Las crónicas de Pandora

Capítulo 12

 

 

 

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            —Pobre hombre, la tía le está poniendo unos cuernos de libro —se mofó Chemo, que observó la escena entre risas, escondido en la invisibilidad de su traje. Su casco evitaba que se pudiera escuchar su voz fuera del micro.

            —Joder tío, y yo que pensaba que se la iba a trincar... Menudos muermos.

            —¿Podéis dejar de pensar en lo mismo, so cerdos? —Protestó Lyu—. Os recuerdo que estamos trabajando.

            —Diversión no tiene por qué estar desligado del trabajo, sobre todo si es uno tan soporífero como es vigilar a una pareja de amargados de la vida.

            —Dejad de hablar tan alto, dudo que los cascos puedan insonorizarnos tanto —protestó Vanessa.

            —Yo digo que estos dos no tienen a ninguna mafia detrás, estamos perdiendo el tiempo. Volvamos a la nave, ya no aguanto más el traje de grafeno, estoy escocido de tanto sudar —protestó Jaime entre susurros.

            —Podían inventar algo que evite el hedor corporal, con lo que sudamos, la peste cuando nos desnudamos tira de espaldas a un burro —abundó Chemo.

            —Eso no tiene solución —bromeó Lyu—. Me refiero a vuestro hedor.

            —Como si vosotras olierais a rosas —respondió Jaime.

            —Desde luego no olemos igual que vosotros, yo me ducho dos veces al día.

            —¿Y crees que nosotros no?

            —Yo soy una princesa, vosotros unos orangutanes —se burló la mujer de rasgos orientales— Antes de ponerme el traje me pongo aceite de oliva para evitar escoceduras y malos olores.

            —Has dado en el blanco —terció Vanessa—. Estos dos se creen que el de la nave solo vale para sobarse el pene.

            —Yo no hago eso —replicó Chemo.

            —Pero ahora que te lo hemos dicho te gustaría —contestó la mulata entre risas.

            —Pues no, en eso te equivocas guapa. A lo mejor es que quieres que lo haga para ti, en un pase privado.

            —No me hagas reír...

            —Callaros, coño —protestó Jaime—. Mirad.

            Estaba vigilando a Jazira y vieron que éste se había despertado y volvía a encender el monitor del PC. De nuevo se quedó dormido sobre sus brazos. Al moverse, el pergamino se estaba desenrollando y si nadie lo detenía se podría romper al abrirse demasiado o caer abierto al suelo.

            Vanessa lo detuvo con la mano, temiendo que Jazira despertara. Lo volvió a enrollar y lo colocó de tal manera que no se pudiera desenrollar de nuevo.

            —¿Cómo es que sigue trabajando? —Preguntó Chemo—. Mañana tiene que madrugar.

            —Bueno, no se puede negar que al menos dormirá algo —puntualizó Lyu.

            —Está claro nosotros sobramos aquí —dijo Jaime—. El pergamino no parece interesarle a nadie. Lo que me mosquea es su mujer, debería seguirla yo mañana.

            —Qué morro tienes tronco, yo voy contigo —se ofreció Chemo—. Si tiene un amante...

            —¡No es por eso idiota! —Protestó su compañero—. Estoy casi seguro de que todo lo que ha dicho ella es mentira.

            —Concuerdo contigo, Jaime, no creo una sola palabra de lo que dice. Se nota a la legua que está coaccionada —intervino Vanessa—. No deberíamos perdernos detalle, lo mejor es que dos se queden con Jazira y dos sigan a su mujer.

            —¿Lo ves? Nos entendemos —se alegró Jaime.

            —Me pido la chica —se apresuró a decir Chemo.

            —¡Yo me la pedí antes! —protestó el otro.

            —¡Callaros! —ordenó Lyu—. Se escuchan vuestros gritos, le habéis despertado.

            —Haremos dos equipos, me quedaré yo con Jaime, alguien tiene que controlar a estos descerebrados.

            —¿Me dejas con el niñato este? —Bufó Vanessa.

            —¿A quién llamas...?

            Jazira les miraba asustado. Por su expresión de pasmo podría decirse que les estaba viendo, aunque era imposible ya que eran completamente invisibles.

            —Nos ha oído —susurró Lyu—. Dejad de hablar tan alto.

            —Juraría que he escuchado voces —comentó el somnoliento Jazira—. Mierda, no puedo dormirme y dejar esto a la vista, Raquel podría verlo.

            Se puso a enrollar el pergamino y mientras lo hacía suspiró con cara triste.

            —¿Me está engañando? —Se preguntó.

            —Eso espero —murmuró Chemo con voz de pervertido.

            —Que tonto eres, no tienes sensibilidad —regañó Lyu—. Es por estas cosas que eres un puto niñato.

            —Un respeto, solo estoy bromeando.

            —Por eso es mejor que os separéis, cuando Jaime y tú os juntáis parecéis borregos ... O más bien monos en época de apareamiento.

            —No es él quien me pone, precisamente —bromeó Chemo.

            —Pues a mí no me mires que te parto la cara —protestó Vanessa.

            —¡Menudo inicio de equipo!, ya empezamos con amenazas.

            Jazira sacudió la cabeza y se despertó mirando hacia ellos.

            —Deben ser los vecinos...

            Buscó en el pergamino la marca que había dejado y se extrañó de no encontrarla. Se rascó la cabeza y buscó por todo su escritorio. Finalmente encontró el marcador en el suelo.

            —Pero cómo... —se extrañó.

            —Joder, no me di cuenta de que se cayó eso —susurró Vanessa al recordar que estuvo a punto de caerse y lo volvió a enrollar sin percatarse de que se cayó el marcador. Iba a ser difícil entender lo que había pasado, desde el punto de vista de Jazira.

            —Debe ser una señal —susurró el lingüista—. Pero qué significa...

            —¿Qué dice ese hombre? —protestó Chemo—, habla solo.

            —Se durmió sin quitar el marcador del pergamino —explicó Vanessa—y al dormirse lo empujó y estuvo a punto de caerse ya que empezó a desenrollarse. Yo lo sujeté y la marca que tenía para continuar se cayó al suelo. Ahora se debe estar preguntando cómo llegó a salir el marcador de dentro del rollo.

            —¿Y cree que es una señal del cielo? —Se mofó Chemo—. Hay que ser...

            —¿Qué pensarías tú, niñato? —Le cortó Vanessa.

            —Vale, y deja de llamarme eso. Me ofendes.

            —Y tú no te comportes como un adolescente con sobredosis de hormonas.

            —Os va a escuchar —urgió Lyu entre susurros al ver que Jazira volvía a mirar hacia ellos.

            —Deben ser vecinos nuevos —negó con la cabeza—. Vaya unas horas para discutir...

            —En una cosa tienes razón —continuó hablando Chemo en voz más baja—. Me sobran hormonas, tendrías que ver cómo me afecta a mi erección, debería inscribirme en el libro Guinness de los récords.

            —¿Por qué? ¿Eres adolescente más viejo del mundo? —Se burló Lyu, entre risas.

            Esta vez se rieron todos, incluido Jaime. El único que no lo hizo fue Chemo.

            —Tú ríete, pero llegará el día que te ensarte con mi tranca y tu potorro no podrá contenerla entera. Entonces vas a llamarme Dionisio o Hércules. Me vas a idolatrar, pequeña.

           Jaime rompió a reír a carcajadas sin poder contenerse.

            —Qué basto eres tronco —decía, casi sin aliento.

            Vanessa dejó de reírse y volvió a burlarse.

            —¿En serio tengo que vigilar con el Dioni?

            —Como sigan formando ese escándalo voy a tener que llamar a la policía —protestó Jazira, que no dejaba de mirar hacia ellos—. Así es imposible concentrarse.      

            —Si no vais a dejar de dar voces marcharos fuera —protestó entre susurros Vanessa—. No pintamos nada todos aquí.

            —A ti te mola el judío este, ¿Eh? Anda que no se nota que le pones ojitos —respondió Chemo, jocoso.

            —Si con molar te refieres a que es el único hombre de esta sala, pues tienes razón.

            —Mejor nos vamos a tomar el fresco, me estoy agobiando con este traje. Volvamos a la nave —aceptó Jaime de buena gana—. Estas ya no entienden nuestros chistes y empiezan a ofender.

            —Eso, fuera de aquí —abundó Lyu.

            Los chicos salieron por la ventana y usaron sus botas gravitatorias para caminar por la pared del edificio hasta la azotea plana donde tenían el halcón.

            —Mejor me acuesto, me muero de sueño —murmuró el lingüista, después de volver a poner la marca en el rollo.

            Con sumo cuidado lo puso sobre el jersey de lana gris y lo enrolló dentro. Luego lo metió en su armario y se fue a acostar.

            —Me quedo de guardia yo —se ofreció Vanessa—. Vete a dormir un poco a la nave.

            —Mañana me toca a mí —accedió la compañera.

            —Vamos, descansa, sino no podrás resistir tanto tiempo despierta. Os aviso por el comunicador cuando se despierten.

            —No tengo muy claro que sirva de nada vigilar a esta pareja. No obstante, me fiaré de tu intuición.

            —Puedo haberme equivocado, no soy adivina. Pero ¿Qué otra cosa podríamos hacer? Estamos en un callejón sin salida y este hombre tiene entre manos un trabajo que podría cambiar el mundo que conocemos, estoy segura de que está en peligro.

            —Solo digo que quizás un día de descanso no nos vendría mal. Mañana es sábado y nosotros aquí, pringando. Ni siquiera estamos por órdenes de Montenegro...

            —Si tenéis planes, marcharos, me quedo yo el fin de semana —replicó Vanessa.

           —No fastidies, ¿Y si tienes razón y te encuentras al enemigo tú sola? No pienso dejarte.

            —Pues diles a esos dos tarados que se marchen, seguro que están así porque no pueden desfogarse en una discoteca.

            —Ni hablar tía. Nunca les digas esto que te voy a decir, pero... Serán unos tuercebotas, botarates, pervertidos y descerebrados, pero en combate, me siento mucho más segura con ellos a mi lado.

            Vanessa soltó un largo suspiro.

            —Solo era una sugerencia. Descansa bonita.

            —No sueñes demasiado despierta... —Aconsejó Lyu desde la ventana—. Ese hombre está casado y es judío. No tienes posibilidades, esta gente no sabe lo que es el divorcio.

            —¿Tú también? Qué pesados estáis.

            —No, no somos nosotros —replicó con aire cansado—. Eres tú, solo hay que ver cómo le miras.

            No le dio tiempo a responder porque salió caminando por la pared exterior y aunque podían comunicarse por el casco igualmente, dio por terminada la conversación. 

            «Qué manía les ha entrado a todos con eso... —Protestó por dentro—. Aunque admito que tiene un polvo... Pero es por su parecido con Antonio Banderas. Todo el mundo confecciona una lista de personas con las que se acostaría incondicionalmente. Si Lyu se encuentra con alguien que se parezca a Brad Pitt o Bradley Cooper se lo come sin preguntarle su nombre."

            Una vez se aseguró de que Lyu estaba en la nave cuando escuchó por el comunicador que hablaba con los chicos, apagó su casco, se lo quitó y lo dejó en un lugar donde solo pudiera verse la puerta de Jazira, no el ordenador y el armario. Así evitaría que la vieran curiosear.

            — Por fin sola —murmuró sin emitir sonidos. Ahora ningún casco la protegía.

            Se abrió de piernas y se deslizó la mano por debajo del pantalón de grafeno, que era tan elástico como unos leggings de tela. Sus dedos se deslizaron por el vello púbico y bajó la mano hasta la vagina, abrió los labios con mucho cuidado de no hacerse daño con las uñas e introdujo los dedos en el interior. Notó el dildo del tamaño de un pepino pequeño, lo cogió y lo extrajo con cuidado, estaba muy resbaladizo.

            «¿Cómo lo llevarás sin que se enteren los del cuartel?» —Le preguntó su "cliente".

            «No te preocupes por eso, las mujeres tenemos más escondites que los hombres. »

            Aunque era algo grande el bulto y al principio la excitó llevarlo todo el día dentro de su cuerpo, en seguida se acostumbró. No era la primera vez que llevaba algo así ahí. Los días que estaba cachonda se metía un juguete sexual con vibraciones aleatorias y de ese modo pasaba un día especialmente excitante. En la actualidad había tantos de esos chismes que era difícil no disfrutar del sexo en solitario en cualquier momento y lugar. Por esa razón llevar ese bulto tan voluminoso no fue ninguna molestia en cuanto se acostumbró a tenerlo dentro. Ese no vibraba... Aunque no habría estado mal.

            Cuando lo sacó fue al baño y con la luz apagada tanteó el lavabo y abrió levemente el grifo para lavar la cápsula. No quería manchar las lentes de la mini cámara con sus fluidos vaginales. En cuanto la limpió bien usó la toalla para secarse las manos y la cápsula de plástico con forma de huevo alargado. Giró cada hemisferio hacia un lado y se desenroscó. Dentro estaba un artefacto rectangular con una gran lente y varios botones.

            «Es una cámara de última generación, liviana, versátil y con visión nocturna» — le había explicado su "cliente"—. «Podrás hacer fotos de treinta y dos megapíxeles sin efecto ruido de cualquier documento que fotografíes en la oscuridad. Utiliza la frecuencia infrarroja y tiene un potente flash invisible para que no tengas problemas.»

            «Descuide, me basta con que haga fotos».

            «No quiero más que una, del pergamino nada más, por encima. Después conecta el dispositivo por bluetooth al ordenador de Jazira y cópiate el fichero de su traducción.»

            «¿Y si no puede conectarse?»

            «Usa el conector USB» —Respondió—. «Haz como prefieras.»

            «¿Cuánto me va a dar por adelantado?» — Preguntó ella.

            «Diez mil» —respondió.    

            Aquella respuesta vino acompañada de un fajo de billetes metidos en un sobre. Veinte de quinientos, nunca había visto tanto dinero junto que fuera para ella.

            «Los otros noventa mil te esperan al entregar la cámara con lo que te he pedido. Foto del pergamino y el documento de la traducción. Si resulta ser el auténtico y tienes que hacer limpieza te daré un millón de euros al finalizar el trabajo.»

            Realmente no estaba allí por unos cientos de miles, lo que la hizo aceptar la oferta fue el millón. Así fue cómo le llamó la atención ese desconocido cuando estaba en una tienda del centro comercial probándose unos zapatos. «Pareces una chica que le gusta comprar cosas de gran calidad. ¿Quieres ganar un millón de euros?». Ella le miró como si estuviera loco pero no le pareció que lo fuera al ver al tipo rubio, de ojos claros y sonrisa astuta mirándola con cierta malicia, como si del Diablo se tratara, ofreciéndole un pacto.

            Su mente regresó al momento del contrato.

            «¿No prefiere que haga la copia cuando haya terminado?» —Le pregunto.

            «Solo quiero saber qué es lo que dice ese manuscrito. No voy a robarlo. Si es el auténtico, y tengo la certeza de ello, quiero que lo quemes. Y también tendrás que matar al lingüista y al hombre que le hizo en encargo, el director del museo. No quiero testigos.»

            Aquella orden la aceptó sin problemas en su momento pero recordarla ahora le suponía un problema, Jazira le gustaba y por lo que había podido leer en su pantalla, era auténtico.

            «¿Y qué hay de la mujer» —Preguntó ella.

            «No sabe nada, descuida. He tenido que interrogarla durante días y si tuviera algún conocimiento me lo habría dicho. »

            «¿La ha torturado?» — Inquirió Vanessa, que aunque trabajaba para él no aprobaba lo que estaba escuchando.

            «Tengo mis armas masculinas» —replicó su "cliente" a modo de réplica a su respuesta anterior—. «No necesitas saber más, a ella no tienes que matarla, ¿entendido?»

            «¿Y si me pilla matando a su marido?» —inquirió.

            «Asegúrate de que no sea así. Esa mujer me pertenece así si sufre cualquier daño, no solo no verás un billete más sino que acabaré contigo.»

            «No tiene que repetírmelo, no me agrada matar inocentes»—se había quejado—. «¿Cómo hago la entrega? Si le vuelvo a ver sospecharán. Seguramente no podré volver a ver a ese lingüista cuando termine mi misión allí.»

            «Esa cámara lleva tarjeta de teléfono internacional. Todo lo que contiene se subirá automáticamente a la nube. Guárdala y cuando pasen dos días, destrúyela.»

            Al recordar eso se dio cuenta de que su cliente se había enamorado de Raquel. En su secuestro debió llegar a intimar con ella más de la cuenta y al recordar que dijo su nombre cuando dormía, no había duda de que también Raquel estaba enamorada de él.

            Extrajo el manuscrito con sumo cuidado y lo desenrolló en el escritorio. Hizo varias fotos ya que de noche no sabía si estaban saliendo bien, la cámara no tenía pantalla, solo objetivo y botones.

            Volvió a guardarlo tal cual como lo encontró  encendió el ordenador. Ese era el momento más delicado, no estaba segura del código que había introducido para desbloquearlo. Era un pin de cuatro dígitos y podía ser 9285 o 3285, solo recordaba el movimiento rápido de sus dedos. Al ver el teclado supo que era la primera. Algunos teclados tenían los números altos en la parte de abajo, como los de los cajeros automáticos y por eso dudaba.

            Logró desbloquearlo a la primera, abrió la carpeta "Nueva carpeta" de su escritorio, que no se había molestado ni en esconder y al abrirla vio el fichero: "trabajo museo.txt". Lo abrió y encontró la traducción completa.

            —Ahora a conectar este chisme...

            No quería complicarse la vida, ni tampoco entendía demasiado de ordenadores como para meterse en un equipo desconocido y emparejar un aparato por bluetooth. Enchufó el USB al ordenador. Apenas lo hizo el sistema mostró la unidad "Ghost" de 256 Gb de capacidad.

            Seleccionó el fichero y con el botón derecho, en el menú contextual seleccionó "Copiar" y luego en la carpeta de la cámara pulsó el de "Pegar".

            No tardó ni un segundo.

            Volvió a apagar el equipo y sintió una carga abrasadora en el pecho. La muerte de Jazira o el millón de Euros. Lo cierto era que el millón sonaba genial, pero no era solo por dinero. Ese misterioso Rodrigo le daba mucho miedo. Podía traicionarlo, pero no le encontraría. Él, en cambio sabía su nombre, sabía dónde encontrarla y si le traicionaba podía hacer daño a toda su familia. Por otro lado, si seguía sus instrucciones seguramente le pediría que siguiera trabajando para él y quizás no dejara de hacerlo hasta que lograra que destruyera el EICFD. Después… Simplemente se desharía de ella.

No creía que usara tecnología para encontrarla y espiarla, temía que utilizara poderes psíquicos (aunque era una locura y no tenía ninguna prueba de ello). Lo pensaba porque si no fuera así, ¿cómo es que los del cuartel no interceptaban su rastreo?

            Vanessa se miró las manos, sus dedos temblaban.

Ese hombre era un misterio, hasta Raquel le conocía (la mujer de Jazira), sabía que tendría conflictos morales si llegado el caso tenía que ejecutar al lingüista. Un millón era dinero suficiente para pagarle la casa a su madre, comprarse ella una propia y vivir como una princesa comprando la ropa que le diera la gana sin preocuparse de lo cara que era. Quería creer que después de ese trabajo la dejaría en paz.

Disfrutaría de su vida y nadie se enteraría de nada.

Pero sabía que no tendría esa suerte.

           Apagado el ordenador metió la cámara en la cápsula con su cable y volvió a deslizarla al interior de su vagina. Esos datos ya estaban subiendo a la nube de Rodrigo. ¿Cómo sabría lo que tenía que hacer después?

            Volvió a ponerse el casco y se sentó en el suelo. No tardó demasiado en quedarse dormida.

 

           

           — No me basta —escuchó su sugerente voz masculina—. Debes seguir espiándole, déjale terminar la traducción y te daré más instrucciones.

            Vanessa trató de abrir los ojos pero fue incapaz.

 

 

            — Despierta —escuchó por el comunicador—. ¿Cómo has podido dormirte? Se han ido los dos —era Lyu.

            — Mierda, no... Me he dado cuenta de que me he dormido.

           

 

 

 Continuará

           

 

           

           

 

Comentarios: 7
  • #7

    Alfonso (viernes, 22 julio 2022 02:55)

    Esos de la Brigada C hasta en la vida real se pelean. Deberíais de aprender de mí. Tarde que temprano Abby sucumbirá. Jejeje

  • #6

    Tony (jueves, 21 julio 2022 12:44)

    Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia jeje, pero creo que ya es tarde para decirlo.
    Aún es pronto para que la pelea trascienda la realidad jajaja.
    Dije que sacaria trapos sucios de todos, no os lo toméis como algo personal, es para darle profundidad a la historia y a mí no me gusta tachar a nadie con un cliché (el malo, el tonto, el feo, el guapo, el broncas, la "chica"... Esas cosas, para mi, destrozan un buen argumento).

  • #5

    Vanessa (miércoles, 20 julio 2022 23:13)

    Nunca me imaginé que iba a ser la chivata del grupo. Y ahora hasta el tarado de Jaime desconfía de mí. Lo trataré peor que a una pulga la próxima vez.

  • #4

    Chemo (miércoles, 20 julio 2022 13:42)

    Conociendo a Tony, diría que Vanessa no confía en Rodrigo y ha informado de la situación a Montenegro. Mientras tanto, Chemo, Jaime y Lyu rastrean la información enviada por Vanessa para atrapar a Rodrigo y su banda de vampiros.
    ¡Qué os han parecido mis habilidades detectivescas? Jeje

  • #3

    Tony (miércoles, 20 julio 2022 06:13)

    Me hace gracia las conclusiones que sacáis.
    No la juzgues... Solo te digo esto o destripo lo que viene después jeje.

  • #2

    Jaime (miércoles, 20 julio 2022 04:53)

    Menudo lío en que se ha metido Vanessa. Ahora será extorsionada por Rodrigo por el resto de su vida a ser una espía del EICFD. Por eso no confiéis en las féminas que siempre os tracionan.

  • #1

    Tony (martes, 19 julio 2022 08:59)

    Próxima parte de vuelta a Madrid. Antonio y Ángela pasarán su primer finde juntos como pareja.
    (Ya hasta os doy un resumen, como en las series de los 80)
    No olvidéis comentar.