Las crónicas de Pandora

Capítulo 48

La brigada delta en jaque

Anteriormente 

         

          Los jardines del palacio residencial de Rodrigo eran una explanada repleta de placillas adornadas con fuentes con caminos dibujados con setos cuidadosamente recortados y en las esquinas con formas pintorescas.

         

          Chispeaba por lo que su módulo de invisibilidad no les podía ocultar por completo, además les cubría una densa niebla. En los jardines aledaños les flanqueaban arbustos de rosas de varios colores, cipreses con formas elegantes y simétricas que demostraban cuanto esmero ponían los jardineros en tener aquel parque privado en excelente estado. Las figuras centrales de las fuentes eran extremadamente realistas, en su mayoría hombres y mujeres hechas de mármol blanco envejecido, representando cuerpos humanos desnudos en posiciones obscenas.

          - Me gusta el estilo de este conejero -valoró Chemo por el comunicador-. Sabe en qué gastar su dinero. Echaré un currículum cuando vuelva de turismo, con suerte me cogerán de modelo para sus nuevas estatuas.

          - Ya estabas tardando en hacer tu chiste, y se dice "consejero" -protestó Vanessa, resoplando-. No conejero.

          - No lo he dicho mal, está claro que le gusta coleccionar estatuas de conejitos -siguió bromeando Chemo.

          - Usad la radio lo menos posible -ordenó John-. Pueden interceptarnos. Allí está la entrada, no os despistéis con la decoración de los jardines, son solo estatuas. Concentraos en los guardias.

          - Mierda, yo quería ver todo el jardín. No tiene desperdicio -chasqueó la lengua Chemo-. Este tipo de figuras son difíciles de encontrar y seguramente muy caras. ¿Alguien que me saque una foto con esta?

          - ¿En qué idioma hablo? -Reprendió John-. Silencio.

          - A sus órdenes capi -replicó socarrón.

          - Tengo una duda -intervino Antonio.

          - No es el momento -insistió Masters un tono más enojado.

          - Oh, sí que lo es. Vamos a enfrentarnos a un enemigo que puede ser la niebla que respiramos en este momento. ¿Cuál es el plan?

          - Uno de cada dos tenemos equipada una pistola de dardos electrizantes. Las chicas y yo, más concretamente. La idea es pillarlo en su ataúd y electrocutarlo o congelarlo en el tiempo.

          - ¿Y si no está dormido?

          - Es un vampiro, aunque no haga sol y esté tan nublado, suele dormir por el día -explicó.

          - Pero es un consejero, no hacen reuniones de noche. Y si no recuerdo mal, los diez han adoptado el protocolo… ¿Cómo se llamaba? ¿Géminis? Es más que probable que sepa que estamos aquí.

          Nadie contestó.

          - Todos se marcharon de sus residencias, no estarán localizables -puntualizó Jaime.

          - Si Montenegro nos ha dicho que vengamos cuanto antes se debe a que está seguro de que no se ha movido. ¿Cuántos ataúdes crees que tienen los vampiros? Solo pueden reposar en uno.

          - ¿Cómo puede ser que un vampiro sea consejero? -protestó Vanessa-. Es de mal gusto que nos gobierne alguien a quien hemos combatido activamente. Se suponía que era el líder de las sombras. ¿Qué me he perdido exactamente?

          - No te pagan por cuestionarte las órdenes -respondió John-. Además, no te alteres tanto, estamos aquí para liquidarlo.

          - ¿Cuántos de esos seres habéis matado? -Preguntó Antonio-. Que yo sepa, ninguno de los presentes se ha enfrentado nunca a un vampiro con éxito. Yo sí lo hice, hace unos días. Mejor dicho Ángela lo hizo, se las vio con dos a la vez. Logramos abatirles porque no podían verme y pude ayudarla. ¿Cuántos habéis matado vosotros?

          Nadie respondió, le estaban ignorando.

          - ¿Por qué no me decís qué pasó?

          - No es el momento, Jurado, deje el tema o tendré que dispararle -amenazó Masters.

          Aquella respuesta le quitó las ganas de insistir. Soltó un suspiro y obedeció.

          Sortearon la última fuente hasta llegar a una rotonda. En el centro había una sirena con los pechos descubiertos y los brazos levantados escupiendo de sus palmas sendos chorros de agua espumosa que se dispersaba en el aire aumentando aún más la neblina que les rodeaba y delataba. Cualquier persona podía ver sus siluetas.

          Antonio no confiaba en un plan tan estúpido y confiado. Rodrigo era escurridizo, no podrían cogerlo ni con un ejército.

         

          «¿No les importa ir a por él sin un plan más elaborado?» -Se preguntó Antonio. «Están todos muy seguros de que lo conseguiremos. Además no sabemos si realmente Rodrigo es una amenaza, siempre ha sido consejero. ¿Por qué deshacernos de él ahora?». Él había dicho que intentaba evitar el fin del mundo. ¿Y si tenía razón y al acabar con él permitían que éste llegara sin posición alguna?

          «Primero tendremos que pillarle -escuchó decir a Ángela-, que no creo que sea tan sencillo. Aunque será interesante tener una tertulia con él. Espero que estos no sean de gatillo fácil.»

          El palacio por dentro estaba repleto de soldados. Unos hacían recorridos con sus típicos pasos británicos, como si fueran robots. Otros estaban vigilando puertas. Ninguno parecía preparado para verles con sus escudos ópticos y pudieron cruzar las puertas del palacio sin ningún problema.

          - Esto es inmenso, tenemos que dividirnos -indicó Masters-. Solo llevamos tres pistolas de jeringuillas, contad los cartuchos que tenéis cada uno.

          Antonio tenía una pistola de dardos de plasma de antimateria y revisó en su cinturón que llevaba seis jeringas verdes. Si alguien le hería de gravedad tenía muy claro que debía dispararse una cuanto antes.

          - Tengo tres -dijo.

          - Lo mismo yo -añadió Jaime.

          - Y yo -terminó Chemo.

          - Nos dividiremos en parejas -ordenó John-, cada grupo debe llevar ambos tipos de pistola. Chemo tú con Lyubasha por el ala derecha, Vanessa y Jaime por el piso de arriba, Antonio Jurado y yo registraremos el ala izquierda. ¡Vamos! Cualquier avistamiento lo comunicáis por radio y nos reunimos. No actuéis solos.

          - En inteligencia militar no se debe separar a los soldados que mejor se compenetran -replicó Jaime-. Yo quiero ir con Lyu.

          - ¿"Com-penetran"? Eso va con segundas, marrano, pero secundo la moción, me pido a Vane -se mofó Chemo.

          - Macho a veces pareces tonto -le insultó Jaime fastidiado, conteniendo la risa.

          - Yo diría que el capitán ha dado clases particulares estos meses. No recuerdo que fuera tan mandón -bromeó Chemo, fastidiado de que le separaran de Vanessa-. Pero si lo hubiera hecho sabría que los soldados más afines deben seguir juntos, es de cajón.

          - Y yo digo que necesitamos estrechar lazos entre todos -replicó John-y no ceñirnos a las parejitas o terminará pasando como con Antonio y Ángela.

          El aludido miró hacia la sombra de John, sin saber si debía sentirse ofendido.

          - ¿Y qué tenemos de malo, capitán? -Antonio pronunció el rango, con rin tintín.

          - Secretos no compartidos que afectan a la seguridad del grupo y en caso de Ángela, incluso a la mundial. ¿Quieres saber qué pasó?

          - ¡Por favor! -Exigió Antonio.

          - Está muerta.

          - ¡Qué!

          - ¿Y no te imaginas lo que pudo causarlo? -Preguntó Masters, acusador.

          - ¿Cómo demonios pasó?… -Su enojo no bastó para contener su dolor, que le bloqueó la garganta y no pudo seguir hablando.

          - Te daré los detalles si salimos con vida de esta misión -continuó el capitán.

          - Yo la maté -reconoció Lyubasha-. Pero tienes que confiar en nosotros, ella se lo buscó.

         

          Antonio no podía hablar, estaba enfadado aunque sabía que su compañera no mentía.

          - Fue duro para todos, su poder se le subió a la cabeza -explicó Jaime, el que más tranquilo y amigable sonaba-. Quiso tomar el control del cuartel, quería mandar por encima incluso del consejo.

          - ¿Pero cómo pudisteis… -Antonio se detuvo porque no se expresaba bien-. ¿Cómo fuisteis capaces de matarla? Con el poder que tenía.

          - Ella nos dejó en tierra hace tres años en la isla donde se esconde el cuartel -contó Lyubasha-. Perdón, para ti solo han pasado unos días. Pretendía que fuéramos sus peones.

          - ¿La matasteis sin saber cuáles eran sus planes? -Fue capaz de preguntar.

          - Es alta traición -espetó John, impasible-. Si alguno de vosotros se impone sobre mi autoridad en esta misión tengo autorización de detenerlo o incluso matarlo. Ella buscaba saltar todos los rangos existentes. No hay perdón para algo así en el ejército. Pero no creo que sea el momento de hablar de esto, en marcha. Tiene que sonarte el término de "sublevación". Sabrás que arrebatar el rango a un superior es raramente aceptado en el ejército si no se justifica con pruebas irrefutables.

          Antonio suspiró con las manos temblorosas. ¿Por qué no le dijo nada la noche anterior? ¿Lo tenía planeado? Ella mató a Alastor, ¿lo hizo por simple precaución o para evitar que se opusiera a sus ambiciosos planes?

          «¿Por qué lo hiciste?» -Preguntó en su mente, sabiendo que ella lo estaba escuchando desde las brumas de la mente.

          «El EICFD es una panda de matados que obedecen ciegamente a unos personajes bastante oscuros que en absoluto persiguen el bien y la paz mundial. Solo buscan que sus beneficios y riquezas sean cada vez mayores. Pretendía cambiar eso… Pero me confié, no creí que esa majadera pudiera esconderse tras un perchero lleno de abrigos. Ya no se puede hacer nada, tienes que obedecer a Masters o en menos de veinticuatro horas estaréis todos muertos. Haré lo posible para evitarlo.»

          Aunque fue mucha información en su cabeza, el tiempo que necesitó fue de un par de segundos. Cuando Antonio se comunicaba con espíritus, no lo hacía con palabras, ellos le transmitían mucha información en apenas instantes.

          Se dividieron y vieron salas llenas de mobiliario real de aspecto antiguo, mesas con patas elaboradas en madera recubiertas por pan de oro y centros de mármol pulido. Sillas del mismo estilo con asientos que parecían hechos con hilo de oro. Pero Antonio quería seguir hablando con ella y no le dio importancia al decorado.

          - Mire esto -John se acercó a un panel donde señalaba las distintas áreas del palacio.

          - Dudo que nuestro amigo esté indicado en un mapa -replicó Antonio.

          - Él no, pero aquí dice dónde están las zonas de visita turística. El consejero estará en las cerradas al público, mire, esta zona está en gris.

          - Tiene razón capitán, vamos para allá -aceptó Antonio.

          «No dejes que lo maten » -sintió la advertencia de Ángela.

          - Señor, ¿vamos a interrogar a Rodrigo o solo tenemos que matarlo?

          - No se ande con remilgos o se nos escapará entre los dedos y no dudará en acabar con nosotros. Si le tiene a tiro dispárele con su pistola de congelación.

          «Si le intentas matar, va a destrozaros. Además, de todos los que están ahí, él es la única persona que no te quiere muerto.» 

         

          «Tú me dijiste que el culpable de todo era Rodrigo» -replicó Antonio.

         

          «Pues estaba equivocada -contestó la voz-. Hace mucho tiempo que Rodrigo quiere dialogar contigo, aprovecha esa circunstancia y en cuanto te sea posible líbrate de Masters. Aléjate de él.»

          - ¿Está bien? Jurado, le estoy hablando -le interrumpió John.

          - Le reventaron los sesos… -susurró sin voz.

          John le miró con sorpresa en los ojos.

         

          «¿Cómo sabes eso? Acaso…» -siguió escuchando la supuesta voz de Ángela.

          «No sé lo que pretendes tratando de hablar como si fueras ella -pensó Antonio, furioso-, pero sé perfectamente distinguirla de ti. Tú no puedes percibirla por eso no sabes que me está hablando también. Hoy será el último día de tu vida.»

          Antonio sintió que le flaqueaban las rodillas y no pudo parar de llorar.

          - No puede hundirse ahora. Ya tendrá tiempo de llorar a su amiga -increpó John.

          - Debería saber, capitán, que nuestro enemigo nos espera. Sabe todo sobre este ataque y quiere matarnos.

          - ¿Cómo está tan seguro? -Cuestionó Masters.

          - Acaba de decirme que le mate, si quiero vivir -respondió-. Rodrigo puede hablarme como si fuera un fantasma.

          - No haga caso a sus voces...

          - Le sigo -asintió.

          - No pienso darle la espalda -se negó John.

          - Yo a usted tampoco -le retó Antonio.

          - Tenemos que unir fuerzas para destruir a nuestro enemigo común -insistió John.

          Antonio le apuntó con su fusil.

          - ¿Y ese es Rodrigo? -levantó el fusil apuntándole a John a la cabeza. Sabía que los escudos evitarían que le matara pero no si disparaban una buena ráfaga.

         

          Sin embargo John hizo lo mismo. Le apuntó, podía ver su silueta verdosa.

          - Baje el arma o tendré que dispararle yo también -amenazó el capitán.

          - Los fantasmas no pueden cambiar el destino -susurró Antonio-. Supongo que tienes razón, no vamos a salir vivos de aquí.

          - ¿Qué está diciendo? -Protestó John-. Yo no he dicho tal cosa.

          - Usted no. Pero escucho al espíritu de Ángela. Me lo ha contado todo. No puedo confiar en ninguno de vosotros.

          - Olvidé por qué el comandante seguía contando con usted por escuchar fantasmas, a pesar de lo inútil que es eso en el campo de batalla -rezongó Masters-. Tiene esa habilidad. Creería que nos resultaría útil, incluso vital si se terciaba la ocasión. Pero veo que ese don nos ha explotado en la cara.

          - No lo niega -replicó Antonio, con voz temblorosa-. No saldremos vivos los dos de aquí, ¿cierto? Si lo conseguimos me matarán, y sino ya he muerto por una causa que no me concierne.

          Antonio y John dispararon al mismo tiempo. Los fusiles de plasma impactaron contundentemente en sus escudos provocando una sobrecarga. Inmediatamente después Antonio corrió a una esquina, tras una puerta mientras John volvió a dispararle a la espalda. El impacto le dio en el hombro y sintió que el traje de grafeno se rasgaba. Cayó de bruces rompiendo los cristales de la lujosa portezuela. Por suerte no se cortó, protegido por su traje. Sin embargo el disparo de plasma le había atravesado el hombro sin causarle ningún dolor. Esa arma no dejaba hemorragias pero abría boquetes en la carne del tamaño de una pelota de tenis. Se examinó la herida, en el suelo, mareado y sin fuerzas para levantarse. Su traje le había protegido un poco y vio que el disparo no destrozó su hombro, solo lo traspasó. Suficientemente para matarlo. La herida era limpia y dolía espantosamente, podía ver las costillas seccionadas y cauterizadas y de su pulmón colapsado comenzó a manar fluido blanquecino con sangre negra.

          John caminó hacia él y le apuntó a la cabeza.

          - Si supiera la de veces que me he imaginado haciendo esto… -apretó el gatillo.

          Antonio cerró los ojos pensando que ese era su fin. Pero el disparo se desvió lo justo para no tocarle.

          - ¡Qué demonios! -Gruñía John.

          Al volver a mirarle, vio que había una figura gaseosa interponiéndose entre él y el capitán. Esta le quitó el arma a John. Paulatinamente el humo fue materializándose y se formó una forma humana trajeada, un hombre rubio de apariencia joven y pelo engominado vestido con una camiseta negra y pantalón vaquero gris. Llevaba unas botas negras con hebillas plateadas.

          - No voy a permitir que lo mate -le dijo con una voz amigable-. He deseado mucho tiempo entrevistarme con ese hombre para que vengan ustedes con sus fusiles y lo intenten matar en mi propia casa.

          Era Rodrigo. A pesar de su edad incalculable, parecía incluso más joven que Chemo.

          - Muchachos está aquí… ¡Corran a mi posición! -Exclamó Masters.

          - Ya estábamos llegando -corearon Lyu y Chemo que corrían hacia allá y en apenas unos segundos flanquearon a la figura fantasmal de Rodrigo.

          - Hemos escuchado su discusión y creíamos que no seríamos los únicos en acudir. Han llamado demasiado la atención, era fácil suponer que el consejero aparecería por aquí -explicó Chemo.

          - En camino -escucharon decir a Jaime por el comunicador.

          - Veo que el EICFD ha decidido hacerme una visita -festejó Rodrigo, sonriente-. ¿Les apetece un te? Lo siento pero se sirve a las cuatro -se burló-. Me temo que solo puedo ofrecer agua. ¿O les apetece un refresco? Imagino que no les dejan tomar una birra en horas de trabajo.

          - Está rodeado, no intente nada o…

          - Ya veo, quieren llevarme a una fiesta sorpresa -siguió burlándose el consejero-. Haberlo dicho antes, adoro las fiestas.

          No podían hacer nada, estaba justo delante del capitán Masters. Si le disparaban le alcanzarían pues aún se podía ver a través de la figura vaporosa de Rodrigo, no sabían si los disparos encontrarían resistencia o era como una alucinación.

          Sabiendo su delicada situación y aún con los escudos caídos, John se intentó alejar del consejero a pesar de que éste aún sostenía su fusil con fuerza. Tiró de él pero el vampiro resistía como un cepo de acero. ¿Cómo podía cogerla si se le veía igual que un fantasma?

          - Voy a ser claro con ustedes -continuó Rodrigo-. Esta es mi casa, no han sido invitados y tendrán que pagarlo con sus vidas.

         

          Rodrigo arrancó de cuajo el arma de las manos de John y la dobló como quien arruga un avión de papel. Luego se la devolvió con tanta fuerza que Masters cayó de culo al suelo, al recibirla. Después el vampiro desapareció como un fantasma y se materializó a la espalda de Chemo.

          - Tu abuelo me odiaría si te mato -murmuró en su oreja-. Pero… Ya no importa. Está muerto, lo habéis matado. Aun así, hemos trabajado juntos por mantener esta locura de mundo de una pieza ¿Cómo se os ocurre acusarme de que yo amenazo el mundo? Pero si es nuestra obra de arte.

          Chemo se volvió hacia él, aterrado, apuntando con su fusil cuando lo hizo Rodrigo ya no estaba. Se materializó de nuevo junto a Antonio, examinando su herida. Con la curiosidad de un niño cuando ve una tarta, Rodrigo acarició el boquete de su traje y chupó la sangre que se pegó en sus dedos.

          - Deliciosa… Es una pena que solo pueda probarla y no saciarme de ella. Luego, cuando se acabe todo esto, ¿me firmarías un ejemplar? Me encanta el de "La reina de los corazones rotos". Pero no me decido, "Karma de sangre" me tocó la fibra, hace mucho que no veo a mi querida Samantha y se nota que tú la conociste. Eres magnífico, sin apenas información has creado una novela de lo más apasionante. Ojalá pudiéramos permitir que se publicaran, son increíbles -hablaba como un niño emocionado-. Hemos lanzado a la fama libros soporíferos. Los tuyos harían historia, podrían causar furor… Pero imagínate que llegan al cine, no podríamos aceptarlo, te acercas tanto a nuestra verdad que sería molesto. Espero que puedas perdonarnos. Pero no te sientas mal que siempre hemos sabido mantenerte ocupado para que no te mueras de hambre, sigue escribiendo por favor. Quiero que sepas que eres mi escritor favorito.

          En ese momento llegaron Jaime y Vanessa corriendo y al ver a Rodrigo le apuntaron como los demás.

          - No disparéis -previno John-. No le daríais.

          - ¿Qué le ha pasado a tu arma? -Preguntó Vanessa al ver el fusil doblado en sus manos.

          - Él -respondió.

          - Yo diría que vuestro plan ha fallado -abundó Rodrigo-. No estoy en mi ataúd y vuestras pistolas eléctricas no podrían tocarme -añadió volviendo a erguirse para enfrentarlos a ellos-. Sugiero que os marchéis, os daré una oportunidad porque… No me apetece reclutar más soldados, no abundan los cachondos mentales que no se bloqueen con las cosas sobrenaturales, me caéis bien, montáis unas orgias de lo más increíbles, me encanta observaros, me hacéis extrañar el sexo. Pero como puedo leer vuestras mentes, lo disfruto más.

          - ¡Qué! -exclamó Vanessa.

          - Por eso me sentía observada -se quejó Lyu.

          - ¿Solo eso? A veces me he tomado la libertad de tomar el control de tus actos -se jactó Rodrigo-. Eres tan deliciosa… Adoro ver tus compañeros al borde del colapso mental cuando te abres de piernas y les das espectáculo. Te encanta que te miren. Eres una delicia, como la crema del pastel. Sin tu chispa, esos espectáculos se quedan en nada. No te ofendas querida -dedicó la disculpa a Vanessa-. Pero a veces insinuar lo que hay es mucho más provocador que exhibir la belleza sin más. Tu piel de ébano no tiene nada que envidiar, me recuerda a los helados de crema de café… Otra cosa que desearía poder comer.

          - El comandante nos dio una orden. No podemos volver a fallar -insistió John.

          - ¿Así vais a morir? Obedeceréis a ese bastardo traidor. Deberíais saber que José Montenegro no espera que lo logréis, solo que yo le haga el trabajo sucio. Os quiere muertos -sentenció con una sonrisa de prepotencia mostrando sus agudos caninos-. Supongo que también podía esperar que quizás lograríais matarme. Es un arte muy viejo el suyo, es todo un estratega. Si tienes dos enemigos, lo mejor es hacerles enfrentarse. Siempre será más fácil derrotar al vencedor debilitado. ¿Y sabéis por qué nos quiere muertos a todos? Os lo diré...

          - Habla como si conociera bien a Montenegro -dijo Jaime.

          - Oh, vaya que sí. Le conozco igual que si fuera mi propio hijo de las tinieblas. Durante siglos he seguido a Alastor en su vieja organización, llevamos aquí desde antes de Cristo. Hemos guiado al mundo a lo que es hoy en día. Alastor y Montenegro estuvieron al cargo el EICFD desde su nacimiento. Después de la segunda guerra mundial nos dimos cuenta de que necesitábamos un brazo armado e invisible que enfrentara las amenazas en nuestro lugar. Vimos la oportunidad al encontrar los inventos de Tesla y con ellos, darles súper poderes a vulgares humanos que nadie echaría de menos. Uno de los requisitos para entrar es que sean personas "anónimas" que su muerte no repercuta en los medios. Otro, como ya imaginaréis, es que no os bloqueéis ante un peligro desconocido y letal. Y por último, el más importante, que no hagáis preguntas sobre nosotros.

          - Vimos morir a uno de los consejeros en plena reunión telemática, ante la cámara -apuntilló Lyu-. ¿También era vampiro?

          - Oh, eso fue un teatro. Él realmente no está muerto, se lo hizo creer a la asesina que envió Montenegro porque no se atrevía a enfrentarse a ella, tenía latente ese poder tan molesto. Prefirió pervertir sus pensamientos sin que ella lo viera venir. Hemos tenido pocos enemigos capaces de ponernos en jaque. Ángela fue la más poderosa, sin duda, pero también era muy ingenua. Corrijo, la más peligrosa tú la conociste -volvió a mirar a Antonio-. Su nombre es Génesis, pudimos destruirla, nos la dejaste en bandeja, ¿recuerdas? Pero Alastor no quiso hacerlo. Prefirió encerrarla en una niña, chiflada y sin memoria. Recientemente ha despertado de su letargo y vuelve a ser un peligro para nosotros aunque todavía no nos ha declarado la guerra. Permanece escocida y confusa, sobreviviendo en un país machista sin saber los poderes que ha llegado a tener y que su naturaleza la impide envejecer como nos pasa a nosotros. Pero no me cabe la menor duda de que volverá a recordar e intentará aniquilarnos de nuevo. Digamos que no comulga con nosotros. Ah, pero esta vez cuando vuelva no tendrá a su papi para protegerla.

         

          Le sonrió a Antonio con malicia, en su sonrisa vio sus largos colmillos asomando sobre su labio inferior, finos y nacarados como  los de un gato, seguramente alargados por el intenso olor de la sangre de su hombro.

          - ¿Ahora que no está Alastor quién lleva las riendas del consejo? -Preguntó Antonio.

          - Don Paco, al menos él era quien se responsabilizaba de vosotros -respondió, encogiéndose de hombros-. El EICFD inglés lo controlo yo, y cada uno de los consejeros tiene su propia manada de perros. Por supuesto es alto secreto. Voy a hacer como los típicos villanos. Os cuento lo que va a pasar y así pensáis que podréis impedirlo. Es más divertido si dejo esperanzas a la gente. Si saben con certeza que van a morir, la suelen gritar, entrar en pánico… Muy desagradable.

          - Pero Don Paco está muerto -replicó Lyu-. ¿Quién será el que nos…?

          - Elimine, yo, claro -respondió jovial el vampiro. Sois un cabo suelto. Ninguno de nosotros respira desde hace miles de años. La única duda que tengo es dónde demonios está Don Paco. Lleva días sin contactar con nosotros.

          - Ha muerto -confirmó sin pensar Antonio-. No hay forma de que pueda volver a la vida.

          - Oh, ¡Es cierto! Estabas allí. Tú debías protegerlo. ¿Qué salió mal? ¿Dónde está su cuerpo verdadero? Lo único que entregaron los forenses es uno decapitado que no era el suyo.

          - Te digo que ha muerto. Al igual que tus esbirros, no los verás más.

          - ¿Esbirros? Selene y Jackson... -Protestó Rodrigo, dolido-. Que falta de tacto, en mi casa te atreves a llamar a mi familia de esa manera peyorativa. ¡Eran mis hijos!, y además no pueden morir, son inmortales como yo -bramó furioso Rodrigo.

          - Vi cómo Ángela los metía en una bañera de ácido y no quedaban ni los huesos -gruñó Antonio, sintiendo que se le iban las fuerzas por su grave herida. Al igual que a Don Paco.

          - ¿Cómo dices? -Rodrigo parecía sorprendido.

          - Ella sabía lo que eran -explicó-. Se deshizo de los cuerpos para que no pudieran volver a la vida por la noche -explicó Antonio.

         

          Rodrigo negó con la cabeza, conmocionado y dio unos pasos, tambaleándose.

          - Maldita zorra -murmuró furioso-. A mis hijos… A mi amigo… Nuestro… Líder.

          Desapareció de al lado de Antonio y se materializó detrás de Vanessa.

          - También quemasteis el manuscrito… -añadió entre dientes, furioso-. Matáis a mis hijos. Os presentáis en mi mansión con intención de matarme, y no os dais cuenta de que los únicos monstruos que hay aquí sois vosotros. ¡Malditos todos! Después de lo que hemos hecho, velamos por el bienestar del mundo. ¡Así lo pagáis!

          Sin más palabras hundió los colmillos en el cuello de la chica y comenzó a succionarle la sangre. Chemo reaccionó disparándole a la cabeza pero se convirtió en humo y Vanessa cayó al suelo desmallada.

          - ¡Vane! -Gritó, desesperado. Se arrodilló junto a ella y le examinó la herida del cuello. Al hacerlo quedó sorprendido pues no había ninguna herida. Al tocar su cuello notó su pulso débil.

          - No saldréis de esta casa con vida -escucharon el murmullo de la niebla.

          «¡No dejes que los mate!» -escuchó la voz de Ángela en su cabeza-Fui yo quien los maté, no merecen pagar por lo que yo hice.»

          «Ellos te mataron» -protestó Antonio-. «Intentarán matarme a mí, John me disparó… Y me estoy quedando sin fuerzas, ¿Qué puedo hacer yo por ellos?»

          «Acabo de entenderlo. Tienes que ser capaz de salvarles, de perdonarles. No importa lo que merezcan, es por eso que estoy aquí. Tengo que evitar esta masacre.»

          «Pero te han matado» -Antonio lloraba mientras veía que la figura difuminada de Rodrigo iba hacia Chemo.

          «Te he dicho que yo lo provoqué»,-explicó Ángela-. «Detenlo, hazlo por mí.»

          Antonio solo tenía una forma de detenerlo y pensando que le quedaba poco tiempo de vida exclamó.

          - ¡No fueron ellos! Ellos querían salvar a Don Paco. El plan de acabar con él era mío y de Ángela. Si tienes que matar a alguien es a mí. Déjalos marchar.

          Todos le miraron sorprendidos, incluido John.

         

          Rodrigo se esfumó por completo y pareció escuchar su petición pues se materializó junto a él.

          - Vamos, tenéis que iros. Aprovechad la ocasión, ¡Corred! -exclamó Antonio.

          - No sería gentil por mi parte faltar a mi palabra en mi propia casa. Ellos no saldrán con vida de aquí.

          «Sálvalos, Antonio, hazlo por mí» -clamaba Ángela en su cabeza.

          Volvió a materializarse tras Chemo, aún arrodillado junto a Vanessa, Antonio le apuntó con su fusil y disparó. La bola de plasma le atravesó pero Rodrigo se difuminó.

          - Cógela y largaos -ordenó Antonio-. Yo os cubro.

          Sin pensarlo dos veces, cogió a su compañera, y ésta reaccionó al fin y pudo levantarse con dificultad. Juntos comenzaron a correr hacia la salida del palacio. Masters, Lyu y Jaime les siguieron. El único que dudó durante un momento fue el capitán, que le miró extrañado, con una curiosa emoción en los ojos que Antonio nunca había visto, ¿se sentía culpable de haberle disparado?

          - ¡Vete! -Le ordenó.

          Sin mediar palabra el capitán corrió tras sus compañeros.

         

          Rodrigo se materializó ante él sin manifestar su forma corpórea por completo.

          - No puedes matarme. ¿Por qué les proteges? Ellos te quieren muerto.

         

          Cogió su arma y la destrozó ante él, arrancó el cargador, partió el fusil y luego la lanzó lejos.

          Antonio cogió la pistola de dardos y se apuntó al cuello. Iba a morir si no se inyectaba una jeringa verde. Si no lo hacía desangrado o asfixiado, lo mataría Rodrigo.

          Pero antes de que pudiera disparar, el vampiro se la quitó de las manos y la arrojó detrás de él rebotando contra el suelo de mármol con un sonido metálico. Al menos no se había roto.

          - ¿Qué pretendes congelándote en el tiempo? -Preguntó asqueado-. Tengo una forma de curarte mejor que esa.

          - ¿Vas a matarme? -Dijo Antonio, aterrado.

          - Oh, no, hace mucho que deseaba conocerte en persona. Soy tu fan número uno.

          - Ayudé a Ángela a enfrentarse a tus hijos. Ella no habría podido vencerles sin mi ayuda.

          - La vida se te escapa, no temes lo que pueda hacerte… ¿Crees que voy a dejar que mueras?

         

          Rodrigo se cortó una vena de la muñeca usando una de sus uñas afiladas y vio manar su sangre negra hacia su boca.

          - No, no lo hagas -rogó Antonio-. No quiero ser como tú.

          - Vas a pagar lo que le has hecho a mis hijos. Y no podrás hacerlo si mueres.

          Dicho eso le puso la muñeca en su boca y le tapó la nariz para obligarle a tragar. Su fuerza era como de un buldócer, no pudo ni arañar su piel de mármol y pronto la sangre negra de Rodrigo se fue deslizando, sin tragarla, al interior de su garganta.

          No era la primera vez que bebía esa ponzoña oscura. Tampoco era la segunda, sino la tercera. Ese era su don, uno muy efectivo sin el cual estaría muerto hacía mucho tiempo.

         

          Cuando Alastor le contrató para encontrar a su hija Génesis ella le hizo entrega del don que él eligiera. Fue antes de que la capturaran y le borraran su memoria (por su culpa). Él pudo pedir cualquier cosa, harto de que el viejo le dominara, pidió eso: "Quiero ser inmune a Alastor".

          Así se libró de la sangre negra por primera vez.

          - Sé que no somos lo que se dice… Amigos, pero no te he mentido admiro tu modesto arte de escribir. He seguido tus historias desde que empezaste a escribir sobre Samantha. Aunque últimamente nos tienes bastante olvidados, solo escribes de tus amiguitos. Espero que ahora que voy a adoptarte como mi hijo tengas tiempo de sobra para ponerte al día. Entiendo que no ves a nuestra amiga común hace bastante tiempo, porque no tienes nada que contar de nosotros.

          - No voy a ser como tú -respondió, tosiendo su sangre negra de sabor putrefacto.

          - Creo que no tienes elección. Tu herida está sanando, tu cuerpo ha asimilado mi poder, pero tu mente aún no lo procesa. ¿Sabes la cantidad de personas que darían todo su dinero por estar en tu lugar? El mundo desea este poder. Somos sus ídolos, ¿te das cuenta? Hemos hecho que en lugar de temernos los mortales nos admiren y nos idolatren como dioses.

          - ¿Qué quieres de mí? -Antonio empezó a convulsionar, la sangre le ardía por dentro, la cabeza se le llenó de fuego y quiso gritar.

          - Te lo acabo de decir, eres un escritor maravilloso al que aprecio y respeto. No puedo consentir que dejes de escribir porque te mueras. Eso sería horrible, mi historia inconclusa. Esperaba que con este regalo me dedicaras el resto de tu eternidad y no es que me interese la celebridad, pero me gusta saber que hay gente por ahí que lee tus historias, y me conocen. Aunque tienes que poner más empeño en las descripciones, nadie me reconocería con la forma en que me has descrito.

          Antonio trató de levantarse y lo consiguió, la herida no le dolía pero su estómago, todo su cuerpo estaba inundándose de fuego.

         

          Una vez logró incorporarse se metió los dedos en la garganta y se obligó a vomitar.

          - Ya eres un vampiro. ¡Acéptalo!

          No consiguió vomitar nada. Sintió que su cabeza le daba vueltas, su corazón latía con fuerza igual que si corriera a toda velocidad.

          - ¿Sabes?, me gustas -sonrió Rodrigo mostrando su dentadura afilada-. Eres rebelde, te cuestionas todo y tratas siempre de encontrar una verdad justa. Luchas por lo que crees y no te rindes por muy mal que estén las cosas… Casi como un anti héroe típico de una película.

          «Ángela, ¿dónde estás? -Antonio no quería escucharle más-. ¿Por qué no consigo sentirte? Dime algo por favor, ¿voy a morir?» -Pensó, buscando un apoyo en ella. El dolor impedía concentrarse en su voz. Solo conseguía comunicarse con espíritus cuando su mente estaba serena y no tenía distracciones, dolores intensos o preocupaciones importantes. Necesitaba paz en su corazón y tranquilidad y silencio en su mente, cosa que no podía lograr en ese momento.

         

          Comenzó a dolerle todo el cuerpo de manera insoportable. Se forzó a mantener la atención en el consejero porque de lo contrario tendría que gritar de dolor, los ojos azules celestes del vampiro eran hipnotizadores. Sintió que dejaba de brotar sangre de su herida y los latidos frenéticos de su corazón terminaron superando su capacidad y le empezó a doler el pecho, la espalda. Su cabeza comenzó a dolerle como si la sangre llevara cristales dentro. Se llevó las manos a las sienes y, cuando no pudo soportar tanto dolor, se desmayó.

          - Bienvenido a mi mundo, esclavo -pronunció Rodrigo con media sonrisa en los labios y mucha soberbia.

         

          Al fin sintió paz, silencio y el dolor se acabó de repente.

          «Esto no me lo esperaba» -escuchó decir a Ángela-. «Resiste. ¡No te mueras!»

         

          Eso fue lo último que sintió antes de sumirse en la oscuridad total.

 

Continuará

         

           

Comentarios: 6
  • #6

    Alfonso (viernes, 29 marzo 2024 20:05)

    Apenas tengo tiempo de comentar pero tengo la sospecha de que Tony nos quiere a todos muertos. Mucha suerte con el ataque contra Rodrigo, Chemo y Jaime. La váis a necesitar.

  • #5

    Chemo (martes, 26 marzo 2024 02:14)

    Ya hacía tiempo que la brigada delta no tenía nada de acción. Si Chemo ha de morir, se llevará su experiencia ligatoria al cielo para echar polvetes por allá. Jeje
    Por cierto que he buscado las páginas secretas pero solo he encontrado cuatro... ¿Habéis encontrado más?

  • #4

    Jaime (domingo, 24 marzo 2024 16:10)

    Gracias por tu contestación, Tony. Por algún motivo tengo recuerdos de que Rodrigo y Antonio ya habían interactuado en otras de tus historias, pero en esta parte se da a entender que es la primera vez que se ven cara a cara. Quizá tenga que releer las historias anteriores.
    En fin, si Jaime y Lyu han de morir, serán revividos por la diosa Ángela en otra nueva historia. Jeje

  • #3

    Tony (domingo, 24 marzo 2024 09:06)

    Que bien que vuelves a ser el primero en comentar, Jaime. Te contesto por números.
    1) El crucero es el Saphire princess y so aparece Antonio sino Jackson y Selene.
    2) Alastor y Rodrigo siempre han rivalizado por controlar la organización. No significa que no estuvieran los dos en ella
    3) Cierto, Samanta ya no es vampiresa. Desaparece de los relatos y por eso Rodrigo quiere volver a verla. No significa que ignore que ya no es humana, al contrario, quizás quiere volver a transformarla.
    En cuanto al futuro de la brigada delta... Ya está casi escrito y es bastante... Emocionante. No puedo decir más.

  • #2

    Jaime (domingo, 24 marzo 2024 03:37)

    Me gustó mucho esta parte. Aunque también me han quedado varias dudas sobre Rodrigo.
    1.- ¿No se supone que Antonio y Rodrigo ya se conocían? Me viene a la mente la aventura en que Antonio se encuentra con Samantha y Rodrigo en un crucero en el Caribe.
    2.- En otra historia se relata que Rodrigo desertó del ejército de Alastor y desde entonces se han enfrentado por motivos de poder político. Ahora resulta que todo este tiempo, Rodrigo fue parte de la Organización junto con Alastor y Montenegro.
    3.-En otra historia se relata que Samantha vuelve a ser humana al ser curada por Génesis. ¿No debería saber esto Rodrigo al ser ávido lector de las obras de Antonio Jurado?
    Puede que mi memoria me falle pero es lo que recuerdo de historias anteriores.

    Volviendo a la trama principal, cada vez se está volviendo más rebuscada. Antes Tony nos hizo pensar que Rodrigo era el malo de la película. Ahora, Rodrigo cree que Montenegro es el artífice del mal. Y todavía desconocemos cuál es el papel del diario de Jesucristo en toda esta trama. Ya nada más falta que Ángela haya fabricado su muerte para encontrar al culpable de toda esta trama de poder.

    Por último, Jaime y Lyubasha no pueden morir ya que conocen un secreto de Alastor que sería revelado al mundo si les pasa algo. Podéis sacrificar a Chemo por el bien de la Brigada Delta. Jeje

  • #1

    Tony (jueves, 21 marzo 2024 01:18)

    Espero que os haya entretenido. Espero vuestros comentarios, las vidas de los protagonistas aún penden de un hilo.