que insuflar aire, eso conseguiría que su cuerpo se oxigenara, primero se le llenaban los pulmones de aire luego se fuerzan varios latidos para mover su sangre por si esto lograba devolverle oxígeno al cerebro y así despertar.

         -No puedo creer que estés muerta, ¡vamos! ¡Reacciona! -Bramó.

         Volvió a insuflarle aire.

         Ángela tosió, respiró por si sola con dificultad. Antonio suspiró aliviado, las manos le temblaban, se las pasó por las mejillas y se dio cuenta de que estaban empapadas de lágrimas.

         Ella abrió los ojos y al verle llorar sonrió.

         -Mira que eres cabezota -musitó con debilidad-. Tenías razón, no eras de fiar… casi me matas.

         -Lo siento. Ojalá hubiera podido controlarme pero no…

         Ángela le tapó la boca con el dedo índice.

         -Es una broma, tonto. Creí que no llegarías a tiempo.

         -No sé lo que piensas tú, pero la única forma de librarme de este monstruo es acabar con ella.

         -Calla la boca -replicó cortante-, ¿no ves que te escucha? Y ahora encima me ha robado… Mi poder.

         Tosió violentamente y se puso las manos delante. Se tuvo que sentar para no ahogarse y terminó vomitando un espumarajo de sangre.

         -Lo siento puede que te haya roto alguna costilla al reanimarte, deberíamos ir a un hospital. Estamos jodidos -opinó con pesimismo Antonio-. Tenías que haberme matado… Es culpa mía.

         -Ya… -respondió ella-. Pero no quiero seguir en un mundo donde no estés tú. Y eso que he deseado olvidarte con todas mis fuerzas.

         -Descansa, no hables…

         -No me queda más salida…

         Se incorporó y puso su mano sobre la de Antonio.

         -Tengo una cosa que darte.

         Antonio iba a contestar que no era no se esforzara pero se mordió la lengua esperando ver lo que tenía para él.

         Después de cerrar los ojos durante unos segundos, Ángela sonrió.

         -Esta es la única forma -sentenció mientras notaba que su mano se calentaba y aparecía una esfera luminosa que se metía dentro de su piel hasta desaparecer. El calor le recorrió el brazo y se instaló en su corazón.

         Después se quedó sin fuerzas y la dejó reposar de espaldas en la mullida alfombra de su habitación. Al verla cerrar los ojos pensó que se desmayó, pero su pecho no volvió a hincharse y en seguida palideció.

         -¿Ángela? -Murmuró con la voz rota-. Te llevaré al hospi

         Le tomó el pulso por asegurarse de que dormía. Pero no lo encontró.

         -No, no, no… Otra vez no.

         Volvió a tratar de hacerle el masaje cardíaco, le aplicó respiraciones asistidas y al ver que el pecho no se movía, que no reaccionaba, empezó a golpearla en el corazón, a ver si con esa técnica lograba algo más.

         Pero no soportaba la idea de su muerte, justo cuando le declaraba su amor y ella el suyo, justo cuando más la necesitaba, justo… ¡Cuando más la necesitaba!

 

 

 

 

         -Señor, hemos encontrado una dirección -era la voz de Abby, que le llamaba con entusiasmo.

         -¿Encontraron a William?

         -Aún no, pero es muy probable que sepan algo de él.

         -¡No pierda el tiempo hablando conmigo y búsquenlo! -Bramó furioso el comandante.

         -A la orden señor.

         Montenegro colgó y deslizó sobre la mesa su teléfono móvil, dando vueltas hasta chocar con el teclado del ordenador. Suspiró profundamente dejando que los pulmones se le llenaran de ese veneno ardiente, llamado aire, que nada le aportaba y le producía escozor en el pecho cada vez que se llevaba de él. Solía compararlo con fumar, los humanos decían sentir algo parecido.

         Mientras miraba el teléfono con ansiedad éste comenzó a sonar, se quedó sin aliento temiendo ver el nombre del consejero en pantalla. Entonces vio el de Antonio jurado.

         Lo cogió rápidamente.

         -Eres la última persona que esperaba que me llamara y, debo añadir, la que más me hacía falta escuchar. ¿Cómo escapaste?

         -No estoy para preguntas estúpidas, comandante. Mis hijos están contagiados del virus de los zombis. Mi… Mujer también, bueno todo el maldito pueblo está plagado de ellos. ¿Hay alguna cura? ¿Pueden sanarlos? Yo puedo ofrecerme, soy inmune. Cojan mi sangre y salven a mis hijos.

         Cuando pronunció estas últimas palabras su voz estaba rota, como si tuviera una gripe o el coronavirus.

         -Respóndame a la pregunta y le ayudaré -Le retó Montenegro.

         -Angela Dark vino a rescatarme, ella tenía los poderes de los trajes pleyadianos, pero… La he matado -No pudo seguir hablando.

         Montenegro pensó que se había cortado pero luego escuchó unos sollozos sordos al otro lado del auricular.

         -Esa cosa inmunda que vive dentro de mí me ha traicionado otra vez -sollozó-. Por favor cuando acaben quiero que me borren de la existencia. Sé que lo está deseando.

         -No le maté en el pasado, y me pagaban por ello -respondió con seriedad-. No tiene sentido que lo haga ahora.

         -Sois el ejército que lucha contra las amenazas, ¿no? ¡Pues yo lo soy!

         Montenegro se tomó su tiempo para pensar, no quería hablar a la ligera ya que veía que Antonio Jurado estaba bastante tocado.

         En el fondo, sentía lástima por él.

         -Usted nunca me ha gustado, no voy a negarlo -comenzó Montenegro-. Pero es algo que no le contado antes. Me ha causado tantos quebraderos de cabeza que he tenido ganas de matarlo incluso, sin llegar a tenerle delante.

         -No lo entiendo. Si yo no le he hecho nada.

         -¿Recuerda que el día que fueron los grises a secuestrarle? Y se llevaron en su lugar a esa mujer bruja, Fausta.

         -Sí.

         -A diferencia de lo que debe pensar, ese no fue el primer día que supimos de usted. Alastor era nuestro Comandante general y estaba obsesionado con acabar con su hija, Génesis. Usted se inmiscuyó en los asuntos de uno de los contactos de Alastor y supo que había logrado encontrar a su mujer usando trucos indescriptibles en tiempo record. De inmediato nos ordenó secuestrarle con la mala fortuna que terminó con un balazo en el hígado y estuvo a punto de morir. Fingimos su muerte y lo trasladamos al cuartel general donde el doctor Stephen le trasplantó un hígado. No sabe lo cerca que estuvo de la muerte, amigo.

         -No puedo creerlo… -musitaba Antonio.

         -Le hemos tenido recuperándose en el hospital del cuartel general, mientras Alastor decidía su suerte. Finalmente el viejo decidió llevárselo a una mansión de su propiedad, donde residía su otra hija, Calypso. Confió en usted como la única persona capaz de encontrar a Génesis. Nosotros no fuimos capaces de lograrlo después de varios años usando toda nuestra tecnología, contactos y recursos. Llegué a pensar que esa mujer no existía y era una locura de las muchas que tenía ese condenado viejo.

         »Y sin embargo usted la encontró. Durante su estancia en la mansión recuerdo que Alastor le puso dentro una sustancia para poder ver lo que veía y saber dónde estaba (realmente tenía unos poderes aterradores). Le hizo creer logró matarle, con el fin de dejarle escapar, y así fue que le siguió en todo momento hasta que se encontró con ella.

         »Después de encontrar a Génesis y neutralizarla, el viejo se quejaba de que no sentía ningún tipo de control sobre usted. Pero como ya la había sido útil no le dio más importancia y le dejó vivir. Estaba maravillado por sus dotes para encontrar sin pistas personas desaparecidas. Pretendía mantenerle vivo con el fin de reutilizarlo, si fuera necesario. La única persona con poderes similares a los suyos era Fausta y esa condenada bruja se limitaba a dar pistas vagas absurdas.

         -¿Fueron ustedes los que me hicieron pasar por muerto y me mantuvieron lejos de mi familia tanto tiempo?

         -No lo olvide, también le salvamos la vida.

         -Mira por dónde. Nunca pensé que ustedes fueran los secuaces de Alastor, aunque bien pensado, tiene todo el sentido… La verdad, ya no me importa demasiado. ¿Piensa enviar ayuda a mis hijos o se aburre tanto que tiene que darme conversación?

         -Oh, no se preocupe, que ese virus mata muy despacio, lo mejor es que los niños se duerman antes de les inyecten nada.

         -Vale, por ellos entiendo que puede tener el tiempo que quiera porque están aquí encerrados, pero ahí fuera sufren el ataque de una horda de zombis y se propagan como el fuego en un charco de gasolina. Recomiendo una acción inmediata porque si no, esto no hay quien lo pare.

         -No se preocupe, John Masters está en ello, tarde o temprano llegará hasta su posición y limpiará la zona. Confío en él y sus chicos, aunque reconozco que es preocupante que el virus se haya desatado en su localidad. Suponía que estaba más controlado.

         -¿Y dónde está Masters? ¿Sabe que tiene trabajo aquí? ¿Le informará?

         -Está permanentemente informado.

         -Ya, espero que tenga razón. ¿Y qué me dice de mi petición? Quiero que me elimine.

         -Enviaré a alguien para que le traiga de vuelta a los calabozos. Si es su voluntad, no dejaremos ni las cenizas.

         -Gracias. Dense prisa o esa cosa me poseerá de nuevo y me llevará, quien sabe dónde.

         Montenegro colgó sin pensar enviar a nadie. ¿Había matado él solo a Ángela Dark teniendo ésta los poderes pleyadianos? ¿Qué clase se enemigo era Arita? Ni borracho volvería a meter a Antonio en el cuartel, sería un suicidio para el EICFD. Pero en una cosa tenía razón, era una amenaza tanto él como Lara Emmerich. Esperaba que ella estuviera ya muerta. Don Paco había sido muy claro en cuanto supo del contagio de Lara. A Antonio le quería vivo por dar con Ángela, ahora que estaba muerta (no tenía pruebas de ello, siempre podía ser una trampa aunque no consideraba a Antonio tan buen actor). Si la chica morena estaba muerta, no tenía ninguna duda de que Don Francisco aprobaría la ejecución de Antonio. Sería una noticia fantástica informarle de la muerte de Ángela si añadía la de Jurado. Quizás se llevaría una bronca por no consultarlo pero con respecto a ese patán, estaba más que harto de que le causara tantos problemas y lo quería fuera de la circulación ahora que se le ponía en bandeja.

         -Será mejor pedir perdón que permiso -murmuró, sopesando la posibilidad de que Don Paco no estuviera de acuerdo.

         Suspiró para sentir de nuevo el fuego del oxígeno quemando sus pulmones. Cogió su teléfono y llamó Luis Fernández Escobedo.

         -Dígame, don José -canturreó el italiano con su habitual voz ronca y áspera, y su personalidad campechana.

         -¿Qué noticias tiene del encargo que le dimos?

         -Todo marcha sobre ruedas. Pronto le confirmaré que el trabajo está hecho. He escogido al mejor, no me puede fallar.

         -Tengo otro favor que pedirle. Quiero que la misma persona se encargue de Antonio Jurado.

         -¿Cuánto por ese trabajo extra?

         -El informe era muy claro. Eliminar a los impostores. No vamos a pagar más, bastante dinero estás cobrando por un solo encargo.

         -¿Quiere decir los cuarenta mil que ya me ha pagado o se refiere a otros más?

         -Le he pasado a su cuenta veinte mil. Si quiere ver el resto, debe acabar con ambos.

         Luis masticó el aire unos segundos antes de responder.

         -Me suena ese nombre. ¿Quién es?

         -Le daré la dirección, apunte. Por cierto prevenga a su sicario, la zona está infestada de contagiados.

         -Seguramente lleva mascarilla -replicó Luis, seco-. No es estúpido.

         -No me refiero a los enfermos del Covid. Que se arme bien antes de acudir a esa dirección, tendrá que atravesar territorio hostil. ¡No!… Que no dispare a los zombis, ¿me ha entendido? Explíquele que pueden ser sanados y si causa un genocidio… Vamos a lavarnos las manos con el asunto y tendrá que responder ante la justicia solo.

         -¿He oído bien? ¿Ha dicho zombis? -Luis soltó una carcajada-. ¿Qué ha bebido, Don José, yo quiero tres botellas?

         -Limítese a informar a su hombre -replicó seco.

         -Hay que joderse, mensaje recibido, comandante -seguía partiéndose de risa-. Lo que se va a reír este…

         Cuando terminó de mandarle los detalles apareció por la puerta Abby Bright, resoplando.

         -Le tenemos. Está en la habitación de invitados número uno, señor.

 

Continuará

 

Comentarios: 5
  • #5

    Vanessa (domingo, 12 septiembre 2021)

    Yo también creo que es más probable que gane Arita ahora que tiene el traje pleyadiano de Ángela. Además de que aun no se ha expulsado al impostor del cuerpo de Antonio.
    Supongo que la última esperanza de la humanidad radica en Rutherford.

  • #4

    Alfonso (jueves, 09 septiembre 2021 23:14)

    Aún falta por ver si rita es buena o mala. Hasta ahora todos hemos asumido que es mala pero quizá lo que hace es solamente para recuperar lo que ha perdido. Quizá considere a la humanidad como responsable de su pérdida. Habrá que ver que nos revela el inglés a quien Paco busca con tanto ahínco.

  • #3

    Chemo (jueves, 09 septiembre 2021 14:46)

    Todo parece indicar que Arita obtuvo los poderes del traje. Pero conociendo a Tony, seguramente Antonio recuperará el traje y acabará con Arita y sus impostores.

  • #2

    Jaime (miércoles, 08 septiembre 2021 05:10)

    No esperaba la continuación tan pronto. Sin el poder del traje pleyadiano, ahora sí parece sumamente difícil que Antonio y Ángela puedan ganarle a Arita. La próxima parte será el inicio de la reconquista del Universo por parte de Arita y el capítulo final la orgía de despedida entre todos los personajes.
    ¿Qué opináis?

  • #1

    Tony (miércoles, 08 septiembre 2021 00:06)

    Espero que no perdáis el hilo, siento el retraso pero ando con el tiempo justito. Lo bueno es que sí tengo más tiempo para escribir, pero no para revisar y publicar (parece imposible, pero lo cierto es que escribir lo hago en cualquier parte, en la cola de una tienda, esperando en el médico... y para publicar necesito un ordenador y un rato contínuo).
    Espero vuestros comentarios, todos hacéis posible que la historia tenga vida propia. Cualquier comentario puede decidir el destino de la historia (positiva o negativamente).