El vórtice

6ª parte

 

            Al dirigir su atención a Ángela, estaba subida en la escalera de madera.

            —Qué tonta eres. ¿Crees que puedes escapar de mí?

            De una patada la derribó y Ángela cayó desde dos metros de altura de espaldas al suelo.

            El golpe fue muy aparatoso pues la escalera quedó atravesada entre Zurita y ella y este tuvo que levantarla y apartarla antes de poder acercarse a ella.

            —Me gusta tu bikini, pero deberías ponerte algo más. Esa horrible cicatriz de tu espalda no se disimula con el tatuaje. Cuando te la meta por detrás parecerá que estoy follando a mi abuela.

            Ángela se levantó en seguida pero el golpe la había dejado aturdida y desorientada y no pudo evitar la zarpa que le cayó al cuello.

            Zurita mostró con orgullo el largo machete y mientras sonreía la agarró por el pelo y tiró hacia abajo para obligarla a mirar arriba desde la posición de rodillas.

            —No te hagas la remilgada, vamos, chúpamela.

            —Suéltame —suplicó ella.

            Zurita se enfadó y puso el filo manchado de sangre sobre su cuello expuesto.

            —No pienso repetirlo —amenazó.

            —Está bien, no he dicho que no lo haría pero suéltame, así no puedo —cedió a sus exigencias y en cuanto la soltó del pelo se arrodilló de una pierna frente a él.

            Le bajó los pantalones hasta las rodillas y le empujó con todas sus fuerzas por la cadera.

            El agresor cayó de espaldas, tropezando con la escalera, y en su caída soltó el machete. Ángela saltó como una gata y lo agarró en cuanto tocó el suelo.

            —Maldita zorra —protestaba el hombre. Logró levantarse pero Ángela, que ya estaba preparada y le cortó la cabeza de un solo tajo.

            —Un arma estupenda —sonrió—. Gracias, Ed.

            El cuerpo cayó de espaldas y el rostro de Zurita quedó desfigurado en una mueca de horror. Ángela pateó la cabeza con rabia y salió despedida hacia la chimenea encendida. Disfrutó viéndole poner las últimas muecas de sufrimiento cuando comenzó a quemarse su cabello... Ya no podía gritar.

            —¡Dios! —Exclamó alguien desde la puerta.

            La chica ya había colocado de nuevo la escalera y subía hacia la planta de arriba cuando Juan, el joven amigo se White entró en la cabaña.

            Al ver el machete en su cinturón, tintineando contra sus leggings al subir, puso los ojos como platos.

            —¿Los has matado? —Preguntó furioso.

            —No he... —Intentó defenderse, pero Juan no la persiguió, salió corriendo y empezó a gritar a todo el campamento—.  ¡Venid todos!

            Ángela no se molestó en esperar. Terminó de su subir el tramo de escaleras y una vez arriba cogió carrerilla desde la cama y al llegar al marco de la ventana puso los dos pies en el marco, agachándose para no darse en la cabeza y con él impulso saltó al estilo rana contra el muro exterior. Rebotó en la pared impulsándose hacia arriba mientras giraba en el aire. Su entrepierna le dolió pero resistió y alcanzó el tejado con las manos. Estaba muy inclinado y no tenía donde agarrarse, estuvo a punto de resbalarse y caer de espaldas una altura considerable, pero una rama de roble la ayudó a sujetarse y sosteniéndose en ella pudo subir las rodillas al tejado y logró gatear hasta la parte más alta de la casa. De allí trepó a una rama gruesa y se escabulló entre la espesura del roble.

            Esos árboles eran tan frondosos que le resultó sencillo pasar al siguiente roble.

            —¡Alarma! —Exclamaba el chico—. ¡La chica ha matado a tres hombres y ha escapado!

            Sonó muy herido, ella sabía que White era tan importante para él como su padre. Lamentaba su muerte pero nunca podría demostrar que no le mató. Mientras trataba de alejarse de la fortificación escuchó la bulla de los hombres, la misma que la atormentó con los ojos cerrados, encadenaba en aquel altar infame mientras hacían con su cuerpo toda clase de sucias infamias.

            Solo pensar que podían volver a cogerla se le puso la piel de gallina. Si la trataron así cuando la creían una chica inocente ahora no tendrían piedad.

            —Para una vez que muestro mi cicatriz porque no quiero atraerles tanto... Va y no sirve —Protestó para sí misma refiriéndose al motivo por el que se quedó solamente con la parte superior del bikini. Ahora tenía frio y lo lamentaba, pero no podía volver a por más ropa.

            Siguió alejándose y pronto la luz del campamento no le sirvió para ver donde ponía los pies. No podía ir muy lejos, de hecho, con todos sus esfuerzos, lo único que logró fue pasar de un roble a otro, que al ser tan grandes y espesos estaba en una de las ramas más altas y debía estar a más de cuatro metros de altura. Demasiado cerca si decidían salir en su busca, la encontrarían allí arriba como una ardilla asustada.

            A pesar de no ver apenas donde ponía los pies decidió que era una estupidez seguir subida a los árboles y comenzó a descender descolgándose por las ramas.

            Mientras descendía comprendió, de repente, el significado de la famosa expresión "no te andes por las ramas". Por muy laborioso que fuera, no era más rápido que caminar por el suelo.

            Así llegó hasta la última, antes de alcanzar el suelo. Abajo estaba cubierto de tinieblas, no había forma de saber cuánta altura tendría que caer para llegar a tocar el suelo. Ni siquiera podía ver ya la luz del campamento, estaba tan oscuro que creía estar ciega. La muchedumbre bramaba y se organizaba para salir en su busca. Seguía demasiado cerca. ¡La encontrarían!

            Sus manos se soltaron ante la imagen de esos cerdos subiéndose sobre ella una vez más. ¿Qué importaba si había rocas, zarzas o monstruos esperándola con sus garras afiladas? Prefería la muerte una y mil veces.

            Sus pies tomaron tierra a menos distancia de la que temía. Apenas unos centímetros más abajo. Era suelo firme con escasas hierbas secas. Afinó el oído y camino a tientas por la oscuridad en dirección contraria al tumulto. Podían volver a rodearla y la mera idea le ponía los pelos como escarpias. ¿Dónde estaban esos monstruos ciegos? Si veía uno tendría opciones de escapar, podrían entretenerles. No tenía la menor idea de cómo eran pero los prefería sin lugar a dudas.

            —Por aquí —escuchó una voz conocida.

            Alguien la tomó de la mano y la guió por la oscuridad en dirección al fuerte.

            —¿Espera? ¿Quién eres?

            —Soy Juan, no hables o los atraerás.

            —¿A quién? —Preguntó ofuscada, era a ellos a los que quería evitar—. ¿Juan? Eres el amigo de White... Yo no...

            —Edward era mi mentor. Por favor, obedece sin hablar, las sombras están por todas partes y nos van a escuchar —susurró.

            —¡No pienso volver! —Gritó furiosa—. ¡Que vengan todos esos monstruos!

            —¡No sabes lo que dices!

            Volvió a cogerla de la mano con total seguridad.

            —¡Puedes verme! ¿Cómo lo haces? —Inquirió sorprendida.

            —Tengo gafas de visión nocturna.

            —¿En serio? Creía que no funcionaban aquí los chismes electrónicos.

            —Este funciona porque fue fabricado por la NASA. Es de gran calidad.

            Ángela atrajo al muchacho hacia ella y le clavó la rodilla en el estómago. Éste se encogió sin aliento y pudo sacarle las gafas con facilidad (que parecían ser más bien un casco).

            —Lo siento, no eres de los que más detesto ahí dentro. Pero no puedo volver. No me sigas o tendré que matarte.

            —No puedes quedarte en el robledal —insistió suplicante, tratando de ponerse en pie—. ¡Te matarán! No hay escapatoria. Comprendo que mataras a mis compañeros, seguro que lo merecían.

            —Yo solo mate a Zurita. Él mató a Guillermo y a White. Ahora podré verlos y soy tan sigilosa como tú o más. Buena suerte chaval.

            Se colocó el casco con visión nocturna y al principio no vio casi nada pero sus ojos se fueron acostumbrando y comenzó a ver sombras de color negro y objetos con brillo verdoso. Era una visión muy limitada pero definitivamente veía mejor que sin nada. Lo malo era que no tenía mucho alcance, a lo sumo dos metros de distancia.

            Caminó, alejándose del campamento mientras el muchacho trataba de alcanzarla guiándose por el oído.

            —Te juro que te ayudaré a escapar mañana. Pero no te vayas. Morirás si lo haces —suplicó.

            No se molestó en quedarse a escucharle. Más bien deseó que siguiera hablando porque si había monstruos con tan buen oído le atacarían a él y no a ella.

            Alcanzó un acantilado mucho antes de lo que esperaba. El casco de visión nocturna no mostraba lo que había delante de aquel terraplén y se lo tuvo que quitar por si sus ojos le daban más información.

            No, no era un acantilado. El suelo se interrumpía abruptamente hacia un vacío no tan negro como la lúgubre oscuridad de un bosque.

            —¿Estrellas? —Susurró—. ¿Cómo puede haber estrellas ahí abajo?

            Lo que estaba viendo daba tanto vértigo que tuvo que agarrarse a la raíz del roble más cercano. Las ramas de los robles se acababan abruptamente en aquella grieta y el cielo nocturno, con una claridad cristalina, se abría ante sus ojos arriba y abajo. ¿Y si era un lago de aguas cristalinas? Pero no, el universo continuo se mostraba en toda su desnudez, veía lejanas nebulosas y formas apagadas de galaxias. En ningún lugar de la Tierra se podía apreciar un universo tan detallado como ella estaba presenciando. Estaba, literalmente, en el fin del mundo.

            Temblando de pavor, se acercó al borde a examinar cuanto podía ver en lo más profundo del acantilado. Temía que el suelo se desprendiera y cayera a las profundidades del espacio. Se tumbó para evitar poner demasiado peso bajo el mismo punto. Al estar con la cabeza fuera de los límites se agarró a las hierbas. Lo que vio debajo del acantilado fue una gran esfera azulada flotando entre las estrellas, rodeada por el vacío sideral.

            Se puso a llorar, desesperada. Todo cuanto le habían contado cobraba sentido. Ningún barco o avión podría rescatarles, no tenían la menor esperanza de volver a casa, ningún dios escucharía sus suplicas y su amigo Antonio Jurado jamás podría encontrarla. No importaba a qué poder recurriera, si al divino o al infernal, nadie la sacaría jamás de ese maldito asteroide.

            —¡¿Dónde demonios estoy?! —Exclamó con todas sus fuerzas, derramando lágrimas al vacío sideral.

            Se volvió a alejar del borde, aquello tenía que ser una pesadilla. ¿Estaban en un pedazo de tierra suspendido en el espacio y cerca de su propio planeta como una especie de asteroide?

            —Joder, esto es de locos —bufó.

            Cuando logró detener los temblores de su cuerpo, su cabeza comenzó a funcionar de nuevo. ¿Cómo podían estar en el espacio y aun así tener aire para respirar? ¿Cómo demonios acabaron en ese lugar? White le contó que su nave, la Apolo no sabía cuál, fue engullida por el vórtice no que se estrellara en él. ¿Y ella y Alastor? Nunca volaron al espacio, ¿Por qué estaban allí?

            Algo estaba muy claro, el Vórtice no era muy grande. No debían existir muchos lugares donde esconderse y por tanto, esos monstruos no podían andar lejos. Además no podría esconderse de esos soldados porque como el mismo White o Juan aseguraban, solo estarían seguros en el fuerte.

            —Tienes que volver conmigo —escuchó detrás de ella.

            Era el muchacho.

            —Ya vienen —insistió.

            Le miró y vio que llevaba otro casco igual que el suyo.

            —¿Tenías otro? —Preguntó sorprendida.

            —Era para ti, no iba a traerte a ciegas.

            —Escucha, Juan, te dije que me dejaras tranquila. Solo hay una forma de que yo vuelva a ese campamento infernal y es muerta. ¿Lo entiendes? No quiero hacerte daño, vete por donde has venido, diles que no me has visto.

            —Y lo estarás en unos minutos, puedes creerme. Esos monstruos son implacables.

            —¿Por qué te quedas conmigo? Ve a salvarte tú.

            —Le di mi palabra a White.

            —¡Pues está muerto! No tienes por qué cumplirla.

            —Lo sé, vi cómo Zurita juraba que le mataría. No llegué a tiempo, lo siento. Era como mi padre y sé que él hubiera querido sacarte de nuestro fuerte, pero no de noche con todos esos espectros acechando nuestros pasos.

            —Vete —ordenó ella furiosa.

            —Ya están aquí... Corre —el muchacho le ofrecía la mano insistentemente.

 

 

Comentarios: 13
  • #13

    Tony (domingo, 22 marzo 2020 17:37)

    Gracias por la comprensión Yenny.
    Tengo un 60% listo, sé cómo debe continuar pero no tengo siempre físico para escribirlo. Además ya casi no se distinguen los fines de semana y es agotador. Al menos no hay que hacer de profe sacado y domingo.

  • #12

    Yenny (domingo, 22 marzo 2020 17:28)

    Es entendible que al tener niños en casa no debes tener tiempo para escribir. Ojalá esté pronta la continuación para distraernos en esta cuarentena. Voy una semana encerrada y ya no lo tolero.

  • #11

    Lyubasha (sábado, 21 marzo 2020 16:42)

    Me ha gustado este capítulo. Tengo mucha curiosidad por saber más sobre el Vórtice y qué son en realidad los seres que están fuera del campamento.

  • #10

    Tony (sábado, 21 marzo 2020 05:41)

    Aunque también es cierto que gran parte de mi tiempo libre lo he dedicado a la ilustración de la parte 7, que será la portada del libro.
    Aquí voy a dar muchas pistas de lo que es el Vórtice. Pero aun falta la explicación científica.

  • #9

    Tony (sábado, 21 marzo 2020 05:37)

    Lamento haceros esperar pero esta semana estoy teniendo problemas para conseguir un momento de concentración y apenas he podido escribir.
    Eso de tener que hacer de profesor de dos niños todas las mañanas me quita todo el tiempo libre.

  • #8

    Vanessa (sábado, 21 marzo 2020 04:47)

    Yo presiento que el vórtice es el centro del universo que conecta con todo el tiempo y espacio.

  • #7

    Chemo (jueves, 19 marzo 2020 18:49)

    ¿Cuántas partes faltan? Creo que hay muchos esperando la segunda ronda.

  • #6

    Alfonso (jueves, 19 marzo 2020 02:10)

    Interesante teoría. También me quedó la duda de qué son los monstruos fuera del campamento. Si fueran tan poderosos, los humanos ni siquiera hubieran podido contruir el fuerte desde un inicio.
    Esperando la segunda violación, jejeje.

  • #5

    Alejandro (miércoles, 18 marzo 2020 03:52)

    ¿Qué es el Vórtice de Ángela? Pues todavía no lo sé pero ya entré y salí de él varias veces. :)

  • #4

    Yenny (martes, 17 marzo 2020 13:06)

    Ahora me queda la intriga de¿ qué es el vórtice?.
    La teoría de Jaime es lógica, debe haber múltiples entradas ya que todos llegaron de diferentes maneras.
    Chicos a cuidarse, en mi país hemos entrado en aislamiento y es sorprendente ver la cantidad de personas que no les importa y sigue saliendo, ojalá está situación pase pronto y sin mucho que lamentar.

  • #3

    Tony (martes, 17 marzo 2020 04:12)

    Uno de los secretos de la historia es “qué es el vórtice”. Pero no se puede revelar hasta entrada la recta final, que es cuando ocurre algo que lo explica todo.

  • #2

    Jaime (martes, 17 marzo 2020 02:31)

    Era obvio que la cicatriz no iba a impedir que no violaran a Ángela. En especial cuando se encuentra rodeada de hombres salvajes sin mujeres.
    Sobre el Vórtice, mi intuición me dice que es un lugar primigenio que tiene puertas hacia cualquier parte del Universo. Por eso es que pueden entrar por él desde chinos hasta europeos y astronautas. Incluso el Vórtice podría ser la Luna, lo cual implicaría que White en realidad llegó a ella. Habrá que ver si los monstruos son extraterrestres u otros seres superiores. Esperando la continuación, si es que no morimos antes gracias al Coronavirus.

  • #1

    Tony (lunes, 16 marzo 2020 13:55)

    Espero que algunas preguntas hayan quedado respondidas. Si queréis saber más esto no ha hecho más que empezar. No faltéis la semana que viene.
    No olvidéis comentar.