Antonio Jurado y los impostores

parte 47

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         Antonio y Ángela llegaron al palacio y aprovecharon que nadie podía verlos para curiosear por todas las estancias del lugar. Ella leía las mentes de la gente y tuvieron que alcanzar las últimas plantas para encontrar sirvientes que estuvieran al corriente del paradero del cuerpo de Arita.

         Fue una geisha, que parecía ser la que más autoridad tenía, la que guardaba en su mente un lugar secreto dentro del palacio en un piso restringido con el único acceso a través del ascensor. Necesitaban una llave para llegar a él y ninguno de los sirvientes sabía nada de ella, incluso la geisha ignoraba su paradero. Igualmente se metieron en el ascensor y Ángela la hizo aparecer en su mano.

         —Vaya, es genial —alabó Antonio que no necesitó preguntar cómo lo había hecho.

         —Tengo un mal presentimiento —musitó ella.

         —Con tus poderes y siendo invisibles no hay nada que temer.

         —No consigo sentir cosas muy concretas y esta llave... La he encontrado sin problemas.

         —Eso es buena señal.

         —Te equivocas, nos está esperando impacientemente.

         Accionaron la llave y el ascensor se movió a un piso que no aparecía en el panel, mucho más abajo de la planta -2. Las puertas se abrieron y se encontraron un lugar inusitadamente iluminado. Vieron vegetación, luz que parecía del Sol se irradiaba en un jardín lleno de flores, fuentes y césped. No se veían muros. El ascensor se cerró al salir y vieron que la puerta estaba mimetizada con el muro. No había botón de llamada ni cerradura para insertar la llave. En realidad parecía la pared lisa de una montaña y podía estar escondida en cualquier parte. Cuando terminó de cerrarse la puerta ni siquiera podían ver las rendijas.

         —Está claro que le gusta la naturaleza —susurró Antonio—. Tiene montones de mascotas.

         —No hables tan alto...

         —Pero si estamos en el campo, mira el cielo —señaló él—. Es como si hubiéramos atravesado una puerta mágica.

         —Es un decorado —replicó Ángela—. Ahora calla, hay que encontrarla antes de que despierte si es que aún estamos a ti...

         —Dichosos los ojos —escucharon la voz de Arita. Al mirar a la derecha vieron a una chiquilla de unos dieciséis años, con pelo castaño cortado hasta los hombros, ojos grandes de color esmeralda y un bulto en el centro de la frente, caminando descalza por la hierba, con un vestido de seda ligeramente traslúcido que cubría su cuerpo desnudo del que podían ver claramente su silueta —. Si hubiera sabido que tendría visita, os habría preparado un té.

         —No gracias —replicó Antonio, recordando el efecto del último.

         —Sabes que no hemos venido a tomar nada de ti —respondió ella amenazante.

         —No me gustan los enfrentamientos. En las peleas todos terminan perdiendo. No tenemos por qué ser enemigas, Ángela. Tengo que decirte que te admiro, casi logras encerrarme en aquella pesadilla. Reconozco que durante un par de días,... Creí que no podría escapar. Perdí la cuenta de las veces que aquellos canallas me mataban y volvía a vivir para de nuevo a ser cazada como animalito en la naturaleza. He comprendido muchas cosas, entre ellas, que no debí enfrentarme a ti ni... Provocarte.

         —¿Cómo has salido? —Preguntó Ángela.

         —No lo esperabas, ¿Eh? —sonrió orgullosa—. Vuestra amiga, Lara, estaba en problemas. Aparecí en su cuerpo sin saber cómo y me di cuenta de que por fin había sido liberada de mi encierro.

         Arita miró con detenimiento a Antonio y frunció el ceño, sorprendida.

         —Ya no estamos conectados —musitó con tristeza—. Qué lástima, solo quería lo mejor para ti, teníamos una conexión fuerte, un vínculo que iba más allá del control de mis otros hijos. Te iba a dar un papel importante en la reconstrucción del mundo... —le sonrió con timidez—. Aun estás a tiempo si quieres unirte a mí.

         —No me parece una forma correcta de proteger a nadie si tomas el control de sus cuerpos contra su voluntad —replicó Antonio, arisco.

         —¿Por qué tanto odio?, no lo entiendo. La gente hace cosas todos los días que no le gustan, contra su voluntad a cambio de dinero. Yo te he salvado la vida, he resucitado a tu novia —señaló a Ángela—, curado a tu mujer, aunque no fue de las cosas que más desearas... Y estoy dispuesta a estrechar vuestra mano a pesar de que con un simple chasquido de dedos podría haceros desaparecer como un papel en una hoguera.

         Ángela seguía muy seria, estaba claro que no era un farol.

         —Y supongo que tu oferta no es gratis —añadió Ángela—. Nos perdonarás la vida si...

         —¿Por qué tanta desconfianza? —se ofendió Arita—. No quiero más enfrentamientos, más rencillas, ese es el problema de los hombres. Todo termina igual, a puñetazo limpio. Pero siento que tú no puedes aceptar que tenga el poder que me robaste. Permíteme recordarte que aquí la impostora, la ladrona (mejor dicho) eres tú. ¿Piensas que destruir las dimensiones paralelas no me ha dolido a mí también? Soy la custodia del poder divino, lo he sido durante miles de millones de años, he permanecido dormida en un lugar alejado de los hombres, pero cercano a la vez, aunque no creía que me fueran encontrar. Me robasteis el manto divino y lo que es peor, tú lo has vinculado a tu alma... Eso es... Un sacrilegio imperdonable que estoy dispuesta a pasar por alto si recapacitas. Ningún ser vivo puede vincularse de ese modo con él. Puedes entregármelo, no a la fuerza, por supuesto, y os dejaré marchar en paz.

         —Eso no va a poder ser —replicó Ángela.

         Arita negó con la cabeza mientras suspiraba reflexiva, como una madre tratando de convencer a un niño de que no haga una maldad o que le obedezca sin rechistar.

         —Imagina que nos enfrentamos —argumentó Arita—. Y que tú me logras vencer, sí me matas, porque para eso eres la asesina aquí... Tengo que avisarte de que no moriría sola. Una persona que aprecias mucho morirá conmigo. He vinculado nuestros destinos, por así decirlo.

         Ángela miró a Antonio, con temor.

         —Os queréis, lo noto —Arita sonreía con dulzura, lo cierto era que no se veía amenazadora, su encanto era una luz que iluminaba el jardín, era como contemplar un ángel —. Ese poder... No va a dejaros vivir una vida normal. Ya no eres una mujer corriente y vulgar, ¿crees que merece la pena sacrificar tu felicidad por algo que no te concierne y que te viene demasiado grande?. Tú eres... Ángela Dark. Has luchado toda su vida contra la justicia... No puedes pretender ser ahora la defensora de ella. Adquiriste ese poder traicionando a este hombre que, inexplicablemente, te quiere a pesar de tus traiciones. Yo no voy a destruir el mundo, no robaré el libre albedrío de nadie. He usado esos trucos para encontrarte y restablecer el orden de las cosas.

         Ángela se quedó con la mirada perdida en el infinito.

         —No te miento, lo sabes, tú puedes leer mi alma.

         —El problema aquí es que si este es tu mundo, el creado por ti... Apesta —reprendió Ángela—. Demasiado...

         —Poder humano —cortó Arita, por primera vez mostraba enojo—. Lo sé. No en vano pretendo restablecer el orden natural de las cosas.

         —¿Qué es lo que vas a hacer? —sonsacó Ángela.

         —Cuando me despertasteis de mi largo sueño yo simplemente dormía. Erais como un sueño, mejor dicho, una pesadilla. La Tierra que tan hermosa florecía en el universo, con sus infinitas especies, la obra más maravillosa jamás creada... Fue entregada a los hombres porque, al fin y al cabo sois mis hijos, os hice tal y como me hicieron a mí. Confié en vosotros pero me traicionasteis. Os puse límites y los rompisteis en mi ausencia. 

         Antonio pestañeó sorprendido.

         —¿Tú eres la primera humana?

         —Eso es muy pretencioso, amigo. Yo nunca he sido creada —sonrió, divertida—. El universo está aquí desde y para siempre, y yo llevo existiendo en él, con él.

         —¿Eres tan antigua y no eres la creadora?

         —Tu concepto del creador está desbaratado, pero no te lo reprocho. Te lo imaginas como un hombre que escribe libros, un arquitecto que diseña ciudades. Él es infinito, no tiene principio ni fin. Es un concepto que no cabe en tu cabeza, que sí los tiene. Y espero que podáis comprender que yo soy lo más cercano a él que podéis llegar a contemplar y comprender. Y soy lo más cerca que podréis estar de él jamás ya que su mente es tan extensa que no descansa en su creación y destrucción de estrellas, galaxias... Nosotros somos apenas polvo estelar en sus manos. Con todo mi poder no soy más que una minúscula partícula en comparación con su basto Universo. Aún así, soy su hija. La primera no, la única —levantó el dedo como puntualización a sus palabras.

         —¿Entonces tú eres quien creó a Adán y Eva?, ¿tú creaste la Tierra?

         —Antonio, no creas lo que dice —cortó Ángela—. No es más que una manipuladora.

         Antonio miró a Ángela y ésta le devolvió la mirada, con firmeza. Arita soltó un suspiro de rabia al escucharla decir eso.

         —Escucha, esto va más allá de mi lucha personal, Ángela —le reprochó—. ¿Cómo podrías pensar que mereces esta inmensa responsabilidad con la vida que has llevado? La virtud debe ser tu única armadura, la verdad, la honestidad y el amor. No el pecado y la inmundicia, la violencia, la maldad... Tu vida es un rio interminable de errores, no eres digna ni de contemplar el manto que posees.

         Arita empezaba a mostrarse furiosa.

         —Nunca me lo dieron, lo obtuve por mi cuenta —respondió Ángela.

         —No te jactes de ello —reprendió Arita—. Tienes delante a la persona a la que se lo arrebataste.

         Se dirigió a Antonio y le habló más calmada.

         —Lo que has dicho de Adán y Eva, se adapta muy bien a tu religión, la que te han enseñado. Pero la Biblia, en muchos de sus capítulos, no narra hechos reales. Son parábolas, cuentos para que entendáis el origen de todo —gesticuló con las manos como si con ellas abarcara una gran esfera—, el mismo Jesús se inventaba sus propios relatos, sus famosas parábolas. los cristianos no sois los únicos que han recibido esta clase de enseñanzas. También llegaron a Asia, África, todas las razas de los hombres han tenido contacto con lo divino y cada uno tiene las historias que han podido comprender sus sabios ancestrales.

         —Y si tú dormías, ¿Quién fue el que les habló? —Replicó Antonio.

         —¿Te has creído en serio que ella es el Dios del que habla la biblia? —reprendió Ángela—. Se aprovecha de tu ignorancia, no la hagas caso. Es tan ladrona del manto divino como yo.

         —Robar es tu fuerte, no eres más que una vulgar asesina a sueldo —replicó Arita, altiva.

         Ángela se quedó muda. No respondió aunque por su expresión dolida Arita consiguió darle un golpe en su punto más débil, sus remordimientos.

         —¿Puedes contarme qué pasó cuando... Tú aún no descansabas? —Preguntó Antonio, intrigado.

         —Los hombres han vivido durante más de un millón de años en armonía con la naturaleza, como un ser vivo más que ha luchado por sobrevivir, sin más ventaja que el resto de animales y con la única arma que le hacía superior... La inteligencia. Yo vivía en el mundo con ellos, como una observadora y protectora de todo. Acudía a los más necesitados, inclinaba la balanza hacia los débiles,... Fue un tiempo maravilloso, un paraíso terrenal, como tú lo llamarías. Millones de almas fueron bendecidas y ascendidas a los cielos. El infierno... No existía, no tenía razón de ser.

         —¿Y qué pasó?

         —Me fui a dormir, estaba cansada. Es lo que tú llamarías, según tu Biblia, el séptimo día.

         —¿Y?

         —Sin mi mediación el hombre comenzó a enfrentarse. Se crearon fronteras, reinos, la ambición, el orgullo, la mezquindad dominó la Tierra y así se inició el poder de los hombres. Comenzasteis a considerar este mundo como si fuerais sus dueños. Los animales, que hasta entonces eran criaturas iguales, los usasteis de comida y los que os amenazaban, los exterminabais por monstruos... Perdisteis la capacidad de comunicaros con ellos. Millones de especies han desaparecido por vuestra codicia... Maravillosas y preciosas criaturas que solo querían convivir en paz —Arita comenzó a llorar.

         —Sí, comiéndose a otros, como los dinosaurios —musitó Ángela, sonriendo—. Menudos pacifistas.

         Antonio se rio.

         —Mi corazón está desgarrado viendo cómo habéis mancillado mi maravilloso reino durante este tiempo de descanso.

         —¿Puedo preguntarte quién era el hombre que encontraron a tu lado en la nave de la Luna? —indagó Antonio.

         —He visto nacer y morir millones de especies —le ignoró—, vosotros no sois ni de lejos los que más tiempo estáis durando. Los animales llevan aquí mucho más. Los grises y los pleyadianos fueron hermanos hace milenios, convivían en armonía en un sistema planetario no demasiado lejos, en el mismo brazo de la galaxia, más cerca del núcleo. Se expandieron por el universo con la intención de estudiarlo, eran criaturas pacíficas... Hasta que descansé. La creación funciona así, por latidos. No puedo estar despierta infinitamente... Después de crear, necesito descansar.

         —Tú lo único que eres es una loca que se le ha subido el poder a la cabeza y se ha olvidado de que un día fue una criatura como cualquier otra —acusó Ángela.

         —Necia, no tienes ni idea de mí y te atreves a juzgarme. ¿Puedo saber qué es lo que harás tú para arreglar este mundo? —Insistió Arita.

         —No quiero manipular la voluntad de los hombres contra su libre albedrío. Como no sé exactamente lo que puedo hacer, improviso sobre la marcha cuando alguien mete la pata.

         —Es decir, no te importan los que claman desde sus casas, suplicando que les ayuden.

         —¿Y tú qué? Vas a someternos con tu veneno —replicó Ángela.

         —Las enfermedades no son tan simples como aplastar el órgano enfermo. Hay que eliminar el mal que lo posee desde dentro.

         —¿Cómo? ¿Por qué enviaste ese virus de los zombis entonces al centro de Madrid? ¿Eres responsable también del COVID? —Protestó Antonio—. ¿Enviarnos la muerte es tu solución?

         —Yo no los hice ni los dispersé. De hecho, al despertar me encontré esa horrible epidemia de zombis de frente y la he erradicado por completo. Los virus son un veneno que incluso a mí me cuesta detectar.

         —Mientes —objetó Antonio—. Nos estás embaucando con mentiras, he visto a una mujer matando a su hijo porque tú le habías poseído. Has trabajado con mentes criminales durante décadas, haciendo lo que ellos te pedían.

         —Eso no es cierto, yo les he controlado desde el principio. Y como os he dicho, fue con el único fin de encontrar mi manto.

         —Los yakuza son escoria, son de la peor calaña, tratan con mujeres y niños, matan por cualquier deuda, viven de la prostitución, de las drogas y la extorsión... ¿Tú les controlas? ¿Qué clase de dios nos quieres... convencer que eres?

         Arita dejó de mirarle, furiosa. No le gustó nada escuchar esas acusaciones pero no replicó directamente al hombre.

         —Ángela, ¿tú cuánta gente has matado? —Contraatacó Arita, sonriendo con una semilla de maldad en la mirada.

         —Yo nunca me había jactado de ser Dios cuando lo hice —protestó la aludida.

         —El mal se vence con el mal —replicó Arita—. Yo no tenía mi manto. La única forma de llegar a él era usando las pocas herramientas que había a mi merced. Y no voy a negarlo, al despertar y ver el poder y la destrucción que causó el hombre... He de confesar que no me gustó en absoluto. Si hubiera despertado con todo mi poder, posiblemente la humanidad habría desaparecido aquel día. Pero entre toda esa putrefacción, ese imperialismo humano... Terminé descubriendo almas bondadosas. He visto que merecéis una segunda oportunidad como individuos.

         —¿Y por qué siento que el mundo sería más seguro conmigo siendo dueña de ese manto, que contigo? —Preguntó Ángela.

         Arita no contestó, se limitó a sonreír y levantar las manos con las palmas hacia arriba.

         —No podéis negar que lo he intentado. Ahora debéis desaparecer, no quiero más obstáculos en mi camino.

         Antonio sintió que sus piernas y brazos perdían consistencia y comenzaban a desvanecerse como si fueran objetos fantasmales. Ángela lo vio horrorizada y se abalanzó sobre Arita, propinándole un derechazo en la cara con todas sus fuerzas. Ésta cayó derribada pero no dejó de sonreír, se levantó con facilidad, estaba intacta.

         —Esto no servirá, querida —susurraba, complacida.

         —No puedes destruirme mientras tenga el manto divino vinculado a mi alma —exclamó Ángela, segura de sí misma—. Y créeme, este otro guantazo te va a doler.

         Acumuló calor en sus manos y con el puño, como una tea de fuego, golpeó con contundencia el rostro de Arita que quedó completamente aplastado contra el césped de aquella sala sobrenatural.

         Al verla inmóvil, desfigurada, Ángela se volvió hacia Antonio y le vio el tiempo justo antes de convertirse en humo. No tuvo ocasión de decirle nada y desapareció como se desvanece el vapor del agua.

         «Tengo que avisarte de que no moriría sola. Una persona que aprecias mucho morirá conmigo. He vinculado nuestros destinos.» —recordó la dulce voz de Arita.

 

Continuará

 

 

 

Comentarios: 4
  • #4

    Chemo (lunes, 31 enero 2022 14:05)

    Debería haber al menos una mención sobre la orgía aunque no se describa explícitamente.
    Ahora se viene la parte que todos hemos esperado. Obviamente va a ganar Ángela pero no se me ocurre cómo podrá derrotar a Arita tan fácilmente.

  • #3

    Alfonso (domingo, 30 enero 2022 14:33)

    Espero la pelea final entre Ángela y Arita.

  • #2

    Jaime (sábado, 29 enero 2022 20:21)

    Ahora sí parece que viene el desenlace de este relato. Mi pronóstico para las partes restantes: Arita intentará torturar a Ángela psicológicamente para hacerse con el manto pero la fuerza de voluntad de Ángela logrará superar y exiliar a Arita a un lugar de no retorno. Aunque con un costo muy alto: el perder a Antonio Jurado para siempre.

    Y con respecto a la orgía, Tony, podrías omitirla del libro si no te parece adecuada.

    Chicos, cuídense mucho del coronavirus. Afortunadamente me encuentro trabajando desde casa y conozco mucha gente a quien se le ha pegado el bicho y no es nada bonito.

  • #1

    Tonyjfc (viernes, 28 enero 2022 09:10)

    No olvidéis que podéis seguirme en instagram "tonyjfc". Así os enteraréis antes de las novedades de mis relatos.
    Como parece evidente esta historia se está terminando, espero vuestros comentarios y sobre todo vuestras quejas sobre tramas que se queden en el aire.
    Ya sé, ya sé, la orgía... Esa la tengo muy en cuenta pero quiero que este libro no sea ni de terror ni solo para mayores de 18, así que lo dejaremos para otra ocasión.