Las crónicas de Pandora

Capítulo 47

Tanis el semielfo

 

 

 

 

Anteriormente

          Durante unas semanas, Abby encontró refugio en aquella humilde casa que se erigía en medio de un prado verde y soleado. Aquel santuario se convirtió en su refugio mientras su cuerpo y mente se afanaban en recuperarse del agotamiento devastador y las heridas que la habían llevado al límite en su travesía del desierto.

          En silencio, día tras día, se fue fortaleciendo y cobrando vida nuevamente. Sus fuerzas retornaron, y finalmente, cuando llegó el momento de levantarse salió al exterior para respirar el aire fresco del amanecer. El escenario se colmaba de los sonidos de la naturaleza, llenándola de ilusión por recuperarse cuanto antes. Las cigarras, los trinos de los pájaros, el suave murmullo del viento apenas eran minucias con las que no encontraba consuelo por la pérdida tan horrible de su compañero.

          Aquella mañana sus ojos captaron el destello de la espada de Tanis en un rincón del prado. El anciano guerrero estaba inmerso en los movimientos precisos y elegantes de su técnica, y a su lado, su nieta Aif, con su melena negra sacudiéndose al viento, mostraba un sorprendente talento que ignoraba que poseyera.

          Intrigada por el espectáculo de destreza y habilidad levantó la mirada hacia Tanis, asintiendo con respeto y gratitud, y decidió unirse a aquel singular entrenamiento.

          Con cada movimiento y choque de acero, Abby se concentró en mantener controlada la trayectoria de su espada. La fría hoja de su espada cortaba el aire cada vez con un aullido más agudo y certero. La danza de la batalla la distraía por completo, mientras caía en cuenta de que, para dominar esas artes debía interiorizar los movimientos de manera que sin pensar, sus manos trazaran cada esquiva, ataque y finta.

          A medida que el tiempo transcurría su agilidad se renovaba, y sus movimientos se volvían más armónicos y certeros. La espada era una extensión de su ser. Tanis se centraba en que cogieran soltura con la hoja ya que según decía, un guerrero que no domina la espada es un inepto con dos enemigos, el que tiene delante y su propio acero.

          Algunos vecinos se acercaban para curiosear, pues no era habitual ver forasteros por aquellas tierras, y mucho menos tan hábiles espadachines. Especialmente atraían la atención de ancianos y niños. Vica no era una excepción que aprovechaba su condición de anfitriona para contarles a los vecinos lo que sabía, con su habitual sonrisa y buena actitud. Era la dueña de la única tienda de la aldea y se llevaba bien con todos. Necesitaba hacerlo ya que ella no tenía tierras y se ganaba la vida comprando y vendiendo los productos que sus vecinos cosechaban o necesitaban. Por tal razón, la teniente se alegró de no haber contado todos sus secretos a aquella mujer.

          En el mundo moderno nunca habría encontrado gentes tan dispuestas a ayudarla, tan abiertas y generosas como Vica, Tanis y Aif. Incluso la chica y el viejo estaban dispuestos a arriesgar sus vidas y determinados a llegar con ella a Sirrien, cada uno con sus razones (que poco o nada compartían).

          El día que le preguntó a Aif cuáles eran sus motivos, ella sonrió y le dijo que esa no era la cuestión. Pero no le explicó la verdadera razón en ningún momento. Sin embargo, después de varios días de duro entrenamiento, creyó descubrir sus motivos. En el pasado, Aif salió de la aldea en busca de su hijo y eso la llevo a vivir intensas emociones y aventuras. Cuando le contaba cosas que había aprendido o descubierto se le iluminaba la cara. Sospechaba que lo único que deseaba, acompañándola, era volver a sentirse viva como antaño y traer una buena aventura que contar a su familia.

          Por ello se estaban preparando física y mentalmente. Querían estar preparados para cualquier eventualidad.

          A pesar de lo que se imaginó en un principio, Tanis era mucho más viejo de lo que aparentaba. No le creyó cuando le dijo que tenía cerca de seiscientos años. Sin embargo la mujer que la cuidaba y cocinaba "sólo" contaba con sesenta y siete. Lo más sorprendente fue cuando Aif confesó que era una niña en el momento de dar a luz a su hijo, y era ni más ni menos que la hermana de su nuera (decía que en una aldea tan pequeña casi todos eran familia). Su increíble longevidad procedía de su ascendencia élfica. De hecho, su nuera falleció con cincuenta años por una enfermedad pulmonar en uno de los inviernos más fríos de los últimos años. Y sin embargo, su hijo, con cuarenta y su nieto con casi veinte, seguían pareciendo unos mozos.

          Cuando les preguntó cómo era posible que fueran tan viejos, le respondieron que Tanis era su abuelo, que a su vez era el padre de la madre de Lunaria y Aif. Aunque no quería hablar demasiado de su abuela, que por su forma de mencionar el tema, se diría que se trataba de un tema vergonzoso. De la que sí hablaba abiertamente era de su antigua esposa, Laurana, una princesa de sangre pura.

          Al poco de nacer Aif y su hermana, de camino a Qualinesty desde la ciudad de Solace, la caravana donde viajaban con sus padres fue atacada por una banda de maleantes y mataron a todos menos a las niñas, que vendieron cada una por un lado. Tanis esperaba la visita de su hija con impaciencia y cuando recibió la noticia de la tragedia emprendió una búsqueda sin descanso. Lo que no sabía era que tenía dos nietas y por ello, cuando encontró a la primera, Marilia, dio por terminada la caza de los bandidos. No fue hasta mucho más tarde que se enteró de que tuvo dos hijas, demasiado tiempo después como para rastrear al segundo bebé. Debido a su vida azarosa de misiones secretas del reino de Qualinesty, no podía hacerse cargo de la niña. Por lo que se la llevó a su tía en Caergoth (que no tenía hijos y la acogió con los brazos abiertos como si fuera propia). Con el transcurso del tiempo la iba a visitar con la frecuencia que le permitía su complicada vida.

          —Hasta que decidió ser hechicera —explicó sombrío—, cosa que me sorprendió porque nunca demostró que le gustara la magia. A pesar de convertirse en Lunaria, para mí siempre será Marilia —explicaba Tanis con cierta ternura y nostalgia—. Su nombre se hizo célebre cuando demostró su inmenso poder mágico, pero ese otro apodo inspira miedo a las gentes. Yo sé que ella no es esa terrible bruja que todos temen incluso nombrar.

          Cuando supo eso, Abby sintió lástima por él... Sabía cuánto había cambiado su nieta porque no era, ni mucho menos, una buena anfitriona.

          Entre unas luchas y otras, Tanis ayudó a pacificar las tierras de Abanisinia, persiguió peligrosos personajes oscuros que querían la destrucción del pueblo de los elfos.

          —¿Entonces naciste en Qualinesty? —preguntó Abby.

          —No, que va. En Silvanesty. Una elfa fue violada en una incursión en esas tierras élficas, fue tras una cruenta batalla en la frontera de los bosques, cuando los humanos querían más y más árboles para construir máquinas de guerra. Los elfos se resistieron y tras unas cuantas batallas, los ejércitos élficos se retiraron a la parte más profunda del bosque. Algunos fueron tomados como prisioneros, entre ellos mi madre —explicó—. La violaron salvajemente y la dejaron por muerta tirada en un camino. Fue rescatada por mi gente, la curaron como pudieron pero pasado un tiempo descubrió que estaba preñada. Cuando yo nací, nadie me quería aceptar, no solo era medio hombre, sino que era hijo uno de los bastardos que arrebataron la parte norte de nuestras tierras. Algunos me insultaban diciendo que no tuve un solo padre, sino muchos. De ahí que me comenzaran a llamar semielfo. Por eso y porque amenacé con rajar la garganta al que osara llamarme semihombre, ya que suena a que no tengo la suficiente hombría.

          » A pesar de esa lacra social me enamoré de una elfa de sangre noble, Laurana, hija del rey de Silvanesty. Ocurrió cuando me encargaron la misión de escoltarla a Qualinesty. Por entonces yo era uno de los más fuertes y hábiles espadachines de la guardia real y por ello su padre me encomendó tal misión junto con otros soldados elfos. A todos nos prohibió dirigirle la palabra a la princesa bajo pena de muerte.

          » Sin embargo no pude acatar a esa última orden ya que fuimos apresados por un ejército de orcos, mucho más agresivos en aquellos tiempos. Logramos escapar, por la inestimable ayuda de mi amigo Caramon y su hermano Raistlin, un hechicero que ya cuando era joven tenía una increíble habilidad con las artes mágicas. En el camino a Qualinesty nos vimos obligados a hablar con la altanera elfa pues había sido alcanzada por una flecha y tenía que sacársela para que no muriera desangrada. Cuando se recuperó de la herida, viendo la amabilidad y cortesía con la que yo la trataba, Laurana cambió radicalmente su actitud y se enamoró de mí.

          —Qué historia más romántica —opinó Aif—. Nunca me canso de oirla.

          —Si supiera usar la pluma… Escribía una gran canción sobre cómo nos conocimos. Algunos bardos compusieron cantos en honor a los héroes de la lanza pero nunca inmortalizaron nuestro hermoso romance —explicó Tanis, nostálgico—. Aunque al regresar no fue aceptada nuestra unión, el rey no me ejecutó por los sentimientos de su hija hacia mí. Mucho más adelante pudimos casarnos y establecernos en Solace, donde tuvimos un hijo, Gilthanas. Éste se vio tentado por la magia y quiso dedicarse a ella, estudió para ser un túnica blanca entre los muros de la biblioteca de Palanthas. Pero nunca logró superar la prueba aunque no se ha rendido por ello y lo sigue intentando. La última noticia que tuve de él fue hace unos treinta años, cuando viajaba con su joven y poderoso novio, Cabise Quenufal, otro hechicero ilustre por cierto. Éste fue el culpable de torcer el camino de Marilia, fue su culpa que se hiciera hechicera, aunque sería más correcto decir que fue por el amor que le tenía, se obstinó en resucitarle pues murió tras ese viaje sepultado por una torre destruida.

          —Gracias a él llegó a ser lo que fue —corrigió Aif—. Recuerda que ella evitó que los ejércitos de tierras desconocidas arrasaran el continente. Si no hubiera reunido a todos los países en una sola bandera, hoy ninguno de nosotros estaría aquí.

          —Paparruchas, ahora solo se recuerda eso. Pero yo, cuando era joven, junto a mis amigos Caramon, Raistlin, Laurana, Sturm y Flint fuimos los que encontramos la lanza que nos salvó de los dragones. La famosa Dragonlance.

          Miró con soberbia a Abby pero ésta se quedó mirándolo sin el entusiasmo que él esperaba.

          —¿No conoces la leyenda? Huma…

          —Lo siento, no he estudiado vuestra historia —respondió Abby, impertérrita.

          —No te ofendas abuelo, ya nos ha dicho que no es de aquí —le calmó Aif en aquella ocasión.

          —No está de más que la ilustre con mi pasado —se emocionó el anciano, ansioso de seguir contando relatos—. Salvamos al mundo en más de una ocasión. Aunque estaba albergando sentimientos por la heredera al trono de Silvanesty, nunca osé pedirle que viniera conmigo y tras nuestro enamoramiento accidental tuve que seguir mi camino. Ella era muy joven y no podía casarse. Fue después de un tiempo de aventuras, tras unas cuantas victorias cuando regresamos a Silvanesty, llenos de honores y algunas riquezas.

          » Ansiaba volver a ver a Laurana, a la que dejé con todo el dolor de mi corazón pues ya nos amábamos en secreto en el momento de mi despedida.

          » Años más tarde volvimos a Silvanesty, mis amigos y yo, y una maldición terrible asolaba el reino de los elfos. Laurana había crecido no solo en estatura y belleza sino en madurez y carácter, su fortaleza fue la que permitió a los supervivientes resistir la misteriosa negrura que les invadió.

          —¿Qué pasó? —Preguntó Abby, sorprendida una vez más por engancharse a la majestuosa forma de narrar de Tanis.

          —En unos de los viajes con mis compañeros, Raistlin encontró un orbe mágico y misterioso. Como obsequio por su hospitalidad y en honor a la nueva amistad que surgió entre el rey y nosotros, mi amigo mago le obsequió con el misterioso orbe. Aunque le advirtió que percibía en ese objeto mucha maldad y no debía sacarlo de la bolsa bajo ningún concepto. El rey no hizo caso, lo sacó y lo admiró y se dejó llevar por las seductoras promesas que le hacía le extraño objeto. Tanto fue así que al principio solo daba pequeños retoques al palacio, maldiciones protegiendo los muros para que ningún intruso entrara y con el devenir de los soles, el poder mágico de aquella esfera fue consumiendo su alma y su reino, convirtiéndolo en un lugar propio de pesadillas. Al regresar estuvimos a punto de morir, pero Raistlin se había vuelto mucho más poderoso y logró alcanzar al origen del mal. Encontró al rey, sorteó todas las maldiciones y finalmente confinó de nuevo a la maligna esfera a su bolsa mágica. Esto restableció la belleza del reino, la misma que yo recordaba. Pero el rey, consumido por aquella magia nefasta, no vivió mucho más. Lo justo para bendecir mi unión con su hija y pedirme perdón por haberme humillado toda mi vida solo por mi ascendencia humana.

          —Eso no fue lo que me contaste a mí —protestó Aif—. ¿No dijiste que murió antes de poder pedir perdón a su pueblo?

          —¿En serio? —Se quejó Tanis—. ¿Te conté eso? ¿Qué más da? El viejo murió y nadie más puso resistencia a nuestra unión.

          —¿Nadie? —Siguió interrumpiendo Aif—. Y mi abuela qué, nunca dices nada de ella.

          —Kitiara no fue un obstáculo… Bueno, no me malinterpretes, era una guerrera que no quería ni oír hablar de asentarse ni formar una familia. Fíjate cómo era que se quedó preñada de mí y no me dijo ni una palabra. Parió a tu madre en medio de un campamento militar y la vendió a una familia por unos pocos jaspes. Al menos tuvo la decencia de decirme dónde encontrarla antes de despedirse de mí, en el preludio de una batalla tras la que nunca volví a verla. Más tarde me enteré de que tuvo más hijos con otros hombres y que igualmente los vendió para quitárselos de encima, entre ellas tu tía de Caergoth. Yo... No podía pedirle en matrimonio porque mi corazón estaba prendado de Laurana, aunque tampoco hubiera osado hacerlo ya que me habría rechazado con total seguridad. Pero era verla y la mente se me anulaba. Me importó, no te vayas a pensar. Eso era otra cosa.

          —Cuéntame más sobre mi madre —Aif le miraba con lágrimas en los ojos, por fin lograba sacarle algo más de información.

          —Es que no hay mucho que contar, yo no ejercí como padre, la encontré cuando ya era una jovencita… Y no conseguí mucha más información de Kitiara. Nunca hablaba de nada. Ya me duele suficiente mirarte a la cara. Has heredado todos los atributos por los que perdí la cabeza por ella. Tus ojos, tu pelo sedoso y brillante, ella lo tenía más rizado…

          —¿Y qué hacíais? —Insistió su nieta.

          —¡Cambiemos de tema! —Exclamó ruborizado—. Como iba diciendo, cuando emprendimos la marcha, Laurana se vino conmigo. Aunque fue bastante peligroso porque aquellos tiempos eran un caos, inmersos en multitud de guerras en las que fuimos determinantes para la victoria de los ejércitos de la luz.        Desgraciadamente mi amada cayó heroicamente cuando atacaron un bastión donde yo pensé que si se quedaba, estaría a salvo. Qué equivocación más grande, si hubiera estado con ella…

          —Le pusieron una estatua en el centro del imperio —intervino Aif.

          Tanis asintió con cierta nostalgia.

          —Aún se puede admirar en la plaza central de Solamthus una obra magnífica en mármol negro, conmemorativa de ella, junto a las de mis viejos amigos, Flint, Caramon, Sturm y yo mismo. Por algún error o falso rumor —se apresuró a corregir Tanis—, cuando hicieron el monumento se había corrido la voz de que yo también fallecí defendiendo heroicamente un baluarte —explicó sonriente—. Realmente caí mortalmente herido, pero tras un tiempo sin conocimiento, ignoro cuantos años. Desperté en Qualinesty, donde me mantuvieron con vida bajo un hechizo de hielo, cuando todos mis viejos amigos ya estaban muertos... de viejos. Me enteré de que me habían dado por muerto y he intentado negar esos hechos con mi presencia viva pero nadie cree que realmente fuera yo, ni siquiera mis descreídas nietas.

 

          Por toda la información que estaba teniendo, Abby sabía que los elfos podían alcanzar fácilmente los mil años, algunos habían vivido hasta mil cien. De ahí que Tanis, por ser medio humano, aparentara setenta. De haber sido elfo, no tendría ni barba, ni canas. Teniendo sangre pura parecería un hombre de poco más de cuarenta años con orejas puntiagudas.

          Poco después de la muerte de Laurana, Silvanesty fue arrasada por los ejércitos de Takhisis (por lo visto, la diosa suprema del mal) y no dejaron alma con vida. Por esa razón se convirtió en un bosque lleno de espectros, un lugar donde los hechiceros habitaron usando las dos torres gemelas más de dos siglos para sus espantosos experimentos.

         

          Otro día, en una de las conversaciones en privado entre ella y Aif, ésta le dijo que cuando un hombre tiene tantos años su memoria se termina malogrando. Él asimilaba las aventuras de otros héroes y como no podía recordar más allá de cincuenta a ochenta años, se las adjudicaba a sí mismo hasta el punto de que se las creía. Aunque su nieta reconocía su tremenda longevidad, no se creía ninguna de sus legendarias historias. Puede que en parte fuera porque nunca le contaba nada de su madre ni de su abuela. Sospechaba que se había olvidado de ellas.

          Sin embargo, sus relatos eran tremendamente interesantes y nunca se cansaba de escucharle hablar de sus "viejas" aventuras a pesar de que muchas veces repetía las mismas historias con ciertas variaciones porque, su memoria no daba para mucho y no podía recordar ni siquiera lo que ya había contado.

          Con esas semanas de convivencia, Abby terminó aprendiendo su historia como si le hubiera pasado a ella misma, por las veces que Tanis se lo repetía con diferentes matices (y desenlaces en algunos casos), que en unas ocasiones decía que vio morir a Raistlin y en otras que seguía con vida. Abby se lamentó de no saber escribir, le gustaron tanto las aventuras de Tanis con el esposo de su nieta, Cabise, que habría salido un relato de lo más épico. Quizás si regresaba a su tiempo, podría contarle todo a Antonio Jurado. Él sí sabría darle ese toque legendario que merecían tales crónicas. Era el escritor con menos imaginación que existía, pero escribía bien y sabía hilar tramas alucinantes si alguien le contaba cosas que despertaran el interés de su ávida imaginación.

          Ansiaba volver a ver a sus amigos y regresar a su tiempo, aunque tenía que reconocer que aquella aventura sería inolvidable y le iba a costar despedirse de sus amigos a los que, ya consideraba, las mejores personas que había tenido el gusto de conocer. Ella nunca conoció a nadie así antes. Estaba deseando levantarse para volver a verlos y pasar la mañana ejercitando sus reflejos con la espada, mientras Tanis les llenaba los oídos de leyendas y en su corazón la invitaba a anhelar vivir ella las suyas propias.

         

          Cuando se recuperó por completo de sus heridas, prepararon unos fardos y partieron con tres hermosos caballos. Cortesía de Tanis, que contaba con una gran fortuna y ya hablaba a todas las gentes de la aldea como si fuera su nieta, al igual que de Aif, lo que no dejaba en buen lugar su "legendaria" memoria.

          Curiosamente, a pesar de sus años, era con diferencia el más hábil con la espada. Su destreza era impresionante, como si el tiempo no hubiera hecho mella en sus habilidades.

         

          A medida que cabalgaban hacia su destino, Tanis les siguió contando historias de su juventud, describió al herrero que comenzó a forjar las famosas lanzas mata dragones y cómo tuvieron que rescatarle de un destacamento de goblins junto a otros prisioneros y alardeaba de que por ese entonces se le consideraba uno de los mejores luchadores de aquellos tiempos y también de los más atractivos personajes de su legendaria compañía.

          —No en vano una guerrera de pelo negro ensortijado, ojos embrujadores y con el carácter de cien orcos cabreados, puso en mí su mirada y… Por eso hoy tengo una nieta tan guapa. También Marilia heredó de ella su habilidad con la magia, pues Kit era la hermana de Caramon y Raistlin. Su madre, Rosamund, fue una hechicera malograda que nunca pudo desarrollar su arte arcano porque se casó con un soldado, un borracho que no tardó en morir y obligó a mis amigos a ganarse la vida con las armas desde los dieciséis años. Kit les cuidó hasta que se valieron por sí solos. Así fue cómo la conocí, la miré, ella me miró, se acercó meneando sus caderas, directa hacia mí, y cuando llegó me arreó una sonora guantada en la cara porque había puesto en peligro a sus hermanos. Después de eso me agarró por las mejillas y me dio un beso, que luego me explicó que fue por agradecimiento por haberles salvado.

          Aquello pareció sellar los labios del viejo. Se sumió en los recuerdos y se le terminaron las ganas de hablar.

          Abby y Aif estaban maravilladas pues Tanis se había emocionado recordando esos detalles de su vida y sus ojos se humedecieron. Estaba claro que su arte con la espada rivalizaba con su habilidad de narrar historias.

         

          Durante el viaje, Tanis también les enseñaba técnicas de combate y les daba consejos sobre cómo enfrentarse a diferentes situaciones peligrosas. Todo el conocimiento que había adquirido a lo largo de su vida, lo transmitía con generosidad a Abby y Aif, que aprovechaban cada lección, tratando de absorber todo lo posible de su sabio mentor.

          Finalmente, después de días de viaje, llegaron a un antiguo templo oculto en medio de un bosque frondoso. Tanis les explicó que dentro se encontraba el artefacto que tanto buscaban. Abby y Aif se miraron extrañadas porque debía estar desvariando, pero le siguieron la corriente con la esperanza de encontrar allí algo valioso. Resultó ser un laberinto de piedra y se separaron para abarcarlo mejor. Dejaron señales y acordaron avisar a viva voz si encontraban algo.

          En su interior, encontraron trampas mortales ya estaban desactivadas, alguna de ellas había tomado la vida de sus víctimas, ahora convertidas en huesos. Unos humanos, otros, de animales del campo.

          Finalmente, llegaron a la sala donde se encontraba el "famoso" artefacto y Tanis las llamó. Éstas deshicieron su camino y fueron al encuentro del viejo. Allí vieron una figura de oro de una diosa regordeta con grandes senos. Aif la tomó con reverencia, sabiendo que esa reliquia debía valer una fortuna. Acordaron repartirse el botín apenas la vendieran.

          —Bueno, considéralo un regalo. Con eso puedes volver a casa y sacar una fortuna —le dijo Tanis a Abby.

          —Pero creí que te dije que busco a mi dragón —protestó la teniente—. Hay que llegar al muro de hielo, a Sirrien. Esto no me va a detener.

          Tanis la miró con sorpresa y se rascó la cabeza con extrañeza.

          —Ya, claro, no lo había olvidado. Esto solo ha sido una prueba, creí que... Aún te planteabas el regreso. Os advierto que este viaje no ha hecho más que empezar. Aif, toma.

          Tanis abrió su mochila de cuero curtido y sacó otra de tamaño similar con alguna piedra incrustada. Era un cofre de oro que debía pesar cerca de un kilo.

          —¿Cómo? No la has encontrado aquí —se enojó Aif—. ¿A qué viene esto?

          —Chica os vi tan entusiasmadas con la búsqueda que pensé que todo esto no era más que por buscar riquezas.

          —¿Para qué sirve esta caja de oro, abuelo? —Se interesó Aif—. ¿Tiene algún poder mágico?

          —La verdad, no tengo ni idea —respondió el viejo—. Podéis venderla, os darán un dineral yo no necesito dinero. Me conformo con formar parte de vuestras aventuras.

          —Pero si no ha pasado nada —se mofó Abby—. Ha sido la aventura más aburrida de mi vida.

          —En estas tierras remotas y baldías no hay apenas peligros —aceptó Tanis—. Antes había lobos, osos, trasgos, goblins, orcos, arpías y murciélagos. Después de las últimas guerras, ninguna criatura se atreve a acercarse a los humanos, si es que alguna queda. Pero no es a eso a lo que vamos a enfrentarnos a partir de este punto. Hasta ahora solo hemos disfrutado de un agradable paseo, por así decirlo. Más allá nos espera lo que nadie ha podido atravesar sin morir, no son fantasmas, ni monstruos. Es el clima lo que amenazará nuestras vidas.

          Abby pensó que era un tipo muy peculiar y comprendió por qué les ofreciera esa última oportunidad de volver. Pero no podía echarse atrás ahora que estaba tan cerca.

 

          Aquel día, cuando acamparon junto a un río de aguas cristalinas, sorprendió a Tanis haciéndose el dormido arrimado a la hoguera mientras Aif se metía en un río para bañarse. Le vio con claridad, mirarla con los ojos muy abiertos y una sonrisa indecente.

          —¡Vaya con el viejo! —Espetó, furiosa, tirándole una piedra.

          —¡Nos atacan! —Exclamó Tanis buscando repentinamente la espada, haciéndose el sorprendido (¿o no?).

          —¡Qué! Te he visto espiar a tu nieta cuando se bañaba. ¡Eres un mirón!

          —¿Qué yo qué? —Se defendió.

          —No puedes negarlo.

          —¡Pero si estaba dormido! —protestó—. Debe ser que te has confundido, mujer. A veces duermo con los ojos abiertos, eso es todo. Es un reflejo de cuando el mundo estaba infestado de goblins y no podías bajar la guardia.

          Se dio la vuelta y siguió durmiendo mirando hacia el otro lado. A pesar de su enfado explosivo, en apenas unos segundos volvió a respirar con fuerza (con los ojos abiertos).

          Abby no supo si creerlo y terminó quitándole importancia.

          Dijera la verdad o no, una cosa no cambiaría nunca en el mundo. Todos los hombres desde la pubertad, jóvenes y viejos, eran unos pervertidos.

 

 

Continuará          

Comentarios: 6
  • #6

    Tony (jueves, 14 marzo 2024 08:00)

    Pincha en cualquier enlace que veas partido. A veces no va al mismo sitio si pinchas la primera palabra en lugar de la última.

  • #5

    Chemo (domingo, 03 marzo 2024 14:22)

    Solamente he logrado descubrir cuatro páginas secretas.
    ¿Hay algún truco para descubrir las demás?

  • #4

    Tony (domingo, 03 marzo 2024 10:36)

    La brigada delta para esta semana, ya está casi lista se va a poner la cosa muy chunga...

  • #3

    Jaime (sábado, 02 marzo 2024 21:39)

    Yo no he leído la saga de Dragonlance pero parece interesante. Ya quiero saber qué pasará con la Brigada Delta. Tal parece que estará en aprietos.

  • #2

    Alfonso (sábado, 02 marzo 2024 16:51)

    Hace ya muchos años que leí los libros de Cabise. De hecho fue por ellos que conocí esta página. Lástima que ya no me acuerdo de la historia.
    Enhorabuena por revivir la historia, Tony.

  • #1

    Tony (martes, 27 febrero 2024 23:42)

    Espero que os haya gustado esta parte, aunque ha avanzado poco en la trama, cuenta muchísima información sobre el pasado de Aif y Tanis. Si os interesa la trama, solo tenéis que hurgar por internet.
    Los libros de Marilia, Lunaria, Cabise y Aif los escribí yo hace tiempo, son las memorias de Dragonlance. En cuanto a la historia de Tanis, eso viene de otra famosa saga de libros de fantasía Épica, Las crónicas y leyendas de Dragonlance.