Antonio Jurado y los impostores

6ª parte

 

Cuando aún estaba con los Yakuza logré escalar a posiciones muy elevadas de su jerarquía. Llegué a ser geisha del jefe de todos ellos y un día, después de tener seco conmigo, me dijo que me parecía a ella. Me contó que había logrado un acuerdo con la NASA, y por una cuantiosa donación traerían a la mujer más hermosa del mundo. Por lo visto los americanos no sabían qué hacer con ella ya qué todos los que se le acercaban desertaban y causaban problemas hasta el punto de matar por liberarla. Siendo un secreto de tal calibre, lo vendieron y borraron todo prueba que demostrara la autenticidad de su origen, en aquella nave de más de mil quinientos millones de años.

            —Pero si en aquellos tiempos no existían ni los continentes. Si han eliminado las evidencias...

            —No te estoy hablando de rumores. Yo la he visto. Nunca he hablado con ella pero sí la escuché dialogar con el jefe de los Yakuza.

            —Y ¿escuchaste la conversación? ¿Qué dijeron?

            —Fue el día que la trajeron, hace unos veinte años. La NASA no podía ocultarla más y se la vendió a mi antiguo señor por una cifra simbólica de dinero. Estaban desesperados por conseguir financiación y ese no el único secreto que vendieron. En esos años el estado federal de Estados Unidos barajaba la posibilidad de disolver la NASA, al llegar rumores al pentágono de que todo cuanto se creía de la conquista de la Luna era falso.

            —¿Y no lo era?

            —A los políticos no les importa la verdad, sino lo que la gente crea. Mi señor negoció con Bush y gracias al canje, cedieron la momia y muchos secretos lunares a cambio de que se diera credibilidad a los viajes falsos.

            —¿Pero es cierto o no que el hombre llegó a la Luna?

            —No cuando anunciaron —replicó Abigail, sonriendo—. La única nave que llegó realmente fue una misión conjunta y secreta entre la Unión Soviética y Estados Unidos, la misión Apolo XX. Y fue precisamente en esta cuando encontraron aquella gigantesca nave de más de tres kilómetros de largo y millones de años. La nave que capturó a la Mona Lisa y su copiloto, que al hallarse destrozado no entraba en el trato. Creo recordar que a él lo vendieron en el mercado negro de antigüedades.

            —¿Qué más secretos compraron? —Inquirió Antonio, intrigado.

            —Ni idea. Esto es todo cuanto sé. Cuando la mujer llegó al palacio de Kenichi Tsucasa yo era su geisha favorita y vi cómo la traían. Me contaron su historia y pensé que sería una vieja momia decrépita sin dientes y, desde luego, momificada con el único interés de exponerla en una vitrina. Lo que vi fue a una criatura hermosa como no he visto otra igual. Caminaba por su propio pie y venía escoltada por tres agentes del FBI, que luego mandaron asesinar por salvar el secreto. Venía fuertemente amordazada y rompió a llorar en cuanto mi señor se quedó a solas con ella.

            Antonio abrió los ojos como platos.

            —¿Y dices que es la madre de los impostores? Por lo que cuentas no parece tan mala, ha sido secuestrada.

            —Después de aquello me enteré de que esa mujer podía poner huevos —siguió hablando la mujer oriental.

            —¡Qué! —Se sorprendió su contertulio.

            —No te confundas, no es humana. Para ponerlos necesita entrevistarse con el original. Les dejan a solas y cuando vuelven a salir, ya han sido suplantados.

            Antonio no pudo creer aquello. Ya era demasiado.

            —¿No será que les hipnotiza o les cuenta algo muy transcendental que les hace cambiar? ¿Por qué dices que pone huevos?

            —¿Y por qué se deja manipular? —Insistió.

            —¿Ella? El primero en suplantar fue mi maestro. Desde que lo hizo sus impostores se han dispersado por el mundo y pretenden alcanzar algo que sólo ella sabe. Primero, se autodenomina "Arita" y procede de la Tierra, según ella. Y segundo, antes de ser suplantado mi marido tenía verrugas en el cuello, lunares bajo la oreja, varias cicatrices de katana en brazos y pecho. Cuando llegó el impostor, su piel estaba inmaculada.

            —Y ¿quieres que la mate por curar las cicatrices de tu marido? Una criatura lleva mil quinientos millones de años dormitando en el espacio, la traen a la Tierra, la utilizan como una fábrica de infiltrados de los yakuzas, y ahora yo voy y la mato. No me parece justo, más bien deberíamos rescatarla.

            —Hablas como uno de ellos. Cuando la tengas delante amordázala y tráemela, yo pondré fin a sus días.

            —Descríbemela —suspiró Antonio.

            —Bueno, tiene un extraño bulto en la frente. Sus ojos, sus labios y su nariz son completamente humanos. Su piel está llena de pecas. Pero no como las humanas, tienen cierta geometría.

            —¿Qué pasa si no puedo hacerlo? —Protestó—. Tengo un pasado plagado de errores y no me gustaría repetirlos. Estoy cansado de servir de arma que utilizan otros para dañar a inocentes.

            —Si no puedo confiar en harás lo que te pido, tendré que matarte.

            Antonio se mordió la lengua, habría sido preferible no decir en voz alta lo que pensaba. Así podrían haber salvado a esa... Mujer de la Luna. Tenía tantas preguntas que hacerle, ¿Cómo era su mundo? ¿Qué recordaba? ¿Cómo acabó encallada? ¿Quién era su copiloto y por qué iban solos en semejante nave espacial? ¿Su planeta seguía existiendo?¿Sabía algo de los grises o los pleyadianos?

            No la mataría, pero Abigail le llevaría hasta ella. Ya era hora de usar a los criminales para salvar a una persona inocente.

            —Tienes razón, por un momento olvidé a cuánta gente han matado sus hijos.

            Dicho aquello la mujer apartó la mano de la katana y asintió.

            —El mundo necesita que seamos valientes —recitó ella—. Nadie más puede salvarlo, porque somos los únicos que sabemos el peligro que está corriendo.

 

 

            Una vez en el aeropuerto Abigail le entregó un pasaporte y fueron a un fotomatón donde pudo hacerse una foto que luego pegaron con un trozo de celo invertido que quitaron a un aviso de las paredes del aeropuerto, de los que explicaban las normas de distanciamiento por el Covid-19. El pasaporte era muy viejo, estaba casi deshecho, pero aún no vencía. Se sintió un poco tenso cuando pasó por la aduana y el guardia español lo examinó de arriba a abajo, pasando por todas las páginas hasta una de las últimas. Ese documento había pasado por decenas de países.

            —Buen viaje —le deseó.

            —Gracias —recitó sin pensar, tratando de aparentar normalidad.

            Una vez en la zona de Duty—free, miró el reloj y se escandalizó. Eran las doce y cincuenta... Su familia no le necesitaba como antaño, en sus misiones más peligrosas. Brigitte trabajaba mientras los invitados se hacían cargo de los niños, en sus vacaciones de verano. Si tardaba, moría, se perdía... Ellos se encargarían de cuidar a sus hijos.

            ¿Dónde estará Ángela Dark?, pensó con tristeza. Recordaba perfectamente el día que se le declaró en su habitación, solo que ella no sabía que el hombre al que confesaba su amor no era él sino el impostor. Ese que le atacó y casi le mató. Aquel día pudo intervenir, decirle la verdad, que ese impostor no era realmente él, pero... Algo le detuvo. No podía aceptarla, su amor por su familia era demasiado intenso como para echarlo por tierra por una pasión pasajera. Sin embargo ese impostor sí lo hizo. ¿Sería uno de los hijos de la Mona Lisa? Pero no podía ser, él nunca la había visto. No, seguramente su teoría del viaje del tiempo, era la más acertada. Por alguna razón apocalíptica él tuvo que regresar del futuro a hacerse pasar por él mismo y darle la respuesta que Ángela anhelaba, envestida con todo aquel poder divino. ¿Hubiera dejado que se destruyera el mundo? Nunca sabría con certeza lo que pasó, solo el impostor conocía la verdad.

            Por ello, al conocer aquella historia de "Arita", recordó que en su día él tuvo que rescatar del espacio a Ángela. Y no se sentía capaz de acabar con su vida después de una vida tan sumamente intensa e interesante llena de misterios que se moría por conocer. ¿Y si Arita era una especie de diosa? Quizás podría ayudarle a encontrar a Ángela. O quizás en cuanto le viera dudar, le mataría con una especie de cola—arpón y luego escupiría un huevo con un clon suyo, tal y como imaginaba Abigail. En cualquier caso, debía hacer su trabajo y no volver a demostrar sus dudas o al que mataría sería a él. Se imaginó a Abigail enfrentándose a los guardias que custodiaban a Arita y dudó que fuera capaz de matarlos a todos con aquella katana diminuta. Pero él podía aprovechar la distracción y entrar a conocerla.

 

            En todo ello pensaba durante el vuelo a Japón, que tardaría 20 horas y tendrían que hacer escala en Qatar. Abigail pudo pasar la katana por aduanas y le confesó el motivo por el que no se la detectaron y era porque en realidad no era de acero sino de resina ahumada y endurecido con partículas de hierro. Era ligera aunque podía cortar una plancha de acero de un milímetro de grosor. La longitud de su hoja era de unos veinte centímetros y solamente tenía filo en un lado. Al no superar la longitud de su fémur, podía llevarla oculta en la amplia pernera de su pantalón, por el muslo interior, sin que le molestara lo más mínimo.

 

 

            Estaba tumbado junto a una inmensa piscina rectangular. No parecía hecha por la mano del hombre, el agua caía dentro de ella desde una bella cascada similar a la cola de un caballo de pelo blanco, luminoso y salía hacia un río por la parte más alejada. Abajo las piedras se podían ver como a través de un cristal, por la transparencia del agua, y vio numerosos peces de colores nadando en grupos.

            —¿Te gusta? —Preguntó una voz conocida, la de Ángela—. La naturaleza es un lienzo que no me canso de dibujar. Estoy descubriendo lo que se puede conseguir cuando tienes el pincel del creador y cuanto más hago, más me doy cuenta de Él disfruta tanto de mi obra como tú o como yo.

            —¿Ya no crees que tú eres Dios? —le preguntó.

            —No, es eso, Antonio. Mi mente ha transcendido la materia, claro que lo soy. Y tú también, solo que por alguna razón, me ha elegido a mí para ser la heredera de su poder y madre de todo.

            —Antonio la miró unos segundos, completamente desnuda, perfecta y tumbada a su lado. Aquellos meses juntos en el paraíso les había dado tiempo a saciar sus apetitos más desesperados, hasta el punto que la desnudez ya no era tabú, el sexo era tan natural como las pequeñas olas que producía esa cascada. Ser los únicos seres humanos sobre el planeta y que ella tuviera el poder de cambiar todo, dejó de ser una novedad para convertirse en un juego. El de ella por crear maravillas que le dejaran con la boca abierta a él y enorgullecida a ella. Él tenía imaginación y ella la moldeaba. Aunque lo cierto era que a menudo era la que le sorprendía con cosas como esa cascada sobre aquella inmensa piscina de piedra rectangular. Rodeados de acantilados, con un mar de fondo más allá de los dos meandros que hacia el río, animales alados surcando los cielos, con árboles frutales hasta donde alcanzaba la vista, todos ellos dando fruta durante todo el año... Cazar no era necesario, comer tampoco, siendo inmortales. Solo tenían una prohibición y era hablar del viejo mundo.

            —Ven aquí —pidió ella—. Abrázame, quiero sentirte muy cerca.

            Antonio obedeció y ella subió su cálida y suave pierna sobre su vientre, tendiéndose sobre él y poniendo su cabeza sobre su hombro derecho.

            —Siempre he creído que el cielo no existía... Que Dios era una patraña para obligar a la gente a portarse bien incluso cuando están a punto de morir.

            —Yo siempre he creído en Dios. Como un padre que me escuchaba cuanto tengo que decirle, pero estar contigo hace que todo sea nuevo. Sabes, creo que cada cosa que haces me parece perfecta, adoro tu forma de ser, tus maravillas, y sobre todo me llena profundamente sentirme tan amado por ti. Creo que nadie...

            Ángela puso el dedo índice en su boca para impedir que siguiera hablando.

            —Lo siento, casi meto la pata.

            —Todo el tiempo que tenemos debemos dedicarlo a moldear el mundo que disfrutarán nuestros hijos. No debemos actuar para esquivar nuestro pasado. Ni darles mi poder, ni permanecer para siempre con ellos.

            —¿Y dónde iremos? —Preguntó Antonio—. Somos inmortales.

            —No he dicho que nos vayamos. Cuando se hagan mayores podrán vivir donde quieran, el mundo estará dispuesto ante ellos como un lugar sagrado, hay que mostrarles cómo deben tratar mi creación para que no la consuman.

            —Pero podrían cometer errores.

            —Y sufrirán sus consecuencias.

            —¿Cuándo tendremos el primer hijo? —Preguntó Antonio.

            —¿No te lo había dicho? —Le miró desde su hombro con una sonrisa orgullosa—. Ya está de camino.

 

 

 

 

            Un temblor le hizo despertar y apareció una luz molesta sobre su cabeza mientras sonaba un ruido electrónico.

            —Señoras y señores, estamos atravesando turbulencias, vuelvan a sus asientos y abróchense los cinturones.

            Antonio abrió los ojos, contrariado, horrorizado de estar con las piernas doloridas, apretadas y sentado entre la mujer oriental y otro desconocido, en medio del pasillo central y sin salida.

            Tenía la boca seca, el cuello dolorido por dormirse con la cabeza colgando a la derecha. La que se había recostado en su hombro era Abigail, no Ángela. Pero no la despertó ni apartó, estaba dormida y no le molestaba, aún tenía sueño y fue cerrando los ojos dejando caer la cabeza sobre la de la mujer asiática. El sueño le invadió y deseó con toda su alma regresar al paraíso de Ángela... Pero no hubo más sueños.

 

 

 

 

Comentarios: 7
  • #7

    Vanessa (miércoles, 14 octubre 2020 14:21)

    Se empieza a poner interesante la historia. Espero la continuación.

  • #6

    Tony (lunes, 12 octubre 2020 00:54)

    Jaime me empieza a conocer demasiado, creo yo.
    No quiero adelantar acontecimientos si que no comentó nada sobre el devenir de la historia.
    Me gustaría que cada uno comentara aquí como suele leer la página, con el móvil, la tablet, el ordenador...
    Ya sé que tengo que asegurarme de que se vea bien en cualquier plataforma pero es por saber, más que nada.

  • #5

    Alfonso (lunes, 12 octubre 2020 00:48)

    Me gusta más el diseño de la página actual.
    No voy a opinar sobre la historia esta vez porque no tengo mucho que aportar salvo que se está poniendo interesante.

  • #4

    Chemo (domingo, 11 octubre 2020 01:40)

    Es interesante la teoría de Jaime. Quizá todos los seres que existen en el mundo nacieron de forma directa o indirecta de alguna versión de Antonio y Ángela.
    Me pregunto qué será lo que busca Arita con sus impostores.
    Espero que todos se encuentren bien.

  • #3

    Jaime (sábado, 10 octubre 2020 23:24)

    Me gusta el nuevo diseño de la página. Se ve un poco más moderno.
    El sueño de Antonio me hizo pensar que tal vez Arita sea uno de los hijos de el Antonio y Ángela dioses y que quien, de alguna forma, se enteró del mundo original de sus padres y decidió venir a este mundo a moldearlo a su imagen. ¿Qué opináis de esta teoría?
    Espero que todos os encuentréis bien.

  • #2

    Tony (viernes, 09 octubre 2020 19:25)

    He hecho un cambio "forzoso" de la página ya que la plantilla anterior que estaba usando dejó de ser compatible con la versión actual de Jimdo. Espero que no os perdáis demasiado.

  • #1

    Tony (viernes, 09 octubre 2020 19:18)

    Espero que todos sigáis bien. No olvidéis comentar.