Antonio Jurado y los impostores

49 

 

Anteriormente

 

         El teléfono sonó justo cuando se ponía la blusa y soltó un bufido de rabia por el mal momento en que lo hacía. El número era el de Lara.

         —¿Qué pasa? —Preguntó Ángela, arisca—. Tengo algo de prisa.

         —¿Con quién hablo? —Escuchó una voz desconocida.

         —Usted me ha llamado... Con el móvil de mi amiga, ¿quién es?

         —Perdone que la moleste. Tiene muchos nombres en la agenda pero el último número con el que ha hablado ha sido este. ¿Es usted familiar de Lara Emmerich?

         —¿Por qué lo pregunta? Soy amiga suya.

         —Pues no la tenía registrada… Es porque... Tengo una mala noticia. ¿Puede localizar a su familia o decirme algún número?

         —¿A qué se refiere? ¿Qué le ha pasado a Lara?

         —Lo siento, señorita, soy Julián Romero, el forense de Trujillo, Badajoz. Su amiga ha ingresado muerta en el hospital. Ha sufrido un fatal accidente aéreo.

         Ángela tembló de pies a cabeza ante semejante mazazo de noticia. ¿Lara muerta? Eso era imposible.

         —¿Está seguro de que es ella?

         —Me temo que sí. Fuimos notificados del accidente y en el lugar del siniestro encontramos a los dos. Debían viajar en avioneta, a juzgar por los restos. ¿Es posible que el chico que iba con ella fuera su novio? También ha fallecido aunque él al menos llegó con vida al hospital. Por desgracia no se pudo hacer nada por salvarle, había perdido demasiada sangre. Aún no le hemos identificado.

         —¿Iba en una avioneta? —Consiguió preguntar Ángela—. No sabía que fuera a viajar. Ella es de Madrid, sé que tiene un padre, pero no sé cómo se llama. ¿Cuándo la traerán para el entierro?

         —Esto llevará días de investigación, dependemos del juez y vamos a tener que requerir su cuerpo unos días. Si pudiera localizar a su padre e informarle, nos sería de gran ayuda.

         —Siga marcando números de su teléfono, yo no tengo contacto con él —respondió.

         —Lamento las malas noticias —se disculpó el funcionario.

         —Gracias por informarme.

         Ángela colgó con las manos temblorosas. Su alegría de saber que Antonio vivía se truncaba de pronto con el mazazo de la muerte de Lara. Había soltado aquella piedra sobre la cabeza de Arita para salvarla.

         Se preguntó si podía pedirle ese último deseo a Jesús. Pero enseguida comprendió que ella misma había renunciado a ese poder para evitar que lo tuviera Arita. Si Jesús resucitaba a Lara y Arita ligó su destino al de su amiga, también ella podría volver. No había nadie a quien reclamar y Jesús ya no estaría dispuesto a hacer más milagros. ¿O sí?

         —¿Puedes hacerme este último favor? No puedo aceptar que todo haya sido inútil, he luchado por ella, no puedes dejar que muera así —sollozó con las mejillas rojas.

         Nadie respondió. Jesús no estaba allí y sabía que no aparecería. Si tenía que elegir... Debía admitir que prefería que Antonio fuera el que siguiera con vida. Pero Lara era su única familia, su amiga... Y antiguamente su peor enemiga.

         —Este es el final de un ciclo —susurró—. Y el principio de otro.

 

        

 

 

         Antonio escuchaba a Brigitte salir de casa cuando colgó el teléfono. Seguramente no sabía que estaba él allí, prefirió que se marcharan o, si le veían los niños, llegarían tarde por alegrarse de verlo. Cuando les perdió de vista suspiró.

         Una de las grandes mentiras de los relatos olvidados, era Brigitte. Ella cuidando los niños como una buena madre, una esposa ejemplar y sufrida, esa era la imagen que le encantaba dar. Algo que cualquiera pensaría que era cierto con solo verla y escucharla hablar, porque aparentaba lo típico. Pero ella era pura mentira. Se preguntó realmente si sabía algo de su mujer. Más infiel que una rata... Bueno, nadie se lo reprocharía con su pasado, aunque todo era mentira en su vida real, salvo los protagonistas que sí eran muy reales.

         Suspiró profundamente y se puso el abrigo. Cogió las llaves de su coche y cuando estaba a punto de salir notó un nudo en el estómago que le privó de fuerzas por un segundo. Un mazo de realidad golpeó su alma al recordar que seguía sin trabajo, dependía de su mujer para vivir y ella no había dudado en mandarle al otro barrio en cuanto se le presentó la oportunidad, mucho menos dudaría en echarle de casa.

         Se iba a ver a Ángela, eso le alegraba, era un nuevo comienzo. Pero quería planear un futuro con ella... Algo imposible en su situación económica y con la incertidumbre de qué pasaría con los niños. Él no quería perderlos y sin trabajo ni poder pagar el alquiler tenía todas las de perder.

 

 

        

         Se encontraron en el centro comercial y Ángela le saludó con una mirada dolida. Le contó lo de la llamada telefónica y se puso a llorar en su hombro. Incapaz de encontrar palabras de consuelo la abrazo con ternura y esperó a que se desahogara. También a él le dolía su muerte y sabiendo los poderes que tenía la inspectora le resultó una noticia inconcebible.

         —Siento mucho lo de Lara —susurró Antonio.

         —Necesito comer algo —respondió Ángela—. ¿Quieres una hamburguesa?   

         —Son las diez de la mañana pero yo también me muero de hambre.

         Las mesas del local estaban vacías. Debido a los últimos acontecimientos ninguno recordaba cuándo fue la última vez que probaron bocado. Se sentaron en el exterior, a pesar del frío. No había mejor sitio para hablar que una terraza de una hamburguesería recién abierta, en un centro comercial al aire libre con sus calles desiertas.

         —¿Qué vas a querer? —Preguntó él.

         Ángela le miraba con dolor, perdida entre sus recuerdos.

         —Hoy podía haber sido un día magnífico. Pero las cosas no salen como uno espera. Me gustaría poder decirte que hemos ganado, que ya no hay una loca amenazando con poseerte. Y que todo va bien... Ahora que mis deseos no se cumplen, me siento inútil y me quema por dentro la amargura de no haber tenido un deseo más para ella.

         Antonio la cogió de la mano y se la calentó entre las suyas.

         —Así son las guerras. Todos salen perdiendo.

         Ángela le miró asustada. Esa frase fue demasiado parecida a una de las que dijo Arita antes de morir.

         —¿Cómo habrá pasado? —musitó ella—. Ojalá pudiera saber qué fue lo que...

         Antes de poder terminar la frase un grupo de cinco personas pasaba cerca de ellos y Ángela no quiso hablar para que no la escucharan. Al acercarse vieron dos caras muy conocidas.

         —Disculpad esta intromisión —dijo John Masters—. Me temo que nos tenéis que acompañar.

         Antonio les miró sorprendido y asustado. No parecían amistosos pues escondían una mano en el bolsillo como si sostuvieran un arma.

         —¿Qué hacéis aquí? —Protestó Ángela.

         —Necesitamos información sobre lo sucedido —añadió John—. Sabemos que Arita ha muerto, pero no os preocupéis, solo serán unos minutos.

         —No los tenemos —respondió Antonio, malhumorado.

         —Acabas de preguntarte —intervino Abby—qué le sucedió a tu amiga Lara. Nosotros estábamos presentes cuando sucedió.

         Ángela miró su móvil, había olvidado que ese trasto era un micro por el que podían escuchar todas sus conversaciones telefónicas. Ahora sabía que también la escuchaban cuando no lo usaba.

         —La matasteis vos... —Ángela se levantó dispuesta a soltar un puñetazo a la teniente.

         —No queremos llamar la atención —cortó la teniente—. Aún no sabemos qué pasó aunque estábamos con ella cuando sucedió. Creemos que vosotros dos tuvisteis algo que ver.

         —Si no queréis acabar mal, os sugiero que os larguéis —amenazó Ángela.

         —No hay que ponerse violento —replicó John—. Sabemos que ya no tienes poderes. Y no vamos a culparos de lo que pasó si nos contáis lo sucedido. Se registraron al menos cien percances aéreos en España, uno de ellos a nosotros, no hablemos ya del mundo y curiosamente antes de que sucediera Arita estaba viva. Cuando se recuperaron las comunicaciones recibimos el informe de que esa mujer fue asesinada. Sabemos que no existe nadie más que pueda haberla vencido, salvo tú, Ángela Dark. Ahora también tenemos la certeza de que tus poderes se han esfumado. Cuéntanos, ¿qué habéis estado haciendo?

         —Hablando se entiende la gente —intervino Abby.

         —Caminaremos por la plaza, hace un día magnífico —quiso quitarle seriedad al asunto el capitán.

         —¿Nos vais a detener? No pienso... —cortó Antonio.

         —De acuerdo, vamos —aceptó Ángela—. Demos un paseo.

         Su amigo se quedó mudo al escuchar su aceptación. Al ver que ella se levantaba, él la siguió.        

         Caminaron como un grupo de amigos. Ángela y Antonio iban juntos y a cada lado les custodiaban tres soldados del EICFD.

         —¿Qué le pasó a Arita? —Comenzó Abby, que iba junto a Antonio—. Los yakuza han armado un buen revuelo por su muerte. Dicen que la hemos matado nosotros.

         La teniente iba vestida de paisano, como un pantalón vaquero azul claro, una chaqueta también vaquera a juego y una blusa ajustada blanca se adivinaba en el hueco de su escote. Siempre la había visto como soldado pero viéndola con esa ropa parecía una chica más, bonita y con buen tipo. Aunque su mirada altiva era la de siempre. Solo iba disfrazada.

         —Yo la maté —reconoció Ángela, sin tapujos.

         —Eso pudimos imaginarlo. Pero qué pasó... Quiero decir, y esto es lo realmente importante, ¿quién se ha quedado el poder de los trajes pleyadianos?

         Ángela sonrió con cierta nostalgia. Un día antes, un chasquido de dedos la habría llevado de vuelta a su hotel y la hubiera ahorrado esa incómoda conversación. Con solo desearlo sabría lo que le pasó a Lara y podría haberla devuelto la vida. Suspiró profundamente y supo que le costaría mucho superar la pérdida de su amiga y de su poder.

         —No tuve elección. Lo hice desaparecer.

         La cara de sorpresa e incredulidad del capitán fue graciosa. Sus cejas pobladas de color blanco se enarcaron como una uve que recorría su pálido rostro arrugado. Su mandíbula cuadrada se apretó con fuerza y tardó en poder responder.

         —¿A qué hora? ¿No sería sobre las nueve o diez de la noche de ayer? —Preguntó John, inquisitivo.

         —Más o menos —reconoció ella—. No lo tengo muy claro, estábamos en Japón y allí era de día.

         —Lo siento, Ángela —escupió John Masters—. Eso es imposible, si no tenías poderes, ¿cómo habéis regresado tan pronto a España? El pulso electromagnético fue a esa hora. ¿Qué pasó realmente?

         —Te lo acabo de decir. Si vas a ponerte a dar voces no tengo nada más que hablar contigo.

         —Te interesará saber que fuiste tú quien mataste a Lara y su novio —intervino Abby, enojada.

         —¿Qué? —Se sorprendieron Ángela y Antonio.

         —Tienes las manos sucias con la sangre de tu amiga, ¿dónde está el poder de los trajes? ¿Lo has escondido?

         —¡Capitán! —Reprendió Abby—. Un poco de tacto por favor.

         —¿Cómo sucedió? —Preguntó Antonio, con calma, tratando de recuperar el tono sosegado de la conversación.

         —Sobrevolábamos Extremadura en el halcón cuando se produjo un pulso electromagnético a nivel mundial. Los científicos dicen que incluso se debió sentir más allá del sistema solar. Jamás se había producido un fenómeno de tal fuerza, dejaste sin luz a medio planeta durante unos minutos. Los vuelos comerciales afectados se llevaron un susto mayúsculo pero recuperaron el control tras una caída de varios miles de pies. Nosotros no tuvimos esa suerte, tan solo estábamos a 200 metros de altitud.

         —¿Y qué pasó?

         —Nos estrellamos. Ella y su novio no llevaban trajes protectores y... sufrieron heridas fatales. Esto es duro para todos, acabábamos de enfrentarnos a un ejército de zombis y Lara y su amigo habían conseguido granjearse nuestra estima y respeto.

         —Además, hacían una buena pareja —añadió una de las chicas que les acompañaban, con rasgos orientales.

         —¿Su novio, italiano? —aventuró Ángela.

         —Ese mismo.

         La chica negó con la cabeza y se le inundaron los ojos de lágrimas.

         —No sabía que pasaría eso. Pero ahora entiendo lo que me quiso decir Arita. Minutos antes de morir me advirtió que su destino estaba ligado a una persona que me importaba mucho.

         —No te culpamos —intervino Abby—. De hecho estamos en deuda contigo.

         Ángela apretó los puños. ¿Otra vez le daban las gracias por ir contra toda ley moral? No se sentía una heroína, solo una sucia asesina.

         —Otra cosa es que el consejo... Esté de acuerdo con esto —corrigió John—. Hemos tenido una reunión y exigen vuestra captura o el traje de los pleyadianos.

         —¿Qué? —protestó Antonio.

         —Sabéis demasiado —rezongó el capitán—. Debéis acompañarnos o...

         Ángela miró a Antonio asustada.

         —Montenegro les hizo una sugerencia —agregó la teniente—. Como ex soldados del EICFD que sois, demostrada sobradamente vuestra valía cuando estabais a nuestro servicio, quiere volver a contrataros. El consejo aceptará si le entregáis el traje.

         —¿Contratarnos? —Preguntó Antonio.

         —Idea de Montenegro —añadió el capitán, con gesto de desagrado—. Es una manera de taparos la boca y de paso contentar al consejo. Además, tenemos constancia de que ambos estáis en el paro. Entraréis con el cargo de cabo, es un sueldo muy interesante.

         —¿Queréis que vuelva al EICFD? —Preguntó Antonio, ilusionado y sonriente, que durante mucho tiempo había necesitado un buen trabajo.

         —Seamos sinceros —respondió Abby—. Has sido el tipo más correoso que hemos perseguido y sin recursos nos has burlado de mil y una maneras. Sería un honor volver a unir fuerzas contigo... Con los dos.

         —¿No volverás a intentar matarme? —Desconfió Antonio.

         —No... Si no me lo ordenan —replicó Abby.

         —Montenegro te lo ordenará en cuanto me vea aparecer y le lleva la contraria una vez. Creo que paso.

         —¿Queréis que trabajemos para el consejo? —Preguntó Ángela, asqueada.

         —¿Algún problema con eso?

         —Sí, tengo problemas con ellos, dos de sus miembros me violaron cuando tuvieron en su poder ese traje que tanto piden. Y ya podéis decirles a esos viejos amargados que nunca volverán a tocarme. Esa prenda ya no existe.

         —Escucha —susurró Abby—. Ten a tus amigos cerca... Pero a tus enemigos aún más.

         —No entiendo.

         —Ninguno está conforme con seguir órdenes del consejo —respondió una de las soldados de rasgos orientales y menudita.

         —Pero pagan bien y sus misiones a menudo son salvar el mundo contra amenazas desconocidas —añadió otro.

         —¿Qué pasará si nos piden que matemos a un político que no les cae bien?

         —Nosotros no nos encargamos de esos menesteres —respondió Abby—. De eso no tienes por qué preocuparte, solo somos los que se enfrentan a las fuerzas desconocidas, tapamos secretos que no deben salir a la luz.

         Ángela suspiró con pesadumbre.

         —¡Podemos hacer una orgía como fiesta de bienvenida! —opinó Chemo, uno de los presentes, soltando una carcajada.

         Ángela y Antonio se rieron de buena gana, igual que el resto. Después de unos segundos ella asintió.

         —Se puede intentar —aceptó ella, refiriéndose a ser contratados—. ¿Tú qué dices?

         Antonio asintió complacido, tendría trabajo y estaría cerca de Ángela, no podía planear nada mejor y más emocionante. Además sería material fresco y emocionante para escribir nuevos libros... ¡No! Le obligarían a mantener el secreto... Aunque ya estaba cansado de intentar sacar provecho de esa afición, que no le daba el más mínimo beneficio.

         —Estoy harto de depender del miserable sueldo de mi... mujer mientras trato de ganarme la vida como escritor, yo digo que sí.

         —Nos quedamos —aceptó Ángela

         Cogió a Antonio de la mano y, embargada por la emoción, le plantó un formidable besó en los labios provocando los silbidos de los soldados Jaime y Alfonso.

         —¡Eh, chicos! —Protestó Chemo—. Esperad un poco. No podemos hacer la orgía en la calle.

 

 

FIN

 

 

Comentarios: 6
  • #6

    Tony (martes, 15 febrero 2022 08:05)

    Voy a proponer, como la otra vez, 3 posibles nuevos relatos. Dos ya los tengo claros, el tercero no tanto.
    Aunque ya veo lo que más esperáis, sexo, mas organización y EICFD, dioses y más sexo.
    Como quiero escribir todo lo que tengo en mente sólo cambiaré el motivo central de la siguiente historia y trataré de incluir lo que pedís… aunque el sexo no lo veo porque pretendo que sean para todos los públicos.

    Esta semana saco la encuesta en portada. Esta atentos.

  • #5

    Chemo (domingo, 13 febrero 2022 23:39)

    Yo voto por una historia con mucho sexo. Jeje

  • #4

    Alfonso (domingo, 13 febrero 2022 16:35)

    Por cierto, yo voto por la organización paralela al Consejo para la siguiente historia.

  • #3

    Jaime (domingo, 13 febrero 2022 16:19)

    Estuvo buena esta historia en sí. Esta vez no encontré algún cabo suelto que destruyera la lógica del relato pero seguramente se me habrá pasado algo.

    Me gusta la idea de Alfonso.
    Yo voto por explorar más la idea del diablo y de cómo éste y otros Dioses planean reconquistar la Tierra. Aunque la idea de la organizaación rival del Consejo no suena tan mala idea.

  • #2

    Alfonso (sábado, 12 febrero 2022 23:06)

    Me ha gustado esta historia. Creo que ha sido de las mejores de la página.
    Tengo algunas sugerencias para la siguiente historia:
    1.- Introducción de una organización rival al Consejo que busca hacerse del poder e intentará gacerse con el apoyo de Antonio Jurado y Ángela para sus propios fines.
    2.- Uns historia en donde se vea cómo Montenegro junto con otros miembros de otras organizaciones internacionales afines al EICFD planean la revocación del Consejo mundial.
    3.- Una historia más sobre la aparición de otros Dioses o del mismísimo Diablo y los planes que tienen para la Tierra tras la derrota de los Grises y Arita.

    ¿Qué opináis, chicos?

  • #1

    Tony (sábado, 12 febrero 2022 08:01)

    Ya podéis escribir. Con las prisas ayer por subir el final no puse los comentarios.
    Ahora podéis dar vuestra opinión completa sobre el libro (el más largo de la página) y sobre todo qué es lo que esperáis para el próximo. ¿Quién queréis que vuelva?
    Ya sé, ya sé... las orgías.