Las crónicas de Pandora

Capítulo 36

 

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          —El mundo está mal repartido —contestó Antonio—. Yo, en cambio, no quiero ir, pero estoy obligado a hacerlo.

          —Yo iré contigo —escuchó un murmullo, justo en su oreja.

          Era la voz de Ángela.

          ¿O eso le pareció? Dos segundos más tarde se preguntó si lo habría imaginado.

 

 

 

 

          La espera comenzaba a ser incómoda. John se impacientó por la tardanza del Equipo Delta. Usó su teléfono móvil para llamar a Jaime pero éste no respondía. Después recibió la llamada del comandante y respondió: —¿A qué están esperando? —Les urgió.

          —Los chavales no han venido todavía, deberían estar aquí ya. Llevan media hora en las duchas.

          —Es muy temprano, hoy nos han hecho madrugar más de la cuenta —les defendió Antonio—. La verdad es que con el cambio al horario de verano, yo no consigo reponerme. Cuando quieres aprovechar la tarde son las diez de la noche, es difícil acostarse antes de la una. Y luego, a las 5 en pie.

          —La edad no perdona, ¿eh? —Respondió Brenda—. Cuando yo era más joven —hizo énfasis en la palabra más—, podía dormir tres horas y al día siguiente como si nada.

          —Pues yo sin siestas no soy persona —respondió Antonio—. Es que no entiendo lo del ahorro de energía y la madre que los parió. Si sales antes de las diez te achicharras. Y muchas veces ni pones un pie fuera con los niños porque ya es tardísimo. Si al menos tuviéramos el reloj cambiado al revés, en verano se haría de noche a las 8 lo que nos permitiría poner el aire acondicionado mucho menos tiempo, ya que así como estamos lo necesitamos hasta las 10. Y en invierno, en lugar de hacerse de noche a las 5 sería a las 7 que nos ahorraría dos horas de calefacción. ¿Dónde está el ahorro energético que nos han vendido? Lo que han hecho es que todos los ciudadanos gastemos mucha más energía, y así le va al planeta, que por el cochino dinero seguimos siendo esclavos de los ricos a costa del cambio climático y nuestra salud. Y lo peor es que nadie protesta, este mundo es un asco.

          John Masters le miraba con gesto de aburrimiento y Brenda con cara de circunstancias.

          —Estoy totalmente de acuerdo contigo —asintió Brenda—. La verdad es que los cambios de horario me matan y eso que dices tiene más sentido, pero yo no soy experta. Imagino que todo es para que amanezca más o menos a la misma hora, aunque no entiendo qué ahorro conlleva eso.

          —Su supierais cuántos marrones nos comemos por capricho de los ricos, lo que menos os preocuparía sería el cambio de horario —replicó John.

          Montenegro les interrumpió por el intercomunicador.

          —Vayan a ver lo que pasa, que no se retrasen más. El tiempo es oro.

          —Voy inmediatamente —aceptó John.

          —Y este encima no tiene paciencia —replicó Antonio entre susurros—. ¿Qué prisa tenemos?

          —¡Le he oído señor Jurado! —se escuchó por el comunicador—. Más de lo que tengo paciencia esta mañana...

          Todos estaban equipados con el traje de grafeno y los objetos pequeños y personales los llevaban en pequeñas mochilas que se ajustaban a su cuerpo para no ser una molestia en pleno combate.

          —Jurado, conmigo —ordenó John.

          —Claro… —Antonio tragó saliva; sabía de qué pie cojeaban esos chicos.

          —Esos cadetes no se toman su trabajo en serio —refunfuñaba el capitán—, se creen que la vida es fiesta y despiporre.

          —No sé si es buena idea que vayamos a ver qué pasa, si no cogen el teléfono será que están ocupados —trató de razonar Antonio.

          La mirada de autoridad del capitán le expresó que él opinaba exactamente lo mismo pero la urgencia de la misión le obligaba a no hacer la vista gorda, les sorprendiera como fuera.

          —Esto podría ser embarazoso —insistió.

          —Si va con segundas —replicó John—. Le advierto que no tiene ninguna gracia.

          Antonio no había caído en la cuenta de la doble interpretación de sus palabras y tuvo que taparse la boca para que no le viera reírse. Continuaron por el largo corredor hasta que llegaron a la entrada a las oficinas y vestuarios. Atravesaron la extensa pista de baloncesto, dejaron atrás las pesas, las paralelas y las colchonetas hasta alcanzar la puerta doble del vestuario. Antes de abrir John se detuvo delante y dudó si llamar con los nudillos o empujarla sin más. Finalmente decidió dar tres golpes contundentes.

          No se escuchaba ningún ruido dentro.

          —¡Equipo Delta! ¿Qué están haciendo? Estamos esperándoles hace un buen rato.

          Aquello demostraba que John era más humano de lo que pretendía demostrar. Les dio la oportunidad de vestirse si estaban haciendo algo inapropiado para las horas de trabajo.

          Sin embargo, tras unos segundos, el silencio era total.

          Se miraron y entonces sí, Masters giró el picaporte y empujó las pesadas puertas.

          En el interior no había nadie. Sin embargo las taquillas de los chicos estaban abiertas.

          —Se estarán duchando —conjeturó Antonio.

          —¡Equipo Delta! ¡A formar! —Exclamó Masters.

          Tras unos segundos de espera se adentraron en el vestuario y vieron la ropa interior de alguna de las chicas, doblada en un banco; unas bragas y un sostén de color rojo. Por el tamaño debían de ser de Vanessa, sin embargo que las prendas estuvieran dobladas sugería que no había regresado de las duchas.

          —Tengo que insistir al comandante que los vestuarios no pueden ser mixtos, son demasiado…

          —¿Tentadores? —Intentó adivinar Antonio.

          —Exacto —pronunció con asco, Masters—. Hay que hacer turnos… —Tardaríamos el doble —replicó su acompañante.

          Masters le miró como si quisiera matarlo.

          —Le doy la razón capitán —Antonio rectificó.

          Cuando alguna vez expuso sus dudas, las razones de Montenegro no le convencieron en absoluto. Le contó que el gobierno no sabía qué hacer con los baños públicos de todo el país, con el jaleo de la homosexualidad y la cantidad de nuevos géneros, no sabían si hacer un baño para cada identidad sexual, lo que obligaría a todos los restaurantes, gimnasios y centros comerciales a poner un aseo con 5 puertas, o bien unificar a todo el mundo en uno solo. Ellos eran los conejillos de indias.

          —¡Equipo Delta! ¡Respondan! —Insistió John.

          Al decir eso apareció Lyu completamente desnuda y con la toalla enrollada en la cabeza. Se puso firme y le dedicó a John un saludo militar con la mano en la frente.

          —A sus órdenes capitán.

          John se ruborizó y Antonio se quedó paralizado ante la preciosidad de su cuerpo delgado y al mismo tiempo tan joven y bien formado. Se fijó que sobre su vagina tenía una fina capa de pelo negro.

          —¡Se… Señorita Lyubasha! Puede vestirse —ordenó John.

          No podía llamarle la atención porque una de las cosas que tenían que sobrellevar en los vestuarios mixtos era tener que verse de esa guisa entre ellos, sin avergonzarse, como militares, con dignidad y sin dejarse llevar por los impulsos. Lo normal era que cada uno tuviera pudor, pero Lyu estaba provocando descaradamente, seguramente a modo de medida de protesta por no tener un vestuario propio para las chicas.

          De la misma manera salió Vanessa, que al ver al capitán y a Antonio, les dedicó un saludo marcial y se cubrió con la toalla, mucho más pudorosa y avergonzada.

          Antonio y John estaban tan obnubilados ante las dos féminas que no se dieron cuenta de que no debían mirarlas con tanto descaro. Al cabo de unos segundos salió Jaime y, detrás de él, Chemo, que al igual que sus compañeras, estaban desnudos y con las toallas enrolladas en las cinturas.

          —Estos barracones fueron construidos para un ejército de hombres, no se consideraba la posibilidad de que hubiera mujeres en nuestras filas —comenzó a explicar John, dirigiéndose a quién quisiera escucharle—. En 1980 no existía el ejército mixto, y desde entonces no se han hecho reformas. Es impudoroso por su parte, señoritas, que salgan así de las duchas, sin taparse sus vergüenzas. La carne es débil y la tentación… Poderosa.

          —¿Y qué sugiere capitán? —Preguntó Lyu con tono burlón, mientras se desenrollaba la toalla del pelo y comenzaba a secarse el cuello y las axilas sin pudor alguno porque tuviera las piernas entreabiertas y los pechos totalmente expuestos—. ¿Tenemos que ducharnos vestidas?

          —Al igual que sus compañeros, podían llevar la toalla enrollada en otro sitio —replicó aún ruborizado porque la chica seguía secándose y su delicado cuerpo joven y terso era un imán para sus ojos.

          —Solo tengo una toalla —replicó mientras se secaba la espalda—, y si no me seco bien el pelo es como si siguiera duchándome después de salir de la ducha.

          Al decir eso se pasó la toalla entre las piernas y tanto Antonio como el capitán se quedaron petrificados ante ese sencillo gesto aparentemente inocente y tan terriblemente sensual y provocador.

          —¿Es ésta tu tercera lección? —le preguntó Jaime, con media sonrisa y tan perturbado por sus movimientos como todos los chicos.

          Lyu miró a su compañero, traviesa y le dedicó un guiño por respuesta.

          Mientras tanto Vanessa ya se estaba poniendo el traje de grafeno.

          —¿Tenemos alguna noticia de Ángela Dark? —Preguntó, mientras sacaba su ropa interior de la mochila y se ponía unas bragas blancas con encaje traslúcido.

          —No sabemos nada —respondió Antonio.

          Alfonso y Jaime se terminaron de vestir y salieron por la puerta evitando la mirada de Antonio y John. Vanessa terminó de guardar la toalla en la taquilla y después de estirarla se ajustó la mochila a su espalda, se puso el escudo magneto—óptico con forma de cinturón y siguió a sus compañeros. Lyu se estaba poniendo el sostén con muchas dificultades, incapaz de enganchárselo a la espalda.

          —¿Y de Abby y Alfonso? —Insistió.

          —Lo mismo —replicó John, aún colorado por su desnudez parcial.

          —Le sugiero, capitán que si se siente incómodo, salga y espere a que me cambie, con los demás. Le noto algo… Nervioso —Lyu parecía leer sus pensamientos.

          Al decir eso dejó de vestirse y se lo quedó mirando. John tenía un bulto demasiado evidente en su traje de grafeno. Antonio agradeció que no le mirasen a él pues estaba exactamente igual. Aunque no le dijeron nada, siguió al capitán hacia la puerta.

          —¿Puede ayudarme señor Jurado? No alcanzo a abrocharme este sujetador, creo que lo compré algo justo.

          Se quedó paralizado con la manija de la puerta entre los dedos de su mano. Se volvió tratando de aparentar naturalidad y se sentó en el banco junto a ella, cogiendo las dos tiras y enganchándolas entre sí. Lo normal sería que hubiera sido sencillo, pero le temblaban las manos y le costó un par de intentos.

          —¿Puedo hacerle una pregunta? —musitó Lyu.

          Esa chica siempre le llamaba de usted, debía ser por su edad, ella apenas tenía veinticinco años y él acababa de cumplir cincuenta. Asintió, mientras seguía vistiéndose con su traje de grafeno. Al tener los muslos algo húmedos le costó subir la tela  gomosa. A continuación se puso la camiseta negra y sobre ella la chaqueta, que no llegó a cerrar la cremallera del centro del pecho.

          —Un hombre que tiene tanta experiencia a nivel… Sexual, seguramente sabrá ser objetivo. ¿Cree que tengo cuerpo de niña?

          Antonio sonrió con rubor.

          —¿Quién te ha dicho eso? —Preguntó, nervioso—. Yo te veo muy adulta.

          —Mire mis pechos, no llamo tanto la atención como mi compañera. No lo niegue, ella tiene mejor cuerpo. A mí no me mira nadie —mintió descaradamente… O eso creyó él.

          —¿Cómo que no…? Te espero fuera, mejor… No te preocupes, tienes un cuerpo perfecto, no hay que compararse con nadie y tú menos, créeme, no hay necesidad.

          —¿Mejor que el de Ángela? —Insistió con cierta tristeza.

          —Cada persona es perfecta… Como es. No te compares con nadie —repitió.

          —Qué bonito suena eso. Jo, envidio cuando todos se ponen este traje tan rápido.

Lyu era más menuda que Ángela y, como ella decía, tenía la mitad de pecho. La tela de grafeno era muy similar a la de los submarinistas que tienen que nadar en aguas gélidas. En un cuerpo más pequeño la tela se sentía demasiado rígida y apenas se notaba la forma de sus senos a diferencia de sus dos compañeras. Sin embargo Antonio la veía incluso más sexy.

          —Sé lo que hay entre ustedes —comentaba la chica—. No tienen que ocultarlo, somos compañeros, no debería haber secretos.

          —¿Qué sabes? —Preguntó, nervioso.

          —Deberíamos ser más abiertos con estos temas —replicó ella, coloquial, mientras se agarraba el pelo con unas pinzas—. Al menos tendría que compartir sus asuntos íntimos para que estemos más igualados. Ya sé que Jaime le contó lo de las lecciones.

          —Bueno, en realidad, fue Chemo. Pude escucharles porque estaba cerca —se arrepintió de decir eso pues, no solo lo había difundido en su libro actual, sino que encima acababa de reconocer que lo supo por chismoso.

          —Sigo su página web aunque muchas veces prefiero no hacerlo, sobre todo últimamente. Me resulta muy violento porque cuenta detalles de relaciones sexuales demasiado… Detallados. Con eso de que no se sabe si algo es cierto o no, se aprovecha. Ya sé que no somos exactamente nosotros y que nadie sabría identificarme por la descripción que da de mí, ni siquiera mi nombre auténtico. No estamos todos en sus relatos, imagino que solo aquellos con los que tiene mejor trato o quizás los que hemos dicho que seguimos leyéndolos. Ignoro en qué se basa.

          —Es ficción, todo el mundo pensará que el EICFD no existe, intento no meterme en problemas con la organización violando el secretismo. Pero trato de contar lo que importa, lo que hacemos.

          —No me gusta, aunque me da morbo, me describe como una chica deseable, preciosa...

          —¿Por qué no iba a hacerlo? —replicó.

          —Me halaga, pero en el mundo real soy un bicho de laboratorio, una "china sin tetas" —puso énfasis en esas tres palabras—. Jaime me dijo una vez que pensaba que era lesbiana.

          —¿Puedo yo preguntarte otra cosa? —Murmuró Antonio, nervioso.

          —¿Es sobre la tercera lección? ¿Quiere saber cuál es?

          —Tengo curiosidad, la verdad —Antonio estaba colorado como un tomate.

          —Se lo diré si me dice la verdad. ¿Tiene algo con Ángela? ¿Es oficial?

          —Lo cierto es que no sé muy bien donde está ahora. Le dieron una misión especial y no sé nada desde entonces. De eso hace ya dos días.

          —Mi pregunta es muy simple —replicó la chica, mirándole fijamente a los ojos—. ¿Están… Enrollados? ¿Han follado?

          —Desde luego, si lees lo que escribo, no entiendo tus dudas.

          —Pues que sé que no todo lo que escribe es cierto —respondió seria—. Como eso de que soy… ¿cómo me llamó?

          —¿A qué te refieres? —Preguntó confuso.

          —Eso de que me diagnosticaron TEA, ¿qué diablos es eso?… No importa demasiado porque no ha puesto mi nombre real y nadie va a reconocerme en sus relatos. Pero lo de las lecciones sí lo es y no le diré nada más a menos que me diga la verdad acerca de Dark.

          —Nos hemos enrollado —replicó él—, tenemos algo sin definir. Pero no somos nada oficial.

          Lyu terminó de ajustarse las correas del fusil y se puso el cinturón anti gravitatorio antes de ponerse el del escudo.

          —Está bien —explicó, suspirando—. La tercera lección es ignorar al mirón, comportarse como si estuvieras sola. El síndrome del voyerista es el culpable de vuestra mente calenturienta.

          Antonio asintió complacido, era lo que suponía.

          —Eres una maestra de la seducción, Lyu, de eso no tengo la menor duda, no puedes pensar en serio que no llamas la atención, eres pureza y pecado en la misma persona —se levantó y se dirigió a la puerta pensando que ya no le necesitaría más.

          —Gracias, pero no voy a dejarle marchar sin que me diga una cosa más —le retuvo con su voz imperativa.

          —Dime.

          «¿Cuántos polvos me echarías si me quito esta ropa y te dejo hacer lo que quieras conmigo?» —Se imaginó Antonio.

          —¿Qué le hace pensar que puedo estar interesada en alguien como usted? —Preguntó, sonriendo—. Cuando lo leí me reí un montón. Me dije… Este tío… ¿Qué se ha creído? Se acuesta con Ángela Dark y ¿se las da de ligón? ¿Se cree una especie de Richard Gere que encandila a todas las criaturas con vagina?

          —Yo no me creo nada —replicó, avergonzado, es ficción.

          «Si me dejas seguir hablando voy a tener que ridiculizarte, vamos bésame» —Creyó que iba a contestar.

          Tenerla tan cerca sus labios temblorosos, tan enojada con él, que no hacía más que multiplicar su poder de seducción.

          —Quiero que corrija ese libro —ordenó—, que diga que estaba equivocado. Que todo fue su calenturienta imaginación. ¿Y que me he acostado con el viejo ese, el consejero? Por todos los santos, qué asco.

          —Disculpa, no pretendía ofenderte, la mitad de las cosas que escribo no son ciertas, sino podría ser un libro muy aburrido. Unos adornos por aquí y por allá dan un toque de interés que la vida real no da. Pero si lo deseas, en el siguiente capítulo lo desmentiré todo.

          —¿Cuánto de cierto hay sobre su relación con Dark?—replicó ella.

               Creo que se nota lo mucho que me gusta —reconoció Antonio.

          —Bueno… ¿En serio? —El gesto de sorpresa de Lyu fue de alegría—. Entonces se la ha inventado.

          Antonio sintió un escalofrío. Esa chica iba a propagar a los cuatro vientos lo que le dijera, era como Jaime.

          —No tenemos nada —se encogió de hombros—. Ya me gustaría. Pero ahora mismo tengo la cabeza muy loca y lo que menos quiero es una relación con otra mujer. Ya es bastante complicado lidiar con una ex… Lo que no quita que me atraiga. Igual que tú, o Vanessa. Las tres sois una tentación constante. Bueno, las cuatro, Abby no tiene mucho que envidiaros.

          —Vámonos, es todo lo que quería escuchar —festejó Lyu—. He ganado una apuesta.

          —¿De qué hablas?

          «No me dejes salir del vestuario, agárrame, poséeme, fóllame hasta hacerme gritar» —la voz seguía perforando su cerebro como si fuera dolorosamente real. Antonio tuvo que apretar la mandíbula y los puños para acabar con esos pensamientos.

          —Le dije a Jaime que no folla desde hace meses. Lo veo en la cara de la gente. Me apostó diez euros a que me equivocaba.

          «¿Cuánto más tengo que insultarle para que actué, coño?» —Esa maldita voz sensual de su cabeza.

          —¿No irás a propagar eso? No se lo cuentes a ese chismoso, se lo contará a todo el mundo.

          —No se preocupe, sabe guardar un secreto —se burló Lyu, insinuando que se sentía igual de traicionada y se lo contaría a modo de venganza.

          Él se resistía a abrir la puerta y esta vez no hubo más voces en su cabeza. Antonio no pudo evitarlo. La agarró por el brazo, la atrajo y la besó con una ansiedad como no había besado a nadie en su vida. Sus labios eran tan tiernos, tan sedosos, tan húmedos. Ella no se resistió y…

          —¿Qué está pensando? —Le interrumpió en su fantasía, como si Lyu la hubiera provocado y no quisiera que llegara más lejos—. Nos están esperando.

           Antonio finalmente empujó la puerta del vestuario y regresaron junto a los demás.

           

Continuará

Comentarios: 8
  • #8

    Tony (domingo, 30 julio 2023 11:37)

    Genial que estéis todos de vuelta. Intentaré subir la próxima parte entre hoy y mañana.

  • #7

    Vanessa (domingo, 30 julio 2023 00:55)

    Estos chicos nunca aprenderán. Jeje
    La historia me está gustando mucho. Es la mejor hasta ahora.

  • #6

    Alfonso (jueves, 27 julio 2023 03:49)

    Habrá que hacer un concurso entre Ángela, Abby, Vanessa y Lyu para ver quién gana la competencia de seducción.
    Aunque yo creo que ganaría Ángela, me quedo con Abby.

  • #5

    Chemo (miércoles, 26 julio 2023 02:42)

    Joder, qué buena parte.
    No entendí muy bien la tercera lección así que iré a buscar a la profe Lyu para que me la explique con lujo de detalle.
    Nos vemos, chavales.

  • #4

    Tony (lunes, 24 julio 2023)

    Ten en cuenta que Antonio no quiere que nadie se entere. Pudo perfectamente mentir a Lyu.

  • #3

    Jaime (lunes, 24 julio 2023 02:34)

    Por cierto, sí recuerdo que quería comentar en la parte anterior pero no había sección de comentarios. Ya ni recuerdo qué era lo que quería comentar así que para la próxima.

  • #2

    Jaime (lunes, 24 julio 2023 02:33)

    Con partes como ésta quién no quisiera comentar.
    Nada más faltó decir que Antonio es un lujurioso virgen que vive encerrado en su casa y se inventó a su follamiga Ángela para pasar el rato. Jeje
    Por cierto, creo que no se ha contado la segunda lección. Ojalá aparezca pronto. :)

  • #1

    Tony (domingo, 23 julio 2023 19:45)

    Disculpad, me parecía extraño que nadie escribiera... Realmente no sé si alguien lo intentaría en la parte 35 porque olvidé poner el libro de visitas (lo acabo de añadir por si alguien quería decir algo).
    Espero que ahora no tengáis excusa y comentéis, que se os extraña mucho.