Antonio Jurado y los impostores

2ª parte

 

         Pasaron cinco meses y los inquilinos que iban a estar “solo” dos seguían en casa. En ese tiempo el mundo sufrió una pandemia que encerró a todas las familias del planeta en sus casas desde marzo hasta mayo de 2020. El mercado laboral se vino abajo, y aunque Brigitte mantuvo su empleo, trabajando en casa durante algunos periodos de tiempo, las cosas se pusieron muy cuesta arriba.

         Lo que más preocupaba ahora a Antonio era que los dos visitantes encontraran trabajo y pudieran marcharse, lo que se reflejaba en su conducta diaria y Michael, a pesar de que ayudaban diariamente con la comida, recogiendo la mesa y sacando por las noches a los perros, se sentían impotentes y a menudo decaídos por tener que depender de ellos tanto tiempo.

         Supuestamente Michael tenía novia en Venezuela pero como su hijo desconocía ese dato no podía hablar de ella así que jamás supo más del tema. David quería estudiar robótica y trabajar cuanto antes para poder costearse la carrera. Pero ni siquiera la tienda china más grande de la zona, que siempre colgaba el cartel de "se necesita personal", le dio empleo. Era un muchacho muy listo, sabía tocar la guitarra, era buen portero de fútbol y trató de entrar en el equipo local pero tenía un año más de lo permitido en juveniles y le rechazaron. Los dos sabían hablar inglés, consiguieron un trabajo de servicio técnico de un canal de televisión que les duró dos meses. David era buen cocinero, dibujante, tenía memoria fotográfica, podía llegar muy lejos, varias matrículas en sus notas... Actitudes le sobraban y eso provocaba que su aflicción por no encontrar nada fuera aún mayor. Además su madre, de la que se divorció Michael varios años antes, que vivía en Ecuador no podía comprender cómo era posible que en seis meses no tuviera nada todavía y le hundía aún más.

         Era el peor año posible para llegar a España. El Covid—19 era portada en los periódicos desde hacía meses y no tenía pinta de querer perder el protagonismo mundial.

         Para hundir más los ánimos de casa, a Duna, la perrita blanca le salió un tumor en la boca y tras operarlo una vez, a los dos meses, le creció otro aún más rápido y dañino. Como consecuencia tuvieron que sacrificarla. Fue un golpe para todos, pues hasta Michael y su hijo le tomaron gran afecto porque la sacaban todas las noches. Para Antonio, Brigitte y los niños fue un golpe duro después de doce años de compañía con la mejor perrita del mundo.

         Aunque la casa no dejó de tener amigos peludos. Brigitte se aficionó a dar comida a gatos callejeros en 2017 y en ese tiempo su afición la llevó a formar parte de una asociación felina y como tal, traía gatos a casa en acogida. En esos días tenían siete gatos: Garfield, Mitems, Panterita, Staish, Cari, Lucky y Goku Black. En cuanto a perros, adoptaron a dos más para apaciguar el dolor de la pérdida de Thai y Duna. Ahora tenían a Jack, un chiguagua tuerto de nueve años de dos kilos, y Rulo, un mestizo encantador poco más grande que los gatos.

         Todo esto provocaba que los niños practicaran, como uno de sus pasatiempos favoritos, el deporte de asustar gatos y perros. Por suerte todos los animalitos eran muy pacíficos y nunca les arañaban o mordían aunque aprendían bastante ya que si veían un niño cerca, ellos desaparecían.

         El confinamiento se había terminado, a pesar de que el Coronavirus volvía a expandirse por el mundo y seguía causando muertes de forma dramática. Charly creía que llegó por su culpa pues el día antes de la declaración del Estado de alarma, él se acostó llorando y pidiendo: "No quiero ir nunca más al cole".

         Y así fue. Como creía que Dios le escuchaba muy de cerca trató de acabar con el virus una noche de verano diciendo: "Quiero que se acabe el Coronavirus y nunca vuelva".

         Sin embargo no tuvo el mismo éxito.

         Estar encerrado en casa, teniendo la piscina no era tan duro como debió ser para el resto del mundo. Cuando empezó el calor se convirtió en rutina bañarse por las tardes, momento en el que el Sol dejaba de abrasar.

         Un día decidieron crear alrededor del agua una exposición de Dinosaurios, ya que habían estado yendo a una todos los años y como ese no habría, la abrieron en su casa solo para ellos ya que Miguel no se cansaba de pedir dinosaurios en sus cumpleaños y Navidad y tenían más de ochenta.

         Aunque seguía siendo lo mismo, bañarse rodeados de criaturas del Jurásico dio nueva vida a las tardes de los peques.

         Y cada día que pasaba, el terrible calor de julio hizo que hasta se bañaran por la noche.

         Un atardecer pusieron una película con un proyector en el patio a la vista de todos los vecinos.

 

         A diferencia de mucha gente, al principio del confinamiento no les faltó dinero, a pesar de contar con dos bocas más que alimentar.

         Sin embargo les afectó dramáticamente la pandemia a principios de agosto. Hacienda, que debía estar rascando en los bolsillos de todos para soportar la crisis, llegó a la puerta de su casa exigiendo el pago de una cantidad indecente de dinero pues desde hacía veinte años no pagaba nada por sus pisos alquilados ni por sus rentas en bancos de Suiza. El fisco veía en sus cuentas el ingreso de quince mil euros mensuales. Las opciones que le propusieron fueron ir a la cárcel o pagar la cuantía en menos de un mes. Vender los pisos en el plazo fijado era imposible con esa pandemia. Antonio logró llegar a un acuerdo con la agencia que los alquilaba y se comprometieron a pagar toda su deuda a cambio de quedarse con sus propiedades, incluso la que habitaban, que empezaron a cobrarles un alquiler. Tuvo que dar todo lo que tenían en el banco y con el dinero que le dieron por todo, su deuda y su riqueza se igualaron a cero. Y eso dejó sin ingresos ni ahorros a Antonio, dependiendo por completo del sueldo de su mujer. A él, a sus hijos y a los "invitados".

         Sus riquezas superaban con creces lo que el fisco exigía, en circunstancias normales, pero la urgencia les obligó a ceder las propiedades a un precio ridículo.

         Antonio se enfrentó a un dilema terrible, quedarse las casas, venderlas con tiempo a cambio de ir a la cárcel hasta satisfacer la deuda. Eso dejaría a los invitados, solos en casa, con su familia. Sus hijos tendrían que quedarse al cuidado de esos dos en su ausencia mientras ella trabajaba y ya estaba viendo lo que habían logrado ya con los animalitos de la casa, que les querían más a ellos dos que a él y sus hijos. La perspectiva de volver de la cárcel y encontrarse a sus niños más encariñados de Michael y David que de él no le dejó alternativa.

         La otra opción era la que terminó asumiendo: Perderlo todo menos la libertad.

         ¿Cuántas veces le dijo a Brigitte que no necesitaba trabajar? Que podía dejar su trabajo cuando quisiera...

 

 

         Los primeros días tras aquello pensó esforzarse por promocionar sus libros, Antonio imaginó que si sacaba varios a la venta quizás vendiera y como un milagro del cielo comenzara a ganarse la vida como escritor. Sacó dos libros a ver si alguno le arreglaba la vida, "El ángel que desafió al Diablo" y "El investigador que interrogaba a las paredes". Pero lo único que consiguió fue llegar a la conclusión de que o buscaba otra forma de ganarse la vida o moriría en la calle como un vagabundo. Había planeado sacar sus escritos revisados en doce tomos,... Pero... Desistió con el segundo, el éxito ni siquiera se arrimó a su puerta.          Nadie compraba libros, menos de autores desconocidos y aún la situación era más grave con un gigante como Amazón regalando más de cien mil libros con la suscripción prime.

         Lo que no podía dejar era de escribir. Completó la revisión de "El Vórtice" después de varios meses de encierro por la pandemia. Un libro que firmó como suyo ya que su autora original había desaparecido. Trató de localizarla para hacérselo llegar, por si lo quería publicar, pero no sabía dónde vivía y su teléfono ya no recibía llamadas. Ni siquiera daba tono, era como si se hubiera cambiado de número.

         En su libro "Los últimos vigilantes" imaginó que ella se había marchado a otra dimensión paralela con un clon suyo... Pero no era más que eso, una forma de intentar explicar su completa desaparición desde aquel día que él mismo trató de matarlo en su casa.

         Ahora sabía que tenía una hija, pero únicamente conocía su nombre, Natalia.

         Carcomido por la intriga decidió ir al lugar donde Ángela la encontró y la ayudó a escapar. Preguntó por ella pero nadie la recordaba. Incluso prometiendo una propina de cien euros fueron incapaces de darle ningún dato útil.

         —Es normal que los jóvenes delincuentes que llegan aquí se terminen escapando —le explicó la secretaria, que no era monja—. Denunciamos su desaparición y ya está, aunque esto no es una cárcel ellos se lo toman como tal y no duran mucho. Diría que por aquí pasan una media de trescientos jóvenes al año. La policía no pone ningún empeño en encontrarlos porque terminan metiéndose en líos y al final vuelven por sus delitos. Pero ni ese nombre, ni ese apodo de “la princesa de la calle” me suenan lo más mínimo. ¿Por qué dice que la busca?

         —Tenía que entregarle algo de su madre, eso es todo —replicó en aquella ocasión, en el mes de junio.

         También porque deseaba ver a la hija. Antonio la quería ayudar... Ya que los vampiros de Hacienda aún no le habían hecho la visita fatídica.

         Como se le daba bien el dibujo se ofreció para pintar mascotas. Igualmente con su experiencia escribiendo relatos decidió ofrecer sus conocimientos a los escritores que quisieran que él revisara sus obras.

         Buscando encontró una oferta interesante:

 

"Trabaja online, cobra por semanas simplemente por responder un chat."

 

         Se apuntó, pensó que menos daba una piedra y cuando le mandaron el manual, resultó ser para "satisfacer fantasías sexuales". Se planteó que podría intentarlo, por unos eurillos, pero al leer unas preguntas de prueba no se vio capaz de hacerse pasar por una ninfómana ante un salido que probablemente nunca había visto a una mujer desnuda, de carne y hueso, en su vida y seguramente demasiadas en internet.

         Para colmo de vergüenza, al conseguir el contacto para el trabajo online pensó que a sus dos invitados les podía interesar, sin saber de lo que se trataba, y cuando se enteró de lo que era Michael le preguntó, medio confuso, si pretendía que trabajaran cumpliendo sueños eróticos. Reconoció que no sabía lo que era cuando les dio el email. Más tarde su mujer le confesó que ellos sí habían aceptado porque la cosa no estaba para decir no a nada, según ellos.

         Y ahora esperaba que su teléfono sonara por: Escritor, investigador y retratista de mascotas. Pero si nunca le habían dado un céntimo sin la pandemia... Con cuarenta y siete años y la tremenda crisis económica recién iniciada... ¿Qué iba conseguir? Nada.

         También sabía programar, se diseñaba sus propios programas y creía ser bastante bueno en ello. Un viejo conocido, le ofreció trabajo de autónomo y le prometió darle algo si aprendía dos o tres lenguajes nuevos.         Aceptó, pero le llevaría unos meses ponerse las pilas. Su colega le aseguró que le esperaría sin problemas... Serían un tiempo dependiendo del salario de Brigitte y él tenía que empaparse bien de javascript, css y php. Eso sí que sonaba a balsa salvavidas.

 

         Un día de verano, en agosto de 2020, recibió una llamada de una vieja conocida. Lara Emmerich quería tener un encuentro con él en un parque del centro de Madrid y quedaron a las ocho de la tarde de aquel mismo día. Antonio aceptó, pensando que ese encuentro quizás le supondría un ingreso o un trabajo. Por desgracia la inspectora se negó a decirle nada sobre el motivo de su encuentro por teléfono. Tendría que averiguarlo cuando acudiera a la cita.

         Después de meses vistiendo camiseta y Bermudas con Chaclas, debido al confinamiento, decidió vestirse como alguien más respetable, con pantalón formal, camisa y zapatos. Al engordar no pudo elegir demasiado en su armario y solo le quedaban bien dos o tres prendas. Un pantalón de traje que siempre le quedó grande y unas camisas que por fin servían para algo.

         Debía ponerse a régimen cuanto antes... Llevaba diciéndolo desde febrero, pero con la llegada de Michael y David era difícil ya que no podía imponer cenas de ensalada ya que ellos no querrían, su mujer no lo consentiría, y tener que soportar verles comer, mientras él comía lechuga, no era en absoluto sencillo. Así que se había puesto más gordo que nunca y su armario era la prueba de ello. La situación era tan rara que incluso ellos habían cogido ocho kilos desde su llegada a España y el chico había empezado a dejar de cenar cuando vio que tampoco a él, flaco a su llegada, entraba en sus pantalones.

         ¿Pero qué podía decir: "Se acabó comer como cerdos, todo el mundo a dieta"? Su mujer le diría, ¿Tú estás tonto? Y es que aunque Brigitte era vegana, cuando hacían poca comida le miraba como una jueza y le decía que tenía que poner más. En cuanto sobraba algo, antes de la llegada de los invitados, la comida se guardaba en un táper y listo, para el día siguiente. Pero Michael solía coger los restos y como nadie los quería, y él los apuraba cuando recogía la mesa. Incluso un día que hicieron carne picada para espaguetis, sobró bastante. Antonio pensó que podían meterlo en taper y reutilizarla al día siguiente en una sopa a la minuta pero antes de poder echar mano a las sobras, Michael se las puso en su plato, después de haber comido su ración (una cantidad que superaba las dos raciones) y se lo engulló con media barra de pan.

         Sin duda, era necesaria fuerza de voluntad excepcional para lograr perder un gramo en esa casa, viendo cómo el dinero no entraba y la comida se volatilizaba de esa manera.

 

 

         Pensando en cómo iba a empezar a adelgazar, se metió en el coche y arrancó. Conectó su teléfono por bluetooth y puso un podcast sobre videojuegos. Eligió uno antiguo de unos chicos que se hacían llamar "Complejo Lambda". Puso el capítulo de "Especial Dragon Ball" y metió primera..

         Por el camino Jorge, uno de los presentadores, confesó que de pequeño creía que si entrenaba muy duro y aprendía kung fu llegaría a hacer la onda vital. Le hizo gracia porque él le había hecho creer a sus hijos que podía hacerlas. Tenía unas "pompetas", unas bolitas que explotaban al chocar con el suelo, compradas en navidad y de vez en cuando cogía una a escondidas y después de hacer el payaso con la pose de Goku se las tiraba a los pies y ellos le miraban como si hubieran visto un prodigio mágico. Era tan fácil hacer creer a los niños en la magia... En febrero incluso encendió una chimenea usando ese truco. A veces Miguel le pedía que le hiciera una onda vital pues daba por hecho que si se concentraba le salían pompetas de las manos.

         Y qué fácil era engañarle. Si no tenía ninguna alegaba que necesitaba tomar un zumo, se iba a la cocina cogía un vaso y una pompeta de su escondrijo y luego se tomaba el zumo ante el pequeño. Después hacía el numerito ("kamehame—...") y antes de lanzarla le abría la mano y se la daba para que la tirase él.

         Charly era mayor y no se ilusionaba tanto, pero también creía en que podía hacer el kame—ha.

         Un día Antonio convenció aún más a Miguel de que tenía magia cuando el pequeño se enfadó con un berrinche apocalíptico y le calmó diciendo: "Tranqui, tío, ¿qué tienes en la oreja?". Se acercó y le sacó una pompeta. La expresión de orgullo y sorpresa de su hijo nunca la olvidaría. Y de paso se acabó la rabieta.

         Así que Jorge, creyendo que podía hacer ondas vitales si entrenaba mucho las artes marciales, no contaba nada tan raro como pudiera parecer.

 

 

 

 

 

Comentarios: 5
  • #5

    Yenny (lunes, 07 septiembre 2020 00:01)

    Tengo una duda ¿ cómo es que Antonio no pago impuestos en 20 años?
    Con 6 meses encerrada, me parece interesante ese trabajo de cumplir sueños eróticos jeje no se me da tan mal.
    Un poco pesado este prólogo, a esperar que el encuentro con Lara le de algo de emoción a esto.
    No entiendo porque la mayoría de personas subió de peso en esta cuarentena, lo que menos me dan es ganas de comer.
    Chicos espero que todos estén bien, cuídense.

  • #4

    Chemo (viernes, 04 septiembre 2020 19:30)

    Esperando a que aparezca Natalia en la próxima parte.
    Continuación.

  • #3

    Alfonso (viernes, 04 septiembre 2020 01:17)

    El señor de la imagen de esta historia me recuerda a alguien. Jejeje
    Antonio debió jugar mejor sus cartas. Ahora será pobre y con unos inquilinos indeseables. Al menos las referencias de Dragon Ball me han hecho reir un rato, ya que me recordó a mi sobrino de 6 años de edad.
    Creo que alguien había comentado que debía de divorciarse pronto. A como está su situación actual, creo que es lo más sensato.

  • #2

    Jaime (martes, 01 septiembre 2020 15:11)

    Bastante aburrida esta parte. Aunque me hizo reflexionar el porqué no quiero tener hijos. Jiji
    Ojalá comience la acción en la siguiente parte.

  • #1

    Tony (martes, 01 septiembre 2020 03:56)

    Con esto queda terminado el prólogo. La próxima semana comenzará la historia de verdad. Un poco de paciencia y muchos comentarios, por favor.