Las crónicas de Pandora

Capítulo 18

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          Era de noche cuando salieron de las celdas. Vieron soldados en las almenas del castillo y al verle salir con la teniente agarrada por una cuerda (que ella llevaba cogida y no iba amarrada), nadie se extrañó de su presencia. Tampoco les preguntaron nada cuando salían por la puerta principal hasta que llegaron a los centinelas de la puerta.

          Al verlos salir, uno de ellos se acercó a Alfonso con cara de enojado.

          —¡A donde llevas a la presa!

          —El señor... —Alfonso no supo qué más contestar.

          —Está bien, no te retrases, está impaciente—. ¿Y el otro prisionero? Pensé que había dos?

          —Ha... Muerto —replicó—. Una rata enorme le mordió y murió desangrado.

          —¡Por las barbas de Reorx! Qué bien merecido se lo tenía. Malditos brujos.

          Siguieron caminando por el camino, alejándose de la aldea y el vigilante volvió a interpelarlos.

          —¡A dónde demonios vais! La mansión está por ese otro camino.

          —¿En serio? Vaya, aun no me aprendo la zona... —Se disculpó Alfonso.

          Dicho eso siguió las indicaciones y regresó por el que llevaba a la aldea.

          —¿Qué haces? —Musitó Abby.

          —Nos está viendo, no podemos seguir o se dará cuenta.

          —No podremos escapar si hay más soldados —terció ella al ver que por allí abundaban los turnos de vigilancia. Varios grupos pasaban por el camino en filas de a dos. ¿No pensarás seguir hasta esa mansión?         

          —¿Y qué otra cosa podemos hacer? Nadie sabe que soy el hechicero. Hablamos con ese conde o lo que sea y cuando me diga que te lleve de vuelta a la cárcel nos vamos.

          —No me gusta la idea —protestó Abby.

          —Mira a tu alrededor, no puedo cambiar de dirección ni hacer cosas extrañas o nos descubrirán.

          Abby se resignó. Cuando llegaron a las inmediaciones, los soldados les indicaban hacia donde debían ir.

          Les hicieron entrar en un corredor de piedra con alfombras de un centímetro de grosor. Subieron por unas escaleras circulares hasta llegar a una gran puerta, escoltada por dos caballeros cubiertos con armaduras de acero sin bruñir.

          —Traigo a la prisionera a presencia del señor —dijo Alfonso.

          —Les espera.

          Ambos se apartaron dando un fuerte pisotón en la madera del suelo y empujaron las puertas hacia adentro, abriéndoles el paso.

          Entraron lentamente, los dos a la vez y vieron al fondo un sillón alto con un hombre gordo con barba densa, un collar de oro que debía pesar más de un kilo y una capa de terciopelo rojo. Al verles entrar se puso en pie y la examinó de arriba a abajo.

          —¿Qué le pasó al brujo? —Inquirió.

          —Murió, le mordió una rata y se desangró -respondió la teniente.

          —Justicia de los dioses, no hay duda —opinó sin dejar de mirarla. Aunque sería más correcto decir que la admiraba.

          —Pelo de color claro, amarillento. ¿Cuántas semanas hace que estás muerta?

          —¿Por qué se empeñan todos en que soy una zombi? —Protestó ella.

          —Es evidente, esa piel solo puede ser de una muerta.

          —Soy de tez pálida, eso es todo.

          —Muchacho, puedes dejarnos. Quiero hablar con ella a solas. Creo que solo he visto la palabra "tez" en los libros de poesía que lee mi esposa.

          —No creo que sea una...

          El gran señor le miró como un adulto que ve a un niño a punto de hacer una trastada y Alfonso dejó de hablar.

          —A la orden, señor. Esperaré fuera.

 

 

          Abby agachó la cabeza y apretó los puños. Conocía esa clase de miradas, los hombres eran todos iguales.

          Al quedarse sola con él, su anfitrión la invitó a sentarse. Incluso le acercó una silla cómoda a su mesa.

          —Me llamo Theobald Segundo. Rey de la provincia de Blothem, he visto suficiente mundo y he sido testigo de magia tan absurdamente conseguida que tengo que decir que no me sorprende que puedas hablar y parecer inteligente.

          —No estoy muerta —insistió Abby.

          —Cuéntame tu historia.

          Abby puso los ojos en blanco, aliviada. De repente se dio cuenta de que no podía hacerlo. ¿Qué le iba a decir? Viajó en el tiempo más de dieciocho mil años, una bruja les arrebató sus pertenencias y los hizo aparecer allí, desnudos.

          —Lo suponía, los zombis no tienen inventiva —replicó el gran señor—. Pero les encanta fingir que sí.

          —¿Ha visto más zombis? —Preguntó ella suponiendo que era algo imposible.

          —Entran en la ciudad a diario. Desde la muerte del último nigromante sus fieles vasallos vagan a sus anchas por el mundo. Los matamos pero durante la noche vuelven a la vida, da igual que los quememos en una hoguera. Los muertos de cualquier rincón del mundo logran escapar de sus ataudes y no sabemos a dónde van. Temo que estén reuniéndolos para formar un ejército invencible.

          —Escuche, puedo demostrarle que tengo imaginación —insistió ella.

          —¿Qué pretendía hacer contigo ese hechicero? ¿Cómo te convenció para que le acompañaras si es que eres tan humana?

          —Queremos lo mismo que ustedes, matar a esa hechicera llamada Marilia.

          Theobald se levantó indignado por la insistencia de la mujer a ignorar sus preguntas y la miró con odio.

          —¿Queremos? —Preguntó—. ¿No se supone que el brujo estaba muerto?

          —Quise decir, queríamos,... Me he confundido, no me hago a la idea de que mi compañero ya no esté.

          —¿Es tu compañero? —Increpó-. Por supuesto que está vivo, los zombis caen como sacos de patatas si su creador muere.

          Abby suspiró, decidió que si quería la ayuda de ese hombre tenía que decirle alguna verdad.

          —Somos soldados de un país muy lejano —explicó—. Tenemos la misión de matar al causante de un mal que asola...

          —¿Más allá de las tierras de los elfos? -La interrumpió.

          Abby se preguntó de qué lugar estaba hablando pero dudaba que ese individuo pudiera creer su verdadera historia.

          —Mucho más lejos —explicó ella—. Teníamos armas, podíamos enfrentarnos a un ejército nosotros solos. No esperábamos ser sorprendidos por esa hechicera, Marilia, que nos inmovilizó y casi nos mató. Después nos arrebató nuestras armas, armaduras y desnudos aparecimos en un lago cerca de aquí.

          —No hay lagos, salvo más allá de mar Insania —profirió el monarca—. Hay una laguna en Caergoth y está a dos jornadas a pie, pero estamos en verano y ahora no pasa de charco.

          —No, no, era grande y estábamos rodeados de montañas.

          —¿Te refieres al mar?

          —No, el agua no era salada.

          —Es porque confluyen ríos de todos los puntos cardinales, por eso es dulce. Aunque por tus palabras está claro que no mientes.

          —Entonces, ¿confía en mí?

          —Quería escuchar tu versión de los hechos. Eres la zombi más parlanchina que he visto en mi vida. Y yo que creía que apenas sabías hablar.

          —¡No estoy muerta! —Exclamó furiosa.

          —Es lo que pensaba antes, no te ofendas —trató de calmarla—. Aun no me explico cómo es que os han confundido con una zombi y un hechicero, la gente está demasiado asustada. Por tus palabras sugieres que no sabéis nada de magia, venís de un pais lejano. Pero sin embargo habláis el mejor común que he escuchado en años. Pareces bien educada, seguramente sabes leer.

          Abby suspiró desesperada, ella tampoco sabía cómo podía estar entendiendo su idioma.

          —Digamos que te creo —concedió el monarca—. ¿Qué quieres de nosotros?

          —Guiadnos hasta la hechicera Marilia, allí recuperaremos nuestras armas y acabaremos con ella.

          —Acabas de decirme que ella sola os redujo sin el menor problema y ¿crees que será diferente ahora que ni siquiera estáis armados? Eso es imposible —terció sin admitir réplica.

          —¿Qué puedo hacer para...

          —¿Sabes pelear?

          —Claro, conozco cinco artes marciales: Karate, Taekwondo, Aikido, Judo y Tai Chi.

          —No sé qué es eso, lo tomaré como un sí. Demuéstrame lo fuerte que eres, y que puedes cumplir lo que dices y te ayudaré. ¡Muchacho! —Exclamó.

 

 

         

          La espera fue una tortura. Tardaron unos quince minutos en volver a llamarle. Temía que la hubiera intentado violar. Pero cuando intentó mirar por el pomo escuchó una fuerte voz.

          Entró de inmediato y se cuadró como un soldado.

          Llévate a esta mujer a mis alojamientos. Después vuelve a tu puesto...

          Abby estaba cómodamente sentada en una silla sonriendo. Al verle le guiñó un ojo.

          —Una cosa más, mi señor —dijo ella, demasiado coloquial con aquel hombre.

          —¿Ahora qué? —Protestó el barbudo personaje.

          —Creo que debo decirle que este hombre es mi compañero. Tuvimos que reducir al chico de la prisión para poder llegar hasta usted.

          —Eso es absurdo, ¿por qué harían tal cosa?, iban a traerlos igual. ¿Lo habéis matado?

          Alfonso se llevó las manos a la cara. Ahora sí que estaban jodidos.

          —Lo dejamos en nuestra celda —reconoció ella—No parecía mala persona, no le hicimos nada malo. 

          —No logro entender cómo dos prisioneros desarmados han podido reducir al carcelero sin matarlo. ¿Seguro que no sois hechiceros?

          —Usamos otra clase de embrujo —reconoció Abby sonrojada.

          Alfonso abrió los ojos como platos, no tenía intención de contarle cómo lo hicieron.

          —¡Habla! —Exclamó el monarca.

          —No le tocamos un pelo señor. No puedo decirle más —replicó Alfonso.

          —¿También él puede hablar? —Se sorprendió Theobald. ¿Y luchar?

          —Es muy bueno, sabe defenderse —informó la teniente.

          —Necesito candidatos para el torneo de lucha que se celebra en Celtia, pasado mañana. En esta ciudad no hay un triste campesino que pueda competir con Logan, el campeón de ediciones pasadas, que está retirado. El caballero solamnia Zelsik le arrebató el título hace tres años y casi lo mata. Dicen que es invencible. Estoy harto de contratar mercenarios de otras tierras para que luchen en nombre de Thelgard. ¿Os atrevéis?

          —¿Qué reglas tienen? —Preguntó Alfonso.

          —Se lucha uno contra uno. El que no pueda levantarse, muera o se rinda pierde.

          —¿Se usan armas? —Alfonso parecía asustado.

          —Claro, sino ¿qué gracia tendría? —respondió el rey como si fuera evidente.

          —Nosotros no tenemos, señor. Sería un suicidio —replicó el chico.

          —Podéis usar vuestros embrujos —les retó con una media sonrisa persuasiva.

          —Dudo que se permitan en público, señor —Alfonso miró a Abby y ésta negó una sola vez para que dejara de hablar del tema—. Pero quería pedirle, si no sería mucha molestia proporcionarnos armadura, espada y escudo.

          Theobald asintió.

          —Si vais a representar a mi país tendréis que llevar el uniforme de la guardia real. Aunque dudo que tengamos de tu talla, muchacha. Probablemente la ropa te quede ancha y corta. Pero antes... Voy a poneros a prueba. Tenemos el honor de contar con una banda de mercenarios para vigilar y proteger las calles. Son bastante hábiles y me querían cobrar diez monedas de oro por combatir en el campeonato. Cada uno, como si no les pagáramos ya bastante... Desgraciados.

          Abby miró a Alfonso y éste se obligó a no mirarla porque ya no veía a su fría compañera de fatigas, ahora habían intimado tanto que no podía pensar en otra cosa que en su fuga. Su mera presencia le excitaba y prefería no recordarlo.

          —Tú mismo —regresó de sus pensamientos el monarca—. ¿Cómo te llamas?

          —Alfonso —respondió.

          —¿En serio? ¿Qué clase de nombre es ese? Te llamaré... Alfawark, ¿Te parece? Tiene mucha más pegada. Espera, mejor Warkoj.

          —¿Qué le pasa a mi nombre? —Protestó.

          —¿Y tú? —Le ignoró.

         Abby —respondió la aludida.

          —Rayos —se sorprendió—. Qué bonito, es fantástico. Ordenaré que os aseen a los dos y mañana concertaré unos combate de exhibición. Según cómo os vea me pensaré si enviaros a vosotros a los mercenarios.

          —¿Si no le convencemos? —Preguntó Alfonso.

          —Seréis ejecutados —respondió el rey con seriedad.

          Alfonso se puso blanco de pánico. Entonces el rey le miró a los ojos y rompió a reír a carcajadas.

          —No pongas esa cara, ¡es una broma! Espero que le venzas porque si no no podréis representarnos en Celtia y si no ganáis allí, no pienso ayudaros a recuperar vuestras armas.

          —Si nos matan antes, ¿para qué las queremos? —Protestó Alfonso.

          —Chico, no tienes el espíritu necesario. Así no vas a conseguir que te aplaudan. La muchedumbre detesta a los taimados como tú y, si no les agradas, podrían pedir tu muerte en caso de que pierdas.

          Abby miró a Alfonso, asustada. Aquello era algo parecido a los circos romanos de gladiadores.

          Su miedo fue motivo de más risas del monarca, que parecía encantado con la idea de verles luchar. Era evidente que no tenía muchos pasatiempos mejores en los que gastar su tiempo.

 

 

Continuará

Comentarios: 6
  • #6

    Chemo (jueves, 22 septiembre 2022 02:35)

    La siguiente toca a la Brigada Delta. Mi favorita.

  • #5

    Tony (lunes, 19 septiembre 2022 00:15)

    Es cierto que los perfiles sin muy superficiales, como os he dicho se irá conociendo mucho mejor a los personajes y si aportáis vuestras opiniones serán más parecidos a vosotros.
    Como diría Morfeo, bienvenidos a Matrix.

  • #4

    Jaime (domingo, 18 septiembre 2022 21:13)

    Yo creo que mi personaje es un tanto niñato. Aunque sí puedo hacer bromas de sexo con mis amigos y en noches de juerga, en el trabajo por lo general soy bastante responsable y serio. Me desconoceríais. O tal vez me falten chicas como Vanessa o Lyu en el despacho para avivar las hormonas.
    A Chemo, por otra parte, sí me lo imagino como todo un fuck boy como se le pinta en la historia. Jejeje

  • #3

    Tony (domingo, 18 septiembre 2022)

    Muchas gracias, obviamente no puedo hacer personajes totalmente iguales a vosotros, aunque con tus comentarios creo voy conociéndotr como se puede conocer a una amiga y el resultado es que os puedo dar vida en mi imaginación.
    Por eso es importante que comentéis y opinéis, sino solo tendré personajes planos o carentes de interés.
    Gracias Vane, por todo lo que has dicho y lo mucho que aportas.

  • #2

    Vanessa (domingo, 18 septiembre 2022 04:48)

    Cada vez me quedo más intrigada con cada parte de la historia. En verdad, Tony, que eres un magnífico escritor. No sé por qué no publica una ediorial famosa tus libros. Me imagino que la competencia ha de ser brutal.
    Y bueno, mi personaje favorito es Vanessa. Obvio. se parece tanto a mí en mucho aspectos.

  • #1

    Tony (jueves, 15 septiembre 2022 10:50)

    No es porque yo lo escriba pero todas las historias se están poniendo emocionantes.
    No olvidéis comentar, especialmente los protagonistas invitados, que quiero saber qué pensais de vuestros avatares.