La chica de las sombras

16ª parte

            Hola, Isabel,

            Soy tú misma, desde el otro lado de tu cabeza. Esa que lo puede recordar todo y que tiene casi todas las respuestas que necesitas. Antes de nada deberías saber cómo empezó todo esto. Fue el día que tu tía Elena te echó de casa. ¿A que no recuerdas cómo fue? Seguro que no de todo.

            Te lo voy a contar yo. La tía se asustó cuando vio las sombras en los espejos y supo que venían por mí. No para hacerme daño, sino porque yo estaba allí. Thai las mantenía a ralla y, cuando tú no estabas, las sombras intentaban hacerles daño a todos. El suelo aparecía mojado cuando caminaban con mucha prisa, aparecían cuchillos en la cama... Nunca me dijeron cómo empezaron a volverse locos pensando que cualquier cosa mala la causaban las sombras. Lo único que me dijo la tía, al echarme fue: "Vete de esta casa, el mal debe marcharse contigo." Le pregunté por qué me hacía eso y me dio un billete de cincuenta euros. "Lo siento, pero no puedo soportar más el terror." Le pedí que me dejara llevar a Thai pero me cerró la puerta en las narices y amenazó con llamar a la policía si volvía a verme.

            Me dolió tanto perder todo en solo un instante... ¿Qué podía hacer con tan poco dinero? No tenía ni idea, nunca pensé lo necesario que sería  desde ese momento así que me busqué un hostal barato y empecé a buscar trabajo por los bares. Mis únicas posesiones eran mi teléfono móvil y mi ropa. El primer día vi una peluquería que buscaba una limpiadora, me presenté y les dije que estaba dispuesta a empezar ya. Pero como no estaba la encargada me pidieron el teléfono y me dijeron que me llamarían esa semana o la siguiente. Les dije que necesitaba urgentemente el trabajo, pero no conseguí nada. Solo eran empleadas.  Al día siguiente el dinero se había esfumado. Dos noches en un hostal, con la comida se lo llevaron todo. Quise quedarme un día más, pero esa gente pedía pagar cada día por adelantado. Con lo que al tercer día de estar fuera de casa de la tía, estaba en la calle sin un céntimo en el bolsillo. Empecé a ir al centro comercial para enchufar mi móvil y cargarlo en una esquina. Una de las cosas que compré con mi último dinero fue el cargador. Pensé que sería imposible conseguir trabajo si no tenían un número al que llamarme. Pero ese día, cargando mi móvil, me di cuenta de que era lo único que me quedaba de mi antigua vida. Me decidí a pedir limosna en el metro y no sirvió de nada, estaba demasiado bien vestida y aseada. La gente ni ve veía sentada. A la cuarta noche fuera de casa me desperté con un insoportable dolor de estómago. Asustada fui a urgencias, pensando que tenía algo grave, y los médicos, después de hacerme un análisis me dijeron que lo único que tenía que hacer era comer. Me llamaron anoréxica y me dijeron que fuera a un psicólogo.

            Era asombroso... ¿El hambre dolía tanto? Era como si mi estómago estuviera digiriendo mis entrañas. Y solo llevaba dos días sin comer.

            Poco a poco la gente fue apiadándose más de mí y me echaban algo de dinero. Al fin pude comprar algo, ¿pero qué más daba? seguía en la calle. Necesitaba pedir dinero una semana para poder dormir en un hostal una sola noche. Y con esa pinta la gente de la calle me daba algo pero no podía ir por ahí pidiendo trabajo.

            Creí que el invierno me mataría, pero encontré unos túneles donde había más gente durmiendo en cartones. Les pedí si podía dormir con ellos y conocí a dos chicos muy amables. No se llevaban bien entre ellos, se pasaban el día amenazándose con cortarse el cuello mientras dormían, pero creí que bromeaban ya que seguían juntos.

            Una noche, uno de ellos me pidió que le acompañara, que iba a enseñarme un sitio para dormir mucho más cómodo que ese. El otro se puso como un loco y gritó que no le acompañara, que solo pretendía violarme. Asustada, me fui corriendo y les dejé a los dos allí. Uno me gritaba que no me fuera y el otro se reía a carcajadas, señalando al otro como un idiota.

            Seguramente no recuerdas nada de esto y te preguntarás para qué querrías acordarte de algo así. Otra cosa que has olvidado fue el día que unos gamberros me empezaron a dar patadas y luego se marcharon corriendo. Cuando conseguí recuperarme me di cuenta de que me habían robado el móvil y lloré su pérdida. Era como mi mascota a la que daba de comer cada dos días. Cuando me sentaba al cobijo de una casa para dormir entre mis cartones y mis ropas viejas, mataba el tiempo con los juegos que tenía. Estaba empeñada en superar mis propios récords. Cuando le quedaban dos rayitas de batería lo dejaba y lo guardaba en mi bolsillo con todo el cariño del mundo. Al día siguiente lo cargaba en el centro comercial. Era todo lo que tenía y esos hijos de... esos imbéciles, me lo quitaron.

            Con los meses has ido olvidando las cosas demasiado traumáticas, aquellas que se salían de tu burbuja de princesa a la que nunca le pasa nada malo. Siempre tuviste la esperanza de que todo volvería a su cauce, que la tía te perdonaría y un día te dejaría volver a por Thai. Que encontrarías un trabajo y que podrías incluso denunciarla si no quería devolvértela.

            Todo esto me lleva al día que conociste a ese borracho. Quedé con él y llegó al atardecer. Había prometido no beber, pero venía borracho como una cuba. No solo eso, había conseguido un abrecartas de un cubo de basura y cuando estábamos en aquel callejón me lo puso en el cuello. Me dijo que me desnudara y me resistí, le quité el arma y se lo clavé en una pierna, con tan mala suerte que le atravesé una vena o algo, porque empezó a sangrar a chorros. Yo solo quería que no pudiera seguirme corriendo pero al verle desangrarse, supe que había cometido el error más grave de mi vida. Intenté ayudarle, traté de hacerle un torniquete, no me importó llenarme de su sangre hasta la barbilla... pero no sirvió de nada. En un par de minutos perdió el sentido y tuve demasiado miedo como para pedir ayuda... Entonces, de repente lo olvidé todo. Era tú otra vez.

            Creíste que yo era una asesina y decidiste viajar a Londres con Thai. Eras tan sumamente idealista que pensaste que lo conseguirías sin más, sin dinero, sin mi ayuda. Fui a buscar a Thai, pero la tía llamó a la policía en cuanto supo que era yo quien llamaba. Lo supe cuando escuché la sirena acercándose desde lejos. Thai comenzó a ladrarme y se escondió de mí debajo de una silla. Me acerqué a ella e hizo amago de morderme. Al principio no lo entendía, pero luego lo supe... estaba aterrada porque la casa se había llenado de sombras y no quería salir de su escondite. Al parecer, al echarme de casa, las sombras estuvieron lejos pero al dejarme entrar a mí, fue como si hubieran permitido que todas entrasen. Hay algo oscuro en nuestra alma, algo que no puedo comprender, pero siento que es la causa de tus olvidos.  Es algo de lo que no nos podemos librar. Creo que cuando olvidas todo, la sombra ejerce un poder sobre nosotras y es cuando Thai te odia tanto.

            ¿Qué pasó en casa de la tía?, te preguntarás ¿Necesito entrar en detalles? Vi cómo los descuartizaban a machetazos y cuando ya no se movían, se marcharon. Su sangre lo manchó todo y cuando se fueron,  habían dejado una de sus armas, un machete. La cogí... y en cuanto lo saqué del cuerpo del tío lo olvidaste todo de nuevo. No sé cuánto tiempo te domina, pero intuyo que no es inmortal, ni su poder ilimitado. Se ve forzada a descansar y por eso hay períodos de tiempo de varias horas hasta que logra reunir fuerzas para volver a hacerte olvidar. Lo que está claro es que si fuera una enfermedad olvidarías momentos aleatoriamente, pero lo que sea que te causa eso desea que pienses mal de mí, que te odies a ti misma y no sé con qué intención. A mí también me da miedo, creo que lo único que pretendes, al volver a esa casa, es que te maten porque sientes que eres una asesina y no lo eres.

            Cuando volví al hostal, con el dinero de los tíos, vi que con eso no íbamos a ninguna parte.  Necesitábamos dinero de verdad para ir a Londres. Nunca podríamos llegar con tan poco, y menos si queríamos llevar a Thai. Decidí salir por la noche y vi que la caja registradora del hostal estaba allí, sin apenas seguridad. Con una simple llave que tenían en un cajón pude abrirla y me cogí los billetes de cincuenta euros. Los envolví en un rollo y los metí en el bolsillo. Para que no se dieran cuenta sustituí el fajo por papel higiénico y dejé dos billetes encima para que no se viera que faltaban. De ese modo me daría tiempo a irme por la mañana.

            Así fue cómo pagaste tu viaje, llevaste a Thai y llegaste a Londres. La sombra no quiere que te acerques a nadie, por esa razón te empeñaste en que ese chico taxista, Efrén, no intimara contigo, temías encariñarte con alguien porque en tu interior sabes que lo único que buscas aquí es la muerte y no quieres ataduras. Cuando iba a dejarnos frente a un hostal me preguntó si tenía suficiente dinero y le dije que no mucho, pero no tenía dónde ir. Se ofreció a tomar un café conmigo y acepté, no tenía otra cosa que hacer, ni sabía dónde podía empezar a buscar la mansión. Además tú ya estabas bastante empeñada en hacerlo. Cuando me contó su vida, que se había enamorado en España y después de cinco años de noviazgo, cuando iba a casarse, su novia fue atropellada por un motorista que circulaba a ciento veinte en una carretera de pueblo, entendí que no era la única que tenía un pasado doloroso.

            Decidió que no volvería a vivir en España nunca más, se fue a Londres y se quedó aquí. Me dijo que yo le gustaba y que era la primera chica a la que le contaba su historia. También era la primera chica que parecía tener más problemas que él. Me contó que en Londres todas son demasiado superficiales y la peor tragedia que han soportado las chicas que había conocido era la pérdida de su gata.

            Me sentí unida a él y le besé. Creí que sería solo por animarnos mutuamente y que no duraría mucho más, pero mira tú por donde, resultó saber dónde estaba la mansión. El resto ya te lo ha contado todo él.

            Por favor, confía en Efrén. Arriesga su trabajo y su vida por mí,... por ti.

            Creo que no puedo seguir escribiendo, algo me dice que si dejo que la sombra alce el muro de tu cabeza, borrará este email antes de ser enviado y no le conviene que lo haga.

 

            Confía en él, no confíes en ti misma ni en tus recuerdos. Estoy segura de que la sombra los manipula, ocultando las cosas que no quiere que sepas y mostrando lo que le interesa, para llevarte a donde quiere.

            Isabel

 

 

 

            Cuanto terminó de leer, Isabel estaba llorando. No sabía si lo hacía por alegría de saber que no era una asesina o porque ahora sí podía sentir algo por ese chico que estaba a su lado. Efrén había leído con ella todo el email y sonreía satisfecho.

            - Te dije que no eres una asesina - le susurró.

            Isabel se acercó a él y le besó. Le cogió la cara con las dos manos y le dio un largo y apasionado beso que casi les dejó sin aliento.

            - Ahora no sé quién soy - alegó ella -. Espero que dentro de un rato no me olvide de haber leído ese email.

            - Y si lo olvidas, lo vuelves a leer y listo - apoyó el chico, con una sonrisa de felicidad.

            - No vamos a esperar a que eso ocurra. Vamos - ofreció Isabel llevando a Efrén a la cama, cogido de la mano.

 

 

            Después de pasar toda la noche abrazados, se durmieron y despertaron al alba así. Isabel no había olvidado nada lo que parecía una buena señal. ¿Ese email había funcionado? ¿La había liberado de la sombra que ejercía su poder sobre sus recuerdos?

            Salieron a la calle y pasearon por las calles de Londres. Fueron al Támesis, vieron el Big Ben y cruzaron el puente de la Torre, caminaron junto a la orilla del río durante horas. Isabel le contó su vida, lo que sus padres le habían contado de la mansión, cómo habían vivido en España, la misteriosa muerte de la maestra cuando ella era pequeña. Le contó que la policía sospechaba de ella pero al día siguiente ella y su madre vieron morir a su padre, asesinado por las sombras. Nunca había reflexionado sobre ello pero si le mataron a él, ¿por qué no las mataron a ellas? Todo tenía más sentido con lo que les había dicho ese detective de lo sobrenatural. Quizás su padre había sido uno de ellos y les abandonó antes de la maldición. Eso explicaría que quisieran matarle. ¿Pero por qué matar a la profesora?

            - Puede que las sombras te protegieran - razonó Efrén -. Esa profesora había llamado a tus padres porque asustabas a los demás. Lo que buscaban las sombras era que te dejaran en paz. ¿Y se te consideran una de ellos? ¿Y si te han estado protegiendo todos estos años para que puedas volver y ser sacrificada, para salvarles?

            - Menuda forma de protegerme, mataron a mis tíos - replicó ella.

            - Te habían denunciado y matándolos ellos, te incriminaban a ti forzándote a marcharte. Y... también de algún modo manipulan tu mente para forzarte a regresar, para buscar respuestas a todas tus preguntas o para que te sientas digna de morir sin luchar. Vamos, si son capaces de conjurar al infierno y volverse inmortales, ¿qué dificultad supone manipular tu mente?

            - Eso significaría que no debo volver jamás a esa casa - dijo ella, preocupada.

            - Creo que ese detective sabe mucho más de lo que dice. No sé como, pero... ¿Y si no es el detective al que hemos llamado? ¿Y si hemos hablado con una sombra? Admítelo, sabía demasiado. ¿Cómo podía imaginar todo lo que nos ha dicho de tu padre con unas simples fotos de la mansión?

            - Si nos ponemos a sospechar cosas - replicó Isabel -. ¿Cómo sé que tú no eres una de esas sombras? Bueno, no eres una sombra, es evidente. Me refiero a alguien que no quedó atrapado por la maldición, pero que sigues haciendo cosas por ellos, como quieres hacer que crea que ocurría con mi padre. Yo le conocí, era el mejor padre del mundo. No me contó nada de su vida de soltero en Londres, de hecho, ni siquiera creí que tuviera algo que contar. Sin embargo ahora creo que podría ser un ex militante de ese culto oscuro que les abandonó por la razón que sea, por mi madre o qué se yo... Y siento que eso mancha su recuerdo, todo el cariño que guardo de él. Es como cuando mi madre trató de matarme, no solo perdí una madre y una vida de bonitos recuerdos, perdí mi sensación de familia. Me siento perdida y huérfana desde aquello aunque mi padre era el único bonito recuerdo que me quedaba. Gracias a toda esta mierda... ya no me queda ni eso.

            - No soy una de esas cosas - contestó Efrén, dolido.

            - No digo que lo seas, pero tampoco puedo estar segura de que no lo seas - susurró ella, acariciando a Thai -. En el email decía que confiara en ti más que en mí misma así que eso haré.

            - Parece que la perrita ya no te gruñe - puntualizó el chico -. ¿Puedes recordar todo?

            Isabel miró hacia el infinito, levantando la mirada y entrecerró los ojos.

            - Creo que sí. Sí, definitivamente sí... - Isabel podía recordar el sabor de sus labios, y la sensación indescriptible de pasar toda una noche en la cama con él, y no solo la última noche -. Eso significa que pronto volveré a olvidar todo y... - suspiró profundamente, apenada -... No sé qué es lo que voy a recordar.

            - Vaya - Efrén parecía decepcionado.

            - No importa, vamos a disfrutar de este momento. Luego tú me lo contarás todo, me harás leer ese email y volveré a ser yo.

 

Continuará