La chica de las sombras

9ª Parte

            Isabel tenía miedo por lo que estaba pasando con ese chico. No quería encariñarse con él, pero tampoco quería utilizarlo y mucho se temía que la sombra que llevaba dentro lo estaba usando para sus fines. Esa sombra quería que fuera a la mansión y él sabía dónde estaba. Durante todo el trayecto no dijo nada porque estaba segura de que en cuanto llegara a la mansión, él dejaría de ser necesario y por tanto la sombra de su interior le mataría sin pestañear.

            No podía creer lo que le había dicho, puede que siempre se defendiera pero la forma en la que mató a sus tíos fue sádica. No pudo ser, de ningún modo, en defensa propia. Pero la mentira parecía una de las habilidades de su misterioso huésped.

            Llegaron a un camino de tierra, que hacía bastante tiempo nadie cuidaba. Estaban en las afueras de Londres y el coche traqueteaba con los baches. Debía hacer muchos años que aquel camino no se arreglaba en condiciones para vehículos. Los arbustos golpeaban los cristales como si fueran monstruos escondidos en la oscuridad, algunas ramas pegaban tan fuerte que parecían capaces de romper los cristales.

            - Esto ya empieza a dar miedo - dijo Efrén, inquieto y preocupado por el taxi. Al no ser suyo, cualquier arañazo que le hiciera le tocaba pagarlo de su sueldo.

            - Pues si te asusta un camino oscuro... - respondió ella, que empezaba a preguntarse qué pensaba hacer una vez llegaran a la casa.

            Pronto alcanzaron una cancela de hierro que impedía el paso. Las puertas estaban cerradas con unas cadenas oxidadas, pero el muro de piedra estaba roto por un sitio y era fácil escalarlo. Al otro lado solo había oscuridad y niebla. Los faros del taxi ni siquiera alumbraban la mansión, que debía estar a unos cien metros de esa puerta. Los grillos y buhos animaban la velada con sus cantos nocturnos característicos.

            - Creo que tenemos que seguir a pie - determinó Isabel, encendiendo la linterna.

            - ¿Estás segura de que quieres entrar ahí? - preguntó Efrén, nervioso -. Ya solo falta la tormenta y los relámpagos y pensaría que he entrado en una película de terror.

            - Puedes quedarte aquí si quieres. Vamos Thai, hora de volver a casa - le dijo a la perrita, que estaba en el transportín, en el asiento de atrás.

            Isabel bajó y sacó a Thai, que se dejó poner el arnés y la correa a regañadientes pero sin ponerse agresiva. Isabel deseó que fuera tan sociable como siempre, pero era evidente que aún la temía. Y no solo a ella, sino a la finca ya que no quería bajar del coche.

            - Vamos Thai, tienes que venir.

            La perra gruñó a la oscuridad pero finalmente tuvo que bajar del coche porque no podía resistir el fuerte tirón de Isabel. Al caminar sobre la hierba caminó despacio y como si no quisiera acercarse al muro.

            - Sujétala - le pidió a Efrén -. Pásamela cuando esté al otro lado.

            - Está bien.

            Isabel trepó por la pared ayudándose con las manos y saltó al otro lado sin demasiada dificultad. Efrén le entregó la perrita, ella la cogió por las costillas y la dejó en suelo. Luego cruzó él.

            Las linternas aún hacían más fantasmagórico el ambiente ya que la niebla se obstinaba en crear una cortina blanca ante sus ojos.

            - ¿Qué esperas encontrar? - preguntó Efrén, asustado, mientras seguía a Isabel y la perrita.

            - Espero que lleguemos y no pase nada - respondió ella -. Pero algo me dice que van a pasar cosas.

            - ¿Qué clase de cosas? - preguntó él.

            - Si lo supiera, no habría necesitado viajar hasta aquí - respondió ella, tajante.

            - Y... ¿Se puede saber por qué crees que vas a arreglar algo viniendo?

            - O venía, o me suicidaba. Solo elegí la forma de morir, supongo...

            Se volvió y miró a su amigo mientras se encogía de hombros. Él se quedó pasmado al comprobar que hablaba en serio.

            Lo cierto era que no sabía qué pasaría, no tenía ni la más remota idea de lo que encontraría. Suponía que al llegar perdería el control de sí misma y para eso tenía preparado su mantra de no olvidar. No quería volver a ser una marioneta del mal y quería acabar con esos abscesos.

            Después de unos minutos caminando por la niebla, apareció la mansión ante sus ojos. Era enorme, majestuosa y tétrica. Estaba teñida de negro, por el incendio, pero estaba entera, no se había caído ni un muro. Las ventanas estaban rotas y el viento se colaba por ellas produciendo un aullido fantasmal. La puerta principal estaba caída en el suelo, entre plantas que habían crecido desde que ésta fue quemada.

            Isabel no se detuvo, siguió caminando, tirando de la correa de Thai hasta que estuvo dentro de la casa. Thai se adelantó al detenerse ella y olisqueó el suelo con interés. Luego hizo pis sobre una plantita que había crecido en el suelo.

            - Escalofriante - dijo Efrén, alumbrando a las columnas de la entrada.

            - Mi madre me contó que en la piscina había algo que casi la mata - explicó Isabel -. Creo que estaba detrás de la escalera.

            Efrén alumbró allí y vieron que había plantas donde ella decía. Se acercaron y alumbraron más allá. Parecía que había una puerta vieja obstaculizando el camino. El chico intentó abrirla, por entre las ramas de las zarzas y la puerta no se movió.

            - Creo que no hay manera de llegar ahí - se rindió.

            - Apartate - ordenó ella, sacando un machete de su bolso.

            El chico obedeció y vio cómo ella abria camino con el enorme cuchillo. Se preguntó cómo había metido semejante arma en un avión sin que nadie le dijera nada. Cuando la puerta estaba despejada, Isabel le dio una patada frontal y la puerta tembló tímidamente.

            - ¿De dónde has sacado eso? - preguntó, asustado.

            - Lo... compré... - dijo, extrañada.

            Isabel se quedó un momento pensando, mirando el arma. Estaba llena de sangre, tenía toda la pinta de ser la misma arma que había usado para matar a sus tíos. Cuando estaban en la casa de Efrén sacó el machete de la maleta y lo metió en el bolso, lo recordaba perfectamente, pero no le extrañó hacer eso en aquel momento. Se rascó la cabeza y rascó la sangre con la uña. Tuvo mucha suerte de que no le inspeccionaran la maleta en el aeropuerto, sino se habría metido en un lío.

            - ¿No lo recuerdas? - preguntó él.

            - No, espero que no esté empeorando... empiezo a olvidar cosas que sí podía recordar.

            Dicho eso, cortó las plantas con el machete y dejó la puerta despejada.

            - Déjame a mí - ofreció él, apartándola de la puerta.

            Dio tres pasos atrás y luego se lanzó con todas sus fuerzas contra la puerta, golpeando con la planta del pie cerca de la cerradura con un golpe seco.

            La puerta cedió y saltaron astillas por todas partes. Isabel alumbró en el interior del recinto y vio una vieja piscina medio llena de un líquido oscuro. El agua estaba tan sucia que ni con las dos linternas podían alumbrar el fondo. Entraron con precaución ya que había un borde muy estrecho por el que podían caminar y la profundidad de la piscina daba vértigo ya que había casi dos metros sin agua.

            - Mi madre me contó que una noche escucharon un piano en el fondo de la piscina - dijo Isabel -. Mi padre bajó y dijo que había visto a una niña tocar en el fondo.

            - Si estás insinuando que me meta a comprobar si hay un piano, estás loca. No pienso hacerlo.

            - No, solo esperaba que sonara algo. Pero esta casa está muerta.

            - Mira - señaló Efrén al techo -. Hay símbolos dibujados en el techo - enfocó con la linterna -. Diría que son runas.

            - ¿Qué es eso? - preguntó Isabel, interesada.

            - Bueno, no estoy seguro,... Lo sé porque he visto algunas en templos celtas.

            - ¿Significan algo? - insistió ella.

            - Ni idea - respondió, encogiéndose de hombros.

            - ¿Tienes un lápiz y un papel?

            - No, pero tengo un móvil que hace fotos en alta definición. ¿Te vale?

            Isabel sonrió asombrada.

            - No sé lo que es, pero si puedes copiarlas...

            Efrén sacó su teléfono y apuntó al techo, sacándole una foto con flash.

            - Exactamente, ¿qué es lo que no sabes qué es? Un teléfono móvil, o la alta definición.

            - He tenido teléfonos que hacen fotos - replicó Isabel, ofendida -. Pero nunca entendí esa coletilla de alta definición. Para mí son fotos normales.

            - Significa que tienen más de dos megapixels.

            - Ah... - dijo ella, con tono aburrido -. ¿Por qué no haces fotos y cambias de tema? No quiero entender de esas cosas, tengo cosas más interesantes que aprender.

            - Prefiero hablar de eso a que me sugieras que me meta a ver si encuentro algo en el fondo de la piscina, la verdad.

            Isabel sintió un escalofrío solo de pensar que alguien pudiera meterse en ese agua sucia y negra. No había mucha, por lo que no podía ser muy hondo, pero no podía estar segura de eso, puede que cubriera un metro o menos y lo peor era que el agua estaba tan abajo que no se podía salir. Las escaleras bajaban un metro y el agua estaba a más de dos metros de distancia del borde.

            - No te preocupes por eso, no metería ahí ni a mi peor enemigo - consoló ella.

            - ¿Qué crees que significan esos símbolos? - preguntó él.

            - No tengo ni idea. Pero da la impresión de que esto no siempre fue una piscina. Fíjate en las columnas, son como... si fuera una especie de templo. Diría que esta casa tiene muchos más años de lo que parece.

            - No lo creo, a lo sumo tiene cien años - alegó él. Ten en cuenta que esos símbolos fueron dibujados con teselas, los que hicieron la piscina ya la diseñaron así.

            Isabel no sabía qué pensar. Quería entender qué pasaba en esa mansión y qué eran esas malditas sombras. Esperaba tener respuestas al ir allí, pero lo único que estaban acumulando eran más preguntas.

            - Vamos arriba. Donde dormían mis padres puede haber más pistas.

            Thai no parecía entender qué interés tenían en ese sitio ya que aprovechó esa conversación para tumbarse a dormir en el suelo.

            - ¿Y por qué trajiste a la perrita? - preguntó Efrén, curioso.

            - Se supone que ella era... que espantaría a las sombras. Me siento más segura con ella.

            - Pero si las espanta - inquirió él -. ¿No deberíamos haberla dejado en casa para que las sombras salgan?

            - No he venido a ver sombras - replicó ella -. Sino a descubrir su secreto y destruirlas. No quiero que se me acerquen, quiero que me dejen en paz para siempre.

            Justo cuando dijo eso se escuchó algo por la puerta de la piscina. Thai levantó la cabeza y miró hacia allá, colocando las orejas como antenas para escuchar mejor, pero no gruñó, ni ladró.

            No le dieron importancia y fueron a la salida con precaución, alumbrando a todas partes con la linterna.

            Entonces Isabel pasó la linterna por una pared y la luz se interrumpió mostrando una enorme sombra, como si alguien se hubiera interpuesto entre la linterna y la pared. Pero allí no había nadie.

            El susto fue tan grande que la chica retrocedió de un salto y pisó en el borde de la piscina, tropezando y haciendo aspavientos con los brazos para no caer. Efrén intentó agarrarla pero no llegó a tiempo. Isabel soltó la correa de Thai y la linterna para intentar agarrarse al borde, pero fue inútil. Cayó de espaldas al agua oscura y se zambulló hasta el fondo.

            - ¡Isabel! - gritó el chico, nervioso.

 

Continuará