Las crónicas de Pandora

Capítulo 19

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           Lyubasa Sánchez Lee —respondió su compañera.

            Jaime asintió complacido. Al despertar la chica se quedó pensativa, sentada en su catre y le miraba sin saber qué decir, por esa razón aprovechó a iniciar una conversación que llevaba tiempo deseando mantener. Y, ¿por qué no? Le pidió que le dijera su nombre y apellidos.

            —Sabía que no eras totalmente oriental.

            —¿Por qué? —Preguntó ella con cara de asco.

            —Porque no terminas de ser del todo fea —respondió con desdén fingido—. A mí solo me gustan las españolas y tú,... Me gustas, pero no pareces española, no sé si me entiendes.

            —Supongo que eso es lo más bonito que puedo esperar de un pervertido con cerebro de mosquito como tú —respondió sonriendo.

            —Nunca dices si tienes novio, si te gustan los chicos, las chicas, los gatos, los perros...

            —Los perros me encantan y los gatos no tanto, pero supongo que puedo quererlos más que a los hombres.

            —Entonces eres del otro lado.

            —Las mujeres me entienden más. Aunque no, no soy de ningún lado, no sé si me entiendes —se burló de su anterior expresión.

            Jaime frunció el ceño y se sentó en su catre para mirarla con atención.

            —¿Qué demonios significa eso?

            —Los de un lado son hetero, los del otro son homo y yo no soy de ninguno. Me he casado conmigo misma. No pienso esclavizarme con nadie, es algo que no comprenderé nunca. La gente ansía enamorarse, juntarse y no conozco a nadie que al hacerlo no se vea obligado a cambiar y adaptarse a la otra persona. Se finge lo que no es para que no se rompa una relación y hay gente que aguanta fingiendo hasta que se hacen ancianos. Y lo que es peor, hay quien admira estos matrimonios. Yo creo que llega un punto que dan por terminada su vida amorosa y como no se atreven a quedarse solos aguantan a sus parejas porque no entienden la felicidad sin un pelmazo al lado y piensan erróneamente "¿y quién me iba a querer a estas alturas de mi vida?". Es triste que no se conciba la felicidad sin tener a alguien a tu lado.

            —Bueno... Se supone que se quieren... —Replicó Jaime.

            —Sí, te obliga a renunciar a ti misma. Conozco un chico que vive hace muchos años en el bloque de mis padres, coleccionaba espadas y tenía toda una pared llena de todo tipo de réplicas de las que estaba muy orgulloso. Montó su colección cuando se quedó solo en casa (según él por fin se habían independizado sus padres, que se fueron al pueblo o se murieron, yo qué sé).

            El soldado soltó una carcajada, ella hablaba como si fuera lo mismo una cosa que otra.

            —El chico, que se llamaba Gregorio, era un fan de todo tipo de rarezas, japonesadas y tenía su casa que parecía un museo. Éramos amigos, cada vez que compraba algo me lo enseñaba orgulloso y, cuanto más caro le salía, más aprecio le tenía. La cosa que más le entusiasmaba era una armadura de la edad media. Le costó más de mil euros y me decía que era auténtica.

            —¿Saliste con él?

            —¿Con ese chiflado? Ni de coña, pero nos enrollábamos a menudo.

            —Ah... —Jaime se quedó sin habla, parecía muy promiscua.

            —Como te decía, sus fricadas eran su orgullo, parte de su personalidad. Entonces conoció a una chica y me la presentó encantado de encontrar al fin su alma gemela. Según él, compartían aficiones, la había conquistado con sus colecciones y parecía feliz. Pues, ¿sabes qué?

            —¿Qué?

            —En un mes vendió su colección de espadas. En un año su casa no se distinguía de cualquier otra casa. Se casaron, tuvieron una niña, y en menos de dos años ella se lió con otro y le dejó. Me lo contó muy dolido y le consolé con un buen polvo —Jaime volvió a reírse, ¿es que ella repartía sexo como los reyes Magos caramelos? No podía evitar pensar que él quería ya el suyo—, y me confesó que le había dejado porque ella decía que no eran compatibles, que no sabía si alguna vez le llegó a querer, que siempre fingió que le gustaban sus cosas para agradarle. Él creía que al pasar el tiempo ella iba cambiando y lo que pasaba en realidad era que se iba quitando sus máscaras. Hasta que se quitó la última y le confesó que no sabía por qué estaba casada con él.

            —Es habitual, uno siempre trata de gustar...

            —¿Tú lo haces? ¿Ves eso normal? Entonces entiendes lo que quiero decir. No existe el amor, es tan falso como un billete de treinta euros.

            —Al contrario, creo que es el culpable de que mintamos, tememos no gustar a...

            —Eres más tonto de lo que pensaba —se quejó Lyu—. Si fuera amor sería sincero de verdad, no finges porque si no la persona que te gusta se sentirá atraída por alguien que no existe. Si quieres amor de verdad tienes que mostrarte cómo eres.

            —En ese caso algunos no encontrarían pareja.

            —Este chico era muy raro, pero yo le quería —al decir eso le tembló la voz—. Al casarse me quitó las ilusiones, me di cuenta de que el mundo es un asco, todos llevamos máscaras, nadie se muestra como es y los que lo hacen son considerados chiflados.

            —Acabas de decir que era él uno —replicó Jaime—. Que nunca saldrías con él.

            —Cuando estábamos liados sabíamos que éramos incompatibles, nos conocíamos desde el jardín de infancia. Pero aun así siempre le he querido, hasta que conoció a esa zorra. Ella le rompió. Y ¿Sabes qué? Si hubiéramos terminado juntos yo también le habría hecho vender las espadas. No me gustan, son instrumentos de matar. Aunque sean adornos cualquiera de ellas sin filo puede cortar a una persona por la mitad. Él sabía que a mí no me gustaban, pero yo nunca le mentí. Por eso no formalizamos lo nuestro, para mí era un chiflado y creo que él... Yo qué sé, perdió la esperanza y por eso se casó con la otra. Resumiendo, el amor es mentira, es un asco y si te casas ten por seguro que te obligarán a cambiar. Hasta yo obligaría a cambiar a mi pareja porque las mujeres, el ser humano, es así, se encapricha de cosas que no se merece.

            Jaime tuvo que parpadear varias veces, sorprendido por tal razonamiento, esbozando una sonrisa. Se quedaron en silencio unos instantes antes de que él volviera a hablar.

            —¿Y el sexo qué?

            —Eso es otra cosa distinta —replicó ella, indiferente.

            —¿A ti qué te pone? —insistió el soldado.

            Lyubasha se encogió de hombros y le señaló.

            —Tú me pones —respondió.

            Jaime abrió los ojos como platos.

            —Los penes en general —aclaró con media sonrisa perversa—, mi pareja ideal la escondo entre el colchón de mi cama y el canapé. Mide dieciocho centímetros y cuando jugamos juntos me siento feliz con mi soltería porque nunca me deja insatisfecha. No hay hombre, por mucho que le guste el sexo y por bueno que sea con su instrumento, que pueda satisfacerme igual en la cama. Lo siento, no es un reto, no pongas esa cara de pervertido. Lo sé porque me he acostado con muchos.

            Jaime amplió su sonrisa, no tenía ni idea de que tuviera tantas posibilidades con ella.

            —O sea que te gusto —se limitó a responder.

            —¿Esa es la única cosa que has entendido? —Protestó Lyu, burlona.

            —Si no es... Como tú dices, un reto, ¿por qué me lo cuentas? Sabes que soy un pervertido y me acabas de decir que tú lo eres aún más.

            —Yo no —respondió, ofendida.

            —No... veo por qué no podemos darnos una oportunidad de demostrar lo que somos capaces de hacer. Yo tampoco quiero casarme contigo, solo me apetece un polvo y ahora que me has contado eso ya no sé cómo voy a vivir sin tratar de hacerte cambiar de opinión. Te juro que vas a pensar de forma distinta cuando...

            —No dudo en absoluto que lo intentarías hasta el día del juicio final —replicó Lyu—. Solo hay que ver tu cara. Y me alegro de que entiendas que lo tienes muy chungo, colega, lo que nos lleva al siguiente punto de la conversación.

            Lyu le miró inclinando la cabeza levemente a la derecha, como si pretendiera que comprendiera algo. Jaime se quedó confundido porque no sabía qué decir.

            —¿Cuál? —Preguntó Jaime.

            —¿No lo he dejado claro? El punto y final. ¿A qué esperas para desnudarte? No tenemos todo el día.

            Jaime flipaba en colores porque la expresión de su compañera no era ni de deseo, ni de felicidad, excitación, ni nada que se le asemejara. Le miraba con altanería y suficiencia, como si le estuviera retando, segura de que no iba a dar la talla y tuviera intención de echárselo en cara. Temía que tomara el pelo y tardó unos segundos en arriesgarse a quedar en ridículo.

            El chico comenzó quitándose los calcetines, luego se bajó el pantalón y Lyu bisbiseó para llamarle la atención.

           Sss sss sss.

            La miró con extrañeza, con temor. ¿Iba a reconocer que se estaba burlando de él?

            —¿No me digas que así es como pretendes excitarme? Hasta un gorila defendiendo su territorio resulta más macho que tú ahora.

            —¿Quieres que haga de gor...

            —Ji ji ji —rió Lyu por primera vez. Su rostro se iluminó como un bello amanecer en el mar—. Quiero que me muestres todo lo macho que puedes ser.

            Jaime no había visto sonreír nunca a Lyu y su belleza era una radiación tan poderosa que sintió que todas sus hormonas enloquecían. No solo era hermosa, además reflejaba la sinceridad y claridad de su alma y supo que todo cuanto le dijo era cierto.

           Bu... Bueno, no veo que tú me estés ayudando. Aunque... ¿Por qué nunca sonríes? Eres realmente preciosa. Lo que quiero decir es que para que esto de aquí abajo funcione... —No se atrevió a continuar, creyó que no sería necesario.

            Lyu le miró entrecerrando los ojos.        

            —¿Lo ves?, mi novio no necesita que le ayuden, unas gotitas de aceite y listo —comprendió su compañera de inmediato.

            —¿Novio? Creí que habías dicho que no tenías.

            —Canapé, debajo del colchón, ¿recuerdas? —se burló—. Te lo repito, vas a tenerlo muy difícil para superar eso.

            —No es justo, un pene de silicona nunca deja de estar duro.

            —Ni habla, ni dice estupideces sobre mi sonrisa, ni chafa un buen momento... —replicó ella, fastidiada.

            Jaime comprendió que no podía hablar más pero seguía sin estar listo para mostrar su artillería. Lyu pareció entenderlo y se puso de pie, se quitó el pantalón de falso cuero con el que durmió y luego las bragas, sus piernas eran fibrosas aunque no musculosas, suaves como terciopelo y pálidas. Al quitarse las bragas de color azul celeste apenas pudo ver lo que tenía debajo porque la blusa roja la cubrió en seguida. Luego volvió a sentarse cubriendo su vagina con la sedosa tela brillante para quedarse con las piernas ligeramente separadas.

            Fue lo único que necesitó Jaime. Podían verse los suaves y carnosos labios de la vagina de Lyu entre sus piernas medio abiertas. A pesar de que no había demasiada luz, estaban a dos metros de distancia y vio que salía un fluido blanco entre ellos.

            Lyu no era muy sexy, no tenía curvas de modelo, ni pechos más grandes que una manzana, sus ojos eran bonitos aunque nunca sonreía, cosa que evitaba que destacara. Le colgaba del cuello una cruz de madera pulida y brillante y su blusa roja brillaba con los focos del interior de la nave. Su actitud fría y distante hacía que su desnudez fuera mucho más excitante que si una modelo porno se abriera de piernas mostrando todo lo que se podía mostrar.

           Jaime notó la dureza de su miembro en cuestión de segundos, se levantó orgulloso y se pasó las manos por el torso, acariciándose a sí mismo bajo la camiseta y mostrando de paso sus firmes pectorales y abdominales. Aprovechó para ponerlos en tensión con el fin de que ella se sintiera más atraída por él. Pero sus cuadraditos musculares no parecieron llamarle la atención en absoluto. Lyu miraba su pene, aun escondido bajo sus pantalones y sus calzones.

            Recordando lo que ella le había hecho, decidió imitarla. Se los quitó junto a los calzoncillos y al tener su miembro tan duro y excitado al contacto con el aire comenzó a masturbarse delante de ella.

            Lyu esbozó una media sonrisa. Lo estaba haciendo bien. La chica se irguió levemente y se apoyó en el catre con las manos hacia atrás mientras él seguía moviendo su mano arriba y abajo por debajo del glande. Al erguirse, su vagina se mostró a la mitad, sus pelillos negros aparecieron por arriba, una gotita blanca surgió de sus carnosos labios y comenzó a descender lentamente.

              Durante unos segundos no parecía que pasara nada, ella le miraba como hipnotizada y él trataba de no tocarse el glande para no excitarse y correrse precipitadamente. Lyu se abrió un poco más de piernas y su vagina se separó levemente dejando salir un pequeño hilo viscoso de líquido blanquecino que llegó hasta el colchón del catre. Ella se dio cuenta y se apresuró a levantarse, fue a por una toalla de su cajón taquillero y volvió corriendo a su sitio, apresurándose a limpiar la mancha de humedad que acababa de hacer.

            Jaime inicialmente pensó que eso le cortaría el rollo, pero verla agachada, limpiando afanosamente, con el trasero hacia él completamente abierto, con su vagina a la vista en posición tan comprometida, le excitó aún más.

            —Desde luego vaya descuido —decía—. Espero que no se note...

            Dicho eso puso la toalla sobre el catre y volvió a sentarse encima con nerviosismo. Al verlo mirarla, estudiándola como si no viera nada más que su cuerpo, ella sonrió complacida.

            —Veo que no te has desconcentrado, buen chico.

            Dicho eso se levantó la blusa y con la misma toalla en la que se sentaba se limpió el líquido blanquecino que salía de sus genitales. Al hacerlo tuvo que abrir bien sus labios y lo pasó con sumo cuidado de no tocarse el hinchado clítoris. Jaime no pudo resistir lo que vio y se corrió sin querer. El semen surgió con fuerza y se contrajo compulsivamente hasta que el flujo cesó. Se regañó a sí mismo porque le pilló por sorpresa, no pensaba que unos gestos tan poco seductores fueran a la vez tan excitantes. El semen se acumuló frente a él, en gran cantidad, desparramado por el cromado suelo del halcón.

            Apretó los dientes, enfurecido consigo mismo.

            —Mierda, no lo entiendo... No esperaba que pasara esto, eres demasiado sexy.

            —¿Yo? —Se extrañó Lyu—. Pero si no he hecho nada.

            —Lo siento, no puedo competir con un consolador. Nunca me había pasado.

            Lyu se levantó de su catre y se acercó con una sonrisa piadosa en la cara.

            —No te preocupes, esto tiene arreglo. Aunque eso de ahí lo limpias tú luego, ¿eh?

            Se arrodilló frente a él, dejando a su izquierda el semen del suelo, y le pidió que le dejara ver su pene con un gracioso gesto de sus manos. Al dejárselo a su disposición, ya medio flácido, ella lo cogió con sus cálidas y suaves manos y lo acarició si fuera un hámster. El pene dejó de contraerse, y se mantuvo en su tamaño. Lyu acercó sus labios y con sus dedos bajó la piel para descubrir el glande por completo.

            —Este pequeñín sabe lo que necesita, un poco de cariño.

            Dicho eso le dio un beso a su glande. Sus labios eran tan cálidos y suaves que volvió a ponerse duro por su leve contacto.

            —Un poco de lubricante y como nuevo —añadió.

            Sacó la lengua y lo lamió, limpiando los restos de semen igual que si fuera un chupachups. La deslizó por toda la superficie del glande y luego volvió a besarlo, qué suaves y cálidos eran. Finalmente lo metió en su boca y al hacerlo succionó. El pene ya estaba como una roca. Sin embargo Jaime notó tanta excitación que al hacerlo, volvió a correrse. Eyaculó en su garganta, lo cual no pareció molestarle nada en absoluto a su compañera. Cuando se tragó todo el semen le miró sonriendo, con el pene aún dentro de su boca y en lugar de soltarlo comenzó a lamerlo lentamente.

            —Me encanta la nata fresca —musitó.

            Su erección no cesó, siguió en ese estado de dureza y la excitación dio paso a la insensibilidad. Aunque las papilas gustativas de Lyu ya no le excitaban (le dolían levemente), logró mantener la dureza del miembro. Cuando llevaba unos minutos lamiéndolo le soltó y su pene notó el frío y la ausencia de ella, la suavidad y calidez de su boca, el aliento ardiente, la embriagadora sensación de su lengua acariciando su glande.

            —¿Quieres penetrarme? —Preguntó.

            Jaime no tenía voz pero asintió. Ella no le estaba mirando a él sino a su pene.

            —Ponte un condón. Ayudará a que aguantes un par de minutos más y no queremos eso, ¿eh chiquitín?

            En realidad no se lo pedía, ella misma fue a su bolso y sacó uno.

            —Estás bien preparada —valoró Jaime.

            —Cállate —ordenó, molesta—. ¿Crees que quiero conversación?, no eres el primero con el que echo un polvo.

            —No, mujer, está claro que no lo soy.

            —Del equipo Delta sí que lo eres. Pero no eres el primer miembro del EICFD.

            Mientras hablaba, abría el sobrecito de plástico y extraía el disco de látex, semejante al gorro de un pitufo aplastado. Lamió su pene una vez más, lo sobó con su lengua y volvió a succionar dejándolo completamente reluciente. Luego puso el condón encima y lo desenrollo con gran habilidad.

            —¿Con quién más te has acostado?

            —No me gusta fardar por ahí de mis ligues.

            —¿No será Chemo? —Preguntó medio molesto.

            —Eres el primero de este equipo. A él no le he probado todavía. Pero no creo que tarde en hacerlo, esta misión es de lo más aburrida.

            Una vez tenía puesto el condón agarró el pene por su capuchón con tres dedos y tiró de él hacia arriba.

            —Vamos, ven acá, no vamos a hacerlo en el suelo con esa asquerosidad ahí.

            Jaime se percató de que todo el rato hablaba con su pene. Le trataba como a una mascota. Sin embargo no se sintió insultado, eso también le excitaba. La siguió hasta su catre con toalla y ella se tumbó boca arriba con las piernas abiertas. Su vagina volvía a tener un hilo de líquido blancuzco.

            —Vamos cosita, te quiero dentro.

            Se puso sobre ella y el pene entró casi sin enterarse. La vagina estaba tan mojada que ni la sentía, pero Lyu a él sí. En cuanto se introdujo del todo se estremeció y gimió de placer. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás mostrando su delicado cuello. Jaime dudó si besarla, le hipnotizaba la idea de lamerle la piel desde la clavícula hasta la barbilla.

            —De prisa —exigió.

            Jaime obedeció, su pene salió sin sentir nada aunque lo que veía era tremendamente excitante. Estaba seguro de que si no se hubiera corrido ya dos veces antes de eso, a la segunda o tercera acometida se estaría corriendo de nuevo pero como no era el caso aguantó tres, cuatro, cinco, seis,... Dejó de contar. Lyu se excitaba tanto que su diminuto cuerpo se retorcía de placer. En cuanto llevaban diez minutos haciéndolo ella le empujó y le hizo levantar.

            —Cambio de postura. Vas bien, no lo puedo negar.

            Otra vez le hablaba al pene, que al verlo fuera volvió a acariciarlo, darle un beso y un lametazo rápido.

            Lyu empujó a Jaime sobre el catre y le indicó que se tumbara boca arriba.

            —Esta me gusta más —musitó ella.

            Se dejó montar por ella, que al subirse sobre él se puso a trotar encima, al ritmo de una canción coreana muy famosa mientras repetía "Candestá". Lo tarareó varias veces siguiendo el ritmo.

            Jaime empezó a sentir que volvía a subir la temperatura de su pene. El movimiento tan brusco le llegaba a doler pero también comenzaba a sentir gran excitación.

            Lyu aprovechó que estaba encima para quitarse la blusa y mostrar su sostén, uno negro sin tiras en los hombros. Mientras trotaba sobre él se lo quitó y pudo ver sus pequeños y perfectos pechos con pezones marrones del tamaño de una uña y con punta dura y alargada. Jaime se los acarició, los rozó con sus dedos mientras se mecían al ritmo de la canción coreana más famosa. Eran suaves, firmes, hermosos y ella era una diosa haciéndole visitar el cielo por unos minutos.

            Entonces volvió a correrse. Jaime gimió de dolor, los movimientos de su compañera le hacían daño mientras se contraía debajo de ella.

            —Me he corrido, baja o se me saldrá el condón.

            Lyu obedeció de inmediato. Examinó el miembro ya flácido y vio que el condón se caía para un lado lleno de semen.

            —Supongo que tenías razón, no he podido hacerte correr —susurró Jaime, avergonzado.

            —Ha estado bien, mañana echamos otro si quieres. Es normal que estés tan necesitado, llevamos días en esta misión y debías estar desesperado. La próxima aguantarás más, ya verás —respondió Lyu—. Ah, no se lo cuentes a nadie. Que quede entre nosotros.

            Jaime estaba recuperándose del polvo de su vida y ella hablaba como una niña que acaba de robar una golosina en una tienda. Ahora entendía por qué pensaba que era un pervertido, creía que él se obsesionaba demasiado cuando ella consideraba el sexo un simple pasatiempo.

            —¿Quién es el otro del EICFD? ¿Alfonso?

            —¿En serio necesitas saberlo? —Replicó, molesta—. No es él, pero debe ser interesante probarlo. Ya te he dicho que no te lo voy a decir, que luego empiezan los líos. Si tengo oportunidad lo hago con quien se presente, ¿algún problema?

            Jaime tragó saliva encogiéndose de hombros. Se alegró de que ella le pusiera el condón, podía contagiarse de cualquier cosa si no lo usara.

            —Un polvo no me va a atar a nadie y además puede aportar muchos beneficios extras.

            —¿Tienes intención de acostarte con todos los hombres que conoces? —Preguntó Jaime.

            —No —arrugó la nariz, asqueada—. Antonio Jurado está un poco gordo. Pero tengo curiosidad por el sobrino de Don Paco... Le gusta demasiado alardear y estoy deseando comprobar hasta dónde puede llegar.

            —¿Quién? —Jaime no sabía que tuviera un sobrino. El único que conoció era un italiano, pero murió antes de que Lyu pudiera tener un polvo con él.

            —¿No sabes que Chemo es su sobrino? —Preguntó extrañada y sorprendida.

            —¡No! —Exclamó—. Claro, eso explica por qué va mintiendo a todos sobre cómo le reclutaron.

            —¿No dice la verdad? —Lyu frunció el ceño, sorprendida.

            Recogió su sostén y se lo fue poniendo mientras hablaban. Jaime recogió sus calzoncillos y su pantalón y se los puso. Entre tanto Lyu seguía con el condón en la mano y le hizo un nudo para que no saliera su contenido. Lo dejó encima de su toalla y se terminó de vestir.

            —A mí me contó que salvó a dos chicas de unas mantis —explicó Jaime—. Que le vieron lo hábil y valeroso que era y por eso le reclutaron. Ahora acaba de contarle otra a Vane... —Jaime se mordió la lengua, no tenía por qué saber que les había estado escuchando—. Bueno, Abby me contó que le dijo que...

            —¿También le has espiado? —Preguntó Lyu—. Veo que no fui la única. no te molestes en disimular.

            —¿Tú también estabas conectada?

            —¿Cómo crees que me he puesto cachonda?, ¿mirando la pared de la nave? Escuchaba por si tenían problemas, no hay que descuidar la misión. Y más desde que Vanessa tuvo un encuentro cuando se quedó ella sola.

            —¿Con quién se vio?

            —En ese momento no lo supe. Se quitó el casco y no pude escuchar nada. Le dije que sabía su secretito y ella se puso a llorar, me dijo que la tienen amenazada y el responsable era un tal Rodrigo. Menudo pieza, quiere usar ese manuscrito para...

            —¡Rodrigo! —Exclamó Jaime—. ¡Ese vampiro sigue vivo!

            —¿De qué te sorprendes? Según los informes no quedó ni rastro de él. No encontraron ni las cenizas. El día de su supuesta desaparición Ángela Dark intentó purificar su oscuridad y él fingió no resistirlo y se transformó en cenizas antes de ser tocado. Deberían haberlas encontrado, ¿no? Pues ni rastro. Ese vampiro es realmente poderoso si puede transformarse en lo que quiera a voluntad.

            —¿Y para qué quiere el manuscrito?

            —No lo sé, pero piensa pagar un millón de euros a Vanessa por entregárselo junto con la traducción.

            —¿Qué pretenderá hacer con él?

            —Siendo un vampiro dudo que quiera convertirse al catolicismo —dedujo ella, riéndose—. Creo que es para que nadie más pueda tenerlo. Si lo esconde y custodia o destruye, el mundo nunca sabrá de su existencia. Aunque no entiendo qué tiene eso de interés. La verdad —Lyu ya se estaba poniendo la blusa—. Creo que es por puro coleccionismo. Aunque si te digo la verdad, tratar de intentar comprender la mente de los hombres, tan simple y aburrida, es algo que me da dolor de cabeza.

            Jaime también estaba vestido.

            —Y Vanessa es su cómplice... ¿Qué vamos a hacer? Claro, eso explica su interés en quedarse sola.

            —No es tan lista como cree. Nos hizo pensar que era porque le gustaba el judío ese. Pero yo lo capté en seguida y por eso la escuché todo el tiempo en modo "silencio".

            —Deberíamos decírselo a Montenegro —concluyó él.

            —Ni hablar —protestó Lyu—. La han amenazado con matar a su familia o darle dinero si coopera.

            —¡Qué! Entonces podemos decírselo a ella para ayudarla. Así nos dará una parte.

            —En eso estaba pensando...—Lyu sonrió con gesto perverso—. Pero eso dejaría a Chemo fuera. Deberíamos contárselo también a él.

            —Como nos pillen nos cortan el cuello y él es el sobrino de Don Paco, se podría chivar.

            —Creí que estabas bromeando —cortó Lyu—. ¿Hablabas en serio?

            Jaime se quedó cortado y no supo qué responder. Su compañera parecía enfadada con él.

            —Tú dijiste que no querías decírselo a Montenegro —le recordó Jaime.

            —Evidentemente, si lo hacemos la matarán, pero es nuestra amiga.

            —Por eso decía... Lo de ayudarla —intentó justificarse él.

            —No seas idiota, hay que ayudarla. Tenemos que convencerla para que trabaje como agente doble, puede enterarse de muchas cosas sobre Rodrigo.

            —Y si se entera, la matará —añadió Jaime.

            —Exacto, por eso nos necesita. El día que lo intente le atraparemos, que es lo que estamos haciendo aquí exactamente, y entonces nadie la llamará traidora y puede que nos suban el sueldo.

            —Suena estupendo, si no fuera porque hablamos de un hombre que es capaz de hacerse invisible sin trajes especiales o transformarse en ceniza en un segundo... ¿Cómo pretendes acabar con un tipo así?

            Lyu caminó en círculo y al hacerlo pasó cerca de la mancha de semen del suelo.

            —No vayas a olvidarte de limpiar eso, da mucho asco —ordenó.

            Jaime fue a buscar papeles secantes y una botella de agua. Mientras echaba un chorro en el suelo y lo secaba con las toallitas de papel se preguntó si Lyu había tirado el condón atado. Miró su catre de reojo y no lo vio donde lo dejó antes. Sospechaba que los guardaba como recuerdo de sus ligues, pero prefería no decirlo, eso era muy raro.

            Cuando terminó de limpiar Lyu se acercó a él y le puso algo entre los papeles que tenía en la mano.

            —Y esto también, quémalo todo en el incinerador —era el condón.

            Jaime asintió y se sintió culpable de ser tan mal pensado.

            Se fue a los servicios de la nave y abrió el incinerador. Era como un microondas y servía para deshacerse de los desechos del váter.

            —Jaime —escuchó decir a Lyu, que entraba en el baño de las chicas.

            —Dime.

            —No te olvides de lavarte las manos —se asomó por la puerta y arrugó la nariz con gesto de asco al oler las suyas propias.

            —Claro, mujer —respondió como algo evidente. Lo cierto es que no se acordaba que debía hacerlo.

            Jaime se quedó pensativo mirando lo que tenía que tirar y a ella no lo pasó por alto.

            —¿Te lo quieres quedar de recuerdo? —Preguntó burlona—. Anda, no seas rarito.

            —No es eso —se defendió él.

            —¿Entonces?

            —No sabía cómo eras y hoy ha sido... Especial. No te lo tomes como una declaración de amor...

            Lyubasha sonrió complacida.

            —Mi novio no es tan empalagoso... Ahórrate las tonterías.

            Riéndose se metió en el baño que había justo al lado y cerró la puerta.

            —Pero ese no te da batido de nata —replicó Jaime, bromeando, recuperando parte de su chulería habitual.

            Lyu soltó una carcajada dentro del lavabo y no respondió. Jaime cerró su puerta del baño y puso los restos de su aventura sexual en el interior del incinerador. Pulsó el botón y sonó como si varios sopletes se activaran. Luego escuchó fuertes chorros de agua y la luz del aparato se encendió para avisar de que estaba muy caliente.

            Se lavó las manos mientras pensaba en lo que acababa de hacer... Chemo se había liado con Vanessa, pero él... Lo suyo fue el mejor polvo de su vida. Cada vez que tenía relaciones se conformaba con resistir al máximo y, en cuanto se corría, se acabó la historia. Lyu le descubrió que se podía hacer mucho más. Nunca pensó que sería tan terriblemente excitante y menos que se hubiera acostado con otro miembro del EICFD. Sabía que no podían ser Antonio Jurado ni Alfonso, pero no negó nada sobre Montenegro o John Masters. Entonces surgió en su memoria un tercer nombre. No... No podía ser...

            Se quedó boquiabierto al descubrir quién era y estaba seguro de acertar, se miró al espejo y agradeció estar fuera de su vista porque con esa cara ella le habría preguntado qué le pasaba. Saberlo le hizo sentir asco.

            —¿Don Paco? —Murmuró—. ¿Quién si no le diría que su sobrino era Chemo?

           

 

Continuará

Comentarios: 4
  • #4

    Chemo (miércoles, 28 septiembre 2022 02:11)

    Y todavía faltan los tríos. Jeje

  • #3

    Alfonso (lunes, 26 septiembre 2022 14:25)

    No cabe duda que de tal tío tal sobrino. Jeje
    Hasta que se le hizo a Jaime.
    Ahora a esperar la continuación.

  • #2

    Jaime (lunes, 26 septiembre 2022 00:53)

    Y yo que pensaba que Lyu bateaba para el otro lado... y resultó ser hipersexual.
    Creo que ésta será de mis partes favoritas.
    Por cierto, creo que Lyu sería mi mejor amiguita. Aunque quizá no haya tenido tantos polvetes como ella, tenemos la misma opinión sobre los ligues. De hecho, ni siquiera he tenido novia formal.
    Ahora a esperar la siguiente parte de Antonio Jurado. La única forma que se me ocurre que sobreviva es que Sam le haya reconocido y le haya curado las heridas para evitar su muerte. ¿Qué opináis?

  • #1

    Tony (viernes, 23 septiembre 2022 01:01)

    Una de esas partes que os gustan, no os podéis quejar.
    No se os ocurra dejar de comentar.