Las crónicas de Pandora

Capítulo 40

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           El viaje en barco, con el intenso oleaje, provocó nauseas a la mitad de los soldados. Abby y Alfonso, acostumbrados a todo tipo de travesías y medios de transporte disfrutaron de lo que llamaron "su primer crucero juntos". Charlaron contándose cosas de la infancia y descubriendo algo más de la oscura personalidad que se habían estado ocultando.

           Alfonso descubrió una mujer peligrosa, carente de sentimientos y difícil de interpretar. A parte de Dimitri nunca había tenido más parejas, ni siquiera le gustaba salir de discotecas. Estaba volcada en su trabajo. Alfonso quiso saber si entre ella y John tenían algo, pero ni siquiera se molestó en responder. Una risa contagiosa dio por zanjada la pregunta. Mientras hablaban, Alfonso perdía el hilo de lo que ella contaba porque se quedaba embobado con la expresión de los ojos de Abby, aunque la teniente se esforzaba en contar detalles de su vida pasada, que en principio le sonaron interesantes, terminó perdiendo el hilo y solo podía pensar en cuándo podrían volver a la cama.

           -Y es por eso que llegué al EICFD, aquel suceso cambió mi vida -Alfonso se quedó pálido al escuchar eso último. ¿Qué suceso? No podía decirle que se la estaba imaginando desnuda y que pensaba en la excusa que le daría para poder besarla. Le acababa de contar algo que posiblemente no le contó a nadie…

           -Vaya, nunca lo habría adivinado -disimuló sonriendo, ocultando su vergüenza.

           -¿Por qué ibas a hacerlo? Es imposible que lo supieras si no te lo cuento yo.

           -Eso es que lo digo -siguió fingiendo.

           -Vale, confiesa…

           -¿Qué? -Replicó sobresaltado. Lo sabía, ella sabía de sobra que no escuchó su historia. Se puso seria de repente… Se acabó el sexo, pensó.

           -¿Cómo terminaste tú en el EICFD?

           -Creo que ya te lo he contado -respondió, aliviado.

           -No me acuerdo. No debí prestarte atención, antes de enrollarnos no me interesabas demasiado, la verdad -confesó ella.

           -¿En serio? -Se hizo el ofendido.

           -¿Vas a contármelo? -Preguntó impaciente.

          - Pero eso no les impedía disfrutar al máximo cada día.

          - Lo cierto es que mi historia no es tan interesante como la tuya -mintió-. No me extraña que no te acuerdes, no era nada del otro mundo.

          - Ahora recuerdo, estabas estudiando y te metiste en el ejército porque necesitabas un trabajo y te cogieron.

          - Eso es, hubo una circular para presentarse a unas pruebas de un cuerpo de élite. Me presenté por el sueldo y porque no tenía inconvenientes con viajar, pareja ni responsabilidades o poner mi vida en peligro. Y me cogieron.

          Abby asintió y perdió interés en su historia.

          - Mis padres fueron los únicos que se opusieron, mi madre decía que era un trabajo peligroso. Pero no les hice caso y la verdad es que tengo muy poco trato con ellos desde entonces.

          - Yo no recuerdo a mi madre -respondió ella-. Mi padre nunca me habló de cómo murió. Él siempre quiso a Martha, la mujer que te dije que abdujeron los grises.  Por la que se obsesionó al morir mi madre y que dedicó tantos esfuerzos en encontrarla que el EICFD le contactó y le alistó. Es por eso que vivo en el cuartel, mi padre murió en una escaramuza con unos monstruos y se hicieron cargo de mí, cuando era una niña.

          - ¿Y Martha? ¿Volviste a saber de ella?

          - Ni siquiera sé quién era. El que estaba obsesionado con encontrarla era mi padre.

          - ¿Y no te pica la curiosidad? Salvarla si aún es posible.

          - Si sigue viva, dudo que quiera ser salvada a estas alturas.

          - Ya…

          - Mi padre solo pensaba en encontrarla, no se preguntó si por su estúpido empeño iba a condenarme a llevar la vida que llevé. Yo recuerdo que iba al colegio, tenía mis amigas hasta que mi madre murió. Ella era la que me crió y me cuidó siempre. Mi padre se vio obligado a mantenerme y no tenía la más remota idea de cómo se cría una niña. Todo el tiempo que estuve con él contrató niñeras, conocí más de diez. Por eso es un trabajo que conozco tan bien. Es lo que me gusta hacer, cuidar niños.

          - ¿Alguna niñera te hizo querer eso? -Preguntó él.

          - Todas, ninguna se preocupaba realmente por mí. Entendí que no necesitan formación porque cualquier chica simpática puede hacerlo mal. Como estaba acostumbrada a encontrarme. Me hice niñera por los niños que podía cuidar.

          - No me pega que lo seas, la verdad. Ni siquiera que te gusten los niños.

          - Las apariencias engañan -replicó seca-. Siempre quise tener hijos. Dimitri los detestaba. Es una de las razones por las que le mandé a la mierda.

          - Yo, la verdad, es que nunca me lo he planteado. Pero sí, me gustaría saber lo que se siente, siendo padre.

          Alfonso dijo eso sin demasiada convicción. Sin embargo sabía que si no lo hubiera dicho, su relación no tendría ningún futuro.

          - Eres muy joven para ser padre -replicó ella, con seriedad-. Tenemos que hacernos a la idea, el rollo este no va a ninguna parte. Por favor no tengas muchas expectativas conmigo, nos gustamos y punto.

          - Es suficiente con eso, ¿no?

          - ¿Para qué? -Abby le miró sin la chispa de magia en sus ojos, con esa fría y terrible mirada sin sentimientos habitual en ella.

          - Así empiezan las relaciones.

          - Y ya sé cómo terminan: Volviendo al mundo real.  Esto podría considerarse un bonito rollo de verano.

          - Hemos… Tenido relaciones sin condón y me he corrido dentro… ¿Por eso te has enfadado? ¿No quieres hijos conmigo porque sabes que no tenemos futuro? Acabas de decir que sí deseas hijos.

          - Pero no para tenerlos sola. Es imposible tener una familia en condiciones si no tienes una pareja estable.

          - Yo sí me haría cargo de mi parte.

          - ¿Por penalti? -Acusó ella, enojada-. Yo quiero planear esto con la persona adecuada, no que tenga que "hacerse cargo". Ni que alguien se vea obligado a estar conmigo por el bombo.

          El idilio entre ellos se resquebrajó tras esa discusión. Alfonso no quiso volver a tratar temas íntimos y ella comenzó a tratarle como antes de que comenzaran a acostarse.

           

           Al llegar al puerto de Solace, el grupo de soldados que les acompañaba y Arnaldo instalaron un campamento para obtener provisiones y conseguir transportes.

           Les llegó un emisario del rey y el general guardó la misiva sin decir a nadie su contenido salvo a Abby y Alfonso. Era una orden de arresto contra él. Por suerte, interceptó el correo y pudo convencer al emisario de que siendo una carta del rey, era quien debía leerla y no sus subordinados.

           -Estoy jugándome la vida por vosotros, más vale que este viaje no termine en desgracia -les amenazó tras leer la misiva.

           Alfonso le prometió que si no convencían al rey de la necesidad de su empresa, podían arreglarlo para llevarle con ellos a su tiempo. Abby no compartía en absoluto esa oferta pero, como necesitaba la lealtad del general, nunca lo negó.

           Superados los aburridos preparativos del viaje por tierra, la comitiva de soldados y carromatos se puso en marcha hacia el sur. Una gran multitud de viajeros solicitaron asilo en su convoy ya que las tierras hasta la ciudad de Haven estaban infestadas de draconianos, goblins y hobgoblins. Los primeros eran como reptiles humanoides, los segundos unos extraños enanos sebosos con hocico de cerdo y colmillos retorcidos a ambos lados de la boca, y los hobgoblins eran enormes monstruos tan altos como caballos de guerra, robustos y con rostros humanoides con la misma nariz de morro de jabalí.

           -Esas criaturas deben ser mitológicas -comentaba Alfonso-. Jamás se ha oído hablar de tales monstruos en nuestros tiempos.

           -Os aseguro que son tan reales como esas ramas de roble que nos flaquean al paso -explicó Arnaldo-. Yo mismo he matado más de diez goblins y al menos tres draconianos. Por suerte no me he cruzado con hobgoblins, dicen que tienen una fuerza monstruosa. Son enormes como un oso pardo, algunos hablan la lengua común y no por ello son más amistosos. Solo buscan una cosa y es comer. Lo bueno es que no son idiotas como los goblins, estos no se acercan a comitivas bien escoltadas.

           -No me lo digas, su plato favorito somos los humanos -comentó un campesino.

           -Los elfos y los enanos no se libran. Se cuentan por cientos las desapariciones de toda clase de viajeros por estos caminos, cada año -explicó uno que caminaba a pie con un gran fardo a la espalda.

           -Suerte que no se organizan porque podrían suponer una seria amenaza. Por suerte no se llevan bien y se pelean entre ellos por sus presas -dijo otro que pasaba cerca.

           -Son tontos, pero su fuerza les hace peligrosos -volvió a hablar que iba a su lado.

           -Además atacan por las noches, aprovechando que la gente descansa. Son unos cobardes, los señores de estas tierras deberían salir a cazarles porque con ellos merodeando, los mercaderes cada vez salen menos de sus ciudades.

           -Quizás atacan debido a que nadie les ofrece trabajo -intervino Alfonso.

           Todos los que escuchaban le miraron por un instante y luego estallaron en carcajadas. Ninguno se molestó en responderle.

           -Es gracioso el extranjero -gorgoteaban algunos.

           

           

           Pronto llegó la hora de parar y montar el campamento. Usaron las carretas para formar una muralla improvisada e hicieron varias hogueras, cada uno con sus propias provisiones al amparo y protección de los soldados que montaban guardia. Debían ser más de quinientas personas. Algunos iban armados, otros eran campesinos con sus familias, aquellos mercaderes con sus pollinos y sus enseres y los soldados; incluido Arnaldo, Abby y Alfonso; serían una veintena.

           Se organizaron, con ayuda de algunos de los viajeros, para hacer guardia en grupos de siete. Según les dijeron se turnarían de tal modo que todos pudieran descansar.

           La primera noche les tocó a Abby y Alfonso, junto al mismo viajero con el que conversaron y un enano de largas barbas y poderosas piernas, se subieron a dos carromatos enfrentados para cubrir ambos lados. En otro carromato alejado se pusieron dos soldados y a la misma distancia de los otros dos. Estaban lo suficientemente lejos como para cubrir todo el perímetro.

           -No nos hemos presentado -dijo el viajero que estaba delante de Alfonso-. Me llamo Radonio y vengo de Nordmard. Llegué a Solamnia con trece años y desde entonces me dedico al comercio de la joyería.

           Alfonso recordó el rubí que le dio el kender y pensó que debía mostrárselo para saber qué valor tenía. Pero le vino a la memoria el consejo de Abby sobre llevarlo al tiempo presente, donde seguramente le pagarían mucho más. Mientras el personaje hablaba de la peste de los kenders y las pérdidas que le habían causado cada vez que se cruzó con alguno, pensó que ese maldito enano de orejas puntiagudas y voz chillona pudo estafarle con esa piedra. Tenía que preguntárselo...

           -Entonces supongo que sabrás si este rubí es auténtico -lo sacó del bolsillo y se lo mostró.

           Cuando vio la piedra, el tal Radonio entrecerró los ojos y le pidió que se la alcanzara para poder examinarla con más luz. Al cogerla la acercó a la antorcha y la miró con curiosidad, arrugó los labios y se la devolvió como una pelota inservible. Alfonso la atrapó en el aire de milagro porque no había mucha luz.

           -Lo siento, es un rubí auténtico, pero es tan impuro que no te darán ni cien jaspes por él.

           -Vaya, me costó más de cinco mil -miró a Abby, decepcionado.

           -Vale más que te lo quedes de recuerdo -recomendó el comerciante-. Si lo quisieras comprar te pedirán quinientos.

           -¿Tú cuánto me pagarías? -Preguntó.

           -Querido amigo, mi negocio es la joyería. Comercio con piedras preciosas, oro, plata, diamantes. Hago joyas en mi orfebrería y las vendo a los grandes señores, siempre están deseando ver mi nuevo catálogo de maravillas. Mi padre se hizo famoso por ser el que fabricó la corona del Duque de Nostar. Una genialidad por la que pagaron ciento cincuenta mil jaspes.

           Alfonso se acercó a Abby, que estaba más atenta al exterior del campamento, y le susurró:

           -Espero que tu esmeralda sea más valiosa -murmuró.

           -Ya… Cuando vea otra vez a esos dos desgraciados les corto las orejas -musitó ella, sonriendo con mirada vengativa-. No guardes muchas esperanzas, seguro que la mía vale aún menos.

           

           Escucharon un ruido entre las ramas de los robles más cercanos. Alfonso tuvo que hacer callar al orfebre porque se disponía a contarle más cosas de su arte. Al quedar en completo silencio todos pudieron escuchar el murmullo de unas hojas secas pisadas con poco cuidado. Después se escuchó un golpe en el suelo, como un pisotón lejano.

           -¿Qui… Quién habrá hecho eso? -Preguntó el orfebre, con su daga fuera de su cinto y apretándola con fuerza entre ambas manos.

           -Yo diría que ha sido el viento -apostilló un campesino que les acompañaba.

           -Hay que dar la alarma, podrían ser goblins -opinó el orfebre, con voz temblorosa.

           Abby miró a Alfonso con complicidad.

           -Iré a echar un vistazo -se ofreció-, si no vuelvo pronto, dad la alarma.

           -No pienso dejar que vayas sola, ¿estás loca?

           -Sé cuidarme. No me trates como una chica desvalida, no eres mi príncipe salvador.

           -Ni siquiera yo soy suficiente escolta si nos atacan esas criaturas de las que nos han hablado. Escucha -se dirigió al orfebre-. Despierta al general Arnaldo, nosotros vigilaremos el perímetro mientras tanto. Dile que necesitamos hacer un reconocimiento y no podemos hacerlo sin refuerzos.

           -¿Qué despierte a quién? -Preguntó confuso.

           -¿Ves la tienda amarilla? -señaló Alfonso-. Dile al que hay dentro, Arnaldo, que hay problemas y que venga de inmediato.

           -Claro, voy -aceptó contento de que no le hicieran acompañarles.

           Siguieron atentos al perímetro que iluminaban las antorchas. Alfonso se fió más de su oído que de su vista, temiendo escuchar cualquier indicio de arco tensándose.

           Tanto se concentró que no se percató de la llegada del general.

           -¿A qué viene esto? -Preguntó, sin cuidar el volumen de su voz-. No veo que nadie nos ataque.

           -Se esconden entre los árboles.

           -Les hemos escuchado, fueron como unas pisadas fuertes -apoyó Abby.

           -De acuerdo, despertaré a un grupo para que lo comprobéis. Necesitamos más gente vigilando mientras estéis fuera.

           Cuando todos los soldados fueron despertados y salieron de sus tiendas, seis se pusieron a vigilar el perímetro y el resto les acompañó. Arnaldo fue con ellos con la espada desenvainada.

           -¿Por dónde fue? -Susurró.

           -Muy cerca -no pudieron concretar nada más.

           -Que cada uno coja una antorcha -ordenó a sus hombres-. Daremos caza a esos desgraciados asesinos.

 

Continuará

           

 

Comentarios: 4
  • #4

    Chemo (jueves, 19 octubre 2023 01:33)

    Resígnate a perder a Abby, Alfonso. Seguramente te encontrarás muchas más que caigan bajo tus encantos.
    Jajaja

  • #3

    Tony (miércoles, 18 octubre 2023)

    El próximo capítulo continúa con Abby y Alfonso así que saldrás de dudas. Lo tengo casi listo, creo que podría publicar entre hoy y mañana.

  • #2

    Alfonso (lunes, 16 octubre 2023 01:18)

    Espero que no se haya muerto la relación entre Abby y Alfonso.

  • #1

    Jaime (domingo, 15 octubre 2023 01:17)

    Ya tenía tiempo que no salía Alfonso y Abby en escena. Con tantos cambios que han hecho en el pasado, lo más probable es que no puedan regresar al presente. Así que, Alfonso, aprovechar a Abby.