Las crónicas de Pandora

Capítulo 49

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          Era su oportunidad, la nave estaba en esa llanura, probablemente cubierta de hielo. Pero sus escudos ópticos la harían prácticamente imposible de encontrar. Solo muy cerca, y en plena lluvia o ventisca, podría verse su silueta. Deliberadamente se quedó la última y se fue rezagando. Pretendía quedarse atrás hasta perderlos de vista pero Tanis se volvía cada poco y la obligaba a apretar el ritmo. Su preocupación era por su nieta, pues su paso se hacía más lento debido al estado lamentable de sus pies. Cuando por fin parecía que los perdía de vista se detuvo y comenzó a desviarse hacia donde debió dejar la nave.

          La ventisca se fue recrudeciendo y la noche amenazaba con alcanzarla antes de que lograra dar con ella.

          Entonces alguien la cogió del brazo y tiró hacia atrás.

          - ¡Te has desorientado! -Exclamó Tanis-. No te separes, te dije que era peligroso, un paso en falso y terminarás despeñada por un acantilado.

          Asintió sumisa y le siguió. Esta vez no tuvo más remedio porque no la soltó del brazo en ningún momento.

          «Odio no ser capaz de sincerarme con ellos» -se dijo-. «Por algo soy teniente, no precisamente por ser leal a mis amigos» -se lamentó.

          Recordó el motivo por el que recibió el ascenso y se sintió culpable de ser tan militarmente correcta. Su padre era de procedencia alemana y a pesar de haber vivido en Estados Unidos mucho tiempo, nunca dejó de lado su carácter distante y severo de su origen alemán. Ella pasó toda su vida sin una madre pues el año que nació, ésta murió de cáncer. Su padre no volvió a casarse (siempre enamorado de Theresa, su antigua novia, abducida y que nunca dio por muerta). Contrataba a las mejores niñeras inglesas para cuidarla, incluso cuando se mudó a España. Por esa razón le gustaba cuidar niños, sabía muy bien cómo debía comportarse una meretriz. El secreto era ser estricta en inflexible, aunque eso tenía el contrapunto de que los niños la temían y nunca la tomaban aprecio.

          Esa era la constante de su vida, ni siquiera con su marido Dimitri tuvo una relación cariñosa. No estaba acostumbrada a la amistad íntima sino como herramienta de manipulación. Por esa razón, cuando ingresó en el EICFD, nunca intimó con sus compañeros (salvo con Dimitri, que fue más una relación sexual que sentimental). Montenegro recurría a ella para que le contara todas las intimidades de sus compañeros y no tenía problemas en contarle lo que le pedía. A menudo el comandante bromeaba con los demás diciendo que ella era un ejemplo a seguir, pero nadie comprendía por qué. Fue por eso que la ascendió a teniente. Le mantenía al tanto de los chismorreos.

          Especialmente le interesaban las críticas que hacían sus compañeros. Si le contaba que nadie se salía del tiesto, Montenegro creía que le mentía y la tomaba con ella. Por eso les soltaba la lengua. Antonio Jurado era el más inocente pues caía en todas sus trampas. Si decía que Montenegro era un necio, él se desahogaba. A veces incluso le había grabado para ponérselo al comandante.

          No odiaba a sus compañeros, pero ellos a ella sí y con razón. Era la rubia estirada, alguna vez escuchó a Chemo decir que parecía que le habían metido un palo por el culo. No le importaba, el aprecio mutuo era inexistente. El único que le gustó de su pelotón fue Alfonso.

          Su mente sufrió vértigo al recordar sus aventuras por el mundo de Ansalon, su forma de seducirle, sus noches compartiendo sus cuerpos, redescubriendo placeres que creía inexistentes. A pesar de todo, solo fue sexo. No le contó nada de su pasado y tampoco le preguntó, realmente no le interesaba. En su mente, era un juguete desechable. En el fondo de su corazón se alegraba de su muerte, podría rescatarle y él no tenía por qué saber lo que hubo entre ellos.

          Mientras pensaba en todo ello, llegaron a la entrada de la torre. Eran tres grandes bóvedas sostenidas sobre columnas comunicadas por unos arcos elevados. La puerta central era demasiado grande para abrirla aunque en el centro vieron otra que se abrió con solo empujarla. Las bóvedas superiores refulgían con una luz intensa como si fueran bolas de energía en lugar de lugares habitables.

          El primero en entrar fue Tanis, luego Aif y después Abby, que estaba siendo vigilada por el viejo, como si sospechara que les ocultaba algo.

          Las sospechas eran mutuas, ella sabía de lo que era capaz esa bruja y sus dos compañeros no parecían temerla en absoluto lo que les convertía en posibles cómplices y traidores. Tenía que inventarse algo rápido para que no siguieran adelante. Si Lunaria les sorprendía, podía volver a mandarles a la otra punta del continente. Pero el viejo volvió a romperle los planes.

          - ¡Marilia! -Exclamó con su perentoria voz seca-. ¡Estás en casa!

          El eco retumbó en toda la estructura en repetidas ocasiones.

          - ¡Soy tu abuelo Tanis! -miró a Abby al decir eso y le guiñó el ojo, intentando calmarla.

          - He traído a tu hermana, Aif. Está herida, ¡necesita tu ayuda! Tiene los pies muy mal y estamos hambrientos. A ver cuándo demonios te mudas a la aldea, rayos, el camino cada día es más difícil y mis huesos ya no están para estos paseos tan largos.

          Abby quería salir de allí, le temblaba todo el cuerpo. En cualquier momento aparecería la terrible mujer que provocó la muerte de Alfonso por hacerles viajar desde tan lejos a recuperar sus cosas. Se la imaginaba como una mujer de apariencia hermosa, con ojos iluminados en rojo y que les electrocutaría apenas llegara.

          No se hizo esperar, la pared de cristal de enfrente a la entrada se iluminó un rectángulo vertical y se deslizó hacia arriba sin hacer el menor ruido. En su interior vieron a una mujer idéntica a Aif, ataviada con una hermosa túnica de terciopelo negro con un generoso escote. Su piel era pálida pero en absoluto vieja. Sus eran ojos marrones, muy humanos a pesar de sus orejas terminadas en punta, al igual que las de Aif. Ambas se veían como dos gotas de agua, solo se distinguían por el peinado y la ropa. Cuando ella la había visto en su último encuentro llevaba puesta la capucha negra y apenas vio su rostro. Lo poco que pudo verla, estaba furiosa y contrastaba radicalmente con aquella bienvenida acogedora.

          Les recibía con una bella sonrisa y su apariencia era aún más parecida a Aif de lo que recordaba. Llevaba un alto báculo de madera, que alcanzaba la altura de sus ojos, con un cristal de roca con forma y tamaño de un huevo de gallina. Imponía respeto y temor, algo en su presencia se sentía amenazante.

          - ¿Habéis cruzado el muro de hielo sin mi ayuda? Es muy peligroso. Cielos, Aif, tus pies… Estás helada. ¿Cómo se os ocurre venir? ¿No sabías lo que te esperaba en el camino?

          - Esta mujer habría venido con ayuda o sin ella -explicó su hermana.

          Entonces clavó en Abby sus ojos y la miró con una extraña expresión de sorpresa.

          - ¿Quién eres?, ¿te conozco? -Preguntó.

          Abby estaba deseando hablar y decirle las cuatro cosas que llevaba tiempo planeando escupirle a la cara. Aunque en su imaginación Lunaria agonizaba ensartada en su espada suplicando por su vida.

          - Hace unos meses vinimos y nos recibiste con telarañas mágicas, nos quitaste todo y nos enviaste al continente con un extraño conjuro de teletransporte, quitándonos lo que teníamos.

          - ¿En serio? -asintió pensativa-. No me acuerdo de nada de eso…

          - Tenías a un enano muy corpulento en una fragua justo ahí… ¿Dónde están?

          Señaló donde no había más que un hueco blanco, reluciente y vacío.

          - Oh, ya veo. Ahora recuerdo… Hace unos meses aparecieron dos entidades incorpóreas que traían muy malas intenciones. ¿Me estás diciendo que una de ellas eras tú?

          - Eso parece -respondió seca, Abby.

          - Lo siento, en mis experimentos tengo que lidiar con toda clase de engendros y espectros. Solo podía notar vuestra presencia. Erais dos, si no me equivoco. Os impuse el conjuro de amistad para que comprendierais mi lenguaje, estaba dispuesta a escucharos. Como a pesar de ello parecíais hostiles tuve que abrir un portal y mandaros lo más lejos posible.

          - Nos robaste nuestras cosas -acuso Abby, furiosa.

          - No os maté. Deberías estar agradecida. No suelo ser tan magnánima con mis enemigos.

          - Veníamos del futuro. Sabemos lo que vas a hacer a la humanidad con esta torre dentro de mucho tiempo.

          Lunaria se cruzó de brazos pensativa.

          - Qué interesante… ¿Qué pretenderé? No entiendo nada. Llevo años recluida aquí porque el mundo no me interesa demasiado. Pienso mucho en el pasado, pero no me había planteado nunca el futuro. Eso es cosa de adivinadores, no hechiceros. Cuéntame, qué es lo que "pretendo" hacer en ese tiempo del que hablas.

          - Como si no lo supieras -escupió Abby.

          - ¿Y el enano? -Preguntó Tanis-. Era nuestro herrero, ¿por qué lo secuestraste?

          - No fue así, abuelo, le pedí un favor -su actitud cambió a una más amigable, casi de niña mientras miraba a Aif-. Hicimos un trato, a cambio de llevarlo de vuelta a su tierra natal, Thorbardin me hizo unos trabajos.

          - Estaba encadenado. No me mientas -acusó Abby.

          - No mujer, hacía grilletes resistentes que no pueden encontrarse en cualquier herrería. A veces mis experimentos resultan peligrosos y necesito mejores herrajes. Ni te imaginas las criaturas que surgen del Abismo cuando intento acceder.

          Abby cerró los ojos como rendijas, no creía su banal explicación. Sabía lo que vio.

          - ¿Para qué quieres entrar ahí, niña? ¿Estás loca? -Preguntó Tanis-. Sabes perfectamente que podrías dejar escapara a algún ser peligroso.

          - No voy a experimentar con criaturas vivas, no soy un monstruo -se defendió ofendida-. En el abismo abundan engendros que merecen todos los tormentos que se les inflija.

          - ¿Experimentas con criaturas monstruosas? Eso no puede llevar a nada bueno -acusó Abby-. ¿Y los contienes tú sola?

          - La nigromancia es así, el poder tiene sus riesgos. Los antiguos hechiceros tienen los estantes de esta biblioteca llenos de libros de invocación de demonios, espectros de guerreros muertos, ejércitos de zombis, nécoras voladoras, mantis del inframundo. Cuanto más poderosa es la criatura, más útil es en una batalla. Nadie me regañó hace treinta años, cuando expulsamos a esos malditos invasores con ayuda de los espectros que yo invoqué. Pero nunca es suficiente, necesito seguir mi investigación aunque sea peligroso, por eso estoy tan alejada del mundo. ¿Qué tiene de malo que quiera aportar algo a la nigromancia?, las criaturas y guardianes más racionales, menos… muertos requieren que se les invoque. No es fácil conseguir aliados, no acuden a tu llamada cuando les necesitas si antes no tratas con ellos. La mayoría de las veces tengo que matarlos. Si demuestran que su mayor anhelo es comerse todo lo que ven. Para eso son los grilletes, si se muestran hostiles no puedo dejarles libres y me veo obligada a mandarles de vuelta, apenas salen del inframundo. He llegado lejos, pero aún necesito descubrir lo que tanto tiempo llevo anhelando.

          - ¿Qué es? -Rezongó Tanis.

          - La nigromancia logra resucitar a los muertos. Tiene que haber alguna forma de traer igualmente de vuelta su consciencia. Lamentablemente lo único que he logrado no difiere mucho de los logros de mis antecesores… Pero claro, si haces lo que dicen los libros, ocurre lo mismo que aparece en ellos. Cuando quieres cambiar algo tienes que probar otros métodos, cruzar líneas prohibidas.

          - Entonces, tú no… ¿Pretendes acabar con la humanidad del futuro? -replicó Abby.

          - ¿Por qué iba a querer hacerlo? Menuda desfachatez -rio con una hermosa y sincera sonrisa-. Además, la humanidad no necesita que nadie la extinga. Con el tiempo se destruirá sola, está en nuestra naturaleza. Por cierto, si vienes del futuro… Quizás puedas responderme a una pregunta.

          Abby se relajó, no parecía el ser tan terrible que imaginó…

          - Mi pupila, Pandora, tenía un artefacto mágico para viajar en el tiempo. ¿Es así cómo has llegado hasta aquí? ¿Se lo robaste?

          - No conozco a nadie llamada así -replicó-. Bueno, me suena de algún libro griego antiguo.

          - Ah, es cierto, en sus últimos destinos de su viaje por las edades se hacía llamar Fausta. Igual te suena más ese nombre.

          La sorpresa de la teniente alentó a la bruja.

          - ¡La conoces! -Festejó-. Entonces tienes su artefacto, por eso nunca pudo volver.

          - No señora. La conozco, sí, pero antes de mi viaje al pasado ella desapareció sin dejar rastro.

          - ¿Existe otro modo de viajar en el tiempo?

          - El dragón blanco -se adelantó Tanis-. Debe ser un gran mago. ¿Cómo se llama?

          Lunaria frunció el ceño.

          - Sí, bueno -replicó Abby-. Tengo que confesaros una cosa… No era...

          - ¿No era un dragón? -Preguntó Aif-. Era fácil suponer, no hemos visto ninguno por aquí y no suelen esconderse.

          - No, más bien era un avión.

          - ¿Qué es eso? -Preguntó Tanis.

          - El conjuro de amistad no puede traducir palabras que no tienen equivalencia en el otro idioma -explicó Lunaria-. Así se llama esa estructura metálica que has dejado a mi puerta. ¿Y dices que puede viajar en el tiempo? ¿Cómo demonios se mueve algo tan pesado? Ah, ya entiendo, utiliza rayos.

          Abby se sorprendió de que supiera que estaba allí y cómo funcionaba. Suponía que no podía verlo.

          - Moverse, ¡vuela! -se rio Abby-. Es un avión adaptado, un A330 MRNW600 con potente armamento nuclear y sí, se utiliza energía eléctrica. ¿Cómo lo sabías?

          - No llama poco la atención cuando hay tormenta, ¿sabes? Todos los relámpagos salen de un punto de la planicie y se puede ver su inmensa silueta alargada.

          Abby sonrió sorprendida al oír eso.

          - Si ha recibido relámpagos sus baterías estarán cargadas. Con este frío temía que no pudieran recargarse nunca.

          - Enséñame a manejarlo -pidió Lunaria-. Si es cierto lo que dices podemos viajar muchos en esa estructura. Mi discípula Pandora tenía un artefacto del antiguo hechicero Fistandántilus que solo podía transportar a dos personas, a lo sumo 3 si una de ellas era pequeña como un niño.

          - ¡No se debe manipular el tiempo! -Replicó Abby-. No debemos interferir o...

          - ¿Hablas en serio? Me estás diciendo que no se puede hacer algo que tú haces.

          - Es muy peligroso -se enojó la teniente-. No se debe viajar en el tiempo a la ligera...

          - ¿Lo dices por experiencia propia?, porque habrías cambiado el destino aunque tan solo hubieras aplastado a una hormiga -replicó Lunaria.

          - No lo entiendes, iba a arreglarlo, ese era mi plan desde el principio.

          - ¿Cómo? -Inquirió la hechicera-. No puedes… Oh sí…

          - Necesito la nave. Podría volver al tiempo en que llegué hace meses y destruir el avión antes de que te encontráramos. La idea inicial era investigar sin intervenir en el mundo, invisibles. Si interveníamos lo más mínimo no podríamos regresar a nuestra línea temporal.

          - ¿Y cuál es tu plan? -Inquirió Lunaria.

          - No pretendíamos cambiar nada. Cuando nos obligaste a interactuar estábamos obligados a destruirnos a nosotros mismos en el momento exacto de nuestra llegada a este tiempo. Pero ahora que mi compañero está muerto la cosa es más complicada.

          - ¿Eso es posible? -Cuestionó Lunaria-. Suponía que los viajes en el tiempo eran peligrosos. Y más si una persona se encontraba consigo misma. Se dice que provocaría una paradoja temporal que pondría en peligro al universo.

          - De hecho lo es, pero solo es catastrófico para el que dejas atrás.

          - Querrás decir el nuestro.

          Abby no respondió.

          Aif soltó un gemido de dolor.

          - Todo esto será borrado de la existencia -dedujo Lunaria -si eliminas su rastro por este mundo.

          - Suena peor de lo que es, vosotros seguiréis vuestras vidas como si nunca hubiera venid.

          - No lo harás -objetó la hechicera-. Necesito ese avión para traer de vuelta a mi discípula. No pienso permitir que lo destruyas y mucho menos que elimines nuestro mundo.

          - La única forma de que regrese a mi línea temporal es borrar el rastro aquí.

          - Querrás decir destruirnos. ¿Qué será de nosotros? -Protestó Tanis.

          - Esta línea… Sería la única que sufriría las consecuencias, la real, de la que yo vengo, volverá a existir. Aunque los científicos de mi mundo dicen que ambas líneas permanecen pero pierden conexión, es lo que llaman multiversos, es imposible saberlo.

          Lunaria la miró durante unos segundos.

          - Solo vosotros y algunos compañeros de camino se verían afectados, han muerto muchos para que llegue hasta aquí, que sus vidas vuelvan a su cauce sin mi llegada les devolverá la vida.

          - ¿Y nosotros qué? -Preguntó Lunaria.

          - No puedo hacer esto sola. Os necesito para destruir el otro halcón, pero tenéis que saber que si regresáis conmigo al momento en que llegué, ya no será vuestra realidad. Si queréis que lo sea tendréis que mataros a vosotros mismos o, de alguna manera, convivir porque en ese otro mundo también existiréis. Vuestras posesiones serán de ambos, de estar casados, solo uno puede quedarse a vuestra esposa… Es complicado y por ello es más fácil cortar por lo sano.

          - Eso suena espeluznante -valoró Tanis-. Hay que ser un desalmado para matarse a si mismo.

          - ¿Lo has hecho otras veces? -Preguntó Aif-. ¿Has tenido que asesinarte antes?

          - No, pero otros compañeros más de una vez -respondió Abby, pensando en Montenegro.

          - ¿Y si te vas sola nosotros desapareceremos? -Replicó Lunaria, furiosa.

          - Ni siquiera habrás existido, bueno, tú me refiero, la que sí existirá será la de la otra línea temporal -increpó Abby.

          - La que tendría que asesinar si quiero seguir viva. Pero acabas de decirme que ya no soy yo -se obcecó.

          - Sabía que no debía decíroslo -murmuró la teniente.

          - ¡Te hemos ayudado! -Exclamó Tanis-. ¿Querías eliminarnos sin decirnos nada? Ahhg, por eso pretendías escaparte en la ventisca, sabía que no eras trigo limpio.

          - Os repito que…

          - No quiero saber nada más -espetó Lunaria-. Dime una sola razón para que no te incinere ahora mismo.

          Las manos de la hechicera se cubrieron de fuego azul y su mirada furiosa no dejaba lugar a dudas, la mataría si no decía algo de inmediato.

          - Venid conmigo. El resto del mundo desapareará pero no tienen por qué saberlo.

          - ¿Y qué pasará con Pandora? -Protestó Lunaria, apagando el fuego de sus manos y un poco más tranquila.

          - No deberíamos hacer nada -respondió Abby, aliviada por ver reducida la amenaza pero aún temerosa de provocar de nuevo la ira de la hechicera.

          - Ella cree que estoy muerta. Equivocó su año de destino y no sabe cómo llegar hasta mí. ¿No lo entiendes? Yo la envié. Le prometí,… cumplir su deseo si cumplía mi encargo. Ella quería resucitar a sus padres y como aún no había descubierto el modo de hacerlo, para ganar tiempo, la envié a investigar el futuro.

          - ¿Con qué propósito? -Preguntó Abby, acusadora.

          - ¡Pues evitar la destrucción si se daba el caso! -Exclamó-. Las desgracias no se suelen ver venir. Aun, a pesar de errar la fecha de destino, cumplió su palabra y no me gusta no poder cumplir mi parte.

          - ¿Cómo lo ibas a hacer? -Preguntó Abby.

          - Quiero el otro halcón. Lo usaría para salvar a sus padres y traerlos a nuestro tiempo justo antes de morir. Se los podría devolver tal y como prometí, sanos y salvos. Eso no causaría ninguna línea temporal -miró a Abby adelantándose a su reacción.

           -Demonios, vas a tener que cargar con todos nosotros -festejó Tanis.

          El rostro furioso de Lunaria se tranquilizó. Asintió y finalmente sonrió.

          - Ella escribió unas crónicas hace doscientos años. Quedó atrapada en aquella época, lo encontré en esta biblioteca. No dijo qué le pasó pero pude leer lo que descubrió del futuro. Este continente se verá sepultado por un océano de hielo. No me pudo especificar la fecha exacta pero escribió que en su primer salto, dentro de cien años, no habrá Ansalon, solo un lugar frío y muerto.

          - ¿Lo has leído? -Preguntó Abby, sumamente interesada-. ¿Ha cambiado algo que leyeras su diario?

          - He estudiado la manera de rescatarla, aparte de eso… No tengo forma de evitar una glaciación, ni con toda la magia del mundo podría evitarlo -resopló la hechicera-. ¿Por qué te interesa?

          - ¿Me dejarías leerlo?

          - Está en la biblioteca -replicó, luego sonrió-. ¿Lo quieres?

          - Es importante, puede tener las respuestas a todas mis preguntas.

          Lunaria miró a Tanis y a Aif con media sonrisa. Su hermana seguía con el ceño fruncido por el dolor de sus pies.

          - Si Pandora regresó a este tiempo y pensó que yo había muerto es porque no sabía la fecha en la que estaba -Trató de deducir Lunaria-. A lo mejor no lo perdió ni se rompió…

          - Cómo sabes qué día lo escribió -preguntó Abby-. Si me estás diciendo que ella pensaba que llegó su año de origen.

          - Conozco un conjuro que me permite saber la antigüedad de las cosas.

          - Entonces, o murió sin salir de la torre… -Dedujo Abby-. O la rescatamos.

          - Eso pensaba yo -asintió la hechicera.

          - ¿Seguro que tengo que acompañaros? -Preguntó Aif-. Mis pies no están nada bien.

          - ¿Prefieres desaparecer? Ninguno de vosotros puede quedarse -explicó Abby.

          - Viajar en el tiempo es uno de los pocos desafíos que nunca he tenido el placer de experimentar -comentó Tanis-. ¿Cómo es el futuro?

          - No termino de verlo claro -dudó Abby-. Si rescatamos a Fausta puede que evitemos la fisura. Pero después tenemos que rescatar a Alfonso y limpiar esta línea temporal.

          - Te ayudaremos, lo haremos juntos -explicó Lunaria-. Además si necesitas salvar a tu compañero, sola te resultará mucho más difícil. A Pandora la rescataremos apenas termine de escribir su diario. Tengo el lugar y momento exacto.

          Chasqueó los dedos y apareció un manuscrito en su mano derecha. En él que se veía en su portada un adorno de madera redondo y unas letras escritas en un idioma extraño pero legible para ella "Las crónicas de Pandora". En sus tapas aparecía una fecha en lenguaje arcano, luminosa que debía ser la de su escritura.

          Abby quiso cogerlo para examinarlo pero Lunaria se lo apartó y lo hizo desaparecer con un fogonazo humeante.

          - Lo tendrás cuando nos lleves contigo, no antes.

          - ¿Y qué haréis en mi siglo XXI? No tendréis identidad ni nacionalidad, va a ser complicado daros una vida. Además,… sois raros, tú sabes magia, haces brillar un cristal de roca sin baterías, ni bombillas, ni nada, además puedes usar conjuros como ese de la amistad, hacer portales mágicos, por no mencionar lo de invocar espectros. Luego está este pervertido de ochocientos años que es un caso para darle de comer a parte.

          Tanis la miró ofendido y después se giró hacia a sus nietas.

          - ¿Qué es eso que me ha llamado? -Preguntó, extrañado.

          - Si seguimos hablando no viviré mucho más -repuso Aif, con tristeza-. Os ayudaría pero no puedo caminar y ahora que mis pies entran en calor, empiezan a doler de forma insoportable. He visto heridas como estas otras veces en la guerra y solo hay una cura, o se cortan las piernas o mueres.

          - En el futuro no sé si podrían curarte -respondió Abby-. Pero si no quieres venir lo entiendo, es decisión tuya.

          - Puedo llevarte a alguien que te sanará en un momento -intervino Lunaria-. Pero tú vendrás con nosotros, no me fio de que te marches en nuestra ausencia.

          - ¿De verdad? -Se alegró Aif, que tenía unas profundas ojeras y sudaba-. Eso estaría muy bien.

          - ¿Por qué no me quedo yo con ella? -Preguntó Tanis.

          - Me estoy arriesgando mucho llevándoos conmigo -protesto Abby-. Yo no soy la que manda en el siglo XXI y no puedo garantizar vuestra seguridad allí. Lo mismo os proporcionan identidades y un trabajo u os encierran de por vida o decretan eliminaros.

          - ¿Cuánto tardaréis en regresar? -Preguntó Tanis.

          - Un día -calculó la hechicera-, apenas me reponga por el traslado, volveremos. Es la torre del sumo sacerdote de Palanthas.

          - ¡La otra punta del mundo! -exclamó el viejo-. ¿Podrás hacerlo?

          - Es sencillo, lo único malo es que requiere todo mi poder mágico. No puedo viajar dos veces el mismo día.

          - Os esperaré -replicó Abby-. Solo dime donde dormir, hace días que no pillo cama.

          - La segunda planta es la de invitados -explicó-. Yo que vosotros no iba a más plantas de la torre, no es seguro.

          La teniente asintió y se dirigió al ascensor, seguida por Tanis.

          - Lo que no entiendo -indagó la rubia al entrar en la cabina elevadora-, es que si eres una hechicera, ¿Por qué no sabes magia curativa?

          - Me gustaría poder decirte que la sé -respondió Lunaria, arisca-. Pero aparte de hierbas medicinales para mejorar el catarro no puedo ofrecer mucho más. ¿Acaso en tu mundo los que saben hacer armas pueden curar las heridas que causan?

          No le gustó demasiado aquella pregunta y hablaba con aspereza.

          - Buen punto -asintió Abby-. Tienes razón.

          - Volveremos en cuanto podamos.

          Abby no pudo terminar de escucharla pues las puertas se cerraron y subieron a gran velocidad por el estrecho cuello de la torre. En la segunda planta, cada uno se fue a una habitación y sin desvestirse se derrumbó sobre un colchón, vencida por el agotamiento y el dolor de sus pies.

           

           

Continuará

         

Comentarios: 2
  • #2

    Jaime (domingo, 12 mayo 2024 16:07)

    Tenía entendido que Fausta había nacido en la Edad Media y ahora resulta que fue discípula de Lunaria. Tony siempre cambiando sus historias. Jeje
    Me ha gustado esta parte. Aún no sé cómo se van a juntar las partes de Rodrigo, el diario de Jesús y la historia de Lunaria, a menos de que resulte que tanto Jesús como Rodrigo también provienen de Ansalon.
    Hasta ahora creo que ésta ha sido la historia más larga de Tony.

  • #1

    Tony (martes, 07 mayo 2024 20:11)

    Ha pasado mucho tiempo desde la última subida. Disculpad, ha habido por el camino un concurso literario y temas personales que me dejaban muy poco tiempo.
    Hasta la próxima parte (espero que la semana que viene). Y no olvidéis comentar.