Las crónicas de Pandora

Capítulo 8

Anteriormente

 

          La policía le había dicho que habían puesto a la Interpol al tanto de los hechos y no podían hacer nada más. No pudo seguir trabajando, no quería sacar el pergamino de su escondrijo, temía que alguien pudiera estar espiándole y no sabía qué hacer. Desde luego, no dijo una sola palabra de su trabajo a los agentes de la ley, eso sería sentenciar a Raquel a muerte ya que confiscarían el pergamino y no tendría con qué negociar. Esperaba recibir una llamada o mensaje de cualquier índole para hacer el intercambio.

 

 

          Tres días después de la desaparición de su esposa se presentaron unos tipos de lo más extraños, acento español, demasiado jóvenes para ser agentes de la ley que actuaran en nombre de la interpol. Le hicieron preguntas confusas, muy extrañas. Le formularon algunas como si había visto a algún extraterrestre, si escuchaba fantasmas por las noches... Si le hubieran preguntado si tomaba drogas o bebía como un cosaco, pensaría que le tachaban de loco pero no. Los locos eran ellos.

          —¿Qué van a hacer para encontrar a mi mujer? —Les exigió.

          —No podemos garantizarle nada —respondió una de las oficiales, una muy atractiva que debía ser mulata. A pesar de estar casado y que siendo judío las relaciones con otros pueblos no estaban bien vistas, esa mujer tenía unas curvas increíbles y una sonrisa de lo más seductora—. Necesitamos recabar pistas y, la verdad, no tenemos demasiadas.

          Fue extraño, tuvo el impulso de decirle en qué estaba trabajando, sentía que ella le transmitía confianza y quería agradarla.

          —¿Creen que puede ser por el trabajo que estoy realizando? —Preguntó con miedo.

          —Lo dudo —respondió sin pensar uno de los muchachos—. Han secuestrado a otras personas cuyo trabajo era... Bueno, eran trabajos dignos, pero no trascendentales, por ejemplo, un camarero.

          Aquello le alivió, no quería hablar del pergamino.

          —Por curiosidad —la morenita le miró con una chispa en la mirada, como si hubiera leído sus pensamientos—. ¿En qué está trabajando?

          —Es confidencial, no puedo...

          —Me llamo Vanessa Schneider, tengo autoridad para que me informes de cualquier cosa que necesite saber. Consulta a mi superior si lo crees oportuno —sacó una tarjeta donde ponía el logo inconfundible de la Interpol: Un planeta Tierra con una balanza. En ella aparecía el nombre José Montenegro, un email y un teléfono. Decía que era "Comandante en jefe" de los servicios secretos de la organización internacional de Policía Criminal (Interpol).

          —Entiendo que tienen autoridad, no necesito comprobarlo... Solo que si no es necesario para su investigación, es mejor que no les diga en qué estoy metido.

          Ya era tarde, los cuatro agentes se miraron entre ellos por un segundo y supo que no podría salir de ese lío sin responder a sus preguntas.

          —Precisamente, necesitamos todos los detalles que nos puedan aportar pistas sobre el rapto de su mujer y por lo que está diciendo, ese trabajo suyo es lo bastante secreto para que sea la causa —añadió la agente de origen oriental, una chica de metro sesenta de estatura, delgada y joven, con gafas sin montura. Hasta que no habló pensó que era la novata del grupo, parecía una niña, pero su forma de hablar sugería que podía ser la oficial al mando.

          —Soy traductor de documentos antiguos.

          —Vaya, qué interesante —respondió burlón uno de los muchachos—. Yo diría que casi esperaba que nos mintiera, pero no lo ha hecho.

          —La verdadera pregunta ya sabe cuál es —preguntó el otro, más serio—. No nos haga perder el tiempo, la vida de su mujer está en juego.

          —No creo que pueda ayudarles saber...

          —¿No confía en nosotros? —Insistió el más alto, con aspecto italiano—. Cada segundo que perdemos podemos estar perdiendo la oportunidad de encontrar a... (Miró el papel del informe)... Raquel. Queremos atrapar a los secuestradores más que usted. Hay mucho más en juego que la vida de su mujer.

          —Chicos, calmaos, estáis intimidando a nuestro testigo. Él no es el criminal —trató de apaciguar los ánimos Vanessa, que volvió a sonreírle como un ángel.

          —Ni yo tampoco, no me hables así —la retó el hombre.

          —Jaime, basta ya —corrigió la chica oriental, demostrando tener más autoridad que él.

          —La verdadera pregunta aquí, señor —volvió a hablar el otro agente jovencito, con media sonrisa burlona—, es si su mujer... Embarazada... Em...

         Chemo, quiere que nos muestre una foto de su esposa, si es posible —corrigió el otro.

          No le pasó desapercibida la mirada enojada de las mujeres hacia sus dos compañeros.

          —Si la encontramos, necesitamos identificarla —se defendió el más joven.

          —Claro,... Aquí tengo una de este año —sacó una foto de su cartera y se la mostró a los cuatro. Raquel estaba radiante con un ramo de rosas en las manos. Le sacó la foto el día de los enamorados en el año 2019.

          —Espere, —sacó el teléfono del bolsillo y la enfocó para guardar la imagen—, así no necesitaremos requisársela —alegó el joven—. Vaya, es un hombre con suerte, su mujer es muy guapa.

          —Lo... Sé.

          Algo le decía que esos dos no la miraban como lo harían dos auténticos profesionales. El compañero alto y el tal Chemo se pasaron dos o tres segundos observándola. Dudaba mucho que fuera con fines detectivescos.

          —Ahora díganos, qué pergamino está traduciendo —insistió Vanessa.

          —Es solo el diario de un carpintero de tiempos de Jesucristo.

          Aunque lo dijo con aire distraído, queriendo quitarle importancia, los cuatro se lo quedaron mirando con seriedad.

          —Y... ¿No tendrá algo que ver con el legendario diario de Jesucristo? —Insistió la preciosa mulata.

          —¿De qué habla? —Preguntó. No sabía que fuera tan famoso.

          —En 1943 —comenzó a explicar la oficial orienta, Lyu—, se encontró un evangelio apócrifo que mencionaba la existencia de un diario escrito por el puño y letra de Jesucristo. En la segunda guerra mundial los nazis necesitaban azuzar al pueblo con motivos religiosos, buscaban todo tipo de simbolismo religioso. Hitler creía que si convencía al mundo de que era el "bueno", ganaría la guerra. Confiscó dicho evangelio e invirtió muchos millones de Marcos alemanes en estudios y expediciones a Israel, en busca del codiciado diario. Nunca fue encontrado. Para evitar que nadie lo pudiera usar en su contra, cuando perdió la guerra hizo destruir el evangelio apócrifo donde se hablaba del diario.

          —¿De quién era el evangelio? —Preguntó Jazira, con curiosidad.

          —De Nicodemo. No tenemos el contenido ya que, como dije, los nazis lo hicieron desaparecer igual que tantas obras que quemaron, ediciones únicas e irreemplazables y de las que ya solo queda su leyenda. Hay copias del mismo que hablan de la crucifixión, el descenso de Cristo a los infiernos. Pero son solo reconstrucciones del libro original que algunos monjes de la edad media pudieron leer cuando tuvieron ocasión. La iglesia lo guardaba como un tesoro igual de secreto que la sábana Santa de Turín. Hitler lo robó del Vaticano sin que nadie hubiera podido traducirlo oficialmente.

          —¿Me está diciendo que el peor genocida de la historia era un devoto cristiano? —Preguntó Jazira, incrédulo.

          —No he dicho tal cosa, él consideraba a los cristianos unos estúpidos sin cerebro. Creía que si utilizaba sus simbolismos le apoyarían y venerarían como al mismo papa. No en vano puso en su bando a los países con tradición más católica de la Europa occidental, España e Italia. Por suerte nuestro país (Jazira imaginó que se referían al segundo) estaba saliendo de una guerra civil y fue más lastre que otra cosa.

         Lyu, no sabía que fueras experta en temas históricos —interrumpió el joven compañero.

         Chemo —le miró burlona—, además de vagina y pechos tengo una preparación que tu cerebro cavernícola no podría siquiera atisbar a comprender.

          —Bueno, pechos... —Bromeó el alto.

          —¡Jaime no nos pongas en evidencia, estamos trabajando! —Bufó enojada.

          —Vale mujer, era una broma.

          —No parecen muy profesionales —susurró Jazira, nervioso, que con esas reacciones comenzó a dudar que fueran quienes decían ser.

          —¿Y ahora puede responder mi pregunta? —La tal Lyu le miró furiosa—. ¿Ese pergamino que está traduciendo tiene algo que ver con lo que hemos estado hablando?

 

          —Aun no puedo garantizarlo.

          —Se lo voy a preguntar de otro modo —añadió como si tuviera que tratar con un idiota—. ¿Alguien cree que lo que tiene entre manos es el legendario diario de Jesucristo?

          Jazira se quedó sin aliento. Efectivamente había una persona, pero si les decía su nombre irían a interrogarlo y... Podría cancelarle el contrato por romper la norma de confidencialidad.

          —Mi... Cliente.

          —Bien, díganos quién es y podremos continuar cada uno con nuestros trabajos —animó Lyu, con una sonrisa afable.

          —No puedo decírselo, firmé un contrato de confidencialidad.

          —Le repito que tenemos la máxima autoridad...

          —¿Me pagarán mis honorarios si incumplo con el acuerdo y me cancelan el contrato por contárselo? —Protestó.

          —Está claro que no es bilateral —intervino el joven Chemo—. Alguien le ha delatado y por eso su mujer ha sido secuestrada. Y si solo hay una persona que sabe lo que está haciendo... Ate cabos.

          En eso tenía razón el agente Chemo.

          —De acuerdo, es el director del museo de historia, arte y patrimonio de Nazaret. Por favor, no le digan que yo se lo he dicho.

          —Confíe en nosotros, encontraremos a su mujer sana y salva —Lyu le ofreció la mano y éste la estrechó con cuidado de no hacerle daño, la suya era el doble de grande que la de la chica. Sin embargo la garra de ella le apretó tan fuerte que pensó que le rompería los huesos de los dedos.

          —Eso espero, nadie más me ha dado esperanzas —farfulló, avergonzado de su propia debilidad y deseando que se marcharan para poder retomar su trabajo.

          Dicho eso fueron saliendo de su casa hasta que al fin le dejaron solo. Eran unos tipos muy raros, parecían chavales disfrazados con trajes oscuros sin ninguna autoridad real. Sin embargo le habían dejado la tarjeta... Podía llamar y comprobar sus identidades. Luego pensó que no era tan raro, cada día entraban más jóvenes a trabajar en la policía de Nazaret, el que se hacía viejo irremediablemente era él. Si hubiera tenido veinte años menos y no estuviera casado no le habría importado conocer mejor a esa mujer llamada Vanessa.

          Observó la tarjeta detenidamente mientras la sonrisa de la mulata copaba sus pensamientos más de lo que hubiera estado dispuesto a admitir.

          Se obligó a pensar en Raquel. Debía localiza a alguien de la Interpol que fuera realmente un agente y confirmar si ellos que eran de los suyos. Porque si no era así acababa de cometer el peor error de su vida, les habría dado a los secuestradores la información sobre un documento que ellos mismos afirmaron que era de gran valor.

          Mientras pensaba todo eso la puerta de su casa se abrió y se le paró el corazón. Alguien debía haber robado las llaves a Raquel y se había colado en su casa... Buscó por su despacho cualquier cosa que pudiera utilizar como arma (que no encontró) y se escondió tras la puerta del despacho.

          —¿Cariño? ¿Estás en casa? —Era la voz inconfundible de Raquel.

          Se quedó helado sin saber qué pensar. ¿La habían soltado? ¿Esos muchachos pudieron gastarle alguna clase de... Gamberrada para averiguar que trabajo tenía entre manos?, ¿y ahora que lo sabían ya no la necesitaban? Se asomó por la rendija de la puerta para cerciorarse de que venía sola. La vio allí, dejando su bolso, sentándose pesadamente en el sofá, pálida, con ojeras de cansancio. 

          —¿Te han soltado?

          —¿Qué? —Preguntó, distraída—. ¿Quién?

          —Llevas tres días fuera de casa, te han secuestrado —explicó Jazira, porque ella parecía tan confundida que creyó que debía recordarle qué había pasado.

          —No. Solo he... tenido un viaje. Me...

          —No me mientas, ¡sé que te han secuestrado! ¡Te han pedido mi trabajo! ¿Por qué les encubres? ¿Te han amenazado?

          —¿De qué estás hablando? —Preguntó nerviosa.

          —Todo el mundo te busca, hasta ha venido la interpol a conseguir información.

          —¿Cómo?, ¿has denunciado mi desaparición?,¿No recibiste mis mensajes? Fue una broma de mis compañeras del colegio. Te escribí por el móvil.

          —¿Una broma?

          —Me metieron en una furgoneta y fue cuando te llamé. Luego me quitaron el teléfono y me dijeron que nunca habían organizado una fiesta por mi embarazo. Lo hemos pasado en... Ibiza, me han pagado todo.

          —¿Por qué mientes?

          —Mira tu teléfono.

          —¡No tengo mensajes! ¿Crees que habría denunciado tu secuestro de haberlos recibido?

          En lugar de mostrarle su propio teléfono ella le miró dolida.

          —¿Así es como me extrañabas? Creí que te alegrarías de verme.

          —Y... Estoy feliz de tenerte en casa, pero no puedo creer que te soltaran sin condiciones.

          —¿Quién?

          —¿Crees que no te conozco? ¿Con qué te han amenazado?

          —No sé de qué hablas.

          —¿Quieren mi manuscrito? —Jazira estaba furioso y trataba de no pagarlo con ella, pero no se dio cuenta de lo que no debió decirlo hasta que fue tarde.

          —¿El qué? —Raquel lloraba asustada.

          —No podemos dárselo, ¿Entiendes?

          —Me estás asustando —dijo ella con las manos en las mejillas.

          Jazira se dio la vuelta, dejó la figura de metal en la estantería y trató de calmarse respirando profundamente.

Pasados unos segundos se fue calmando, sintió la delicada mano de Raquel sobre su hombro.

          —Te he echado de menos. No sabía que... No podías recibir mis mensajes, lo siento.

          —No, querida —se dio la vuelta y la abrazó—. Siento haberte recibido así.

         

 Continuará

 

 

Comentarios: 8
  • #8

    Tony (viernes, 17 junio 2022 07:37)

    Se van a cruzar y todas son importantes para la trama principal.
    Lo curioso es que os vais a ir dando cuenta de que el título hace referencia a un libro que no va a estar incluido.

  • #7

    Alfonso (viernes, 17 junio 2022 02:41)

    Esta historia me está gustando porque parece bastante diferente a las anteriores. ¿En algún punto se juntarán las tres distintas tramas en una sola?

  • #6

    Chemo (lunes, 13 junio 2022 13:23)

    Joder. El Chemo de la historia me recuerda a mi yo de adolescente puberto. De hecho, según mi experiencia, mientras más ignores a una chica más la atraes. Jeje
    A esperar la siguiente parte.

  • #5

    Vanessa (lunes, 13 junio 2022 00:05)

    No te preocupes, Tony. Que Igual me imagino como una modelo exótica. Jeje

  • #4

    Jaime (domingo, 12 junio 2022 20:08)

    Me habéis ganado el primer comentario.
    Haré caso a Vanessa. Me convertiré en un gran detective paranormal. Dejaré a Chemo las hormonas desbocadas.

  • #3

    Tony (domingo, 12 junio 2022 09:50)

    Lástima que no lo hubiera sabido antes pero bueno, da igual, imagina que has estado un mes veraneando en la playa jejeje.

  • #2

    Vanessa (domingo, 12 junio 2022 02:15)

    ¡Qué guay que vayamos a investigar el diario de Jesús! Por cierto que soy más blanca que incluso mis padres, así que no creo que nunca me confundan con una mulata en la vida real.
    Besos, chicos. Y dejad las hormonas a un lado en el trabajo.

  • #1

    Tony (viernes, 10 junio 2022 00:18)

    Esteban, sigue así y pronto tendrás un papel importante. A los nuevos que no comentan les invito a intervenir, opinar, adivinar... Y a los de siempre, que no dejen de hacerlo, su vida sobre el papel corre peligro.
    Es mentira, al final, aunque mueran en un relato vuelven a salir como si fueran otros en el siguiente jeje.
    Espero que os esté gustando la historia porque no termina ni de empezar.