Las crónicas de Pandora

Capítulo 21

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          Hoy he comprendido para qué escribo. Hay días que me parece que la gente no entiende mi mensaje y creo que me siguen como polillas a la luz de una lámpara. Veo reacciones entre los míos que no se distinguen de las personas que tanto nos odian.

          Despierto interés en muchos, pero son aún más los que no dudan en calumniarme y mentir sobre nuestras prácticas. Todos los días me increpan que soy un farsante porque me piden que haga un milagro absurdo y como no les contesto gritan al gentío para que no me escuchen, que solo soy un charlatán, se ríen y se burlan de mí y de mis hermanos.

          He llegado a escuchar que nos siguen mujeres para poder fornicar con ellas en nuestras reuniones. Hay quien asegura que rompo familias, que siembro la discordia y que somos peligrosos porque los romanos van a tomar medidas contra todo el pueblo de Israel por mi culpa. Algunos me acusan de ser el líder de los celotes y éstos, a su vez, de ser enviado de los romanos para apaciguar a nuestro pueblo y evitar revueltas.

          En los demás no puedo decir que me sorprenda, lo peor es oír a mis discípulos lanzar improperios a aquellos que no creen en nuestra buena voluntad. Les he dicho que no se puede vencer al mal usando el mal. Nuestro pedestal más firme es el amor. A los que nos quieren y respetan y a los que no. A los que nos odian debemos tenerles paciencia y respeto porque nuestro mensaje debe ser para todos. El mundo no puede cambiar si la humanidad no entiende esto, la ofensa se combate con el respeto, la violencia con la paz y si ello nos obliga a poner la otra mejilla, pondremos las que sean necesarias. De lo contrario alimentamos la espiral del mal en lugar de extinguirla.

          Les he rogado a mis hermanos que comprendan que lo que Moisés ensañaba en las sagradas escrituras no era la palabra de Dios sino sus obras. El mensaje de mi padre está vivo, los libros muertos, debemos escuchar en todo momento a nuestro corazón, que es el lugar desde donde él nos habla.

          Hay quienes nunca nos escucharán, no porque no sean dignos ni por ignorantes, más bien al contrario. Se ofuscan en las viejas escrituras, cierran su corazón desde la arrogancia de sus honores (por ejemplo, los miembros del Sanedrín). No comparten mis enseñanzas porque contradigo las palabras sagradas de Moisés. No conciben el perdón sin el diente por diente. Las escrituras son tan respetadas que no pueden concebir que se ponga en duda su veracidad. Estos son los más necesitados, pues mucha gente sigue creyendo en sus doctrinas y son como un valle que conduce el agua de un rio a donde ellos señalen. Si consigo que uno cambie, los demás también lo harán.

          Mis hermanos no lo entienden, se afanan en decir que son nuestros enemigos, que tenemos que evitarlos o nos llevarán a la ruina. Sé que razón no les falta, han enviado por todo Israel a sus soldados para apresarnos, el sentido común es lo que dictaría, hay que alejarse de ellos. Nos quieren muertos ya que creen que somos blasfemos y que confundimos a Israel. El pueblo judío no creerá en mí si los sacerdotes no lo hacen antes, no podemos huir y perder la oportunidad de hablar con ellos. Me duele ver personas ansiosas de la verdad que me rechazan por miedo a que Caifás nos tache de herejes y a todos los que nos siguen. Según la ley judía somos reos de muerte y si nos ponen las manos encima, la acatarán a rajatabla, como todos sus estatutos.

          Aunque sé que mi padre obrará señales que les obligarán a cambiar. Las sagradas escrituras les han dado pistas, solo necesitan testigos que aseguren que yo las he cumplido. Aunque hay quien me acusa de farsante y que todo lo que hago es una falacia para convencerles de que soy el anunciado Mesías.

          Por eso escribo hoy como lo hacía Moisés, que, viendo la corrupción de los corazones de la gente, decidió plasmar en pergamino sus palabras sin que el ruido de los hombres contaminase su legado, el mensaje de Dios. Las que hoy llamamos sagradas escrituras perduran porque la luz que irradia mi padre desde ellas las convierte en eternas. Pero no se puede cometer la equivocación de ver en un libro la voluntad de Dios. Los escritos dan una pista de dónde encontrarlo en nuestro caminar. Claro, solo aquellos que le buscan de verdad pueden llegar a entender las señales que deja mi padre a su paso.

          Tengo que admitir que me  falta fe en mis amigos y quisiera que mi mensaje llegara a las generaciones que no puedan conocerme en persona. Sé que el día que la humanidad más lo necesite, mi palabra surgirá y dará luz al mundo. Pero quiero dejarlo claro, estas líneas no son más que mi testimonio. Si mis palabras sirven para que otros puedan encontrar a mi Padre, habrán cumplido su cometido. Si son la excusa que les empuja a obrar el mal, más valdría que las quemaran.

          Tengo sueños extraños, me asaltan pesadillas en las que una multitud, los que hoy me aclaman como Mesías, me tira piedras, y suplican a los romanos que me maten. Me despierto asustado y siento que son premoniciones, o quizás engaños del gran impostor para que desista en mi misión. ¿Me avisan los ángeles de mi destino? ¿O es una treta del maligno? Algo me dice, en mi corazón, que podrían ser las dos cosas.

          Quiero escribir todos los días contar lo que ocurre a mi alrededor, pero seguidores no me dan un descanso. Hay algunas jornadas que termino tan agotado que el Sol llega como un ladrón en la mañana, sin haber recuperado mis fuerzas.

          Ahora somos siete y tenemos que viajar con lo puesto, sin equipaje, dinero ni comida. No es lo mismo que cuando éramos solo cuatro, cualquier cosa que nos daban nos alimentaba para todo el día.

          Nos siguen muchos pero se mantienen apartados, esperando que les hable como soldados que esperan las órdenes de un general. Cuando llega la noche, vuelven a sus hogares, a sus trabajos y vidas. Expanden mi mensaje, lo difunden y al día siguiente la muchedumbre que me sigue es mayor.

          Hay dos mujeres que al principio compartían su comida con nosotros, que no era mucha, ahora tenemos que conseguir alimento y ellas también lo necesitan, la sociedad en la que vivimos las aleja de nosotros y por miedo a que se multipliquen los rumores, no se nos acercan. Mis hermanos se refieren a ellas como "Las Marías". Las he dicho que son bienvenidas a nuestro grupo, que no hago distinción entre hombres y mujeres, pero son demasiado respetuosas, cosa que entiendo ya que sin hacerlo, los demás creen que vienen con nosotros para pecar con ellas. Si compartiéramos mesa les daríamos evidencias falsas. Lamentablemente este mundo se rige por las apariencias y si podemos evitar la calumnia, es mejor que se mantengan alejadas. Ellas son nuestros ángeles guardianes, no he podido hablar con ninguna, nunca se han atrevido a dirigirme la palabra y cuando he intentado hablarlas yo, han salido corriendo diciendo únicamente que me aleje porque son impuras.

          Solo una de ellas se atrevió a tocar mi túnica la primera vez que me vio, la más mayor, y cuando sanó nos confesó que tenía una enfermedad incurable. Al verse sana decidió seguirme a donde quiera que fuese para servirme en todo lo que necesitara.

          La otra mujer… Es aún más entregada y... Qué almas tan puras, tan humildes y sinceras, son las personas más necesitadas que he conocido. Se conforman con estar cerca, no quieren honores de ningún tipo. Y qué triste es que los que no las entienden suelten veneno por su boca, calumniándolas. La fama de María, la muchacha más joven, es el motivo de que lo digan… Y es que... Ella es mi gran pecado. No puedo contar nada más sin que me asalten las lágrimas.

          Los siguientes discípulos fueron Santiago y Juan, hijos del Cebedeo, un pescador más gruñón, si cabe, que Simón. Antes de conocerme intercambiaban toda clase de insultos. Cuando me conoció y cambió, lo primero que hizo fue dejarse insultar y después se acercó a él y le ofreció la mano. Le dijo que entendía todo el odio que sentía por él, pues también le insultó en el pasado y le pidió perdón por todo. El Cebedeo apretó el puño para golpearlo en la cara, pensando que se burlaba pero al ver a Pedro llorar ante él, le agarró por la túnica, primero con intención de amenazarle y después, viendo su arrepentimiento sincero, le atrajo hacia él para darle un abrazo conmovedor. Todos los vimos llorar como niños.

          Mi camino no puede estar siendo más hermoso, es un sendero de lágrimas, que es el auténtico bautismo anunciado por Juan, el del arrepentimiento. Es una pena que la muchedumbre se imagine que basta con que alguien los sumerja en el Jordán. Mi primo fue muy inteligente al ponérselo tan fácil y por eso les dijo que él no tenía el poder de perdonar pero el verdadero Mesías sí, que él solo les allanaba el camino. El auténtico perdón se obtiene de las lágrimas del arrepentimiento sincero.

          Desde aquello, Simón entabló una hermosa amistad con el Cebedeo y al hacerlo, sus hijos comenzaron a seguirnos. Es una lástima que el viejo pescador no se nos haya unido también, es un hombre recio de gran carácter y siento que mi padre ha tocado su corazón como hace con todos los que me escuchan. Su salud le impide acompañarnos, sus hijos han implorado que obre un milagro que le cure, pero se niega y dice que Dios le castiga por su mala vida. Que acepta su castigo si con ello puede ser perdonado. Tampoco quiere ser un lastre, sabe que viajamos mucho y él no podría seguirnos. Para mostrarnos su buena voluntad aprobó de buen grado que sus hijos me siguieran. Supongo que no todo el mundo está hecho para seguir mi ejemplo, cada uno tiene que buscar su castigo y ser capaz de perdonarse a sí mismo.

          Juan, su hijo menor, es un muchacho de corazón tan grande como su estómago, Andrés y él se han hecho muy amigos. El mayor, Santiago es el más mayor del grupo, los demás bromean con él llamándole anciano, pero es un hombre con una rectitud de carácter y una templanza que no he visto igual.

          Alimentar a siete bocas, especialmente algunas como las de Simón o Juan, que se pasan el día quejándose de hambre, me hace temer que un día decidan abandonarme. Para tratar de que se olviden, hoy les he dicho que nos separemos de dos en dos, cada pareja debe ir a un pueblo y al final de la semana nos volveremos a reunir en Nazaret donde aún conservo mi casa y la carpintería de mi padre. Además quiero volver para visitar a mi madre. Tengo que admitir que este peregrinaje se me está haciendo más duro de lo que esperaba y añoro mucho verla.

          Además quiero dar ánimos a toda la familia de mi primo. Me llegaron noticias de que Juan fue encarcelado por Herodes y después fue ejecutado. Debido a la importancia social de su familia, su cuerpo fue devuelto a mi tía Isabel. Según tengo entendido, le fue entregado sin cabeza. El dolor que sentí al recibir esta noticia fue el que desencadenó la decisión de mi regreso. Quiero volver a ver a mi madre, a mi tía, por si mi senda termina en el mismo callejón de muerte que arrinconó a mi querido primo y, quizás en el futuro, compartamos tan aciago destino. Las pesadillas me avisan... Sé que pasará... Como le ocurrió a Juan. Pero el espíritu de mi padre es fuerte, mi misión lleva la paz a miles de almas cada día y sé que llegaré mucho más allá. Mi legado transcenderá mi propia vida porque lo que más importa es el Espíritu de Dios al que dan cobijo aquellos que me escuchan y abren su corazón. Ellos son mi regalo y cambiarán el mundo. No yo.

          También quería regresar para dejar allí este pergamino y esconderlo en mi viejo pozo, que después de dos años sin nadie que lo desfonde, debe estar seco. Sé que un día alguien necesitará recibir mi mensaje y mi padre lo hará llegar a las manos que más lo necesiten.

          Muchos me preguntan qué escribo y todos desean leerlo, al menos los que saben leer. Pero si no es por noches como hoy, que me quedo solo o bien ellos duermen, no tengo tiempo ni de apenas de dormir, menos aún de escribir. No he tenido problema en dejarles que lo lean. Me alegra saber que Juan me ha empezado a imitar y está escribiendo sus propias anotaciones. Es un muchacho muy inteligente y siempre compara mis enseñanzas con lo que ha leído en las escrituras.

          Ignoro si mis pesadillas son por recibir esta noticia o si, como dije, anuncian el final de mi camino. Nada es seguro, aún puedo cambiar mi destino.

          Aún falta casi una semana para que estemos allí, nos queda un largo camino que recorrer, queremos bordear la frontera con Egipto, hablar en Samaria, y no tenemos más que un trozo de pan y otro de queso para repartir entre todos. El Sol y la falta de agua van a ser un problema que solo mi padre nos ayudará a resolver. Mi confianza en él es completa, llevamos mucho tiempo sobreviviendo y aún tenemos fuerzas para continuar.

          Volver a los lujos de mi tía puede ser un problema. Nos vendrá bien un descanso, sé que allí no nos faltará de nada. Pero después de eso tendremos que volver al mundo, a nuestra misión, dependeremos lo que nos den aquellos que nos escuchen y si fuera solo yo, sé que podría soportarlo pero mis amigos podrían perder su determinación. Creo que si uno de ellos abandonara el grupo, los demás no tardarían en seguir sus pasos. A veces siento que pierden la fe en mí... No se lo discuto, yo dudo más que ellos, si cabe.

          Lo que nos da fuerzas es que ocurren milagros a nuestro alrededor, señales de que no estamos solos, pero no van a seguirme siempre si esperan fenómenos sobrenaturales, no basta para mantener su determinación. Ellos ansían los dones que les prometí que Dios les daría, ven pequeños anticipos, mujeres que se curan al tocar mi manto, endemoniados que se liberan al percibir mi mera presencia... Lo que me lleva a la perturbadora imagen que tienen los demonios de mí. Me llaman el hijo de Dios, les aterra mi cercanía y cuando les toco no pueden soportarlo y liberan al pobre desgraciado que estaban torturando. Los testigos de esos sucesos me temen como si yo mismo fuera peor que los seres oscuros que me temen. Dicen que me obedecen porque soy el Diablo.

          Aunque son muchos más los que afirman que soy el Mesías, y más desde el suceso por el que, sin duda, he conseguido más simpatizantes y fama. Fue por la hija de Jairo.

          Al pasar por su pueblo, le llegó la noticia de que pasaba por allí y me invitó a su casa porque acaba de enfermar su hija. Conozco a ese hombre desde comencé mi misión por el mundo, he dormido varias noches bajo su techo y le considero tan buen amigo como si fuera familia mía. No dudé en acudir a su llamada aunque no lo suficientemente rápido.

          Al llegar estaban de luto, iban a enterrar a la niña esa misma tarde y ver a sus padres tan afectados me rompió el alma. Desee poder hacer algo más por ellos que darles un abrazo y transmitirles mis condolencias. Me acerqué a la habitación donde la tenían preparada con perfumes y aceites. Les pedí un momento con ella, a solas, y los sirvientes se negaron, enojados porque si hubiera llegado antes creían que podía haberla curado. Pero Jairo no dudó en concederme mi deseo.

          —Maestro, sé que de haber estado tú aquí cuando enfermó, ahora seguiría viva —me dijo con el rostro lleno de lágrimas, entre dolido y suplicante. Él sabía que yo había hecho milagros y por eso me hizo llamar. Pero no creía que pudiera hacer nada, ahora que Diana estaba muerta.

          Al quedarme a solas no podía evitar llorar por la niña. Ni siquiera sé cómo hace mi padre los milagros con los que curo a la gente, pensé que quizás podía haberme adelantado... Pero no me fue posible porque en el camino salen a mi encuentro personas que me necesitan. No puedo negarle mi ayuda a nadie.

          Recordé el día que la conocí hace dos años, no dejaba de jugar conmigo, en la comida me arrojaba trozos de pan y fingía no hacerlo. No teniendo hermanos me reconoció como el único que podía entenderla, qué ojos más bonitos tenía, qué alegría derrochaba. Sus padres la regañaban por molestarme y les pedí que no lo hicieran. Les increpé: Dejadla, ella solo quiere llamar mi atención. Lo cierto es que lo ha conseguido.

          He paseado con ella, me preguntaba cosas de adulto, quería saber más sobre mi misión, mostró una grandeza y apertura de mente que me sorprendió. Su mayor sueño era que los romanos y los judíos pudieran convivir en paz, no entendía por qué tenían que odiarse. Qué corazón tan inocente y precioso.

          Al verla tendida en su cama, cubierta hasta la cabeza por aquel sudario blanco, tan pequeña, inmóvil y silenciosa, rompí a llorar. Me pregunté si aquella afirmación de Jairo era cierta, si de verdad la habría podido salvar. Levanté los ojos al cielo y no me atreví a preguntar si sería posible hacer algo más que enviar su alma al descanso de los justos.

          Quise lanzar una plegaria a mi padre y me arrodillé a su lado. Puse mi mano sobre ella, temblando, y en lugar de orar por su alma le ordené: "Levántate niña." Me sentí invadido por el dolor y no pensaba con claridad. Ahora sé que el que me ha enviado tomó el control y la curó.

          Sentí la mano de mi padre con toda su fuerza manejando la mía. Me embriagó un calor y una luz que desbordó por mis manos. Esa energía era como un fuego azul que me llenaba sin quemarme y después de un instante la envolvió a ella.

          Al verme tan dolido por aquella criatura, mi padre se apiadó de mí, de mis amigos, y acudió en mi auxilio antes siquiera de que pudiera pedirle ayuda.

          Diana, obedeció sin la menor demora. Le quité el sudario de encima y se sentó como si saliera de un profundo sueño. Luego me agarró los dedos para que la ayudase a levantar.

          —Me alegro de verte —me dijo con su jovialidad habitual—, ¿Cuándo has vuelto? ¿Por qué estás llorando?

          Sonreí, besando su mano. Mis lágrimas llegaron a sus delicados dedos.

          —Los adultos volvemos cuando podemos —bromeé—. Y lloraba porque no te despertabas.

          —¿Creías que me había muerto? —Me preguntó, burlándose de mí.

          —No, solo me lo temía. Gracias a Dios, no era así.

          La respuesta pareció suficiente para Diana y se llevó la manos a la tripa.

          —Tengo hambre —protestó.

 

          Cuando sus padres me vieron salir con ella de la mano hubo un silencio repentino que asustó a la pequeña.

          —¿Diana? —Preguntó Jairo, estupefacto.

          —¿Por quién es la fiesta? —Interrogó la niña—. Me muero de hambre.

          Después de la conmoción por verla caminar como si nunca hubiera muerto, se celebró su regreso en lugar del funeral que tenían preparado.

          En toda la región de Gerasa se corrió la voz de que yo era el Mesías y que podía resucitar a los muertos. Jairo se arrodilló ante mí y me besó los pies prometiéndome que siempre tendría sitio en su casa, rogándome que me quedara cuanto quisiera.

          Ese mismo día, uno de los invitados, un personaje de ropas distinguidas, que evidenciaba su gran riqueza, se me acercó y me preguntó si podía contribuir con su fortuna para apoyar nuestra misión.

          —¿Qué estás dispuesto a aportar? —Pregunté, viendo en su interior un enorme corazón transformado y sincero.

          No tenía muy claro qué me respondería y me miró con solemnidad.

          —Mi nombre es Bartolomé, puedo proporcionaros transporte, sirvientes y sin duda la gente os respetará como merecéis con los medios de que dispongo, hasta los romanos tendrán que inclinarse ante vos.

          —Agradezco tu oferta, amigo mío —respondí. Vi que Juan y Simón me miraban horrorizados por lo que sabían que iba a decir—. Pero solo te necesito a ti. El que quiera entrar en el reino de los cielos debe saber que tiene que dejar atrás sus ataduras con el mundo.

Me miró con solemnidad, respeto y asombro. Tras unos segundos de meditación asintió con la cabeza.    

          —En tal caso, aquí me tenéis. Os seguiré hasta donde me pidáis.

          Su respuesta nos sorprendió a los tres. Pero a mis dos amigos en sentido negativo.

          —¿Maestro? —Preguntó Simón—. No tenemos comida, nuestras sandalias apenas tienen suela y el calor terminará con nosotros.

          —Escúchame, Simón —respondí—, el camino de Dios no necesita sandalias. Él nos pondrá baldosas de oro donde pisar el día que no tengamos con qué calzarnos.

          —Necesitamos provisiones —se quejó Juan, con su juvenil desparpajo.

          —No es cierto. El día que dejemos de confiar en las riquezas celestiales, dejaremos de ver la voluntad del altísimo.

          A pesar de que no insistieron pude ver en sus rostros que no aprueban mi ascetismo y que solo se ven como vulgares pordioseros.

          No terminan de confiar, les cuesta mucho entender mis enseñanzas, son duros de oído y de entendimiento. Pero no se han ido, por lo que son dignos amigos míos. Habrá días que llenemos el estómago y otros que tendremos que hacer ayuno, es difícil pero lo aceptan. El día que no lo hagan volverán a sus casas y seguirán con sus vidas. No les culparía, esta misión no es como se la imaginaban al aceptar el desafío.

          Yo tuve que aprenderlo en mi retiro al desierto, antes de comenzar mi viaje. Pasé cuarenta días tratando de imitar a Juan, mi primo, en la misma tierra arisca y sin agua, sin alforja ni comida. Pensé que podía vivir de lo que me diera el desierto: Saltamontes, cigarras, serpientes o lo que Dios me ofreciera. Pero a pesar de tener abundantes manantiales y criaturas que salían a mi paso, comprendí que si saciaba mi apetito no podría despegar a mi cuerpo de las ataduras del mundo. No fue sencillo, me quedé sin fuerzas en apenas dos días y llegué a pensar que mi Padre enviaba todas esas viandas para que no muriera desnutrido. Pero le dije, en mi corazón, que si se empeñaba en alimentarme no sería capaz de embriagarme de su presencia, que era lo único de lo que yo estaba hambriento. Tuve visiones, sentí el dolor tan terrible de tener el estómago vacío y me compadecí de los pobres. Supe que los ricos nunca entenderían mi mensaje si se acomodaban en sus mullidos sillones de seda. Tenían que asomarse al sacrificio si querían abrir sus ojos al verdadero paraíso.  Comprendí que las riquezas, la confianza de que su suerte solo depende de ellos mismos, es el obstáculo que les impide confiar en Dios.

          Esta es la esencia de mi mensaje a los hombres, nada nos pertenece ni en esta vida ni en la venidera, solamente nuestros actos y sus consecuencias.

          Si fuera fácil seguirme, nunca comprenderían que el pecado del mundo no es el fruto del árbol de la vida, sino tenerlo delante y comerlo. Por eso Adán y Eva murieron y nosotros viviremos para siempre. Es imposible que lo comprendan si no obedecen con fe ciega las órdenes de mi Padre. Cuando se cumple su voluntad, nuestros ojos del alma y entendimiento se abren. Pero si nos preocupamos por las cosas terrenales, las posesiones, las pasiones, complacer a los sentidos, no podremos ver las riquezas que ganamos cuando obramos la voluntad de mi padre.

          Mis discípulos aún están asimilando lo sucedido con Diana. Simón me preguntó si creía que él podría hacer esas cosas igual que yo y le respondí:

          —Con fe puedes conseguir cualquier cosa.

          Asintió, pero dudo que lo haya entendido. Quizás debí decir con Dios, aunque seguramente se habría confundido más porque piensa que él ya está con mi padre. Como los otros, todos desean que se cumplan sus propios deseos. No se dan cuenta de que les he elegido para cumplir la voluntad de mi padre y no al revés.

          Si los hombres buscan a Dios pero no le escuchan, ¿De qué les sirven los oídos? Si quieren verlo y no le miran, ¿para qué necesitan los ojos? En verdad más les valdría arrancárselos. Mis enseñanzas no enseñan a conseguir los dones del altísimo, solo

cómo escucharle y la importancia de no ignorarle.

          Mañana nos separamos, Simón irá con Santiago, Andrés con Juan, Mateo con Bartolomé y yo iré solo, mejor dicho, acompañado con el que guía siempre mi camino, mi Padre. Tengo el presentimiento de que me encontraré con alguien que me necesita mucho más que mi propia gente.

                                                                                                          

 

Continuará

Comentarios: 7
  • #7

    Tony (martes, 15 noviembre 2022 08:53)

    Que desiste, cuando pueda pongo los comentarios de la 22#

  • #6

    Jaime (martes, 15 noviembre 2022 02:42)

    No hay caja de comentarios en la parte 22.
    Me da risa Alfonso. Ahora habrá que cuidarse de no ser asesinados.
    No importa porque el siguiente será Chemo. Jeje

  • #5

    Alfonso (lunes, 14 noviembre 2022 04:17)

    Por cierto, quiero aclarar que mi comentario es pura ironía. Está bien si me matan; después apareceré en otra historia.

  • #4

    Alfonso (lunes, 14 noviembre 2022 00:41)

    No sé que ha pasado con la caja de comentarios del Capítulo 22, pero aquí escribiré mi descontento por descubir cómo muero de forma tan tonta.
    Chemo y Jaime, tened cuidado que Tony podría mataros en cualquier momento.

  • #3

    Chemo (domingo, 06 noviembre 2022 01:13)

    Creo que ya tiene algo de tiempo que no comento por aquí. He estado ocupado últimamente con pendientes de la escuela.
    La historia va bien, aunque el diario de Jesús no es mi parte favorita.
    Espero que hayáis tenido un terrorífico Halloween.

  • #2

    Jaime (lunes, 31 octubre 2022 03:14)

    Fue bastante la espera pero ha valido la pena. Me ha gustado esta parte.

    Y es verdad. Ya no me acordaba de la historia de Halloween. Ojalá esté lista para mañana o el martes.

  • #1

    Tony (lunes, 31 octubre 2022 02:27)

    Disculpad el retraso, este capítulo ha sido bastante más difícil de lo normal. Espero que entendáis que no quiero que nadie pueda acusarme de engañar, faltar al respeto o faltar a la verdad. Obviamente esto que escribo no deja de ser ficción, por mucho que en el libro se afirme su veracidad, pero no significa que pueda escribir lo que me de la gana. Os dejo creer lo que queráis, por supuesto. ¿Cuál es la realidad? Cada uno elige la suya. Pero yo me quedo con un fragmento de lo que sale en este capítulo:

    Esta es la esencia de mi mensaje a los hombres, nada nos pertenece ni en esta vida ni en la venidera, solamente nuestros actos y sus consecuencias.

    Como no estoy siendo todo lo regular que me gustaría (son capítulos largos y quiero dejarlos bien revisados), os recomiendo que me sigáis por Instagram (tonyjfc). Casi siempre me acuerdo de anunciar las partes que publico y os resultará más sencillo saber cuándo llegan.
    Por cierto, la historia de Halloween de este año podría retrasarse, aunque espero tenerla lista para mañana.
    No olvidéis comentar.