El vórtice

11ª parte

         Cogió una de las sillas del extraño templo y se sentó a un metro de distancia del altar donde volvían a subirla. Le quitaron de mala manera las zapatillas, los leggings y la ropa interior y la tumbaron sobre el infame altar. Solo su roce áspero con su piel le hizo tener recuerdos horribles y demasiado recientes.

         —¡Por favor! —Suplicaba, tratando de liberarse usando ya todas sus fuerzas y sin importarle el daño que le hacían las cuerdas.

         Cuando la ataron al altar y apareció el primero de la fila Alastor se levantó sonriendo mientras la miraba allí tendida, como si también la deseara él.

         —Un momento, muchachos, lo mismo que dicen en los naufragios... Las mujeres, los niños y los ancianos primero.

         Se bajó el pantalón y mostró un falo tan erecto y grande que los que lo vieron estallaron en carcajadas. Se daban codazos entre ellos y se reían de los demás mientras señalaban los genitales ajenos. Al acercarse y ver su vagina tan maltratada y llena de costras sonrió, se subió al altar y se dispuso a penetrarla.

         —¿¡También tú!? —Chilló ella, fuera de sí.

         —No es lo que parece. Te voy a hacer un pequeño regalito.

         Le guiñó un ojo y sin dudar un momento presionó con su pétreo pene en sus labios resecos y doloridos hasta que rompió la resistencia y se le alojó dentro, arrancando alguna costra y venciendo su sequedad por la fuerza, explorando el más profundo rincón de su vagina.

         El dolor fue horrible aunque notó algo de placer. Nadie había alcanzado la zona donde Alastor llegaba y se retorció, avergonzada, porque realmente la estaba haciendo disfrutar. Pero ella no quería y comenzó a llorar. 

         No tardó mucho en terminar. El viejo se corrió dentro con abundancia y sacó su miembro de piedra envuelto en un líquido gélido.

         —Alegra esa cara —exhibió media sonrisa—. Ya no podrás morir aunque te violen cien veces más.

         —¿Qué me has hecho?

         Lo supo de inmediato. Su vagina comenzó a arder con un fuego terrible que la hizo arquear de dolor. Sintió esa oscuridad atravesando su vientre, alcanzando su corazón y en cuestión de segundos, lo detuvo. Sus pulmones se colapsaron, sus brazos, su cabeza, su mente... El dolor cesó de repente cuando fue insoportable.

         «Bienvenida a tu nueva vida, hermana» escuchó por telepatía claramente la voz de Alastor.

         Abrió los ojos y vio que se acercaba el primero de la fila dispuesto a violarla. Se bajó los pantalones y ella notó que si tiraba con fuerza de las cuerdas podría soltarse sin demasiadas dificultades. De pronto tenía tantas fuerzas que supo que podía marcharse cuando quisiera. De una patada partiría por la mitad a cualquiera de esos brabucones.

         Se subió sobre ella y la intentó penetrar. Se lo permitió, eso le acercaba y en ese momento lo quería lo más cerca posible. El pene, sin embargo, no logró atravesar el conducto de su vagina, era como si tratara de escarbar en metal con una pajita de plástico. Ángela le sonrió y le lanzó un beso al aire. El hombre, la montaña de músculos que reclamó ser el primero en poseerla, el tal Derek, sonrió complacido y se subió sobre ella para besarla en los labios.

         Ángela arrancó los amarres y abrazó al hombretón mientras clavaba sus dientes, sus afilados colmillos retráctiles en su máxima longitud, en su cuello.

         La sangre comenzó a manar y deslizarse por su garganta. La sintió como la mejor bebida que probó en su vida. Calentita, densa, vigorosa, la llenaba de una fuerza y vigor de cien hombres.

         Cuando se vio satisfecha apartó a Derek de un empujón y cayó rodando por el templo. Miró a su alrededor, todos la miraban aterrados. Vio que las botas de Derek eran de su agrado, mejores y más resistentes que sus viejas zapatillas. Se las sacó de sus pies, aún desnuda, disfrutando de la turbación y el pánico de los asistentes. Se puso los leggings sin ropa interior, se colocó las botas y se quedó mirando a uno de los más adelantados.

         —Me gusta ese chaleco —siseó, sonriendo.

        To... Toma, es todo tuyo.

         Era de cuero y le quedaba algo grande pero era negro y conjuntaba perfectamente con su ropa y sus nuevas botas.

         —¿Siguiente? —se ofreció.

         Derek, que aún estaba vivo y consciente, se sujetaba la sangre que brotaba de su cuello y salió corriendo despavorido.

         Los demás no tardaron en seguir su ejemplo.

         Hasta que se quedó a solas con Alastor.

         —Ya me lo agradecerás otro día.

         —¿Por qué? —Preguntó enojada—. ¡Yo no quiero ser esto!

         —Vaya —el viejo titubeó unos segundos—. ¿Tienes idea de la cantidad de personas que desearían el don que te he dado?

         —Inmortal, depender de la sangre humana, temer la luz del Sol... Inmunidad a los deseos carnales,... Nunca podré... Tener una familia.

         —No digas bobadas, ¿tú? —Se burló el viejo—. Te olvidas de que ya he leído tu mente durante meses.

         —Pues habré cambiado.

         —Lo dices por ese hombre, ¿cómo se llamaba? Antonio Jurado... Casado, felizmente, por cierto... No tenéis mucho futuro.

         —¡Mientes! —Gritó.

         —Y por si no lo sabes sí que lo sé. Has cambiado. Ni siquiera eres quien crees ser.

         —¿Qué?

         —Mira, con lo que me has contado, Génesis no está ahí. De lo contrario no habría podido hacerte lo que yo soy. Y unos días antes de caer en este horrible lugar hice un experimento... Creo que te he salvado de esos hombres solo para poder contártelo. Necesito ver tu cara, saber lo que piensas cuando te diga la verdad.

         —¿De qué estás hablando?

         —Verás, tú no eres Ángela Dark. Lo sé, tu cabeza te lo dice, pero dime una cosa: ¿Sentías algo por ese hombre cuando comenzaste a tirártelo?

         —Nada.

         —¿Al menos te gustaba?

         —Ni por asomo, aunque en cierto modo disfrutaba haciéndole tropezar, romper su resistencia con su deseo de hacer... Sexo conmigo, en contra de su voluntad.

         —Pero un día... Le querías —completó el viejo.

         —Supongo que fue inevitable. El roce puede lograr esas cosas —respondió.

         —Esa noche hice mi experimento. Pensé en lo divertido que sería comprobar hasta qué punto es importante el alma en una persona. Cambié vuestra psique. La tuya con la de la esposa de Antonio Jurado. Curiosamente, en cuanto abriste los ojos, tu amor por él persistía. Uno difícil de explicar, sano, sincero, total y entregado. Seguramente. Y el dolor en tu corazón fue peor que una espada atravesándolo porque ya no era tuyo. Tu alma lo sabía, por eso estás tan confundida con tus sentimientos, por ese motivo le amas tanto.

         —Entonces,  no soy quien creo ser...

         —¿Te crees Ángela Dark? Pues eres Brigitte. La otra, la que te engañaba con tu marido, está ahora retozando con él y contenta de que tú ya no estés en el mundo. Pero no la culpes, ella no sabe nada.

         —¿Si no has cambiado los recuerdos qué demonios has hecho? —Protestó Ángela.

         —Podría ser más detallado, desde el punto de vista científico. Cogí hipófisis y la intercambié con la de Brigitte, la esposa de Antonio. En esa glándula no hay recuerdos.

         —¿Y por qué iba eso a cambiarnos de cuerpo? Estás chiflado.

         —¿De verdad? —Alastor sonrió mostrando su dentadura de blanco marfil—. Ya no eres implacable, dejaste escapar a los tres soldados que quisieron violarte.

         —No se te escapa una —replicó asqueada.

         —Yo soy el dios del Vórtice, no tienes que contarme nada. Estoy seguro de que mi experimento ha sido un éxito.

         —Eres un bastardo. ¿Qué clase de mente retorcida pensaría hacer algo así?

         —Como te dije, es un experimento. Quería descubrir si de verdad el alma hace a las personas. ¿O eran sus decisiones y recuerdos los que determinan las tendencias de los individuos? ¿Cómo podría saberlo si no lo probaba? Dos vidas tan distintas compartiendo lecho con el mismo hombre. Erais el ejemplo perfecto.

         El anciano hizo una pausa y la miró como un profesor a un alumno a punto de contarle algo importante.

         —Lo cierto es que todos tus recuerdos no son verdaderamente de tu propiedad. Excepto estos últimos días antes de caer aquí. Y por tanto, debo reconocer que no tengo nada contra ti. Tú no eres ninguna de mis dos enemigas, así que... ¿Por qué matarte?

         —¿Y ahora qué? —Preguntó, confusa.

         —Bienvenida al campamento. Nadie te toserá a partir de ahora. Equípate con lo que quieras, sal, haz lo que te venga en gana. Estaré atento, sé que nadie desea más que tú, escapar de este pedrusco del espacio. Cuando lo consigas, me marcharé contigo.

         —¿Me dejarías matar a alguien? —Preguntó, retadora—. Juré no dejar alma con vida en este campamento.

         —Vamos, no seas burra. Tú y yo sabemos que... Lo pasaste bien. Vas a desear repetirlo y no podrás. ¿Y qué vas a lograr si les matas? Me obligarás a poner cartas en el asunto y tendré que acabar contigo. No queremos volver a tener problemas, ¿verdad? Fíjate, he hecho un trabajo excepcional, hasta te he curado tu horrible cicatriz. No te ha quedado ni un rasguño.

         —¿Cada cuánto necesitaré sangre?

         —Igual que antes. Date cuenta que solo he hecho una cosa y ha sido que te he vuelto vegana. Ahora no te alimentarás de nada que no sea sangre humana. Sé discreta, hazlo cuando duerman estos zoquetes. Algunos ni se enteran. Eso sí, si acabas con uno ten cuidado... Sácalo del campamento.

         —¿Por qué? —Preguntó, confundida.

         —Cuando los vampiros matamos a alguien desangrándolos y no le damos de nuestra sangre, no mueren realmente. Sus cuerpos se levantan como espectros. Solo hacemos vampiros a los que mordemos y dejamos que beban de nosotros. A los que no sácalos del campamento, pueden contagiar toda nuestra comida y no hay mucha por aquí. Pero lo mejor es que les dejes inconscientes. Despertarán cuando les muerdas y al quedar desmayados pensarán que fue una pesadilla.

         —Entonces esos monstruos de ahí fuera... ¿Son los que has matado?

         —¿Yo? Aún no he matado a nadie desde que estamos aquí. No quiero problemas.

         —Creía que comías corazones aún palpitantes —replicó Ángela.

         —Todos tenemos vicios —protestó.

         —¿Entonces los vampiros son los causantes de los brotes de zombis de la Tierra?

         —Lamentablemente no controlo a todos mis vástagos. Aunque el más problemático, Rodrigo, era el que causaba casi todas las infestaciones de los últimos años. Pero yo siempre me he hecho responsable y nunca me ha fallado el EICFD. Los conociste. Ahora deben estar buscándome. No entiendo por qué aun no sé nada de ellos.

         —No soy científica pero supongo que los instrumentos electrónicos de la Tierra no pueden recibir ninguna señal de un lugar donde no funciona la electrónica —replicó ella.

        Um, tiene sentido... Nunca imaginé que tú y yo pudiéramos hablar así... Como compañeros —reflexionó él.

         —¿De qué hablas monstruo? —increpó Ángela.

         —Soy una persona, nunca lo olvides. Puedo tener mi temperamento, pero me gusta cuidar a los míos. Si quieres que sea un monstruo tendrás un monstruo, aunque podemos ser amigos, camaradas, colaboradores, elige tú la palabra, es lo de menos.

         —Ni sueñes que yo pueda considerarte compañero —respondió enojada.

         —Pues es una pena —suspiró el viejo—. ¿Y si me llamas aliado? ¿Lo soportarías?

         —Podría ser —refunfuñó Ángela.

 

 

 

 

Comentarios: 8
  • #8

    Lyubasha (jueves, 30 abril 2020 14:16)

    Tengo muchas ganas de que llegue la continuación para saber por qué Alastor le ha dado poderes a Ángela.
    Siento curiosidad por ver qué pasará ahora con la familia que vive en la fábrica abandonada: si seguirán allí o si, ahora que tiene poderes, los invitará a ir al campamento para poder protegerlos.

  • #7

    Chemo (martes, 28 abril 2020 23:57)

    Yo también estoy intrigado en saber por qué Alastor da el poder de la oscuridad a Ángela. Quizá de esa forma la pueda controlar o hacer salir a Génesis para enfrentarla.
    A esperar la continuación.
    Por cierto, Alfonso. No me preocupa tanto que ya no haya una segunda ronda ya que me tocó en la primera. :)

  • #6

    Alfonso (domingo, 26 abril 2020 18:18)

    No sé qué espera Alastor que Ángela haga que él mismo no pueda hacer. Pienso que Alastor tiene un plan para escapar del Vórtice y ese plan de alguna forma involucra a Ángela.
    Y lo siento por Chemo y Alejandro porque la segunda ronda ha sido cancelada indefinidamente. Jejeje

  • #5

    Jaime (domingo, 26 abril 2020 17:18)

    Todavía falta por explicar cómo es que Ángela dio muestras del poder de Génesis en presencia de Alastor. ¿Será que Génesis quiso proteger a Ángela sin dar pistas a su padre que ella estaba presente?

  • #4

    Tony (sábado, 25 abril 2020 23:07)

    El reintercambio ocurre en “Los grises“, mucho después de que Ángela regresara del Vórtice.
    Espero que esto aclare la confusión.

  • #3

    Yenny (sábado, 25 abril 2020 22:09)

    También pensé que Génesis había reintercambiado las almas, ahora si me confundí más.
    Gracias por la nueva parte, ya no se ni que día estamos.

  • #2

    Jaime (sábado, 25 abril 2020 16:53)

    Ni me enteré que era día del libro. De todasformas, felicidades a todos.
    Si no mal recuerdo, Génesis en algún momento después de poseer a Ángela deshizo el intercambio de almas que efectuó Alastor entre Ángela y Brigitte. Si no, eso explica el romance entre Antonio y Ángela.

    La historia va con buen ritmo. Desafortunadamente ya no habrá otra ronda más. Aún falta por explicar qué hacen los zombis que rondan el cuartel.

  • #1

    Tony (viernes, 24 abril 2020 02:39)

    Feliz día del libro.
    Hoy no pensaba subir parte pero por el día que es (San Jorge) y dado que no hay modo de que regalemos libros a los demás por el confinamiento del Covid-19, al menos puedo regalaros esta continuación.
    Puede que le falte un repaso así que si encontráis erratas, no dudéis en señalarlas.
    Espero que todos sigáis bien.