Antonio Jurado y los impostores

18ª parte

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         Lara comenzaba a creerle. Carolina, la camarera, trajo dos tazas humeantes con un aroma hipnotizante. Hasta el momento, en eso no la había mentido, ese café invitaba a olerlo durante minutos y deleitarse con su aroma dulzón, cercano al del incienso.

         —Pruébalo, ni el mejor colombiano, no has probado nada igual en tu vida —la tentó Paco, llevándose su taza a la boca y sorbiendo un buen trago.

         Lara le imitó. También le gustaba el café hirviendo, bien oscuro y sin azúcar. Lo sorbió con placer, sintiendo que su garganta se incendiaba con aquel sabor irrepetible. Pensó que ese día estaba marcado el café. El primero fue con Antonio Jurado, en su casa, uno de cafetera italiana sin nada especial. El segundo en una cafetería céntrica con Dani, un café demasiado caro para lo simple que era. El que ahora estaba saboreando sin duda, se trataba del mejor que se había llevado a la boca en su vida. El sabor amargo dejó un regusto afrutado que se contagiaba al olfato en un aroma dulzón semejante al olor a marihuana quemada.

         —Increíble —musitó—. Tenías razón.

         —¿Ves? El secreto de ese sabor es algo que aún no he logrado sacarle a Carol. Ella dice que debe ser la vieja cafetera, porque el café no es nada del otro mundo.

         Disfrutaron unos instantes más del sabor y del silencio, pensativos, mirándose como si no existieran fijando la mirada en el infinito.

         —Mira, Lara, soy viejo, parezco un pervertido, un abusador... No lo niego. Me causa gracia ver la cara de la gente cuando suelto algún chiste verde o me insinúo descaradamente a una joven. Pero soy la persona más de fiar que has conocido en tu vida, en el momento que formes parte de mi equipo velaré por ti con todas la fuerza de mis influencias. ¿Quieres trabajar conmigo?

         —Mi padre dice que varias chicas del centro te han denunciado por abusador.

         Lara carraspeó mordiéndose el labio. ¿Por qué había dicho eso? Debía pensar más lo que salía de su boca.

         Paco soltó una carcajada.

        Feminazis. No pasó nada, solo les sugerí que podíamos darnos un revolcón, ya sabes, una de mis bromas... Ellas no lo entendieron así. Por suerte el juez me dio la razón.

         Lara pensó que lo más probable era que la diosa fortuna tuviera poco que ver. Pero contado así, no tenían por qué haberlo condenado. A saber cuál era la verdad.

         —¿Qué dices? ¿Llamo a mi secretaria para que redacte el contrato? Mañana mismo lo firmamos. Quedamos en cuarenta mil mensuales, ¿no?

         Lara abrió los ojos como platos. Ella entendió que decía anuales.

         —No veo por qué no —respondió, sonriendo, encogiéndose de hombros.

         —¡Bravo! —Levantó su taza y se la puso delante—. Ya sé que solo se brinda con alcohol, pero este es un momento que debemos recordar. Por ti, Lara Emmerich, porque sé que el mundo será mucho mejor contigo en nuestro equipo.

         Llamó a alguien y habló con ella con aire campechano pidiéndole que redactara el contrato. Después de agradecerle el trabajo a una tal Isabel, colgó y volvió a dedicarle su atención.

         —Tienes un largo y provechoso futuro por delante y quiero ser yo quien te abra el camino. No creas que le ofrezco esto a cualquiera, sé perfectamente lo leal que eres a la justicia y que no te dejas vender ante cualquier delincuente, no te he reclutado al azar. Necesito más gente como tú, recta, de fiar, incorruptibles.

         —Creo que exageras —se ruborizó, aun le costaba asimilar que ese hombre no fuera un delincuente. Saber que era todo lo contrario cambió su forma de verlo—. De todas formas sigo siendo subordinada de Pablo Jurado, y no me has contado nada que pueda llevarnos a la verdad.

         —Yo no tengo esas respuestas. Antonio Jurado sí, no hay duda. Pero no vamos a entregarles a nuestros amigos los japoneses. Entrégale a él.

         ¿Cómo podía decir eso y jactarse de ser de los buenos?

         —Si son culpables deben encerrarles —protestó.

         —Contribuyen a un bien mucho mayor, tú no puedes verlo pero yo sí. Los grandes líderes no están en la cima para contemplar el paisaje, es solamente desde lo alto de una montaña de donde se ve el mundo en perspectiva y así podemos comprender cómo funciona. Ese hombre ha puesto en peligro un plan que llevamos gestando durante toda esta década, miles de millones invertidos podrían echarse a perder. Con tu ayuda espero poder solucionar su metedura de pata.

         —Confío en Antonio Jurado, no creo que me haya mentido.

         —Vamos, no seas ingenua. Si él mismo reconoció haberte engañado en vuestra última conversación, si Pablo te exige un nombre, dale el suyo. Lo que te contó no es todo lo que sabe. Pero quiero que hoy te relajes, descanses, medites o planifiques cómo vas a lograr que te diga la verdad. Ve a la comisaría a primera hora, llevaré el contrato, y en cuanto lo firmes... Empezaremos a trabajar en serio.

         «¿Seré su esclava?» —Pensó, aprovechando que no dejó terminada la frase—. «Pero menudo sueldazo. De todas formas debería leerme bien las cláusulas.»

         —Allí estaré. Ahora, si no te importa, ¿me llevas de vuelta a mi coche?

         Miró el reloj, eran las siete y media. Aún podía verse con Dani.

         —Por supuesto. Paga el café, creo que prometiste invitarme.

         —Claro, ¡camarera! ¿Nos cobras?

         La chica no tenía mucho que hacer salvo atender a los comentarios verdes del borracho de la barra y se apresuró en llevarles el datafono.

         —Son dos euros ochenta —indicó—. ¿Con tarjeta?

         —Tengo suelto —replicó Lara. Sacó un monedero del bolsillo de su abrigo y le dio tres euros.

         —Quédate las vueltas —sonrió.

         —Gracias —respondió alegre.

         Se levantaron y fueron al coche, aparcado fuera. Un par de chavales de unos quince años se hacían fotos como si el coche fuera suyo y al verlos llegar se marcharon corriendo.

         —Apuesto a que nunca volverán a ver un Lamborgini así en su vida —comentó Paco, divertido—. Estas cosas son las que me quitan las ganas de sacar mis coches a la calle. Pero tengo que usarlos, sino para qué los quiero.

         —Creí que venías a menudo por aquí —se extrañó ella.

         —Y vengo a diario, aunque hasta hoy nunca en coche —concretó. Estaba claro que vivía por allí—. Hoy era especial, sabía que vendrías, quería impresionarte. En cualquier caso me complace ver que no te dejas tentar por los lujos. Conozco alguna que se habría abiero de piernas solo por verme conducir este coche.

         —Eso es algo que no entiendo. ¿Por qué quieres acostarte conmigo si puedes tener las mujeres que te apetezca?

         —El Everest, Lara. Es la clave de la vida. Un día un hombre rico gastó todos sus ahorros para poder subir la cima más alta del mundo. Era paralítico y ¿sabes qué pasó?, logró coronarlo y una vez allí murió por falta de oxígeno. Su mujer, que le quería mucho, le preguntó antes de morir si creía que merecía la pena haber invertido tantos esfuerzos para llegar allí y morir. ¿Sabes qué respondió?

         —¿Que sí? —Se adelantó, sonriente.

         —No, respondió que habría preferido pagar a una prostituta de lujo que pasar por ese infierno.

         Lara soltó una carcajada.

         —En serio, le dijo eso —Paco se rió con ella—. Lo que quiero decir con esto es que ya sé que hay cosas mejores que aspirar a las imposibles. Pero ese hombre llegó a la cima, murió feliz, satisfecho y realizado.

         —Lo diría en broma —replicó Lara.

         —Sé que cuento buenas historias, preciosa, pero esta me la acabo de inventar.

         Ambos soltaron una carcajada desenfadada. Paco arrancó el coche y puso el piloto automático para llevarla de vuelta a su coche.

 

 

         Por el camino no hablaron mucho. Él se la quedó mirando sonriente y ella le preguntó por qué.

         —Creo que voy por buen camino, intuyo que empiezo a caerte bien. Es un paso.

         «Sigue sin insinuarte y me caerás mejor» —pensó Lara, sonriendo.

         —Supongo que sí —respondió la inspectora.

         Antes de irse a tomar ese café pensaba que trataría de violarla con su fuerza física o amenazas veladas. Podría haberlo hecho, ella pudo haberse acostado con él si hubiera empleado su poder para asustarla con quitarle su trabajo o sus propiedades, como hizo con Antonio Jurado. Pero fue sorprendentemente amable. Y aunque hubo amenazas claras de que si no sintonizaban en armonía podía hundirla, en ningún momento usó esa fuerza oculta para forzarla a hacer nada.

         Continuaron trayecto mientras ella pensaba en lo que haría con Dani, si darle más largas o simplemente romper el hielo y llevárselo a la cama, hacía más de una semana que no tenía sexo... Pero no le gustaba la idea de ponérselo fácil, eso haría que dejara de interesarse por ella.

         Finalmente llegaron y Paco abrió la puerta de su Lamborgini. Al salir le dedicó un guiño de ojo y ella se sintió incómoda con esa actitud de chulo caduco.

         —Sé puntual, mañana a las nueve en la comisaría —se despidió él.

         —Descuida, siempre lo soy —replicó.

         Cerró la puerta y se marchó sin hacer el menor ruido, con el motor eléctrico activado.

         Se acercó a su coche y abrió con él botón de su llave.

         —¡Estás bien! —Festejó alguien desde atrás. Un señor de abrigo verde oscuro y bufanda y mascarilla que le tapaban la cara, pero no su calvicie, se acercó a ella corriendo.

         —¡Papá! ¿Qué haces esperándome? Te dije que soy mayorcita.

         —No podía ir a casa. ¿Sabiendo que...?

         —Sé cuidarme sola. ¿Quieres que te lleve? No cojas el metro en plena hora punta.

         —He traído mi coche, no te preocupes —replicó José.

         —Tengo algo de prisa...

         —Vale, hija, vete. Ya me he quedado más tranquilo.

         Se metió en su automóvil. Se sentía incómoda por no abrazarle o darle un beso, la maldita pandemia y su continuo trasiego por las calles la convertían en un foco de contagio de alto riesgo. Y ya se sentía bastante culpable por la muerte de su madre. Nadie la había culpado a ella pero ¿quién podía saberlo con certeza?

        

 

         Mientras soportaba el infernal atasco de Madrid, debido a las obras faraónicas de Plaza de España, puso una emisora de radio con música actual. De vez en cuando daban noticias, avisaban de que varios municipios de Madrid habían sido confinados y que el toque de queda era a las once de la noche.

         Miró el reloj y vio que eran diez menos cuarto. El tiempo había volado entre que salieron de la cafetería y llegó hasta su coche, sin contar que llevaba media hora encerrada en una maraña de coches infernal.

         Era curioso que antes de su entrevista con Paco estuviera deseando que llegara ese momento como una colegiala. Ahora sentía que estaba a punto de hacer algo de lo que seguro que no tardaría en arrepentirse. Mientras esperaba poder moverse unos metros por minuto se iba desesperando cada vez más. Con suerte llegaría al bar antes de las once y con el toque de queda estaría obligada a pasar la noche con él.

         Dani era superficial, creído, con las ideas más retorcidas acerca del sexo, y eso que aún no hablaron de política o religión. Cualquier ilusión de verse con él se había evaporado. ¿Entonces por qué verlo? Miró el reloj con impaciencia, las diez, en quince minutos apenas se movió el tráfico... Y el camino de vuelta estaba despejado.

         —Ya he complacido a demasiados gilipollas —musitó.

         Arriesgándose a una multa ejemplar, giró el volante para hacer una U, cruzando doble línea continua, camino a casa. A medida que se alejaba y veía más y más kilómetros de atasco hacia el centro, de gente intentando entrar a Madrid, se sintió más aliviada por no estar atrapada allí como un mosquito en una gigantesca telaraña.

 

 

Continuará

Comentarios: 5
  • #5

    Chemo (jueves, 28 enero 2021 03:42)

    Ya venía venir la falta de sexo en esta parte. Tanta anticipación para nada.
    Por cierto, ¿en dónde me apunto para ese trabajo?

  • #4

    Alfonso (miércoles, 27 enero 2021 14:24)

    Ya me esperaba que no fuese a ocurrir nada. Lástima por Jaime, al menos yo tengo a mi bella esposa en casa con quien divertirme. No me imaginaría estar soltero en medio de esta horrible pandemia.
    Con respecto a la historia, como menciona Jaime, Lara tendrá que hacer que Antonio confíe en ella para que la ayude a resolver el caso. Y de paso, probablemente ella le ayudará a él a recuperar sus propiedades (y quizá tendrán un polvo).

  • #3

    Tony (miércoles, 27 enero 2021 01:22)

    Jaime, la próxima parte ya está escrita aunque mejor no hago spoilers y no te contesto.

  • #2

    Jaime (miércoles, 27 enero 2021 01:16)

    Yo pensaba que Lara era de las chicas pudorosas y exigentes que son prácticamente vírgenes y sale con que «hace más de una semana que no he tenido sexo». Y yo que me considero bastante arriesgado no he tenido sexo desde hace más de un año por no contraer este maldito virus. Jeje
    ¡Qué lástima que no habrá más sexo! Ojalá una vez terminada la pandemia se anime Lara a una orgía grupal.
    Por último, mi pronóstico de la próxima parte: Lara convencerá a Antonio de ayudarle a resolver su caso a cambio de que Paco mueva sus influencias para que se le condone su deuda.

  • #1

    Tony (martes, 26 enero 2021 12:00)

    Siento decepcionaros pero la fiesta de sexo con Lara se ha cancelado...

    Aun así espero vuestros comentarios.