Las crónicas de Pandora

Capítulo 7

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          Ángela y Antonio pidieron el Halcón de inmediato y Brenda les llevó a la dirección indicada en el informe. Según esos datos estaría con su familia en Moscú. No podían dejarse ver, de modo que llevaron los dispositivos de camuflaje óptico, que habían sido mejorados y ahora en lugar de ser una especie de chaleco antibalas metálico e incómodo, era un cinturón ajustable, con un botón protegido por una tapita. La hebilla contenía la circuitería camuflada por un adorno metálico con forma de círculo, con una espiral en el interior. Era bonito pero no llamaba la atención, a diferencia del prototipo original.

          Les dejaron en el patio trasero. Activaron la invisibilidad de alta frecuencia y se pusieron las gafas polarizadas para poder verse entre ellos.

          Era un caserón fuertemente protegido por muros de dos metros de reja electrificada. Por suerte la seguridad interior no era tan férrea. Pudieron entrar por la puerta de la cocina y les sorprendió que había un desorden exagerado. Encontraron platos rotos por el suelo y vieron restos de comida por las paredes. Se internaron en el pasillo que daba a la sala de estar y encontraron en el sofá a una mujer muerta por un balazo en la frente.

          Antonio miró a Ángela, asustado. Ella sacó su pistola y se puso en alerta. Al lado del sofá descubrieron otro cuerpo, era una adolescente que también había sido abatida con un disparo en el pecho. A juzgar por su postura se puso en pie antes de morir y el impacto la empujó hacia atrás, cayendo de la peor manera posible contra el suelo y con el cuello doblado en una posición mortal.

          No podían hablar, el asesino podría estar en la casa.

          —¡Nay ubivai menia, pojaluista! —Escucharon en la planta de arriba.

          Corrieron a las escaleras, Ángela llegó antes y cuando alcanzaron el piso de arriba se escuchó el silbido de una bala disparada con silenciador. Abrieron la puerta con urgencia y vieron a un hombre tirado en el suelo con un disparo en la sien mientras una... Pistola flotante se colocaba convenientemente en su mano como poseída por una fuerza invisible.

          Pero allí no había nadie. Las gafas polarizadas hubieran delatado un camufle óptico, por muy avanzado que éste fuera.

          No ver al asesino dejó paralizado a Antonio, pero Ángela disparó a la zona donde debía estar el sujeto. Sin embargo la bala rebotó y salió por la ventana.

         No solo era completamente invisible sino que también tenía un escudo magnético, como ellos. Entonces escucharon un jaleo en las habitaciones, el disparo de Ángela fue ensordecedor y se había debido escuchar en toda la zona. En seguida se aproximaron los  gritos de guardias que hablaban en ruso y se dirigían hacia allí.

          —¡Vámonos! —Urgió la chica—. Volvamos al patio, ¡Brenda ven a buscarnos ya!

          —¿Ya está? Sois unos cracks —alabó la piloto.

          Saltaron por la ventana hacia el patio del jardín por el que aterrizaron y vieron acercarse la forma traslúcida del Halcón de combate. Las botas gravitatorias les permitió caer desde el tejado hasta el patio sin el menor daño y corrieron frenéticamente hacia la nave. Las puertas del pation se abrieron justo en ese momento y salieron multitud de guardas armados con fusiles y metralletas y gritando.

          —Diez minutos, menudo record —alabó Brenda mientras se ponían los cinturones cruzados y se elevaban en completo silencio.

          —No hemos...

          —Calla —Urgió Antonio, en un susurro—. La misión está cumplida. Tenemos el resto de la mañana para nosotros solos.

          —¿Qué estabas diciendo Ángela? —Preguntó Brenda.

          —Que hemos estado a punto de morir —respondió, sonriendo—. ¿Nos haces un favor? Llévanos a mi casa y tómate la mañana libre, son las diez, recógenos a la una y di en el informe que... Tardamos tres horas.

         Uy, me viene genial —replicó jovial, la piloto—, tenía que comprar unas cosillas y nunca tengo tiempo con los niños en casa.

          —Creí que tenías un hijo piloto —respondió Antonio.

          —Tengo tres, el mayor tiene treinta años. Los peques tienen diez y doce.

          —¿Pero cuántos años tienes? —Pregunto asombrado—. Uy perdón,... si no es indiscreción. Yo te echaba más de cuarenta.

          Esta vez fue Ángela la que le dio un codazo, pero con fuerza y doloroso.

          —Cumplo cincuenta este año. Se agradece el cumplido, la verdad es que me mantengo en forma. Aguantad la respiración entramos en fase.

          Eso significaba que estaba a punto de detener el tiempo para desplazarse a Madrid en un abrir y cerrar de ojos. La tecnología del EICFD había evolucionado y ahora no eran conscientes del viaje. De ese modo las radiaciones mortales del motor atómico no les afectaban.

          —Hemos llegado —dijo la piloto, justo un momento después.

          —Joder, ni me he enterado —farfulló Ángela.

          —Ya ves, esto cada día se parece más al tele transporte. Recuerdo mis primeros viajes, me producían unos dolores de cabeza horrorosos —respondió Antonio.

          —Venga, bajaros —urgió la comandante de vuelo.

          —Ya, ya, es que aún estoy cansado de la carrera que nos hemos metido.

          —Os recojo a la una menos cinco, sed puntuales.

          —Descuida —respondió Ángela.

          Se bajaron de la nave y se quedaron solos en cuanto escucharon el zumbido del halcón al alejarse. Antonio miró el reloj, eran las diez y un minuto.

          —Una, dos, tres horas —contó con los dedos—. ¿Qué vamos a hacer todo ese tiempo?

          Su mirada evidenciaba lo que estaba pensando y Ángela asintió con chulería.

          —Si crees que vas dejarme tirada en la mejor parte... Estás muy equivocado muñeco. Serán tres horas que vas a aguantar como un jovenzuelo.

          —Se me ponen los dientes largos.

          —Esperaba que fuera otra cosa la que se alargara —musitó Ángela, rozándole el pantalón por debajo del cinturón, calculando la dureza de su miembro.

          Antonio sintió un escalofrío de placer que se tuvo que forzar a ocultar porque seguían en la puerta de la calle, a la vista de todos los vecinos (aunque no veían a nadie).

          —Vamos, abre, estoy deseando arrancarte la ropa.

         

          Se fueron al piso de arriba y en la habitación de Ángela, se quitaron la ropa apresuradamente. Ella se limitó a quitarse el calzado, el pantalón y la blusa, quedando en tanga y sujetador. Cuando él iba a tocarla le empujó con la mano en el pecho y le hizo sentar en un sofá orejero que tenía frente a la cama.

          —Tú no te toques, solo mírame.

          Antonio tuvo que hacer un gran esfuerzo por quedarse sentado, desnudo, mirándola a ella mientras se tumbaba en la cama frente a él con las piernas abiertas y acariciando sus bragas por encima del vello de la vagina.

          —Van a ser muy largas estas tres horas —reconoció sabiendo que en todo ese tiempo  no le permitiría correrse. Tan solo tendría permiso para tocarla a ella cuando se lo pidiera y él no podría desfogarse hasta que consiguiera satisfacerla. A pesar de que sería un suplicio, ambos disfrutarían cada segundo ya que llevaban meses buscando tener para ellos un tiempo sin interrupción.

          Entonces cuando ella metió sus dedos bajo las bragas y exploraban entre la corta maraña de pelos oscuros buscando la entrada húmeda de sus labios carnosos, mientras él estaba babeando por la boca y por su miembro viril, sonó el teléfono de Antonio. Al tenerlo entre los pantalones no le dio tiempo a cogerlo y cuando dejó de sonar escucharon el de Ángela, que estaba sobre la mesita de noche.

          La chica se lamió los dedos dedicándole una sonrisa pícara y se los secó en la almohada antes de cogerlo sin responder.

          —Es Montenegro.

          —¿Qué? Se supone que estamos en una misión, ¿Por qué llama?

          Había un mensaje de texto de Brenda que leyó en voz alta antes de responder: "Chicos, cambio de planes, volvemos de inmediato al cuartel, os espero, no tardéis."

          —Creo que ya hemos tardado —repuso Ángela, con gesto culpable—. Puso esto hace cinco minutos.

          El teléfono seguía sonando.

          —Cógelo —aceptó Antonio—. Total ya nos ha fastidiado la diversión.

          Se refería a que con la tensión del momento, su erección se fue al traste.   

          —Diga, señor —respondió Ángela.

          —¿Dónde están? —Preguntó el comandante con tono enojado.

          —Acabamos de volver de la misión.

          —¿Qué tal les ha ido? ¿Interrumpo algo?

          —No, señor, todo fue...

          —No tolero las bajas colaterales. Le he pedido a Brenda que vengan a mi despacho inmediatamente. No podemos hablar por teléfono.

          —Estaremos enseguida, señor.

          —¡Cinco minutos! —Urgió antes de colgar.

          —¿Qué bicho le ha picado? —Preguntó Antonio.

          —¿Bajas colaterales?... Mierda ya los han encontrado, ahora debe creer que matamos a la mujer y la hija.

          —Ostras... —Antonio comenzó a vestirse enseguida—. Creo que tenemos que dejar de mentir, hay que contar lo que vimos.

          —No me digas. Lo bueno es que solo hemos mentido por omisión a Brenda. Cumplimos las órdenes de Montenegro al pie de la letra, ¿No debíamos mantener el más estricto secreto?

         

 

          Por muy rápido que lograron vestirse, no llegaron a la nave hasta diez minutos más tarde de la llamada. Brenda estaba enojada.

          —¿Por qué habéis tardado tanto en salir?

          —Estaba empapada —Antonio la miró, avergonzado ante ese alarde de sinceridad tan detallista—. Acababa de salir de la ducha —se terminó de explicar Ángela.

          —Yo... Ni he tenido tiempo de asearme —añadió él.

          —Basta de cháchara, abrocharos los cinturones, nos vamos al cuartel.

          La nave aterrizó y abrió las compuertas en la base del atlántico apenas diez segundos después del despegue.

          —El comandante está muy cabreado, espero que no me salpiquéis con vuestra mierda —exigió la piloto.

          Corrieron fuera del hangar y subieron al piso donde se encontraba el despacho del comandante. Éste miraba el reloj cuando entraron sin llamar.

          —Un cuarto de hora, necesito que haya más compromiso en sus acciones.

          —Perdone, señor —rectificó Antonio mirando su reloj—. Solo hemos tardado once minutos.

          —Será mejor que use su sagacidad para responder mis preguntas, soldado. ¿Por qué mataron a la mujer y a la hija? Debía parecer un suicidio, el informe no decía nada de matar a su familia.

          —Verá, nosotros no..., no,... nooo... —Tartamudeó Antonio, nervioso.

          —Yo se lo explicaré —cortó Ángela—. No llegamos los primeros, señor. Alguien se adelantó. Y debían ser del EICFD porque usaban nuestra tecnología.

          —¿Está acusando a otros miembros del equipo? —Preguntó Montenegro.

          —No, los habríamos visto por el visor. Eran nuestros chismes mejorados, no pudimos ver al asesino, aunque estaba delante de nuestras narices.

          —Puede que fueran varios —puntualizó Antonio.

          —Esto cada día apesta más a podrido —gorgoteó el comandante, mirando a su pantalla del escritorio—. Ese hombre que han... Que ha muero, era el consejero ruso. Exigió al consejo que le fuera permitida la invasión a Ucrania. Alegaba que todas las provincias del sur de Rusia están organizando levantamientos armados para exigir la independencia. El gobierno necesitaba dar un castigo ejemplar a la más poderosa de las naciones que se independizaron en el pasado para frenar los levantamientos. Pero Ucrania es un país de vital importancia, no se puede consentir que vuelva a manos de Rusia. Al no aceptar la negativa del consejo, él mismo amenazó con destruir al resto de Europa, incluso el planeta entero si veía la posibilidad de que la nación rusa pudiera desmembrarse o desaparecer. Por eso era necesaria su eliminación.

          —¿Entonces cuál es el problema? —Preguntó Antonio—. Está muerto, lo vimos con nuestros propios ojos.

          —Era el sospechoso de los ataques de las sombras, creíamos que era nuestro principal enemigo. Rusia tiene en custodia los secretos de Tesla, los que hemos desarrollado ya y todos los demás. Queríamos eliminar a Vlad para poner en su lugar a un colaborador leal con el consejo que ya estaba elegido, Sergey Protosenya. Pero esta mañana nos ha llegado el informe de que ha muerto exactamente en las mismas circunstancias que el hombre al que iban a matar ustedes. 

          —Mierda —respondió Antonio—. Nosotros no hemos sido.

          —No es momento de bromas, señor Jurado —replicó Montenegro—. Si antes era una situación crítica ahora estamos ciegos. Nadie sabe dónde están los secretos de Tesla. Alguien ha tomado las riendas de la consejería rusa y, no solo, no sabemos quién es sino que tiene en sus manos el destino del mundo.

          —Suena bastante mal —añadió Ángela.

          —Para eso se les paga, señores. No pierdan un solo instante. Averigüen quién es, les voy a conceder todos los permisos que sean necesarios para que lleguen al fondo del asunto lo más pronto posible. No me fallen, el mundo depende de ustedes dos. Usted —se fijó en Ángela—, es resolutiva y por eso está aquí, contamos con su incuestionable eficacia. Y... señor Jurado —miró a Antonio, suspirando—, es el momento de hacer uso de sus habilidades. Hable con una pared, con las flores, con la cruz de la cabecera de su cama, con un ladrillo, con la fregona de su casa, con quién sea necesario pero consígame el nombre y la cabeza del responsable de todo lo que está pasando.

          Antonio se puso colorado como un tomate. Tenía fama de obtener información en tiempo record, y no era fácil de explicar que en realidad fue por confidentes del más allá. Pero hacía una eternidad que no contactaba con ellos, ni con Verónica ni con Génesis. No sabía siquiera si podría volver a hacerlo.

          —Haré lo que pueda, señor.

 

Continuará

 

 

 

Comentarios: 5
  • #5

    Chemo (jueves, 09 junio 2022 02:21)

    He estado bastante ocupado en el instituto así que no he tenido mucho tiempo para comentar. Ojalá regresaran algunos de los personajes del pasado como Verónica, Génesis, Samantha, Rodrigo, etc.

  • #4

    Esteban (domingo, 05 junio 2022 02:25)

    Yo quiero una de esas naves. Así podría visitar a todas las mujeres que tengo regadas por todo el mundo. Jeje

  • #3

    Alfonso (martes, 31 mayo 2022 13:29)

    ¿Por que siempre alguien interrumpe en la mejor parte?
    Sería interesante que fuera una facción rebelde del EICFD quien acabó con los oligarcas rusos.

  • #2

    Jaime (martes, 31 mayo 2022 06:02)

    Me quedé en ascuas tras la interrupción de Montenegro. ¿Por qué siempre se tiene que interrumpir en la mejor parte?
    Tal parece que el asesino del consejero ruso es también quien busca hacerse del diario de Jesús.
    Feliz inicio de junio.

  • #1

    Tony (lunes, 30 mayo 2022 09:28)

    Espero vuestros comentarios, Esteban, tu opina, pide cosas, date a conocer o no podré ponerte como te muestres aquí. Sino serás un personaje muy plano.