Antonio Jurado y los impostores

10ª parte

         Salieron del puerto evitando ser vistos por nadie. Cualquiera podía estar buscándolos. Seguramente la trifulca había terminado y puede que el vencedor de los dos bandos se habría dado cuenta de las ausencias. Fueron tan estúpidos de dejar los sacos y cuerdas por allí, si los hubieran escondido o llevado consigo quizás no se habrían dado cuenta.

         Antonio no quería hablar con esa chica, no podía confiar en nadie. ¿Por qué Abigail lo había arrastrado a la otra punta del mundo para entregarle a su jefe? Ella ni siquiera sabía quién era él, podía ser que supiera de su historial con el EICFD, o de su habilidad de encontrar personas desaparecidas, pero era imposible, él la encontró a ella y esa mujer ni siquiera sabía su nombre ni le importaba. De hecho había matado a su hijo... Y le dijo que fuera a encontrar a "La mona Lisa" y cuando la encontrara, la dejara matarla. Por un momento pensó si esa chiquilla que le seguía era Arita, pero tampoco tenía el menor sentido. Solo existía una certeza, se había creído lo que le dijo Abigail (a pesar de ser una historia de locos) y todo era falso. Ahora no tenía ni dinero ni forma de llegar a casa.

         ¿Qué habría pasado si no hubiera escapado? ¿A dónde les llevaban? ¿Sería un cargamento para entregárselo a esa mujer? ¿Querían transformarlos a todos en impostores? ¿Pero por qué pensaría Abigail que él iba a poder enfrentarse a sus secuestradores? ¿No le importaba su destino y le utilizó de excusa para llegar al líder del clan yakuza, usándole como moneda de cambio y obtener su perdón? ¿O esperaba que si le llevaban a Arita él iba a poder enfrentarse a ella, a diferencia del resto de prisioneros?

         —Policía allí. Tenemos que denunciar lo que nos han hecho. ¡Señor! —Urgió la muchacha.

         —Vete tú, yo... No tengo papeles.

         —Yo papeles tampoco —replicó ella—. Nos han secuestrado, ellos nos llevan a casa. Además debemos salvar a los demás, deben saber dónde los tienen antes de que ese barco los lleve. Nunca volverán a sus casas. Nosotros somos su última esperanza.

         Al otro lado de la calle estaba el edificio de la policía japonesa. Jamás lo habría adivinado de no ser por aquella chica. No podía separarse de ella o moriría de hambre en las calles de Tokio.

         —Tienes razón.

         Cruzaron la calle mientras sentía que cometía un error irreparable. Si la pasma comunicaba a los yakuza que estaban allí, no tendrían escapatoria.

         Pero, por otro lado, no tenía elección.

 

 

 

         Dejó hablar a Akino, pues así supo su nombre. Todo fue sobre ruedas, hicieron llegar a la comisaría a un español de la embajada y le atendieron como una víctima de secuestro. Les contó lo justo para que le devolvieran a casa, que una mujer le amenazó con un arma y le golpeó. Cuando despertó aseguró que estaba en un saco en el puerto, con todos los demás.

         La policía japonesa era muy activa, en cuestión de horas atraparon a los contrabandistas y salvaron a los cincuenta y siete hombres y mujeres secuestrados y vendidos a una mafia norteamericana. A nadie parecía importarle qué iban a hacer con ellos.

         Consiguió llamar por teléfono a Brigitte aquella misma mañana. Le dijo que se encontraba bien y que pronto le devolverían a casa. Ella estaba muy asustada y le alivió tremendamente saber de él. Le dijo varias veces que le quería mucho y que no sabía qué hacer sin él. Pudo hablar con Charly y éste le gritó que por qué no estaba en casa, muy enfadado. Le explicó que ya no tardaría en volver y pronto podría darle un abrazo. Miguel habló después y le dijo, con tristeza, que le echaba mucho de menos.

         Pobrecitos, ¿qué habrían pensado? Llevaba tres días desaparecido. Necesitó dos más para volver a casa. Entre los secuestrados había dos españoles más, por lo visto eran personas secuestradas puntualmente de todos los países del planeta. Encontraron estadounidenses, mejicanos, alemanes, peruanos, argentinos, franceses, chinos, ingleses... Los más numerosos fueron los japoneses que eran cinco.

         Lo más extraño de todo fue cuando le hicieron el reconocimiento médico. No tenía ningún problema, en los análisis no salió ni colesterol alto, ni ninguna incidencia destacable en ninguno de los secuestrados. ¿Por qué era tan extraño?

         Él siempre tuvo problemas en las analíticas, que si triglicéridos altos, exceso de insulina, colesterol alto... Aún más extraño, en su cuerpo no había ni una sola cicatriz o verruga y recordaba haber tenido desde los 14 años una entre la mata de pelo púbico, tan grande como un garbanzo. Además tenía muchas en el cuello apenas visibles, y también habían desaparecido.

         Con esos hechos debía enfrentarse a la posibilidad más obvia: Abigail podía haber muerto. Su plan fracasó, le durmieron sin que ella lo supiera y al enfrentarse al jefe de los yakuza la mataron sin piedad. Luego le llevaron a Arita y ésta le transformó en un impostor, como a todos esos hombres y mujeres que ahora volvían a sus casas. ¿De verdad les había salvado? ¿O era parte del plan? Todo fue demasiado sencillo.

         Era una realidad dura, difícil de afrontar.

         Pero era la única explicación posible a lo que le había pasado. Sin embargo, ¿quién iba a creerle? Debía evitar contarle aquella paranoya a nadie, incluida su familia.

        

         Cuando llego a casa Antonio abrazó a su familia y hasta estrechó la mano a los invitados con la alegría de poder volver a verlos.

         Nunca se atrevió a contarles que intentaba matar a uno de los líderes Yakuza. ¿Quién le habría creído?

         Ni la prensa, ni la policía, ni nadie en absoluto, conocían la existencia de Abigail de modo que él tampoco mencionó su encuentro. Les contó a todos que había sido secuestrado y que no recordaba nada de cómo llegó a Japón.

         Al estar bien, los psicólogos de la policía le dieron de alta en seguida y pronto hizo vida normal.

         Cuando llevaba a los niños al colegio pensó que aquello había sido una pesadilla.

         Mientras estuvo con los demás secuestrados, muchos de ellos afirmaban no recordar nada de su llegada a Japón pero parecía que todos metían, igual que él.

          Los únicos españoles que conoció ese viaje no fue capaz de intimar demasiado con ellos. La embajada española les había asignado un psicólogo a cada uno para superar el trauma, y de paso averiguar lo que les sucedió.

         En realidad no lo habrían hecho de no haberse reunido los países afectados para actuar todos a una con cada uno de los secuestrados.

         Lo que preocupaba a la policía era que ninguno demostraba haber pasado ningún trance. Nadie recordaba cómo llegó a Japón y sospechaban que era por el terrible recuerdo que habían anulado.

         Antonio sabía lo ocurrido con él, de los demás no tenía la más remota idea. Estaba seguro de que todos guardaban un secreto y lo más probable era sería distinto al suyo.

 

         En su casa no contó nada para evitar problemas. Charly le repetía a menudo que no volviera a marcharse y le abrazaba con fuerza cada ves que le dejaba en el colegio. Miguel también le demostró lo mucho que le quería cuando le besó aquel día y le abrazó antes de entrar con su clase al cole.

         —Te voy a echar de menos —le dijo el peque.

         —Y yo a ti, pequeñajo.

         —No soy gran pequeño —respondió enfurruñado.

         —Anda ya, pórtate bien en el cole.

         Vio cómo caminaba con calma hacia su profesora Gema mientras otros compañeros se afanaban por adelantarlo. Una vez en la fila se dio la vueta y se volvió a despedir con la mano.

         Desde que empezó el colegio, con la pandemia, el caos de las entradas y salidas del cole, se estableció unos horarios por curso. Charly entraba a las 9:05 y Miguel a las 9:10, lo que facilitaba que cada uno entrara por una puerta distinta. El año anterior al Covid-19 salían desde dos puntas del cole al mismo tiempo. Algo bueno tenía que tener ese estúpido virus que ya había matado más de un millón de personas en el mundo, en su primer año.

         Antonio volvió caminando a casa mientras se preguntaba de nuevo cómo iba a ganarse la vida. Consultó su teléfono móvil, uno viejo que aún funcionaba y tenía guardado en un cajón.

         Todo el dinero ganado por su trabajo, en su fallida protección, seguía en su cuenta. Si un día le llamaba Lara no sería para darle las gracias.

         Entró en casa con la incómoda sensación de que ahora no era sólo suya. El banco y Brigitte, que con su sueldo aún podían pagar el alquiler, le permitían vivir en ella.

         Bien pensado, si le estuviera engañando con Michael habría cortado con el antes de llegar. Si un día terminaba con él tendrían libertad para estar juntos y nada se lo impedía a Brigitte. Si aún estaba con él era porque seguía queriéndole. Debía dudarlo aún menos tras el golpe bajo que les dio el fisco, pues antes podía dudar que fuera por dinero.

 

 

         Se dejó caer en el sofá y cerró los ojos. Llegar a aquella conclusión no evitaba que se le incendiaria la llama de los celos cada vez que la veía conversar con los otros dos. Eso significaba que él también la amaba. Un sentimiento tan acomodado en su alma que apenas daba señales de vida salvo ahora, con los celos.

         Alguien llamó al telefonillo y soltó un bufido de fastidio. No había pedido nada a Hamazonis aunque su invitados, los que no "tenían nada", se pasaban los días haciendo pedidos misteriosos. Esperó a que saliera alguno de su cuarto pero no escucho ruido, ¿Habrían salido?

         Gimiendo cómo un abuelo se levantó con pereza y fue a abrir la puerta a ver quién era.

         Al encontrar en la pantalla a la atractiva inspectora, Lara Emmerich, no supo qué hacer ni decir. Abro la puertas y la saludo con la mano.

         —¿Puedo pasar? —Solicitó por encima de la valla.

         —Empuja la puerta qué te abro.

         Pulsó el botón de apertura y Lara empujó, abriendo la verja con un golpe fuerte metálico.

         Una vez dentro le ofreció un café y ella aceptó. Fue a la cocina, los chicos solían hacerlo todas las mañanas y él lo tenía siempre recién hecho por las mañanas, pero esta vez la cafetera estaba vacía.

         —Siéntate mientras te preparo uno, yo también lo necesito, me muero de sueño.

 

Comentarios: 6
  • #6

    Vanessa (sábado, 28 noviembre 2020 23:53)

    Yo si fuera Arita me haría varias copias de Brad Pitt y Tom Cruise para mí sola. Jeje
    Chicos, espero que estén teniendo un año lo mejor posible, a pesar de toda esta pandemia.

  • #5

    Yenny (sábado, 28 noviembre 2020 12:31)

    Por fin me di tiempo para entrar a la página, en serio a veces ya ni se que día vivo, por los comentarios acabo de recordar que viene navidad.
    Creo que ya todos llegamos a la conclusión que este Antonio es un impostor, ahora la pregunta es ¿dónde está el otro??
    Espero que a pesar de lo difícil que ha sido este año todos se encuentren bien y que todo mejore pronto.

  • #4

    Chemo (jueves, 26 noviembre 2020 22:58)

    No me esperaba que Antonio fuese rescatado tan rápidamente. Cpomo dice Tony, creo que es mejor no involucrarse con una loca por más atractiva que sea.

  • #3

    Jaime (jueves, 26 noviembre 2020 01:43)

    He aquí mi teoría: Abigail intentó enfrentarse al líder de los yakuza y fracasó. Dada su agilidad, Abigail logra escapar pero Antonio es capturado. Los yakuza entonces crean un impostor de Antonio Jurado con todo y sus recuerdos hasta antes del momento en que éste es capturado. Ahora Abigail intentará rescatar al verdadero Antonio, matar a Arita y destruir a todos los impostores.
    Ya es diciembre y se viene la Navidad y el Año Nuevo. Definitivamente éste ha sido el peor año que he tenido. Ojalá esta pandemia se termine pronto.

  • #2

    Alfonso (miércoles, 25 noviembre 2020 22:28)

    Por lo visto, el Antonio que regresó a España es un impostor que ha quedado con la memoria del verdadero Antonio Jurado, esperando a que sea activado para acatar cualquier orden de los yakuza. Lo sospechoso es que este impostor, teniendo la memoria del original, no sea capaz de llegar a la misma conclusión.
    Pues falta una semana y se acaba el último mes del año. Si todo sale bien, las vacunas contra el Coronavirus estarán listas a principios del año próximo. Recemos porque así sea.

  • #1

    Tony (martes, 24 noviembre 2020 13:23)

    Siento la tardanza, pero espero poder compensarlo porque ahora tengo más tiempo así que le dedicaré a escribir lo que no he podido hasta ahora.
    Espero que todos sigais bien, que comentéis y los que simplemente leeis sin decir nada, os animo a que deis señales de vida. Todos sois bienvenidos.