Antonio Jurado y los impostores

28ª parte

 

         Paco recordaba las bromas del ruso con una sonrisa. Siguió rememorando lo sucedido desde la parte en la que ya estaban orbitando la Luna, reunidos por fin con Leona.

         Podía presumir de una memoria prodigiosa. Era el motivo por el que había llegado tan lejos dentro de la Organización, podía memorizar libros enteros, películas o documentales completos y era capaz de revivir cualquier cosa como si viajara en el tiempo. En su juventud podía leer un libro de universidad de mil páginas en un día y recordar el número de página de cualquier cosa. En este caso buscaba una pista de lo que estaba buscando Arita.

         En el módulo lunar, la tenían sobre una mesa de operaciones, que no era más que un asiento reclinado a modo de camilla. William filmó cómo la doctora procedía a retirar los implantes de la cara. Parecían fundidos a su piel. Al quitar uno que estaba anclado en el centro de su frente descubrieron un bulto oscuro, como un tercer ojo hindú. Luego retiraron el resto y al hacerlo salió una secreción viscosa de la boca. Tenía ojos grandes. Le había llamado la atención el detalle escalofriante de que los aparatos que llevaba en la cara le mantenían la boca abierta y al retirarlos se le cerraron los labios, lo que no podía entenderse de ninguna manera de haber sido una momia seca.

         Después filmaron la periferia de su cabeza, mostrando al detalle que su pelo seguía siendo sedoso y castaño aunque sucio por el polvo lunar.

         Con un instrumento que emitía un haz de luz roja midió algo en las manos de la momia. La máquina mostró una cifra: 1.500.000.000.

         —No puede ser... Esto no funciona bien —se sorprendió Leona—. Según esto, tiene mil quinientos millones de años.

        Ja, ja, ja, sí claro —se burló Alexei—. ¿Más vieja que los dinosaurios?

         Lo cierto era que Alexei mostraba una actitud impropia para tamaño descubrimiento. Más adelante se le diagnosticó demencia espacial. Su mente no podía aceptar la realidad de la que era testigo.

         —A ver, dame tu mano —la doctora agarró la del ruso con poca delicadeza y midió lo mismo en su piel. Esta vez apareció un cero—. Pues no está estropeada.

         La mujer tocó la mano de la momia y se sobresaltó.

         —Está... —Leona procedió a palpar con la pinza su nariz, sus mejillas, iluminar de cerca toda su cara.

        Will, haz el favor, filma esto.

         Con el instrumento metálico fue tocando las cejas, la piel de su rostro, las pestañas, los labios dejando en evidencia algo insólito. Tenía textura de la epidermis humana: Viva, elástica y traslúcida.

         —¿Qué le pasa? —Se impacientó Alexei, que salía por primera vez en el video (era un hombre de unos cuarenta o cincuenta años, con una incipiente calvicie y muy lejos de parecer un astronauta por su escasa forma física).

         —Está blanda.

         —¿Eso significa que me la puedo... —El ruso puso una sonrisa de lo más pervertida mientras hacía movimientos extraños con una cámara de fotos que tenía entre las manos.

         —¡Alexei! No es momento de bromas.

         —¿No es algo ultra secreto? —Se burló el ruso.

         —Esto no es serio —rezongó la doctora—, voy a tener que sugerir que quiten el audio.

         —Disculpe, señora, estirada.

         —Voy a hacer una cosa —le ignoró Leona, cogiendo un instrumento médico de un cajón de la nave.

         Le puso una especie de manta con sensores en el pecho a la momia, colocando gel en los bordes metálicos y luego presionó para fijarla. Sin embargo no detectó nada y la manta eléctrica no se encendió.

         —Qué extraño, está claro que no es humana, los sensores no detectan la piel.

         Alexei se acercó y tocó con el dedo a la momia cerca del ombligo. Pellizcó y logró separar una capa muy delgada.

         —No soy médico, doctora, pero esa mujer tiene una extraña tela transparente cubriendo todo el cuerpo. Es lógico que la manta no pueda detectarla.

         Al tocarla con la mano se sentía una textura artificial.

         —Tienes razón —aceptó Leona—. Ayúdame a retirarla, al menos donde vamos a ponerle la manta.

         Necesitaron unas tenazas para cortarla. No fue fácil, tenía una resistencia tremenda y a pesar de su transparencia su grosor superaba el milímetro. Cuando lograron abrir una larga brecha vieron que la piel de la momia cambiaba de color rápidamente, pasaba a ponerse rosada y de seguir así se pondría roja, morada o negra. El aire la estaba dañando.

         —¡De prisa, ponle la manta! —Urgió el comandante.

         Así lo hizo Leona, encendió el ordenador y comenzó a emitir pitidos como en un hospital.

         —¿Qué es este chisme? —Preguntó Alexei.

         —Un equipo biomédico—respondió la doctora—. Determinará los daños internos, o en caso poco probable, si el paciente aún vive. Se envían señales sonoras al interior del cuerpo y recibe el eco dibujando un mapa de sus órganos. Lo único malo es que no tenemos forma de interpretar el resultado, necesitamos enviar los resultados a la base.

         Después de la prueba volvieron a poner la tela transparente sobre ella y la sellaron con cinta americana. Al hacerlo, recuperó paulatinamente su color normal de piel.

         Enviaron los resultados. Desde la base les dijeron que debían esperar hasta que los médicos de la misión interpretasen los datos. Los responsables de comunicaciones hacían preguntas estúpidas como si tenía tentáculos o colmillos. O no se tomaban en serio su hallazgo o no querían darle la importancia debida.

 

 

         El video se cortaba ahí, y el siguiente comenzaba cuando tenían los resultados, treinta minutos después.

 

         —Ya están aquí, voy a imprimir —explicó la doctora.

         Al hacerlo se escuchó el estruendo de la máquina matricial que emitía el papel con los resultados del informe. Después de terminar, recortó el documento y se dispuso a leerlo.

         —Resonancia positiva... —se limitó a decir Leona.

         —¿Qué significa eso? —preguntó Alexei Leonov.

         Leona estaba estupefacta y no respondió de inmediato. Miró a William, directamente a la cámara y con media sonrisa de incredulidad dijo: "Que no está muerta."

         Todos se quedaron paralizados y volvieron a mirar aquel cuerpo momificado, que ni siquiera respiraba.

         —Es imposible —barruntó Alexei.

         —No lo he leído todo. Escuchad —agregó la doctora—. "El sujeto presenta claros síntomas de hibernación. No deben retirarle el equipo que le mantiene en estado vegetativo o morirá."

         —¿Se refiere a los cables y chismes que le quitamos en su nave? —Preguntó William.

         —No debisteis traerla y os dije que era una mala idea hacerlo —protestó Leona—. Nada de esto saldrá a la luz pública, puede que la estemos matando sin ningún motivo.

         —¿Crees hubiera sido mejor regresar con las manos vacías? —Protestó Alexei—. Es nuestro tesoro, con esto vamos a meter calcetines sucios en la boca a muchas personas en la Tierra. Demostraremos lo importante que es seguir haciendo viajes a la Luna. Cuando se haga público este hallazgo nuestros nombres quedarán escritos para la historia.

         —No van a publicar nada —desengañó Will con voz seria—. Ya nos avisaron, todo lo que encontremos se guardará en secreto.

         —Pero se referían a los grises. No a esto, no a ella, la Catedral, la ciudad en ruinas. Es importante que lo sepa todo el mundo, demuestra que hay vida extraterrestre, o al menos, que la hubo. ¿Qué dañó puede hacer el conocimiento?

         —¡Alexei!, —insistió enérgico el comandante Rutledge—, no estarías aquí si no hubieras firmado esas cláusulas de confidencialidad en el contrato.

         Después dejaron de hablar y se quedaron pensativos, con la mirada atrapada por el hermoso rostro de "La mona Lisa".

         La doctora cogió uno de los recipientes con forma de prisma que trajo Alexei y examinó su líquido amarillo y luminiscente. Entonces, mientras lo examinaba, consiguió que se abriera por la parte más estrecha.

         —Oled esto —sus dos compañeros olieron un aroma dulce. Aquel líquido parecía apetitoso, como un néctar cítrico (lo describieron más tarde en su informe).

         —¿Eso puede beberse? —Preguntó William—. ¿Me dejas probarlo?

         —Nosotros tenemos nuestras provisiones, comandante. Si no he entendido mal, ella está sin recursos hídricos en este momento. Si la hemos privado de sus medios de supervivencia, puede que se alimente de esto.

         —¿Y si le damos eso y se muere? —Dudó Alexei.

         —Me hago responsable —respondió la doctora—. Creo que es más fácil que muera si no le damos nada. Y nuestra comida podría no ser adecuada.

         —Usted manda doctora —invitó William.

         Puso la punta del diamante en sus labios y Alexei trató de mover un poco su mandíbula para que entrase en su garganta. El líquido resbaló por la comisura de sus labios hacia dentro y unas pocas gotas resbalaron por su mejilla hasta terminar en su fular plateado.

         Leona limpió su piel con papel y al tocar la tela de escamas plateadas del cuello la palpó unos segundos. Paco había creído que era algo que ellos le habían puesto pero al recordar ese detalle supo que no era así.

         —Le daré cada poco tiempo, a ver si conseguimos que respire por sí misma. De momento creo que sería conveniente ponerle un respirador artificial. Tenemos un par de ellos en enfermería.

         —¿Crees en serio que vive? —Cuestionó con sorna el ruso—. Una escoba está menos tiesa.

         —Su piel, al entrar en calor, se ha vuelto flexible. Es un signo inequívoco de vida. Ignoro si ha sobrevivido porque no le afecta nada el aire, o está volviendo a la vida por el calor y el oxígeno de la Artemis.

         —Entonces, la dejo en sus manos doc, ocúpese de ella —ordenó William con evidente prisa—, hay que ponerse en marcha. Debemos volver a la Tierra de inmediato o podría morir. Ellos sabrán mejor que nosotros cómo ayudarla. El tiempo es oro.

 

Continuará

 

 

 

 

 

 

Comentarios: 4
  • #4

    Chemo (lunes, 10 mayo 2021 01:30)

    Me está gustando mucho esta historia.
    Espero con ansias la parte siguiente.

  • #3

    Alfonso (domingo, 09 mayo 2021 01:13)

    Yo también creo que Arita es el origen de la Oscuridad elemental y, de alguna forma, Alastor se convirtió en aprendiz de ella y le robó sus poderes.
    Se me hizo bastante corta esta parte; ojalá no tarde en salir la siguiente parte.

  • #2

    Jaime (sábado, 08 mayo 2021 05:25)

    Haré un comentario atrevido, pero pienso que es probable que Alastor sea uno de estos astronautas y el líquido que dieron de beber a Arita sea la Oscuridad elemental.
    ¿Qué opináis?
    Yenny, todos esperamos leerte de nuevo y esperamos que te encuentras de la mejor manera posible.

  • #1

    Tony (viernes, 07 mayo 2021 14:20)

    No olvidéis comentar... Estoy preocupado por Yenny. Espero que escriba pronto.