Antonio Jurado y los impostores

20º parte

 

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         —Veinticinco de diciembre —abrió los ojos como platos—. Mierda... Los regalos.

         Se levantó a toda prisa y abrió el canapé de su cama pero allí no los encontró.

         —¿Qué?

         Miró el reloj, eran las ocho, los niños aún estaban acostados o quizás esperando algún ruido para asaltar el salón a ver si Papá Noel les había traído los juguetes que pidieron. Abrió la puerta de su cuarto con sumo cuidado de no hacer ruido y entró en el de Brigitte.

         —¿Otra vez? Antonio, ¿qué has cenado? —Murmuró ella, desde la penumbra.

         —¿A qué te refieres? Hay que poner los regalos a los niños y no sé dónde están.

         Brigitte no respondió, escuchó que se sentaba en la cama y encendía la luz de la mesilla.

         —¿Estás bien? —Le preguntó preocupada—. Los pusimos,... Pusiste, perdón, me quedé charlando con David, y como no te ayudé te enfadaste conmigo porque me dijiste que me importaba más charlar con mis amigos que ocuparme de los niños.

         —¿De qué estás hablando? —Protestó él, no recordaba nada.

         —Después de discutir y darme una charla por el tiempo que paso con ellos dos, especialmente con David, que si ni siquiera me hace ilusión ponerle los regalos a los niños, que si mi familia ya no sois vosotros... Bueno, hicimos las paces y...

         —¿Me tomas el pelo? —Antonio no salía de su asombro.

         —... Después tuvimos una de las noches más románticas en años, dime que tampoco recuerdas eso.

        Ejem.... —No podía decir que no lo recordaba o tendría que darle más explicaciones, se suponía que él era un impostor, eso era lo único que explicaba esos vacíos y sabiendo lo que sabía sobre ellos, daba gracias al cielo de no haber sido autor de un crimen atroz... ¿O sí lo fue y lo sabía?

         Hasta ese momento solo era un temor, una sospecha, pero por lo visto esa parte de sí mismo empezaba a tomar el control en situaciones... Comprometidas.

         —Tengo un dolor de cabeza que no lo aguanto. Voy a tomarme una aspirina —evadió responder.

         —¿Qué quería la inspectora? Volviste tardísimo y luego no dijiste nada. Bueno, la verdad, es que ayer estuviste rarísimo durante la cena.

         —¿En serio? —Preguntó, más por no recordar nada que por otra cosa.

         —No quiero volver a hablar del tema —esquivó la pregunta Brigitte.

         —Cuando hablé con la inspectora... ¿A qué te refieres con que estuve rarísimo?

         —¡Te he dicho que no vuelvas a eso! —Exclamó, enfadada.

         En vistas que no podía hablar con su mujer, pues algo terrible debió decir y no recordaba qué, entró en la habitación de los niños y anunció lo que tanto habían estado esperando.

         —¡Chicos! Ha venido papa Noel. ¡Vamos que quiero ver si me ha traído algo!

         Miguel se sentó como un zombi, con los ojos aún cerrados. Charly se bajó de la cama y se iba directo a la escalera con los párpados entronados.

         —Espera, hombre, habrá que calzarse —urgió Antonio.

         —Papá, ¿por qué piensas que Mickael nos va a secuestrar? —Preguntó Charly.

         —¿Que yo qué?

         —¿Es un hombre del saco? —Insistió Miguel, con su vocecilla de pitufo.

         —¡Ves! —Se quejó Brigitte—. Estos lo repiten todo. Lo peor es que lo dijiste en plena cena. ¿En serio no recuerdas nada? ¿O te haces el despistado? Tienes mala memoria, eso lo sé hace tiempo, pero no tan mala. Hicimos carne para todos, tú debiste pensar que no había suficiente comida y preparaste una bandeja extra de canapés. Como viste que solo comían de los que hicieron ellos explotaste diciendo que si no querían comer de lo que tú hacías, si creían que querías envenenarlos... —Respondió lamentando recordar una escena que trataba de olvidar—.  Era Noche Buena, ellos están lejos de su familia y les dices esas cosas... De verdad, no quiero volver a hablar de ello.

         —Lo siento, no recuerdo nada. Creo que fue alguna especie de droga de la verdad que debió darme Lara —mintió, improvisando una mentira lo más creíble posible.

         —Fue tan violento que se fueron a su cuarto y aún no he visto a Michael desde entonces.

         —Si de verdad hubiera sido incómodo —comenzó a decir—... Se habrían marchado de casa.

         —Antonio, por favor, ni se te ocurra decir nada más delante de los niños o ellos —se enfadó aún más Brigitte.

         Los pequeños abrieron los regalos ilusionados mientras Brigitte y Antonio pensaban en lo que había pasado aquella noche. Al fin debió liberar toda su rabia y les puso los puntos sobre las ies. Lo único que lamentaba era no poder recordarlo.

         —¡Los Pirikis! —Exclamó Charly, levantando un videojuego.

         —¿A ver Chaly? —Miguel dejó de desenvolver el suyo para verlo.

         —Vamos abre tú el tuyo —le animó Antonio.

         Terminó de desenvolverlo y era un helicóptero teledirigido.

         —¡Un tron! —Exclamó, loco de contento. Antonio quiso corregirlo pero se calló porque, a pesar de que se pronunciaba "dron", le causaba gracia escuchar cómo lo decía. En menos de lo que pensaba, ya estaría hablando mejor que él. Fue lo que le pasó con Charly, que siempre le corregían y al final no le quedaban palabras que aprender.

         —Aquí hay un regalo muy grande que pone los Keira —Charly cogió el paquete, casi tan voluminoso como él.

         Los dos lo abrieron con impaciencia y descubrieron dos coches teledirigidos.

         —¡Qué grandes son! —Exclamó Miguel.

         —Ahora tenéis que aprender a manejarlos —propuso Antonio.

         —No, es hora de desayunar, me muero de hambre —objetó Brigitte.

 

         Al encender la tele y poner noticias Miguel y Charly insistían en ver dibujos. Antonio iba a cambiar cuando escuchó una noticia que le llamó la atención.

         —La policía ha detenido a una banda organizada de ladrones de coches en la zona sur de Madrid. Su área de acción era Parla, Fuenlabrada, Griñón y Torrejón de la Calzada.

         » Eran tan organizados que tenían un grupo ojeador que marcaba los coches, todos de alta gama. Después, si la marca continuaba iban los especialistas en cerrajería, los abrían con herramientas especiales de un taller, los arrancaban y se los llevaban a otro pueblo de Madrid, lejos de los dueños por si la policía los encontraba, después los llevaban a su desguace y vendían las piezas. El jefe de la banda era un empresario con varias fábricas de repuestos y con este operativo logró ganar tres millones y medio de euros. Se beneficiaron de la pandemia y que la gente no necesitó el coche durante meses.

         —¿Y te comes una caca? —exclamó Miguel con las consiguientes carcajadas de Charly.

         —Pues menos mal que los han pillado —observó Brigitte.

         —Me pregunto cómo cogen a esa gente, están demasiado bien organizados —respondió Antonio.

         —¿Quieres una caca? —Seguía interrumpiendo el peque.

         —Por favor, deja de decir eso, vamos a comer —le regañó Antonio.

        Yyyy te comes una caca —hizo eco Charly, al otro lado de la mesa, riéndose ambos con una contagiosa carcajada.

         —¿Queréis un castigo o qué? —Amenazó Brigitte.

         —Quiero dibujos, ya habéis visto muchas noticias —protestó Miguel.    

         —Ahora te los pongo. ¿Has avisado a Michael que estamos desayunando? —Preguntó Antonio, que ya estaban todos comiendo y él aún no se había desenganchado del ordenador.

         —No creo que venga, vamos a ir empezando —Brigitte miró a Antonio con resentimiento.

         —¿Por lo de ayer?

         —Claro.

         —Es curioso que les dejo vivir en mi casa, les hago la comida y encima soy el malo.

         —No es eso.

         —Llevan un año aquí. ¿No se iban en dos meses? —Murmuró para que no se escuchara fuera de la cocina.

         —Están buscando un piso por Madrid —respondió ella, como si le diera pena que se fueran.

         —Ya, me lo creeré cuando les vea marcharse.

         Cogió el mando de la tele y buscó el canal del USB donde tenían los dibujos. Justo en ese momento dieron otra noticia.

         —... En plena crisis por la poca demanda de casas de alquiler, la empresa inmobiliaria con sede en Suiza, hizo creer a los dueños de sus propiedades, que el fisco había descubierto que llevaban años sin declarar impuestos y debían millones de euros. Para pagar las deudas se ofrecían como compradores de urgencia, a precios muy inferiores al mercado con la mentira de garantizar a sus dueños librarse de la supuesta pena de cárcel. Pero debido a que no era cierto que tuvieran que pagar tales impuestos se quedaban las casas. Se estima que han estafado a doscientos propietarios y se pretendían embolsar más de quinientos millones de euros.

         —¡Hijos de puta! —Gritó Antonio.

         —¡Eh! —Exclamó Charly—. Has dicho una palabrota.

         —¿Y ahora qué va a pasar con esas casas? —Preguntó Matías Prats a la periodista que hablaba desde Suiza—. Porque muchos de los dueños son españoles.

         —Se les devolverán las propiedades a sus respectivos propietarios.

         —Muchas gracias María Pineda y ahora vamos a hablar de otra cosa, la Navidad ha llegado y con ella millones de niños han preparado la llegada de Papá Noel. Como no podía ser de otra manera, ha llegado puntual a su cita y hemos ido a ver a unas cuantas familias a ver si los peques de la casa están contentos...

         Antonio cambió la televisión y puso dibujos animados.

         —¡Yo quiero ver eso! —Protestó Charly.

         —Ay, perdona.

         —Yo también.

         Antonio volvió a poner la noticia de los niños abriendo regalos. Charly y Miguel observaron la tele sin rechistar mientras comían y Brigitte y Antonio se miraron con una sonrisa.

         —Menos mal —suspiró Brigitte—, todo volverá a la normalidad.

         —Como he dicho antes —respondió, con seriedad —, me lo creeré cuando lo vea.

 

Continuará

 

 

Comentarios: 7
  • #7

    Vanessa (domingo, 21 febrero 2021 16:53)

    Si yo estuviese en el lugar de Brigitte, yo ya hubiera corrido de mi casa a Michael y su hijo. En primer lugar, ni loca invitaría a un ex a quedarse a vivir con mi esposo. Y, en segundo lugar, ya llevan más del tiempo acordado en esa casa. Ni siquiera si Michael fuese mi amante haría eso; sería muy pero muy sospechoso. Antonio tiene toda la razón de querer correr a ese inquilino indeseado de su casa.

  • #6

    Chemo (viernes, 19 febrero 2021 14:53)

    A mí también se me hacen bastante sospechosos los inquilinos no deseados de Antonio.
    Esta parte se me hizo bastante corta.

  • #5

    Alfonso (jueves, 18 febrero 2021 22:32)

    Lo bueno es que mi esposa vive conmigo y prácticamente no salimos de nuestro piso. Así que estoy seguro que ella no es una impostora. Jeje
    Jaime, deberías tener cuidado.
    Espero la continuación.

  • #4

    Jaime (miércoles, 17 febrero 2021 01:22)

    Es probable que para cuando se acabe la pandemia, esta historia también se habrá acabado y ya sabré cómo contrarrestar los besos de la muerte.

  • #3

    Tony (martes, 16 febrero 2021 23:54)

    Cuidadito con los besos de Lara.

  • #2

    Jaime (martes, 16 febrero 2021 23:14)

    Me quedó la duda. ¿Seguirá trabajando Lara para la Organización? Puesto que ya recibió el beso de la muerte, dudo mucho que Paco confíe en ella.

    Supongo que Mickael y su hijo eran informantes de Paco y por eso Antonio, el impostor, quería correrlos de su casa. Me pregunto cómo terminará este lío.

    Por cierto, feliz San Valentín a todos. Ojalá hayáis pasado un buen día, ya que yo estuve solito todo el día como casi todos desde que inició la cuarentena. Ahora que se termine la pandemia, buscaré a Lara para jugar. Jeje

  • #1

    Tony (martes, 16 febrero 2021 20:37)

    Esta vez es la extensión habitual. Espero vuestros comentarios.