Antonio Jurado y los impostores

44ª parte

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            —¡Sigue corriendo! Estos me están respirando en la oreja.

            En un segundo los zombis estaban por todas direcciones y una especie de remolino laser los mantuvo lejos de ellos.

            Los que les perseguían no reaccionaban al ataque, caían por docenas.

            —¡Los están matando! —Gritó Lara, fuera de sí.

            Entonces apareció de la nada un objeto volador que flotaba en completo silencio. La compuerta se abrió y surgió un hombre canoso y de gran envergadura, musculoso y de gesto serio ofreciéndoles la mano para que subieran.

            —Vamos, no podrán contenerlos mucho más tiempo, arriba.

            Dani apretó su carrera y llegó justo a tiempo de saltar al interior de la nave mientras esta ya se elevaba.

            Al entrar cerraron la compuerta y vio a través de las paredes, como si fueran de cristal, que los cientos, puede que miles de zombis levantaban las manos intentando alcanzarlos inútilmente.

            —No se les debe matar —acusó Lara, exhausta.

            —Eran ellos o vosotros —replicó una chica de color que cargaba su fusil láser sobre su cadera, con chulería.

            —Esas son las órdenes, Lara, pero admitámoslo, aquí hay demasiado zombi y no tenemos tantas vacunas. Esto hay que frenarlo y no podemos ceñirnos a las órdenes de arriba.

            —Yo respondo ante el consejo —añadió Montenegro, apareciendo desde el asiento de copiloto de la nave—. Me alegro de verte Lara. ¿Quién es ese?

            —Su novio —replicó Dani, con prepotencia—. Daniel Escobedo.

            —Vaya. Eres el sobrino de Luis Fernández, ¿Qué haces aquí? Creí que…

            Montenegro no se dio cuenta de lo revelador de su gesto al mirar a Lara.

            —¿Tú le has dado la orden de matarme? —Bramó ella, enojada.

            —Como dijo John, ya no podemos permitirnos ceñirnos a las órdenes de los superiores —escurrió la culpa, dejando en evidencia al auténtico responsable de la orden, Don Francisco.

            —¿Por qué? —Quiso saber la inspectora de policía.

            —Sabes de sobra esa respuesta. Mi consejo es que cuando termine nuestra colaboración temporal salgas corriendo en cuanto tengas la oportunidad. No podemos permitirnos un fallo en nuestras misiones, el EICFD está en entredicho y pueden cancelar el proyecto cualquier día y más si no resolvemos este problemón de los zombis.

            —¿Cuántas naves de estas hay por la ciudad? Harían falta al menos cien para contener esta plaga —respondió Dani.

            —Estamos solos, chico —replicó Montenegro.

            —Y encima nos han dicho que no los matemos —agregó Abby, con media sonrisa—. Que usemos dardos con la cura. Hemos traído un maletín de cargadores, tenemos armas, pero antes de veros habíamos disparado medio stock y la horda no parecía reducirse lo más mínimo. Seamos realistas, si les disparamos eso los demás los pisotean y los destrozan. Es una pérdida de tiempo.

            —Esto va a llegar a Madrid —protestó Lara—. Será peor que la pandemia del Covid.

            —Afortunadamente el ejército y la policía han acordonado todas las salidas de Fuenlabrada.

            —Eso es imposible, está pegada a Móstoles y…

            —La infección no se ha extendido por toda la ciudad, son apenas cuatro calles —añadió Montenegro—. Si hubiera llegado a la otra punta de Fuenlabrada podíamos dar por sentado que esto no lo para ni todos los soldados del mundo. Han armado al ejército con los dardos curativos y no se han puesto donde los zombis puedan verlos para no llamar su atención. Solo impiden que pase nadie a este municipio y que la infección salga, claro.

            —Ya cuento con que las fuerzas de seguridad del estado son unos ilusos que piensan que pueden controlar todo, pero que ustedes vivan en esa burbuja me parece de lo más preocupante —protestó Lara—. Ahí fuera no hay diez zombis descontrolados, hay miles. Están en los campos, no en la ciudad, van a llegar a todas las autopistas, a todo Madrid. ¡Admítalo de una vez! Esto está fuera de control.

            Montenegro la miró con odio pero no le dio una réplica.

            —Hablando es como no se solucionan las cosas. Vamos a limpiar todo Madrid aunque nos vaya la vida en ello. ¿Entendido? ¿Podemos contar con vuestra ayuda? Tenemos autorización para reclutar a quienes encontremos.

            —Eso cambia las cosas, hay muchos supervivientes —admitió Lara—. Hay que rescatarlos de sus coches.

            —Pues a qué demonios estamos esperando. La gente nos necesita. Brenda, bájanos donde no haya mucho movimiento, tenemos que proceder en silencio, evitar las turbas multitudinarias. Estate atenta a nuestra llamada por si nos acorralan.

            —Comandante, no tiene que bajar usted también, si le pasa algo no sabremos qué hacer.

            —Por mí no se preocupe capitana —respondió Montenegro—. Estoy harto de ver la acción desde un sillón. Necesito mover mis músculos.

            Aterrizaron en una plaza aparentemente libre de infectados.

            —John, cargue con la mochila de la armas por si encontramos voluntarios, usted Alfonso, se encargará de los viales y la munición. Abby, abra la marcha, la seguimos, hay que peinar la zona.

            —¿Tienen más fusiles láser? —Preguntó Dani.

            —Pistolas convencionales —respondió John—. Y veo que vosotros ya tenéis pero no son de este calibre, coged una cada uno y dos cargadores con el antídoto. No uséis vuestras armas a menos que corráis peligro real.

            —Son "Desert Eagle" —reconoció Dani—. Las he usado en el ejército, se encasquillan por cualquier mota de polvo. Pero bueno, nos apañaremos. ¿De cuántos disparos disponemos en cada cargador?

            —Nueve, apunten al cuello, cuidado con los ojos.

            —Con esto no tenemos ni para empezar. ¿Puedes darme un par de cargadores más?

            —¿Dónde los vas a llevar? Esos casi no te caben en el bolsillo —contesto Alfonso, arisco.

            Sus voces atrajeron a un grupo que entró por la calle más ancha. Eran tres muy rápidos, uno tenía una mordedura en el brazo, otro en la cara y el tercer en el hombro.

            Antes de que los soldados pudieran reaccionar Dani les puso tres dardos en la frente y después de dos pasos más cayeron inconscientes.

            —Vaya, están como nuevas. Creo que me voy a apañar muy bien —valoró—. Pero con esta munición...

            —Alfonso, dele dos cargadores más al italiano —ordenó Montenegro—. Los demás, ¡Espabilen!

            —No te hagas el chulito, amigo. Estaba esperando ver qué tal andas de puntería —le dijo Jaime al oído de Dani.

            —Si haces más blancos que yo te pago una cañas. Si no, me las pagas tú —retó Dani.

            —Hecho.

            —Me apunto, el que consiga más dianas los demás le invitan a unas copas —añadió Vanessa mientras disparaba a dos más que salían por otra calle.

            La fiesta no acaba ni de comenzar, empezaron a salir por todas las calles y desde el centro de la plaza alcanzaban a los caminantes más cercanos en formación circular, como los antiguos vaqueros al hacer frente a los ataques indios.

            Los disparos atraían más zombis y los cuerpos del suelo empezaron a amontonarse unos sobre otros.

            Dani estaba tan empeñado en ganar su ronda gratis que más de una vez dio al mismo zombi que otro compañero y soltaba una queja cada vez que eso ocurría.

            —Ese cuenta como mío.

            —¿Por qué no te limitas a los de tu zona? —Protestó Alfonso—. Dejo la mochila en medio, el que quiera munición que se sirva solo.

            Montenegro disparaba a los que veía que desbordaban a sus chicos y se dio cuenta de que Dani era francamente bueno, se le notaba acostumbrado a la presión y al ejército. Era un fichaje muy a tener en cuenta.

            Lara en cambio disparaba sin demasiada precisión, era lenta cargando, se notaba que nunca había manejado una pistola que no fuera la suya.  Aun así contaba los zombis que derribaba y aunque no podía competir con los demás en número, era una ayuda inestimable.

            —Cincuenta y siete —festejó Dani, al derribar el último de su lado.

            —Cuarenta y cinco —replicó Jaime.

            —Sesenta —se pavoneó Alfonso.

            —Setenta y dos —dijo Vanessa, sonriente—. Supera eso guapito de cara.

            —Veintidós —murmuró Chemo, avergonzado.

            —Treinta —añadió Lara, con media sonrisa de resignación, pero feliz de no ser la última.

            —Diecisiete —terminó Lyu, la chica oriental que tenía la estatura de una niña y no debía pasar de los cincuenta kilos.

            —¡Qué tontería de contar! —Protestó John—. No os distraigáis con bobadas, ahí vienen más.

            —¿Tú cuantos llevas abuelo? —Le retó Dani.

            —Te he superado, pero no soy tan infantil como para jactarme, niñato.

            Abby soltó una carcajada. Sabía que le sentaba fatal que le tacharan de viejo, John no tenía nada que envidiar de los jóvenes, se mantenía en plena forma, o eso decía.

            —No los has contado —se burló Dani.

            —Setenta y siete —intervino Abby—. Tenemos un reto personal entre los dos y me ha ganado por dos.

            —Teniente, estos novatos no tienen por qué saber eso —replicó el capitán, enojado como un niño.

            —No me parece mal esta competición —repuso Montenegro—, yo también estoy contando los míos, llevo trece cargadores.

            —No basta con disparar al aire, tipo duro —se burló Dani.

            —Yo no fallo ni un disparo —replicó sin elevar el tono de voz, con mirada amenazante.

            —Joder, trece cargadores son… —el italiano se puso a hacer cálculos mentales.

            —Ciento diecisiete —contestó sonriendo—. Voy ganando.

            Los zombis que quedaban en pie ya habían sido alcanzados por dardos, algunos por dos o más, lo que significaba que la suma de los dardos disparados no era ni mucho menos el total de los caídos. Poco después, sin tener que volver a disparar sus armas, no quedaba ninguno en pie.

            —Tenemos que avanzar, esta zona está despejada. Brenda —Montenegro presionó el pinganillo de su oreja—, ¿qué ves en el radar? ¿Hacia dónde nos dirigimos?

            —Hay bastante actividad a cien metros, en la principal.

            —Moveos, no perdáis de vista los flancos.

            Abrió la marcha corriendo a una velocidad que no les fue fácil seguir.

            —Caray con el comandante, está en plena forma —protestó Dani.

            —Supongo que por eso lo es —replicó Jaime, resoplando.

            —Si queremos una copa gratis -seguía diciendo el italiano-, vamos a tener que ponernos serios.

 

 

Continuará

Comentarios: 7
  • #7

    Alejandro (sábado, 11 diciembre 2021 00:46)

    Yo también pido orgía.

  • #6

    Esteban (miércoles, 08 diciembre 2021 00:43)

    Yo secundo la idea de la fiesta.

  • #5

    Tony (lunes, 06 diciembre 2021 01:54)

    Eso espero Chemo, voy a tratar de que haya al menos una parte antes de fin de año.
    En cuanto a la fiesta de celebracion, desde luego tendré en cuenta cuestras peticiones.

  • #4

    Chemo (lunes, 06 diciembre 2021 00:35)

    Ya estuvo que Chemo no ganó la competición. Pero al menos espera participar en la celebración loca tras derrotar a los zombis. Al fin que hay varias chicas para escoger. JejeOjalá la siguiente parte se publique antes de que termine el año para mandar todos nuestros buenos deseos.

  • #3

    Alfonso (sábado, 04 diciembre 2021 21:26)

    Ya tenía tiempo que no había continuación.
    No importa que Alfonso no gane la competición; mientras haya orgía al final de la historia me conformaré.

  • #2

    Jaime (viernes, 03 diciembre 2021 02:41)

    Lo que no se ha contado en esta parte es que el premio de consolación es una fiesta loca entre todos los participantes, en donde habrá de todo. Ojalá la siguiente parte no demore mucho.

    Por cierto, ¿cuál de los dos relatos de Halloween ganó?

  • #1

    Tony (jueves, 02 diciembre 2021 23:25)

    Lamento el retraso, esta vez ha sido una combinación de todo, falta de tiempo, las historias de halloween... Y que no ando sobrado de ánimos.
    Espero vuestros comentarios, la semana que viene no sé si habrá continuación, pero lo voy a intentar.