El vórtice

17ª parte

            Regresó cuando se puso el Sol. Se deleitó de una larga ducha caliente y notó que su cuerpo mantuvo el calor unos minutos. La sed se calmó ese tiempo pero la calma duró poco. La noche infinita y poderosa tomó con fuerza su cuerpo y al enfriarse, la sed se intensificó igual que un veneno en sus entrañas. Sus colmillos se alargaron hiriéndola en los labios inferiores.

            «Debes alimentarte o te quedarás como un esqueleto. No podrás resistir tres días sin sangre humana.»

            No era Alastor, la voz salía de lo más profundo de su mente. Era la misma Oscuridad que la consumía.

            —Antes muerta —replicó.

            «Permíteme recordarte que ya lo estás, lo de los tres días es un mito. No puedes sacarme de ti, no sin quedar reducida a cenizas.»

            No podía identificar el tono de la voz, si era chico o chica, si era su imaginación o un ente con voluntad propia.

            —Lo que está claro —murmuró en voz alta—. Es que no puedes tomar el control de mi cuerpo todavía. Si decido beber una sola de sangre, como me estás pidiendo, habrás ganado.

            «Yo nunca prescindiré de ti. Si renuncias a la inmortalidad, no sabes lo que te pierdes.»

            —Sí lo sé y jamás podrás controlarme —respondió furiosa.

            «¿Tienes idea de cuántos anhelan estos poderes que te ofrezco? Te permitiré atravesar paredes, convertirte en el animal que quieras, leer las mentes, doblegar a las almas más puras y piadosas con mirarles a los ojos. Aplastar a alguien con imaginar que lo haces. Vamos, tú ya has saboreado el don de los eternos. Solo te pido una cosa, sal a la calle y aliméntate, come.»

            Ángela se incorporó, al principio tentada por esa clase de poderes, pero negó con la cabeza.

            —Debo mantener mi mente ocupada o esté demonio que llevo dentro terminará cabreándome.

            Cerró los ojos y contuvo su deseo de sangre.

            Allí estaba otra vez, la razón "pura" por la que Génesis le brindó una nueva oportunidad días antes de caer en aquel agujero del espacio: Su hija, que debía tener quince años, estaba pasando el mismo calvario que ella a su misma edad, su madrastra fue asesinada por su padre maltratador. Éste la llamó a principios de año, cuando Natalia se escapó de casa.

            —Tu hija —escupió por teléfono, uno que yacía en el fondo del océano y sin él nunca podría contactar con él, ni él con ella—, ha desaparecido. Si sabes dónde está dímelo, temo que se haya ido con algún granuja y vuelva preñada.

            Ella era en aquel entonces la máxima autoridad en la comisaría donde trabajaba su amiga, Lara Emmerich. Además Alastor le había regalado un anticipo del poder de la oscuridad. No le costó averiguar cómo murió su madre y que por falta de pruebas, y sobre todo por el poder de los abogados de ese hombre, un alto cargo de la Guardia Civil, le exculparon. Sin embargo había pruebas de maltrato físico, no solo a su esposa sino también a su hija Natalia.

            Puso a toda la policía de su comisaría al corriente de sus datos y un día, justo la noche antes de su enfrentamiento con Génesis, un agente le informó que vivía en un refugio bajo un puente cerca de Atocha.

            Aquel día se arrepintió de haberla abandonado. De haber sabido que esa familia rica, con grandes recursos, sin posibilidad de tener hijos, le daría la misma mierda de juventud que tuvo ella, tras la muerte de su padre, jamás habría firmado.

            Aquella noche que supo de ella estuvo a punto de ir a verla. Pero, ¿qué iba a decirle? Que con apenas dieciocho años vivía en la calle y se quedó embarazada por una noche loca con un vagabundo del que llevaba más de una década sin saber de él. ¿Que la abandonó porque creyó que tendría una vida mejor lejos de ella? ¿Qué la vendió a un cabrón que mató a palos a su mujer?...

            Su cabeza de vampiresa era una maldita tortura. Cosas que su memoria había enterrado hace muchos años volvían a mostrarse ante sus ojos como si las viera en tiempo presente.

            Embarazada recurrió a Luis, su antiguo jefe. Sintió aquella terrible punzada de dolor, igual que aquel día, cuando éste le aconsejó que se fuera a una clínica clandestina que él conocía para que le practicaran el aborto.

            Ella aceptó las seiscientas mil pesetas que le costaría la intervención y se marchó. Al llegar a la puerta de la clínica, que parecía un portal cualquiera de viviendas, un hombre trajeado la vio dudar y con lágrimas en los ojos, arrodillándose ante ella, le suplicó:

            —Mi mujer y yo no podemos tener hijos. Te pagaré… Lo que me pidas. Te lo ruego, preciosa, no entres por esa puerta y ven conmigo. Vivirás bien hasta que nazca la criatura y te daré el dinero en cuanto firmes la adopción voluntaria.

            Por sus ropas debió adivinar que vivía en la calle. El hombre se llamaba Arturo Pérez y su mujer Olga Espinosa, nunca los olvidaría.

Aceptó.

            Tuvo a Natalia en una clínica privada. Verla entre sus brazos al nacer fue como verse a sí misma. Su madre la abandonó cuando vivía con su padre. Ella estaba a punto de hacer lo mismo. Pero ¿qué podía ofrecerle? Quería pensar que era una asesina a sueldo, como su mentor Frank, que en aquel entonces había muerto. Luis Escobedo le pagaba un sueldo mensual, le daba para pagar un alquiler, comida y gastos extras. Pero ella lo gastaba en alcohol y drogas. Le gustaba vivir en la calle al filo de la muerte.

            Tuvo en su mano la elección de marcharse con su hija. Durante el tiempo que estuvo en aquella casa dejó de consumir estupefacientes y habría podido acudir a Luis para empezar una nueva vida con su hija. Pero imaginarse atada a un bebé, renunciar a ese dinero que le estaban ofreciendo (tres millones de pesetas)…

            La carita tan preciosa de aquella criaturita no fue suficiente para detener el impulso de su mano al firmar la adopción.

            Era buena gente. Ricos y con posibilidades de adoptar en cualquier orfanato. Pero prefirieron ir a salvar a su hija y a ella en aquella clínica clandestina. Les apreciaba, la habían sacado del agujero de las drogas. Y ahora le brindaban la ocasión de empezar una nueva vida. Sin ataduras.

            En aquel momento pensaba que Natalia era su peor error. Pero ahora que lo recordaba, sabía que quizás fue su único acierto en la vida.

            Ahora se presentaba la oportunidad de ser eterna… Lo que nuevamente pondría a su hija fuera de su órbita para siempre. Aunque aún no había decidido si la ayudaría o no. La mera perspectiva de poder hacerlo era la más fuerte de las razones por las que debía seguir siendo humana.

            Para lograr esa maldita nave necesitaba al EICFD. No sabía si éstos contarían con ella pero recordó que Luis conocía a todos los peces gordos de Madrid, España, Europa y América. Incluso en Asia tenía contactos. Si alguien podía ayudarla a darle información sobre la Organización de Alastor, era él. Así podría convencer a Montenegro de que la necesitaban.

            Cogió el teléfono de Antonio y se mordió el labio inferior al recordar que el suyo debía estar en el fondo del Atlántico. Todo su pasado, sus contactos, bajo millones de toneladas de agua marina.

            Por suerte el número que quería teclear se lo sabía de memoria gracias a sus poderes oscuros. Lo marcó y esperó la voz de su interlocutor.

            —¿Quién me llama a las dos de la madrugada? —escuchó una vieja voz conocida que llevaba mucho sin oír.

            —Soy yo, Ángela. Cuánto tiempo sin saber de ti, Luis.

            Durante unos segundos no obtuvo respuesta.

            —Tú... Grandísima hija de... —respiró hondo y después de otra pausa pareció calmarse—. Disculpa mis modales, querida. La última vez que nos vimos, hace diez años, reventaron mi bar y la policía me estuvo vigilando durante meses. Mis clientes no sabían si había revelado sus nombres y estuve en la diana de todos ellos. ¡¿Sabes lo que es vivir con la muerte pegada a tu culo todo este tiempo?! Pero bueno, la suerte me ha sonreído, he cerrado la boca. No he cedido a ningún chantaje policial. Así que si me llamas por encargo de alguien, si quieres acabar conmigo, dime al menos quién es.

            —No te pongas paranoico, colega —protestó ella—. Mis intenciones al llamarte no pueden ser más distintas.

            —Si quieres trabajo, lo siento, como te dije, estoy retirado.

            —Necesito que me digas una cosa —atajó ella—. No quiero nombres, ni que delates a nadie, de hecho ni siquiera necesito verte y supongo que esta llamada tiene oyentes así que nada de ubicaciones —se dio cuenta de lo estúpida que había sido al usar ese teléfono, seguramente sabían dónde estaba. Aunque no importaba, ya no era una fugitiva—. Lo que sí quiero que me digas es una cosa, viejo amigo. Mi mentor, Frank, que tanto confiaba en ti, jamás me dio un nombre, ni me explicó el complejo mundo del crimen organizado. De hecho tenía tal fe en ti que dudo que supiera más nombres que el tuyo. Tú, sin duda los tienes todos en tu cabeza, y como bien dices, muchos apuntan con sus rifles hacia tu ventana.

            —¿Qué es lo que quieres? —Respondió con gravedad—. Haré lo que pueda por ti. Casi eres una sobrina para mí, pero no pienso delatar a nadie.

            —Verás, necesito información sobre Alastor.

            —¡Dijiste que nada de nombres! —Exclamó furioso.

            —Ese no importa, ha desaparecido, lo han secuestrado y tengo que dar con él. Para ello he de lograr que toda su organización confíe en mí. Ten cuidado con lo que digas, que esta llamada está siendo intervenida por el EICFD.

            —Maldita seas, ¡esos ni los conozco! Otros ya me tienen pinchadas la líneas: La Interpol, el FBI, el MI5, la policía secreta...

            —Por eso te lo cuento —respondió—. Todos le buscan y yo —hizo una pausa para tomar aire y fingir que respiraba—, sé dónde está y quién lo tiene retenido.

            —¿De verdad quieres contármelo? —Protestó Luis.

            —Espero que todas esas organizaciones se pongan de acuerdo y al menos no me molesten cuando vaya a rescatarlo. No te diré quién lo retiene pero sí lo que necesito.

            Luis se quedó en completo silencio y luego musitó un tímido:

            —Habla.

            —Necesito conectarme a su red informática, la de la Organización de Alastor, el EICFD. ¿Tienes idea de cómo lograrlo?

            —Chica, yo qué sé. Acabo de decirte que no sé nada de ellos.

            —No me jodas, tú eres el único que puede ayudarme —suplicó Ángela.

            —¿Por qué estás tan interesada en rescatarle? Él ordenó tu muerte y la mía. Es el culpable de todo lo que he pasado. ¡Déjale y que se pudra!

            —Lo siento, pero no es posible. Está en juego mucho más de lo que imaginas. O le encuentro, o... No te puedo decir más.

            —¡Venga ya! ¿Cómo quieres que te ayude? —Se burló Luis. Hubo un tenso silencio en el que ambos respiraron hondo—. Bien, escucha, quizás pueda ayudarte. No sé nada de su red, pero sí de quién forma parte de su "Consejo". Se trata de un asistente del ministro de defensa, uno que no cambia nunca de cargo a pesar de los vaivenes de los partidos políticos. Se trata de Pablo Santana. ¡Mierda! Dijimos nada de nombres... —Luis Escobedo soltó una carcajada—. Bueno, que se joda. Es el cabrón que me echó encima a todos los perros.

            —¿Y crees que él puede acceder a su red?

            —Utilizan un programa informático en el ministerio, en un fichero de  Access. El gobierno paga millones a empresas por montar infraestructuras complejísimas pero para sus asuntos secretos contratan personal de confianza que les hacen programas a medida en cuestión de semanas, sin contratos y sin documentación. Si consigues entrar en su despacho, abre el fichero de Access —no tengo ni idea de cómo se llama, pero solo tendrá uno—, dudo que lo tenga escondido, es un vago de mil cojones. Seguro que tiene la contraseña del equipo escrita en un "Post-it" de la pantalla. Una vez dentro busca: "Biotecnología". Ese es el nombre en clave de sus operaciones secretas con esa organización. Encontrarás un código, cópialo. Todas sus comunicaciones se abren con esa cifra. Pero cuidado porque lo cambian cada semana.

            —¿Tan fácil? ¿Cómo sabes tú todo eso? ¿No decías que no sabía nada de ellos? Esperaba que me dieras una dirección y poco más.

            —Ay, niña, he estado allí y lo he visto, él mismo me lo mostró cuando... Bueno, aun éramos socios, claro. Era uno de mis mejores clientes. Pero al poco de ser aceptado en la organización de Alastor, tal y como él la llamó, se volvió muy pretencioso. Escucha, lo difícil no es llegar a su máquina y hacerle una foto a esa ficha. Lo realmente complicado es saber cómo entrar en ese despacho sin que se te eche encima el ejército español y toda la OTAN.

            —¿Y si voy ahora? No creo que haya tanta vigilancia.

            —Ni se te ocurra, sería un viaje en balde. Por las noches apagan los servidores hasta que fichan en la entrada. Si vas a hacerlo mañana llévate todo un ejército que te apoye porque lo que es seguro es que habrá mucha sangre.

            —Deja eso de mi cuenta. Pero gracias por el consejo. Te debo una.

            —No tienes idea. Desde luego Frank puede descansar tranquilo, más no he podido hacer por salvar tu pellejo. Solo espero que me des, algún día, un fuerte abrazo de agradecimiento.

            Ángela frunció el ceño. En todo el tiempo que conocía a ese viejo jamás la tocó a ella o a Frank. Pero alguien que escuchaba no lo sabía... De modo que era una advertencia. No debía pisar su bar si no quería problemas.

            —Cuenta con ello —respondió con tono cariñoso.

            —Ya. Ten cuidado y no te fíes de nadie —otra advertencia más. ¿A quién se refería?

            Y se escuchó cómo colgaba el teléfono.

 

Comentarios: 7
  • #7

    Chemo (jueves, 09 julio 2020 04:12)

    No hay mucho por añadir salvo que espero la continuación.

  • #6

    Yenny (miércoles, 08 julio 2020 15:29)

    Esta parte estuvo interesante, tengo la intriga si la hija de Ángela aparecerá en la historia.
    La situación con el covid está muy complicada, por una parte la economía ha estado tantos meses paralizada uno tiene mas gastos que ingresos y por el otro lado las personas son muy irresponsables y no acatan las recomendaciones de bioseguridad, se flexibilizó la cuarentena este primero de julio a fin de mes veremos como van las cifras de contagio.

  • #5

    Alfonso (miércoles, 08 julio 2020 02:56)

    También quisiera saber más sobre la hija de Ángela y quién es su padre. Con tanto sexo que ha tenido Ángela, no me sorprendería que Chemo fuese el padre.
    Justamente esta semana he regresado a laborar a mi despacho. Todo bien por ahora. Ojalá no haya percances.

  • #4

    Vanessa (martes, 07 julio 2020 01:17)

    Yo pensé que la historia iba a tratatse únicamente del Vórtice, pero parece que es más que eso. He estado un poco ausente por problemas familiares pero ya me he puesto al corriente con las partes anteriores.
    Espero que todos estéis bien.

  • #3

    Tony (lunes, 06 julio 2020 18:03)

    Nunca se mencionó antes porque en su diario no lo puso y el resto de relatos fueron escritos por Antonio Jurado.
    Muchas cosas más saldrán a la luz ahora que es ella la que escribe.

  • #2

    Jaime (lunes, 06 julio 2020 15:49)

    No recuerdo que Ángela haya tenido una hija. Creo que mi memoria está fallando bastante. ¿Tendrá algo que ver con la historia?
    La siguiente parte se ve interesante. Habrá que ver cómo se las ingenia Ángela para obtener la información que necesita del EICFD.
    Espero que todos estéis bien. Afortunadamente no creo que me hagan regresar al despacho hasta septiembre o incluso hasta finales del año.

  • #1

    Tony (lunes, 06 julio 2020 02:03)

    A medida que el Covid-19 pasa del medio millón de muertos en el mundo, espero que en vuestros respectivos entornos y vidas, solo sea una mala noticia de la tele.
    Yo empiezo a sufrir las consecuencias de lo que está provocando. Ahora mismo temo más no poder volver a trabajar que al mismo virus. Y la gente está igual, sale a trabajar y le importa poco pasar la maldita enfermedad. Al fin y al cabo es una quiniela, te mueres o te quedas, más probabilidades de salvarte, muchas más. Pero el miedo está propiciando que muchos no tengan qué llevarse a la
    boca. Y eso no es una lotería. Le toca a muchos más.
    Bueno, a lo que iba, espero que ni por una cosa ni otra tengáis problemas. En mi caso, sí estoy con dificultades... Pero confío superarlas.
    No olvidéis desahogar vuestras penas y de paso comentar la historia.